La falacia del tiempo perdido

Siento mucho decirlo pero el tiempo no se puede perder. Una persona no puede “perder su tiempo”. Lo único que puede hacer es usarlo para algo y después arrepentirse de que lo usó para eso. Es a esto lo que usualmente se le llama “perder el tiempo”.

Es muy chistoso porque se habla de perder el tiempo como que si la persona no tuviera nada que ver con lo que pasó. La realidad es otra, la persona claramente decidió utilizar el tiempo para hacer lo que quería. Por ejemplo, alguien tiene un examen al día siguiente y en lugar de estudiar se “enreda” en una maratón de Netflix. Esta persona no “perdió el tiempo”. Lo utilizó justo para lo que quería, ver su serie favorita. Al día siguiente, cuando no sabe qué hacer en el examen, etiqueta la maratón de Netflix como “tiempo perdido”.

Decir que el tiempo se puede perder es lo mismo que decir que no tenemos injerencia sobre lo que pasa en nuestras vidas. Lo que hacemos en cada momento es fruto de lo que libremente decidimos hacer, o no. Claro, siempre podemos ignorar esta realidad pero evadir esta responsabilidad de ninguna manera cambia las consecuencias que nuestras decisiones traen consigo.

Creer que el tiempo se puede perder es un tipo de falacia. Es una creencia falsa que hace mucho daño y genera una cultura de poca responsabilidad. Creo que todos vamos a estar mejor si empezamos a hablar de “tiempo mal utilizado” en lugar de hablar de “tiempo perdido”.

El miedo de saber para a donde ir

Antes de empezar a caminar es importante saber hacia a dónde se quiere ir. Caminar sin rumbo, al igual que las hojas que el viento sopla en otoño, no es para lo que los seres humanos fueron creados.

Todos, absolutamente todos, tienen la libertad de trazar el camino que quieren seguir en sus vidas. Nadie tiene por qué enfrentar un destino predeterminado —tal cosa no existe. Nada está escrito y aunque tanta libertad puede ser aterradora es precisamente ahí, en el infinito mar de opciones, en donde la esencia de la vida se puede encontrar.

Saber para a dónde ir necesariamente implica decidir. Ante todos los posibles caminos se deberá elegir uno y todos los demás serán descartados. Sí, ahí está una vez más el miedo de tomar una mala decisión. Pero, ¿Qué es preferible? ¿Terminar en un lugar al azar o vencer el miedo de decidir hacia dónde se quiere ir?

No tienes por qué recibir el correo

¿Qué haces cuando llega una carta que no deseas en el correo? Por supuesto que la desechas. Nadie se siente obligado a recibir una carta que no pidió o que no le interesa. Para aquellos de ustedes que son más jóvenes, lo mismo aplica con el correo electrónico. Nadie se sienta a abrir e-mails que no le interesan. No importa cuanto correo no deseado se reciba, cada quien es responsable de abrir solo lo que quiere.

Creanme, esta es la mejor analogía en que puedo pensar para describirles el cambio más importante que pueden hacer en sus vidas. Internalizar este cambio es lo que los llevará a encontrar la paz que sé que todos están buscando.

Digamos que vas por la calle y alguien que ni siquiera conoces te insulta. Dependiendo de que te haya dicho este evento te puede molestar durante todo el día, o tal vez dos. ¿Quién sabe? La cosa es que ese insulto, y todos los demás eventos que ocurren en tu vida son el equivalente a cartas que el mundo te está enviando y al igual que con tu correo, no estás obligado a abrir estas cartas. Si las abres, esa fue tu decisión, no de alguien más.

¿Qué quiero decir con esto? Que no estás obligado a reaccionar o engancharte con nada de lo que pasa en tu vida. Ningún evento o persona tiene el poder de afectarte, si tú no le dejas. Sí, yo sé, sueña un poco extraño y difícil de creer.

