Creo que…

Hay días en que me pregunto si estaré solo o si habrán millones de personas allá afuera que comparten mi sentir. Pareciera ser que a pesar de estar en medio de tanta gente estoy rodeado por paredes invisibles que me alejan de los demás. La sensación de exilio es bastante real.

Ya no sé si aún habrá algo de todo lo que pienso que tenga sentido alguno. No sé si es mi manera de ver el mundo la que está torcida o es el mundo en sí el que está perdiendo la cordura. ¿Seré yo él loco o estarán locos todos los demás?

Creo que ser feliz es una decisión y que no hay nada en este mundo que pueda quitarnos esa decisión.

Creo que enseñar es la mejor manera de aprender.

Creo que la vida no es fácil pero que tampoco es difícil. La vida es un experimento que se debe disfrutar, eso es lo que no podemos olvidar.

Creo que la libertad y la confianza pueden lograr más que la fuerza y la cohersión.

Creo que la responsabilidad es el camino más directo a la felicidad.

Creo que mientras menos necesitamos de los demás, más los podemos apreciar. Nadie puede apreciar a aquel del qué se siente dependiente.

Creo que los sueños que nos evaden se nos escapan por el miedo que tenemos de llegarlos a alcanzar.

Creo que hablar es más fácil que hacer —pero hacer no es es tan difícil cuando se tiene un poco de convicción.

Creo que la gran, gran mayoría de personas son buenas.

Creo que todas las personas usualmente tienen buenas intenciones.

Creo que los caminos de la persistencia y la perseverancia nos llevan a un reino lleno de libertad.

Creo que el mundo es maravilloso y que todo lo que nos hace falta para poderlo disfrutar es quitarnos las vendas que alguien más nos puso sobre los ojos cuando éramos muy pequeños.

Y finalmente, creo que voy a estar escribiendo más seguido.

¡Qué bien se siente escribir!

Tan solo reparar es mediocridad

Es inevitable, más de algo de lo que hemos construido se va a romper. Siempre haremos algo que está mal y que necesita reparación. Todo el tiempo las cosas se están degradando y se necesita esfuerzo y energía para mantenerlas funcionales. ¿Entropía alguien?

Así que con eso ya establecimos que la necesidad de estar reparando cosas es constante. Es parte de la vida. Ahora lo que quiero que evaluemos es la actitud y propósito con que usualmente se percibe tener que hacer una reparación.

Para empezar, el tener que reparar es algo se considera negativo. Como una pérdida de tiempo. ¿A nadie le gusta reparar las cosas que ha construido. Pero, ¿Qué tal si reparar algo es una oportunidad para volver a hacerlo, mejor? ¿Cómo sería la calidad de nuestro trabajo si cada vez que tenemos que arreglar algo lo volviéramos a hacer pero con otro nivel de calidad?

Tener que reparar algo es una oportunidad de construir sobre la experiencia que obtuvimos al hacerlo la primera vez para ahora construir algo mejor. Reparar algo nos permite volver a hacer el trabajo ya sabiendo qué fue lo que falló la primera vez y así poderlo corregir para no volver a fallar de la misma manera.

Reparar por reparar y volver a llevar lo que hicimos a donde todo empezó es mediocridad. Imaginemos, por un instante, la calidad de trabajo que haríamos si cada vez que reparamos algo usáramos todo lo que aprendimos desde la primera vez que lo hicimos para ahora hacerlo mejor. Todo estaríamos taaaan orgullosos de el trabajo que haríamos.

De verdad, tan solo reparar sin mejorar es mediocridad.

Relevancia

Mantenerse relevante es vital. Mantenerse relevante en este mundo tan cambiante es difícil. ¿Qué se debe hacer cuando algo vital se vuelve tan difícil? Entender.

La relevancia es vital porque el acceso a la información se ha democratizado a pasos agigantados. Hoy, la persona promedio maneja mucho más información que los más avanzados científico de hace 20 años atrás.

El acceso a la información amplia la cantidad de opciones que tienen disponibles las personas. Y cuando alguien tiene más opciones, lo más relevante es lo que gana. Ante tantas opciones, las personas se sienten más cómodas cuando encuentran lo que les es más relevante.

