Ponte en tu lugar

“Lo voy a poner en su lugar” y “alguien lo debería poner en su lugar” son dos expresiones muy comunes. Parecieran indicar que una persona puede tener absoluto control sobre otra. A menos de que haya uso de fuerza física extrema no veo cómo.

La ambigüedad que hay en estas expresiones es amplia. ¿Cuál es el lugar en donde hay que ponerlos? ¿En dónde están que no es el lugar correcto? ¿Se refiere a un lugar físico o a un estado mental? ¿Le debo pedir permiso antes de ponerlo en su lugar? ¿Cómo sé yo precisamente en qué lugar debiera estar otra persona? Y si la otra persona no se quiere mover de dónde está, ¿Qué voy a hacer? Etc.

Una mejor pregunta es ¿Estoy en el lugar en el que yo debiera estar? Después de todo, si de algo tienes control es sobre dónde estás tú en tu vida. Esta sí es una pregunta constructiva y transformadora que vale la pena hacer una y otra vez.

Explorando un poco más profundo:

¿Estoy viviendo mi vida cerca de dónde están mis valores? ¿Estoy cumpliendo las funciones a las que me he comprometido en las distintas áreas de mi vida? ¿Estoy cerca o lejos de las metas que me he propuesto? ¿Estoy feliz en donde estoy? ¿Quisiera estar en otro lugar (metafórico o físico)? ¿Estoy rodeado de personas que me llenan? ¿Soy la persona que necesitan aquellos que están a mi alrededor? ¿Hago lo que quiero en donde estoy o quisiera estar en otro lugar haciendo otra cosa? ¿Son tus pensamientos positivos?

¿Que más te puedo decir? Ve y ponte en tu lugar.

Hay más enfermedades

Este último año ha sido dominado por la narrativa del COVID. La cobertura mediática, las restricciones de movilidad y la muerte de tantas personas ha hecho que este virus sea el líder de “top of mind” de las enfermedades.

No importa que anomalía pueda uno experimentar en el cuerpo, el primer pensamiento que salta casi que de reflejo es “tengo COVID”. Por ahí escuché a un amigo decir “ya todos tuvimos COVID, al menos en la mente”. Es muy cierto.

Pero hay otras enfermedades que el cuerpo y nuestros sistemas inmunes deben combatir. La comida nos cae mal y nos podemos intoxicar, nos puede dar una gripe común o podemos experimentar un dolor de cabeza. Estadísticamente no se cual sea la probabilidad de que la siguiente enfermedad que una persona contraiga sea COVID pero me imagino que es relativamente baja.

No quiero decir con esto que las medidas de precaución y el nivel de alerta con que nos debemos comportar deben disminuir. Para nada. El COVID es real y nos tenemos que cuidar. Lo único que estoy diciendo es que hay otras enfermedades y eso que estás sintiendo en tu cuerpo puede ser algo que no sea COVID. Hay más enfermedades.

Sombra y luz

¿Qué es una sombra? No es nada más que la ausencia de luz. ¿Cómo puede ser que algo sea la ausencia de algo más? Es imposible para la sombra existir sin que primero nazca una luz. Y aún así, es la sombra la que le permite a la luz relucir sobre el contraste de colores que solo ella puede generar.

Es una danza hermosa, esta entre la sombra y la luz. Por momentos pareciera ser que son uno mismo. Por momentos son tan distantes que no resulta difícil pensar que uno de ellos viene de un mundo lejano y remoto. Sin importar cómo se perciba en un momento dado, lo que es innegable, es que uno no puede existir sin el otro.

Este tema de la sombra y la luz es algo así como el resto del mundo natural que nos rodea. Estamos inmersos en un mundo lleno dude fenómenos totalmente distintos que juegan entre sí para crear experiencias verdaderamente únicas. Nos movemos entre un océano de personas totalmente diferentes que con sus distintos puntos de vista y contrastantes convenciones culturales nos enseñan lo que es ser un ser humano. La montaña no puede existir sin el valle al igual que la luz no puede existir sin la sombra al igual que yo no puedo definirme sin tenerte a ti.