La realidad es que nada ni nadie te puede afectar pero desde pequeño, cuando te golpeaste con la mesa, te enseñaron que hay que regañar a la mesa, que ella es la responsable. Mala mesa, eso no se hace! Ah, qué rico se siente culpar afuera y así tratar de sentirse mejor. El problema es que cuando se culpa afuera se le entrega completo y total control sobre las emociones a cualquier evento que ocurra. Este es un territorio muy peligroso sobre el cual caminar.

La alternativa es reconocer, por difícil que sea, que cada quien es responsable de cómo reacciona ante los eventos que ocurren en su vida. Si cometes un error y te sientes mal, eres responsable. Si tienes un gran éxito y te sientes dueño del mundo, eres responsable. Si alguien te insulta y te enojas, eres responsable. Si alguien te dice “te amo” y decides pasar flotando en las nubes, eres responsable.

La cosa es que ninguna de estas respuestas es predeterminada. Todas estas respuestas son aprendidas y en el momento que aceptas eso eres libre. Si las respuestas emocionales que tienes a los eventos que ocurren en tu vida son aprendidas, las puedes desaprender y cambiar. No tienes por qué seguir recibiendo el correo.

Los buenos hábitos también compiten por nuestro tiempo

De vez en cuando logramos incorporar un buen hábito a nuestra rutina diaria. A lo mejor empezamos a correr o a leer un buen libro todos los días. Tal vez empezamos a tomar más agua o decidimos preparar comida casera en lugar de ordenar comida chatarra. No importa que sean, todos estos buenos hábitos requieren tiempo.

Empezar a hacer algo nuevo siempre requiere que dejemos de hacer algo que ya hacíamos. En algunos casos lo que dejamos de hacer es holgazanear. La cosa es que conforme vamos avanzando en el camino del crecimiento personal incluso los bueno hábitos empiezan a competir por nuestro tiempo.

Por ejemplo, hoy en la mañana estaba leyendo. Leer es algo que recientemente me he tomado muy en serio y le estoy dedicando bastante tiempo todas las mañanas. De repente vi la hora y me di cuenta que si quería completar mi entreno de hoy (me estoy preparando para correr una media maratón en octubre) tenía que salir a correr de inmediato.

Unos veinticinco minutos después, ya adentrado en mi carrera, empecé a pensar en qué debería hacer en un par de semanas cuando mis entrenos sean más largos y requieran de más tiempo. Se me hizo obvio que tendría que salir más temprano para poderlos completar. Pero entonces no podría leer todo lo que estoy leyendo ahora. Así que resulta que si leo el tiempo que quiero no puedo correr todos los kilómetros que quiero y si corro todo lo que quiero entonces no puedo leer. Bueno, ¿Entonces qué queda? Pues si quiero completar mis entrenos o me tengo que levantar más temprano o tengo que leer menos.

A veces pensamos que la solución para tener una mejor vida es agregar todos los buenos hábitos que podamos encontrar. Y sí, agregar buenos hábitos a nuestras vidas es algo muy bueno. Hoy tan solo estoy acá para decirles que los buenos hábitos también compiten por nuestro tiempo y llegará el momento en que también competirán entre ellos. Definitivamente vivimos en un mundo en el cual hay que aprender a priorizar, incluso los buenos hábitos que le dan forma a nuestras vidas.

“What if..” y el poder de las decisiones

Ha llegado el momento de admitirlo. Ya veo series de televisión de manera regular. La verdad lo estoy disfrutando bastante y creo que al menos las series de Disney/Marvel que estoy viendo están bien escritas y dejan algo en que pensar. Tanto así que ya antes me he visto motivado a escribir sobre algo de lo que me han enseñado.

Bueno, pues ayer en la noche vimos con mi familia el primer episodio de “What if…” y los tres quedamos muy contentos con lo que vimos. Y claro, yo me quedé pensando toda la noche en toda esta idea de los multiversos que está tomando protagonismo central en esta nueva era de producciones de Marvel.