Cuando hay tanto ruido es difícil encontrar un poco de señal. En esta analogía, el ruido se refiere a las opciones irrelevantes y la señal es lo que es relevante. Nadie quiere ruido. Todos estamos buscando una señal clara.

La capacidad de violencia

Anoche, después de la respectiva maratón de baseball, vimos Finch en Apple TV . Qué buena película. Bueno, eso es algo que era de esperarse con Tom Hanks haciendo el papel principal al lado de un perro y un robot.

Me interesa bastante que entiendan el contexto general de la película para que entiendan a lo que me refiero con “capacidad de violencia”. Acá les dejo el trailer para que lo puedan ver antes de continuar leyendo.

Ahora, a lo que venimos. No sé en que campo caigan ustedes pero yo creo que dadas las condiciones correctas, todos los seres humanos somos capaces de ser violentos. Ya sea por defensa personal, presión, miedo, o algo similar, el recurso de la violencia es algo que todos estamos dispuestos a utilizar en algún momento.

Si me imagino viviendo en un mundo post-apocalíptico como en el que se desarrolla Finch, uno en el cual tuviera que luchar por comida para mi familia, si tuviera que usar violencia para conseguirla, probablemente lo haría.

Claro, todo esto son solo ejercicios mentales. Realmente no puedo saber cómo me comportaría en una situación en la que nunca he estado. Tan solo puedo especular.

Quisiera poder sentarme aquí a decir que bajo ninguna situación recurriría a la violencia pero para ser completamente honesto, creo que todos, en un momento de desesperación, podríamos jalar la palanca de la violencia. Incluso yo.

A quienes admiramos (gracias por inspirarnos)

La ley de oferta y demanda está presente en todos lados. Incluso, este fenómeno determina qué tanto se valoran los comportamientos de las personas. Aquellos comportamientos escasos son los que más se estiman.

Nadie admira a una persona que no hace algo excepcional. Aquella persona que limita sus comportamientos a aquellos que son esperados, pasa desapercibida. Lo que es abundante, no vale. Ahhh, pero lo que está en escasez…

Lo que está en escasez vale, y vale mucho. Las personas que se comportan como muy pocos lo hacen son las personas que admiramos.

Admiramos a los es que entrenan más que los demás (y por eso llegan a ser campeones). Admiramos a las personas que ponen a los demás antes que a ellos mismos. Admiramos a las personas que velan por él bien común. Admiramos a los que saben controlar sus emociones. Admiramos a los que ponen su calidad de vida por encima de las expectativas que los demás tienen de ellos. Admiramos a los que enfrentan las dificultades de la vida con entusiasmo valentía.

Todas las personas son especiales. Realmente lo son. Sin embargo, algunas personas hacen cosas que no todos los demás están dispuestas a hacer. Son estas personas las que nos inspiran y motivan a hacer un poco más de lo que normalmente hacemos.

Son estas personas a las que admiramos.

Cuando los días se sienten diferentes (son lo que queremos que sean)

No sé si a ustedes les pasa lo mismo pero para mi cada día de la semana tiene su propia personalidad. Los domingos se sienten distintos que los viernes. Los miércoles no son lo mismo que los martes, y así con cada día de la semana.

Creo que el tinte de cada día, esa personalidad que percibo en cada uno de ellos, nace con la rutina y las actividades que normalmente se dan durante cada intervalo particular de 24 horas. Los lunes son días de reuniones con mi equipo y durante una temporada del año, de Monday Night Football. Los sábados y domingos probablemente habrá Baseball con Chris. Los jueves por la noche entrenamos bateo con los niños. Y así sucede con cada día.

Esas actividades y cómo las experimentamos son las que le dan un color único a cada día. No son los días en sí los que que tienen personalidad. Por ejemplo, hoy es domingo por la noche y usualmente a esta hora ya me estoy preparando para ir a dormir. Pero hoy, cómo mañana empieza mi descanso de Semana Santa, se siente más como un viernes. Me acabo de tomar un café y me estoy preparando para ver una película con la familia.