El tiempo es corto

Al final del día lo único que realmente tenemos es tiempo. ¿Y qué es eso tan preciado que nos da el tiempo? Un espacio en el cual experimentar la vida. Nuestras vidas no son los planes que tenemos para el futuro. Tampoco son la suma de los recuerdos de lo que ya hemos vivido. Nuestra vida es ahora.

Y aún así repetidamente tenemos malas experiencias y pasamos malos momentos por qué olvidamos que podemos escoger cómo y con quién queremos pasar este instante. Por qué sentimos pena de dañar los sentimientos de alguien con quien no queremos estar tiramos meses de nuestras vidas en relaciones que no nos llenan. Por miedo a lo desconocido pasamos años en trabajos que no nos motivan aguantando jefes que no aprecian nuestro trabajo. Por miedo al que dirán nuestros conocidos insistimos en no poner a descansar proyectos que sabemos que ya han llegado a su fin.

El tiempo que tenemos es corto. Hoy no se volverá a repetir. Esta semana tampoco. Es momento de subir los estándares de la experiencia de vida que queremos tener antes de que sea muy tarde para recapacitar.

Cuando no necesitas del premio

Cuando verdaderamente amas lo que haces no necesitas del premio. Cuando lo que te importa es sentarte a trabajar sin pensar en que dirán los demás, entonces no necesitas del premio. Cuando lo que quieres es saciar tu propia curiosidad de saber hasta dónde puedes llegar, entonces no necesitas del premio.

Dejar ir el premio es muy difícil por qué desde que tenemos uso de razón nos enseñan a que hacer algo “bien” amerita un premio. Ya sea que lo que obtengamos venga en la forma de un gesto amoroso de nuestros padres, el reconocimiento de un profesor o la aprobación de nuestro hermano mayor, el premio siempre está esperando cautivar nuestro corazón.

Y es precisamente este tipo de premio que prende nuestras más profundas emociones el que es más difícil de soltar. Es tan poderoso que nos vuelve adictos y nos lleva a confundir la majestuosidad de lo que hacemos con la vacía aprobación del mundo exterior.

Cuando no necesitas del premio eres feliz. Cuando ya no necesitas del premio has encontrado verdaderamente quién eres y de que estás hecho. Cuando no necesitas del premio empiezas a vivir para ti y esto te permite poder vivir para los demás. Hasta que dejas de necesitar el premio, empiezas a despertar.

Dejar ir

Aprender más. Tener más. Conocer más. Viajar más. Controlar más. Ganar más. Nuestra cultura está fuertemente sesgada a creer que más es mejor. ¿Y si estamos equivocados?

La mayor parte de nuestro tiempo se invierte aprendiendo habilidades y conocimiento que eventualmente está destinado a producir más. Un mejor trabajo, un mejor salario. Un mejor carro y una casa más grande. Recién estoy terminando una plática con un muy buen amigo que me hizo cuestionarme esta manera de vivir más que nunca.

Hablamos durante más de una hora sobre lo valioso que es aprender a dejar ir las cosas. Profundizamos sobre lo importante que es cambiar nuestra manera de pensar al respecto de nuestra relación con el mundo “material”. A través de sus experiencias e historias pude conectar de nuevo con lo valioso que es dejar ir.

Mientras más podemos dejar ir, más libres somos. Mientras más podemos dejar ir, menos cárceles nos pueden encerrar. Mientras más podemos dejar ir, más gozo tendremos en nuestras vidas. Mientras más podemos dejar ir, más podremos sentir. Mientras más podemos dejar ir, más felices seremos.

Las situaciones que me molestan

Mientras he ido avanzando en el camino de conocerme más he aprendido a manejar de mejor manera aquellas situaciones que me molestan. Debo ser sincero, muchas de estas situaciones se pueden considerar como triviales y algunas de ellas hasta como ridículas. Hay tanto que me molesta.

Sin embargo, conforme he pasado más y más tiempo analizando y haciendo mucha introspección sobre aquello que me molesta me he dado cuenta de que las situaciones que me afectan dicen más acerca de mí que de lo que está pasando.