Es increíble ver como TODA la historia de este primer episodio cobra vida debido a que alguien toma una decisión diferente a la que todos sabemos que tomó en la historia (universo) original. Osea, hay una única decisión, una elección diferente, que ocasiona una nueva serie de eventos y prácticamente genera un nuevo universo en donde cualquier cosa es posible —tal cual ocurre en la vida real.

Imagina un padre de familia que decide no tomar de más en la fiesta en que está con sus amigos y en lugar de morir esa noche en su camino a casa puede regresar con vida a desearle buenas noches a su hija de tres años. 22 años después aún está a su lado para acompañarla en el día de su boda. Eventualmente llega a ser un gran abuelo.

O imagina este joven con una vida muy difícil en casa (ambos padres son drogadictos), un futuro muy obscuro por delante y un vecindario muy peligroso como el único lugar en el cual se puede refugiar. Y aún así, con mucho valor, decide decir “no” cuando sus únicos amigos y la necesidad de dinero lo presionan a vender drogas. Gracias a esta única decisión no es arrestado esa noche y poco a poco empieza a ganar confianza en sí mismo. Con esfuerzo logra terminar la secundaria y con un poco de ayuda logra llegar a la universidad. 15 años después es un exitoso emprendedor y un cariñoso padre de 3 maravillosos hijos.

La verdad que si uno se detiene a pensar un poco, esta idea del multiverso de Marvel no es tan de ciencia ficción. Es como realmente funciona el mundo. Hoy, cada uno de nosotros, en este preciso instante tiene millones de posibles futuros (o universos) a su disposición. Las decisiones que tomemos en este momento son las llaves de las distintas puertas que abrirán los universos en que viviremos más adelante. Es vital que hoy tomemos las decisiones adecuadas para mañana poder vivir en el universo en el que realmente queremos pasar el resto de nuestros días. “What if…”

El puente hacia mañana

El futuro se construye ahora. La decisiones que se toman hoy son las frases que escriben la historia del mañana. ¿No me crees? Solo mira a tu alrededor y te darás cuenta que en donde estás parado hoy no es más que el fruto de las decisiones que tomaste ayer.

Todos queremos un mejor futuro pero muchas veces no sabemos cuál es el siguiente paso para hacerlo realidad. Si en donde estamos parados hoy es el fruto de las decisiones que tomamos ayer, entonces las decisiones que tomemos hoy serán las semillas de los frutos que cosecharemos mañana.

El puente hacia mañana se construye primero teniendo claro hacia dónde se quiere ir. Luego de tener una visión clara del futuro al que algún día se quiere llegar se debe evaluar cada decisión que se tomará hoy para ver si nos acerca o nos aleja del destino al que queremos llegar. Es decir, nos debemos asegurar de que cada decisión que estamos por tomar nos va a acercar al futuro que queremos alcanzar. De lo contrario estaremos construyendo un puente que va a directo hacia la mediocridad.

Finalmente, una vez que estamos seguros que estamos construyendo el puente en la dirección correcta, debemos empezar a colocar piedra tras piedra. Esto quiere decir que debemos ser coherentes con nuestras decisiones y actuar con disciplina y consistencia. Le diremos que no a cualquier cosa que no sea consistente con lo que queremos lograr. Tan solo le diremos que sí a aquello que sea una fundación sólida sobre la cual nos podremos parar y seguir avanzando hacia ese futuro que estamos construyendo una piedra a la vez.

Cuando los demás son dueños de nuestras emociones

He estado pensando mucho en la facilidad con que le entregamos el control de nuestro bienestar emocional y a veces de hasta nuestra cordura mental a las demás personas. Alguien nos dice que no les gusta nuestra camisa y ahí va el resto del día. Otra persona nos dice que hicimos un buen trabajo y pasamos días en las nubes. Pero al día siguiente alguien nos dice que prefiere ir al cine alguien mas que ir a cenar con nosotros y una ves más estamos por los suelos.

Tenemos mucho que aprender sobre nuestro manejo emocional. Específicamente necesitamos empezar a darnos cuenta de que siempre somos nosotros los que generamos nuestras emociones. Nunca son los demás los que nos hacen sentir esto o aquello.

