Comodidad y responsabilidad

El peor enemigo de la responsabilidad es la comodidad. ¿Cuántas veces dejamos de hacer todo lo que está bajo nuestro control para solventar una situación sólo porque preferimos estar un poco más cómodos?

Dejar la comodidad para buscar un poco más de responsabilidad e injerencia en una situación no siempre garantiza que se vaya a lograr el resultado deseado. Pero al menos maximiza las probabilidades de éxito y nos deja dormir bien por la noche al recordarnos que hicimos lo correcto.

En caso de fracaso, cambiar la comodidad por responsabilidad nos da una tranquilidad mental qué tan solo puede venir de saber que hicimos todo lo humana posible para lograr lo que queríamos. Si las cosas no resultan, pues bien. No había nada más que hacer. Hicimos todos lo que se podía. Y eso es lo que al final del día realmente cuenta —saber qué hicimos lo correcto.

Una guía para compartir experiencias en redes sociales

Aunque he visto muchas personas hacer preguntas en redes sociales creo que yo nunca he hecho una. Usualmente utilizo las redes sociales para compartir mis ideas y contenido como este a las personas que han decidido seguirme. Hace unos minutos hice mi primer pregunta y estoy impresionado.

Quiero saber si es factible realizar un viaje de Guatemala a Estados Unidos con un pasaporte vigente pero que tiene menos de 6 meses de vigencia. Escribí la pregunta y en menos de 4 minutos ya tenía una buena cantidad de respuestas, todas basadas en experiencias vivenciales de personas que conozco. ¿Qué aprendí?

  1. Las personas aún están dispuestas a tomarse el tiempo de leer una pregunta y responderla compartiendo sus experiencias. Todavía queremos ayudar.
  2. En cuestión de minutos se puede averiguar algo que no se sabe tan solo pidiéndole a la muchedumbre de las redes sociales que nos ayude.
  3. Hay que tener cuidado con todo lo que se lee en Internet y hay que validarlo con otras fuentes, siempre. Recibí algunas respuestas totalmente equivocadas sin fundamento alguno. ¡Cuidado de ir a ciegas!
  4. Compartir experiencias con otras personas se siente muy bien. Aunque sea por Internet, saber que alguien se tomó el tiempo de compartir su experiencia con nosotros para ayudarnos nos acerca de una manera especial a personas que no hemos visto en años.
  5. Recibir respuestas, consejos o sugerencias —como le quieran llamar— solo nos da más información. La responsabilidad de la decisión final le toca a cada uno de nosotros. Nunca abdiques tus decisiones a lo que dicen las personas en las redes sociales.

Qué y quien

Las dos cosas principales que se deben tomar en cuenta a la hora de decidir dedicar una buena parte de tu vida a un nuevo proyecto son: qué vas a hacer y con quién los vas a hacer.

Qué vas a hacer es importante porque si no crees en lo que estás a punto de empezar y no es algo que te apasiona no tendrás la persistencia necesaria para llevarlo a su compleción. Habrán, sin duda alguna, momentos muy difíciles. Si no tienes un compromiso real hacia lo que estás haciendo, lo abandonarás cuando las cosas se pongan color de hormiga. Si el qué no te importa, mejor buscar algo más que hacer.

Con quien lo vas a hacer es importante por varias razones. Primero que nada es importante porque si con quienes están trabajando no comparten tu mismo entusiasmo por el qué, ellos dejarán tirado el proyecto por las razones que ya mencioné en el párrafo anterior.

Luego, dedicar una parte de la vida a un proyecto es un compromiso grande que no se debe tomar a la ligera. Habrán largas horas y momentos tensos. El intercambio es grande y si se está trabajando con personas con las que uno no disfruta compartir el intercambio no vale la pena. Disfrutar el camino es tan importante como llegar victoriosos a la meta. Si no te gozas el tiempo que pasas con las personas con quienes trabajas puede ser que estés perdiendo el tiempo y es hora de buscar otro grupo con quien trabajar.

Así que antes de empezar tu siguiente emprendimiento dedícale una buena cantidad de tiempo a pensar en el qué y con quién.