Poco a poco estoy aprendiendo a experimentar mi reacción como algo personal e independiente a lo que está sucediendo. Si algo me molesta no es por qué lo que está sucediendo sea intrínsecamente molesto, es por qué yo he decidido, por alguna razón, que eso es algo que me debiera molestar. Considero este reconocimiento como una gran avance.

Esta nueva descubierta habilidad de poder detenerme al momento de enfrentar una situación que considero como incómoda o molesta y poder preguntarme “¿Por qué esto me está molestando?” es la puerta a un nuevo mundo lleno de posibilidades.

Aunque aún no pueda responder la pregunta de por qué algo me molesta con total claridad, el poder detenerme y hacer la pregunta me ha dado una perspectiva del mundo radicalmente diferente. Me resulta muy difícil poner en palabras exactamente qué es lo que cambia con la pausa y la pregunta. Lo que sí sé es que aunque hay muchas situaciones que me siguen molestando, de cierta manera me siento un poco más ajeno y distante a ellas. Creo que voy por el camino correcto.

Lo que todos queremos

Nadie quiere una vida llena de dolor y miseria. Nadie quiere cometer un error tras otro. Nadie quiere destruir las relaciones que le dan sentido a su ser. Nadie quiere cargar las cruz del enojo y la ansiedad. Nadie quiere sentir temor y temblar en su interior.

Todos queremos ser felices. Queremos sentirnos bien y pertenecer. Queremos relaciones significativas y experimentar paz interior. Queremos saber qué lo que hacemos es importante y que estamos utilizando bien el tiempo que se nos dá. Queremos estar cerca de las personas que nos importan y dejar de sentir miedo en el corazón.

Lo único que todos queremos es estar bien.

Desuso de cuerpo, mente y alma

Este mundo en el que vivimos está a favor del balance. Si algo se utiliza demasiado, se arruina. Si algo no se utiliza, también se arruina.

El caso del uso excesivo es muy natural y lo tenemos más presente. “Si hago demasiado ejercicio, me dolerá el cuerpo e incluso me puedo lesionar”. “Si revoluciono el carro hasta el máximo por mucho tiempo, puedo fundir el motor”. “Si trabajo demasiado tiempo seguido, me puedo quemar.”

El caso de el desuso es un poco más engañoso. Creo que puede ser derivado de lo arraigado que tenemos la idea de que la sobre-utilización causa daño pero creemos que no usar algo puede ser bueno. Es innegable, el descanso es necesario, es algo bueno. Pero el exceso de descanso o desuso puede ser muy dañino. Atrofia, debilita y deteriora.

Cuando una persona pierde movilidad por tiempo prolongado, sus músculos pierden fuerza y flexibilidad. Al recuperar movilidad el cuerpo se deberá rehabilitar. También se sabe que la mejor manera de prevenir el Alzheimer es mantener una mente activa y leer bastante. Una mente muy pasiva es más propensa a esta enfermedad. Cuando un carro no se usa en mucho tiempo, cuesta que arranque.

Todo esto me vino a la mente ayer que saqué un pantalón para ponerme. Para ser honesto no he usado pantalones de vestir durante toda la pandemia. Han sido meses desde que los he voteado a ver. Pueden ver la foto del pantalón arriba. Todos mis pantalones están igual.

La imagen del pantalón lleno de moho me invitó a pensar en el desuso de nuestra mente, cuerpo y alma. Pude, de manera muy clara, visualizar mi mente llena de moho igual que el pantalón. Y el interior de mi cuerpo. Y mi alma! No, no podemos dejar que esto nos suceda como seres humanos. Pandemia o no debemos usar para bien lo más preciado que tenemos: todo nuestro ser.

pd. Ya aprendí que un poco de vinagre ayuda a remover el moho de la ropa.

Cuando menos es más

Hay ocasiones en las que pocas palabras dicen más que cientos de oraciones. Hay veces cuando incluso el silencio retumba más recio que la guerra. La cantidad no lo es todo.

Cuando queremos decir algo importante es mejor ir directo al grano. Evitemos el impulso de querer adornar lo que queremos decir. Todo el mundo nos lo va a agradecer.