Y aún así insistimos en estar peleando todo el tiempo por cambiar a las demás personas para que así nosotros nos podamos sentir bien. Si no nos traen flores hacemos berrinche para que la próxima vez sí nos las traigan y entonces nos podamos sentir mejor. Si alguien nos dice algo que no nos gusta los enfrentaremos, a veces llegando al punto de dañar la relación, para lograr que así se retracten y que así podamos estar bien. Realmente creemos que los demás son los causantes de como nos sentimos en todo momento.

Para ejemplificar que tan ridícula es nuestra postura respecto a las reacciones emocionales que tenemos les quiero contar la historia de un paciente que estaba muy enfermo. Nuestro paciente, después de muchas semanas de dolor, finalmente decide ir al doctor. Una vez en la oficina del doctor el médico procedió a realizar todas las pruebas que consideró necesarias. Adicional a las pruebas estándar el médico tomó unas muestras de sangre y las envió para su análisis a un laboratorio avanzado.

Después de un par de días el paciente finalmente recibió la llamada del médico con el diagnóstico y aún más importante, el tratamiento. “Para poder eliminar todos sus dolores”, le dijo el médico, “necesito que vaya con su vecino y le dé esta medicina durante tres días seguidos. Después de que su vecino se tome la medicina ya usted se sentirá mejor.”

¡De verdad que es ridículo! ¿Por qué le voy a dar medicina a mi vecino si soy yo el que está con el dolor? ¿Por qué debiera cambiar el si soy yo el que tiene el problema?

Bien, pues así es precisamente como manejamos nuestras reacciones emocionales. Cuando alguien hace algo que no nos gusta creemos que son ellos los que deben cambiar para que nosotros podamos estar bien. Ni siquiera consideramos que pudiéramos ser nosotros los del problema y automáticamente les exigimos que cambien y que sean ellos los que se tomen la medicina.

Cuando creemos que los demás son los dueños de nuestras emociones cedemos nuestra libertad más sagrada, la de escoger cómo reaccionar ante todo lo que ocurre en nuestras vidas. Puede ser que la medicina sea amarga pero el que se la toma encontrará la libertad eterna. El que se la toma y cambia es el que gana. Ya es hora de dejar de pedirle a los demás que sean ellos los que se la tomen.

Un sí rotundo

Todos tenemos demasiado que hacer. Nos hemos comprometido a demasiadas cosas y nos sentimos abrumados buena parte del tiempo. Nuestra vida fácilmente se puede convertir en una constante carrera para cumplir con compromisos que al final del día no nos dan ni satisfacción ni ingresos financieros. Entonces, ¿qué hacer?

Bueno, en este punto este post se pudiera convertir en un largo, aburrido y muy teórico tratado acerca del manejo de prioridades, valores personales, etcétera; en algo muy complejo que tratara de buscar simplicidad. Pero no voy a hacer eso. Hoy voy a tomar la ruta más simple hacia nuestro objetivo. Les voy a compartir la regla que Derek Sivers creó para simplificar su vida y eliminar las actividades no deseadas de ella.

¿Qué más podemos pedir que una regla que pueda simplificar nuestras vidas y que a su vez sea simple? No se me ocurren muchas cosas. La idea de Sivers es precisamente eso. Una simple frase que puede cambiar nuestras vidas al ayudarnos a discernir que actividades y compromisos aceptar y cuales no.

Acá les va. “Tiene que ser un SÍ ROTUNDO o mejor no”, le gusta decir a Sivers. Es tan simple que es engañoso. Si la oferta, oportunidad, actividad o compromiso que tienes enfrente no te entusiasma al punto de querer gritarle a todo el universo “¡, lo quiero con todo mi ser!” mejor di que no.