Los días se sienten diferentes por lo que hacemos con ellos. Los días se sienten diferentes por cómo nos escogemos sentir.

Los días realmente no son ni buenos ni malos. Los días siempre son como nosotros queremos que sean.

Ninguna tendencia es para siempre

Cuando las cosas van bien creemos que seguirán estando bien para siempre. Cuando las cosas van mal nos resulta imposible creer que en algún momento darán la vuelta. Por alguna razón creemos que las tendencias continuan su trayectoria hasta el final de los tiempos.

Esta manera de pensar, aunque sea subconsciente, afecta de manera dramática la manera en que tomamos decisiones. Y no solo afecta nuestras decisiones, también impacta fuertemente nuestros estados emocionales. Cuando todo está ok nos sentimos invencibles y cuando el mundo se está desmoronando sentimos que nos queremos morir.

La realidad es que las tendencias cambian. Nada en este mundo es permanente. Para que exista una montaña debe haber un valle a su alrededor. No hay luz sin obscuridad. Hay momentos difíciles y momentos maravillosos. Si de algo podemos estar seguros es que lo que estamos viviendo ahora en algún momento cambiará.

Ninguna tenencia es para siempre. Especialmente si ejercemos nuestra fuerza de voluntad y trabajamos duro para cambiarla. Al mismo tiempo, no hay fuerza en este mundo que mantenga las cosas viajando en la misma dirección permanentemente. El cambio es la única constante.

Todo cambia. El mal eventualmente cede sus tinieblas a la luz del bien. El bien tampoco es infinito. Se cansa y sucumbe ante las obscuridad del mal.

Ninguna tendencia es para siempre.

Intereses comunes, 5 pasos para crear comunidad

Nunca dudes que un pequeño grupo de personas comprometidas puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha logrado.

Margaret Mead.

El deseo de pertenecer es muy fuerte en el ser humano. Las ganas de formar parte de algo que sea más grande que nosotros mismos son muy intensas. Encontrar un grupo de personas que comparten nuestros mismos intereses es lo que se podría llamar una “bendición”. Sin duda alguna, compartir un set de intereses comunes con un grupo de pares es algo muy especial.

Aunque pareciera ser que con cada segundo que pasa vivimos en un mundo más dividido que nunca, creo que el deseo de pertenecer sigue latiendo fuerte en el corazón de las mujeres, hombres y niños.

Ayer lo pude experimentar de manera muy directa. Cuando hay un interés en común todo lo que hace falta es una pequeña chispa para reunir a un grupo, en este caso de niños, alrededor de algo que les es importante a todos. No se necesita de mucho y el vínculo que se forja es más fuerte que el metal más duro de este planeta.

La alegría, entusiasmo e ilusión de participar con otras personas que comparten nuestra pasión en algo que nos interesa puede cambiar el mundo —aunque sea por unas cuantas horas. Realmente, es una experiencia maravillosa de la cual hay mucho que aprender.

Entender esta primitiva necesidad humana puede mejorar la manera en que funcionan los colegios, las empresas y las comunidades. No debemos olvidar que en ellos se encuentra el motor de nuestra civilización.

A mi manera de verlo, la receta no es muy complicada:

  1. Una persona identifica algo que realmente le apasiona, lo quiere compartir con otros.
  2. Esta persona encuentra, a través de todas las maravillosas tecnologías que tenemos disponibles, una comunidad de personas que comparten su interés.
  3. Si no encuentra la comunidad, la crea utilizando las mismas herramientas tecnológicas.
  4. La comunidad crece, al igual que el interés por lo que sea que se esté haciendo.
  5. La comunidad atrae más miembros interesados creando así, un circulo virtuoso.

pd. Qué alegre estuvo el Fantasy draft anoche.

Cuando me cuesta escribir, días aburridos

Desde ya hace casi dos años he estado escribiendo todos los días. Hay unos días en que las ideas vienen fácil, en otros, no tanto. A estas alturas ya empecé a distinguir un patrón. Que me cueste escribir quiere decir algo acerca de la calidad de día que tuve.