Las ganas de construir

Hay algo muy poderoso que yace en lo más profundo de cada persona. Es algo maravilloso que, aunque muchos lo logran extinguir, otros lo llegan a utilizar para hacer de este mundo en que vivimos, un mejor lugar.

Me refiero a las ganas de construir. Esa sensación que muchas veces no nos deja dormir. A esa ráfaga incesante de pensamientos que buscan materializar un sin fin de ideas imposibles. A esas horas fantasmas que pasan sin dejar rastro alguno porque todo lo que importa es mantener el enfoque en lo que se quiere construir.

Estas ganas de construir viven en todo tipo de personas y dan a luz todo tipo de proyectos. Son la razón por la cual se fundan empresas, se desarrollan nuevas tecnologías, parejas empiezan nuevas familias, orfanatos iluminan los rincones mas obscuros en áreas desoladas y obras de arte pueden llegar a inspirar nuestros corazones. Las ganas de construir son la fuente de donde todo lo que la humanidad a construido viene.

Los hospitales y colegios que tenemos, los juegos que tanto nos divierten y la infraestructura que todos utilizamos para tener una mejor calidad de vida existen porque alguien en algún momento tuvo las ganas de construir.

La próxima vez que tengas ganas de construir algo no las dejes al lado solo porque el camino hacia adelantes parece difícil. Si te detienes, el mundo no podrá ser mejor.

Creer que se puede

“Ya sea que creas que puedes o que no puedes, estás en lo correcto”, solía decir Henry Ford. Creo que esta manera de pensar tuvo mucho que ver con lo que este hombre pudo lograr durante su vida.

Este hombre lideró la revolución industrial e inventó la producción en serie. La manera de funcionar de las fábricas y la industrialización en general cambió radicalmente gracias a sus contribuciones. Todo lo que hizo fue extremadamente visionario y los cambios que introdujo a la manera de producir en el mundo fueron extraordinarios.

En retrospectiva es obvio que este hombre tenía una capacidad casi infinita de creer en que las cosas podían ser mejores y que era él quien las iba a materializar.

La energía necesaria para lograr este tipo de cambios tan solo puede venir de una fuerte convicción en que construir un mundo mejor es posible. Sin esta convicción no hay energía, no hay cambio y todo sigue igual. Así que ya sea que creas que puedes o que no puedes, estás en lo correcto. Gracias por el consejo Henry.

El peso de decidir

Decidir implica responsabilidad. Toda decisión viene con un vinculo indestructible hacia los efectos que inevitablemente causará. Todas las decisiones pesan.

Todas las decisiones pesan porque una vez tomadas cambian el futuro para siempre. Las cosas jamás son iguales después de que una decisión es tomada. Si una persona decide usar una camisa blanca para su entrevista de trabajo ya no podrá impresionar al entrevistador con su camisa negra. Si un político decide iniciar una guerra miles o millones de personas morirán y sus vidas no se podrán recuperar. Ya no habrá paz.

El peso de decidir es grande porque decidir nos da un poder indescriptible. Decidir es lo que los seres humanos usamos para moldear el mundo a nuestro antojo. El uso de este poder conlleva una gran responsabilidad —la de forjar el futuro.

Saber esperar

Estos últimos días como que he estado obsesionado con el tema de cuándo actuar y cuándo esperar. Hoy particularmente he estado pensando en lo importante que es saber esperar.

Esperar algo por definición implica que no hay nada que se pueda hacer para traer ese algo al presente. La única opción para tenerlo que existe, valga la redundancia, es esperar, dejar que el futuro llegue a su ritmo natural. Si estamos esperando es porque la llegada de algo está totalmente fuera de nuestro control.

Es este “fuera de nuestro control” es lo que usualmente genera la ansiedad. Nos cuesta mucho estar tranquilos con algo sobre lo que no podemos ejercer control. Cuando estamos esperando lo único que podemos controlar son nuestros propios pensamientos acerca del futuro (cómo será aquello que estamos esperando que suceda.)