La gran mayoría de cosas a las que les decimos que sí les decimos que sí por costumbre, o porque están enfrente de nosotros o por miedo o porque no tenemos nada más que hacer o por una sensación de compromiso hacia la persona que nos lo está ofreciendo. A muy pocas cosas les decimos que sí por convicción interna y pasión. Y es a esto a lo que Sivers precisamente nos invita. A simplemente evaluar todo lo que queremos o no hacer desde un punto de vista extremo. O realmente lo queremos con hacer con cada fibra de nuestro cuerpo o mejor no hacerlo. A cualquier cosa que no cumpla con sentirse como un SÍ ROTUNDO, mejor decirle que no.

Las decisiones que matan la probabilidad de éxito

Hoy estoy acá para decirles que alguien los ha estado engañando toda su vida. La persona que los está engañando son ustedes mismos. ¿Y cómo se están engañando? Contándose una y otra vez la historia de que las decisiones que toman las toman para maximizar las probabilidades de éxito de lo que quieren hacer.

No me gusta ser el portador de malas noticias pero siento que tengo el deber de decirles que cuando toman la gran mayoría de decisiones las toman para sentirse bien en el momento y no para maximizar sus probabilidades de éxito. ¿A qué me refiero?

Todos hemos estado ahí. Sabemos que hacer algo va a ir en contra de nuestros mejores intereses y aún así decidimos hacerlo. ¿No me creen? Bien, ¿Recuerdan esa vez que tenían un compromiso importante pero estaban en una fiesta o muy a gusto con unos amigos y decidieron quedarse más tiempo y llegar tarde al compromiso dañando así su profesionalismo y reputación? ¿O recuerdan esa vez que tenían una duda que necesitaban resolver para completar ese importante proyecto que nunca se terminó pero prefirieron callar para no sentirse ignorantes? ¿O recuerdan la vez que tenían esa oportunidad de oro enfrente y decidieron dejarla pasar por qué el miedo de fracasar al hacer algo nuevo era demasiado grande? ¿O recuerdan la vez qué se comieron ese pedazo de pastel de chocolate al salir de la clínica del doctor que recién les había dicho que tenían riesgo de diabetes?

Así es, tristemente ninguno de nosotros es tan racional para tomar decisiones como nos gusta creer. Usualmente tomamos la decisión que nos hace sentir bien en el momento, no la que más nos conviene. Es por esto que nos metemos en tantos problemas. ¿Mi recomendación? Cuando tengas una decisión importante que tomar, toma la decisión que maximiza tus oportunidades de éxito y no la que te hace sentir bien en ese momento.

Siempre hay tiempo

Hay una gran confusión entre lo que es no tener tiempo y saber manejar nuestras prioridades. La expresión “no tengo tiempo” realmente no tiene sentido. El tiempo en ningún momento deja de existir. Lo que en realidad está sucediendo en estos casos es que decidimos hacer otras cosas con el tiempo que tenemos disponible. Siempre hay tiempo.

Mientras una persona sigue viva en este planeta tiene tiempo. Es imposible que no lo tenga. Es parte de las leyes físicas que rigen nuestra existencia. “No tengo tiempo” es simplemente la excusa que utilizamos para no tener que decir “ahora prefiero hacer otra cosa.”

El tiempo siempre sigue su curso y es indiferente a lo que nosotros decidamos o no decidamos hacer con él. Está en cada uno de nosotros utilizarlo responsablemente para lograr lo que queremos hacer. Cuando algo es suficientemente importante, encontramos el tiempo para hacerlo.

Claro, no se puede hacer todo lo que queremos en este mundo. Es por esto que es tan importante llegar a dominar la habilidad de priorizar. Dado que el tiempo es limitado (y esto no es lo mismo que decir que no hay tiempo) es de vital importancia que aprendamos a identificar que es lo más importante qué queremos hacer con el tiempo que tenemos disponible en una determinada situación.

Entender esto es muy liberador. Eliminar para siempre la sensación de “no tener tiempo” y asumir la responsabilidad que viene con saber que sí tenemos tiempo y lo estamos usando justo como queremos nos empodera. Nos recuerda que nadie, ni siquiera el paso del tiempo nos puede privar de la más grande libertad que cada uno de nosotros tiene —la de decidir.