Ya que no tengo una agenda editorial ni estoy predispuesto a escribir sobre algo en particular, decido sobre qué voy a escribir hasta que me siento enfrente de la computadora. Mi proceso es muy orgánico.

Lo que este proceso me ha ayudado a notar es qué en los días que aprendo algo interesante, hago algo de consecuencia o experimento un evento que me impresiona, las ideas vienen fácilmente. Cuando el día es interesante o productivo, escribir es fácil. En los días “aburridos”, escribir es un parto.

Por esto es que he empezado a evaluar mis últimas 24 horas en aquellos días en los que paso 25 minutos y no encuentro sobre qué escribir. Es cierto, algunas veces esto me ocurre por puro cansancio pero la gran mayoría de veces es porque pasé el día en blanco. O no estuve presente o no hubo mayor actividad relevante en mi día.

Creo que todos debiéramos tener una buena historia que contar al final de cada día. Sino, probablemente el día no fue todo lo que pudo ser. Nos quedamos cortos. O tuvimos un día de impacto y simplemente no estuvimos atentos a lo que pasó a nuestro alrededor o, decidimos no hacer nada grandioso con el tiempo que se nos ha regalado. Cualquiera de estos dos escenarios no es para nada bueno.

Sí, cuando me cuesta escribir, más de algo le hizo falta a mi día. No quiero seguir teniendo muchos días así.

Sin darse cuenta, hay mi espalda

¿En cuántos problemas nos metemos y ni siquiera sabemos por qué? ¿Cuántas veces caemos una y otra vez sin tener la presencia para ver lo hoyos en que estamos cayendo? Justo esto me estuvo pasando durante los últimos meses. Y fue mi espalda la que pagó un precio infinito por ello. A ver les cuento.

Desde ya hace un buen tiempo vengo experimentando fuertes dolores de espalda baja. En algún momento escribí acerca del cambio de colchón que hice tratando de resolver. En fin, los dolores me han seguido molestando y hasta hace unas horas seguía sin saber por qué.

Durante las últimas semanas los dolores estaban siendo tan intensos que empecé a pensar en comprar una silla nueva. De hecho, los dolores eran tan fuertes que en algún momento de desesperación consideré una silla Herman Miller que vi en línea.

Bueno, pues ayer ya no aguanté. El dolor era tan fuerte que empecé a ver qué podía hacer para aliviarlo en lo que podía ir a comprar una silla nueva. En mi desesperación fui por una toalla para ponerla sobre el respaldo lumbar de la silla. Regresé con la toalla y en ese momento fue que pude ver el hoyo en el que he venido cayendo una y otra vez por meses. Nunca antes lo había podido ver.

Al momento de poner la toalla me di cuenta que el “mesh” completo del respaldo de la silla estaba totalmente desprendido del marco de la silla. ¡Sí! Tenía meses de pasar mi día completo trabajando en una silla prácticamente sin respaldo. Mi espalda baja estaba haciendo contacto directo con el marco de plástico del soporte lumbar. Eso es todo lo que tenía de apoyo. ¿Será que de ahí venían las molestias?

En mi defensa, al menos ya me había dado cuenta que el soporte lumbar era lo que me estaba causando tanto dolor. Sin siquiera haberme tomado la molestia de revisar la silla, llevaba semanas ajustando la altura del soporte para tratar de sentirme mejor. En algún momento decidí, incorrectamente, que la altura del soporte era el problema y en ningún momento pude ver más allá.

Pues en lugar de poner la toalla sobre el soporte lumbar todo lo que hice fue colocar el “mesh” de regreso en su lugar. La silla es buenísima, cómoda y hoy he pasado un muy buen día. Ese era todo el problema. Aún tengo dolor pero es residuo de las horas que pasé sentado contra un marco de plástico.

¿Cómo pude pasar tanto tiempo con tanto dolor y no darme cuenta que la silla estaba desarmada? No lo sé. Falta de presencia supongo. Al menos cada vez que me vuelva a doler la espalda podré recordar esta gran lección:

Para poder resolver un problema crónico, el primer paso es darse cuenta de que se tiene un problema que hay que resolver.