Saber esperar es saber darle su tiempo al tiempo. Es dejar de querer que el futuro llegue ya. Es dejar de imaginarnos como irán a ser las cosas sin tener certeza de qué es lo que realmente pasará. Saber esperar es poder vivir tranquilos hoy sin comprometer un futuro mejor.

No es lo mismo verla venir que bailar con ella

Aunque no me lo crean, estoy viendo un juego de los Chicago Cubs. En este momento estoy muy consciente de lo fuerte que es el impulso de decirle a los jugadores lo que deberían hacer o reprocharles por algo que hicieron mal. Sin duda alguna, es más fácil ver que hacer.

La tendencia a evaluar el desempeño de alguien más sin siquiera considerar las dificultades o circunstancias particulares que está experimentando es fuerte. Es tan fácil juzgar a la distancia.

Y como que si la emisión de estos juicios no fuera suficiente, muchas veces también tenemos el descaro de comentarle al mundo como nosotros lo hubiéramos hecho mucho mejor. No es lo mismo verla venir que bailar con ella.

Esperar por miedo

Hace una semana estaba reflexionando sobre la importancia de actuar hasta después de haber reflexionado y el daño que causa movernos inmediatamente sin antes pensar. Pueden leer sobre eso aquí. Sigo firme sobre lo que escribí pero hoy quiero complementar esa idea con algo que entró en mi cabeza mientras estaba meditando.

En medio de mi meditación de hoy empecé a ver imágenes de cuando era niño. Eran recuerdos. No puedo haber tenido más de unos diez u once años. Recordé estar sentado por horas en la puerta afuera del cuarto de mis papás. Esperando. Esperando tener el valor de entrar a preguntar para pedir algún permiso o comentar sobre algo que había pasado. No sé en realidad cuanto tiempo pasaba sentado esperando pero tengo muy viva en mi memoria la sensación de que eran horas las que pasaban. No me podía mover o entrar hasta que el miedo bajara un poco. Si el miedo era intenso, entonces no podía actuar.

Recordar tan intensamente estos recuerdos hoy me ayudó mucho. Me ayudó a ver que el miedo que le tenía a mis papás de alguna manera me condicionó a buscar postergar mis acciones y decisiones cuando me siento inseguro. Ahora puedo ver claramente lo mucho que retraso las cosas más importante en mi vida cuando tengo miedo. Mi respuesta por omisión ante el miedo es esperar todo lo que pueda hasta sentirme lo suficientemente fuerte para actuar. Esto a veces me detiene por meses a la vez.

Como ya lo dije al empezar hoy, me mantengo firme: actuar sin antes pensar es algo contraproducente. Pero también es contraproducente paralizarse en los momentos en que se requiere ser decisivos y actuar. Una vez que se tiene claro cuál es el siguiente paso no tiene sentido sentarse afuera del cuarto de tus papás a esperar que el miedo pase antes de actuar.

La vida no es corta

Nadie sabe cuánto tiempo tendrá en este planeta. Pueden ser solo segundos o más de 100 años lo que estemos por acá. Si hay algo que es imposible de predecir es precisamente esto: cuánto tiempo va una persona a vivir.

Es común escuchar el consejo que nos dice que debemos aprovechar nuestro tiempo porque “la vida es corta”. Esto no es cierto. La vida no es corta. Lo que pasa es que demasiadas personas desperdician una gran parte de ella.

Hay personas que pasan solo 14 ó 15 años vivos y construyen vidas trascendentales que cambian el mundo para siempre. Hacen todo lo que sueñan y más. Me resulta difícil creer que las vidas de estas personas sean cortas. Aprovechan cada segundo que tienen a su disposición antes de expirar.

Y también hay personas que viven más de 80 años y deciden ver cómo las agujas del reloj dan vueltas y vueltas sin hacer mucho más que eso con su tiempo disponible. Creo que estas vidas tampoco son cortas. Simplemente son vidas que se han desperdiciado.

Todos estamos acá por alguna razón pero ninguno sabe cuánto tiempo tendrá disponible lograr su misión. Lo único que podemos hacer es dar lo mejor que tenemos en cada momento para que cuando suene la campana, sin importar cuántos años tengamos, nadie pueda decir que nuestra vida fue corta o insignificante.