El camino de regreso

Hoy es domingo 31 de mayo, 2020. Nadie sabe que disposiciones presidenciales se le van a comunicar hoy a las 8:00pm al pueblo de Guatemala. Los números reportados durante esta semana respecto a los contagios de COVID–19 parecieran ser alentadores y a lo mejor nos lleven a un relajamiento de medidas.

Realmente espero que así sea. Con esto no me refiero a olvidar el cuidado y presionar el acelerador al fondo. Pero sí espero los cambios lleven a el inicio de la reactivación del país. ¿Cómo se va a ser este camino de regreso? No tengo idea.

Lo que si sé es que el camino de regreso no va a ser hacia el lugar de donde partimos. La severidad de la situación, las medidas bajo las que se ha regido el país y los cambios de vida que todos hemos experimentado han cambiado el curso de la humanidad para siempre. Vamos a regresar a un lugar en el que nunca hemos estado.

Esto está bien. Yo no quisiera y estoy dispuesto a no regresar al lugar de dónde salimos. Hay muchas cosas que me he dado cuenta que no quiero para mi vida. También he descubierto muchas otras que son extremadamente importantes y las voy a defender conforme emprenda el camino de regreso.

Cada uno de nosotros va a tener un camino diferente. No va a ser fácil. De hecho, va a ser igual de difícil que haber embarcado el camino que nos trajo hasta dónde estamos hoy. El cambio no es fácil; incluso cuando es para regresar a lo familiar.

Hoy no podemos saber qué nos depara el futuro. Bueno, si algo nos ha enseñado la pandemia, es que NUNCA sabemos qué nos depara el futuro. Pero es momento de estar listos para regresar aunque no sepamos hacia dónde vamos y como vamos a llegar hasta allá.

Estamos hoy parados ante una gran oportunidad. De cierta manera la pandemia nos ha dado permiso —o más bien debo decir, la obligación— de construir algo mucho mejor que lo que teníamos antes de abandonar el status quo.

El camino de regreso está cerca. Es momento de prepararnos para trazar el curso que seguiremos hacia un destino mucho mejor. No nos extrañemos si experimentamos sentimientos encontrados cuando el rumbo empiece a cambiar. La resistencia al cambio es natural.

El camino no va a ser fácil. Pero si escogemos sabiamente, tenemos la oportunidad llegar al lugar de nuestros más grandes sueños.

Detector de emociones

El cuerpo está tenso. La respiración es agitada, las pupilas están muy dilatadas y el pulso es acelerado. Todos estos son indicadores que apuntan a que la persona puede estar experimentando alguna emoción intensa.

Estos cambios en la fisionomía pueden durar días, semanas y hasta meses antes de que la persona se llegue a dar cuenta que están siendo generados en respuesta a su estado emocional.

Puede ser la falta de conciencia, o el miedo a sentir, en realidad no sabría decir por qué, pero las personas estamos más desconectadas de nuestras emociones que nunca. Claro, la pandemia y el tiempo en casa están retando esta condición.

Llega un momento en el que sin el habitual escape y las distracciones de la acelerada vida que llevábamos no nos queda más remedio que sentarnos, pensar y sentir.

Poco a poco la sensibilidad va regresando y nos vamos familiarizando con ese extraño estado de estar presentes con lo que estamos sintiendo. Al principio puede ser incómodo, en especial si las emociones que se están experimentando son negativas; también la incomodidad puede estar presente con emociones positivas.

Sentir no es malo. Es lo más natural que hay. Y se debe recordar que cada emoción que se experimenta siempre está diciendo algo. Hay que aprender a escuchar y perder al miedo a sentir.

Recuerda, sentir es sentir. No se pueden reprimir las emociones negativas y luego querer vivir plenamente las emociones positivas. No funciona así. Para poder experimentar plenamente las emociones positivas hay que estar dispuestos a sentarse y sentir plenamente las negativas.

Para sentirse realmente vivo el único camino que hay es ser un detector de emociones. Hay que desaprender todo lo que hemos aprendido acerca de protegernos, ser vulnerables y volver a sentir.

Como nos veíamos unos meses atrás

Tan solo hace unos cuantos meses atrás todo era diferente. Yo era diferente. Tú eras diferente. El mundo ha cambiado tanto que cuesta reconocerlo; a estas alturas probablemente nosotros también ya somos irreconocibles.

El ser humano tiene una capacidad casi infinita de adaptarse a su entorno. Los seres humanos se han adaptado a vivir en todo tipo de ambientes como: cárceles, desiertos sin agua, planchas de hielo con solo 6 meses de sol al año, lujosos apartamentos, trincheras en la guerra, junglas en el amazonas y zonas rojas que no debieran existir.

Por supuesto que no debe ser una sorpresa que después de 2 a 4 meses de cuarentena ya estamos adaptados a las nuevas condiciones de vida que el Covid–19 vino a imponer.

Estoy convencido que estás nuevas condiciones de vida en pandemia traen los regalos de grandes lecciones y aprendizajes escondidos en su interior. Recordemos que:

  • Hace unos meses atrás nos poníamos histéricos por qué un paquete de Amazon estaba 1 día atrasado. Hoy nos damos cuenta que aparte de estar un poco incómodos, podemos ir al supermercado en un horario restringido.
  • ¿Recuerdan lo enojados que podíamos ponernos con el retraso de 30 minutos de un vuelo internacional? Hoy podemos aceptar pasar meses sin ver a algunos de nuestros seres más queridos.
  • A principios del 2020 podíamos escupir bilis por que nuestro equipo favorito había perdido y no iba a jugar en la final. Hoy nos damos cuenta que podemos pasar más tiempo conversando con la familia en el fin de semana y que la cancelación de los eventos deportivos no fue el fin del mundo.

En fin, no quiero menospreciar todas las cosas importantes que cada uno de nosotros aprecia y que ha perdido. Pero tampoco puedo ignorar lo “mal acostumbrados” que estábamos a que todo estuviera a nuestra disposición en todo momento.

Estoy aprendiendo que puedo vivir muy bien y muy feliz con mucho menos. Especialmente cuando me detengo a pensar en todos aquellos mucho menos afortunados que yo.

No puedo hablar por los demás, pero si yo me veo como estaba unos meses atrás, debo confesar que me veía como un niño “berrinchudo”.

¿Me quisieran dejar un comentario con cómo se veían ustedes unos meses atrás?

Trabajo remoto no es lo mismo que trabajo en casa

La introducción que muchos empresarios y trabajadores han tenido al trabajo en casa durante la pandemia no le hace justicia al verdadero potencial del trabajo remoto.

“Trabajo de casa” y “trabajo remoto” son dos términos muy distintos que hoy se están utilizando de manera intercambiable. Esto es un error. Basta hacer notar que el trabajo remoto se puede hacer desde muchos lugares -cafeterías, bibliotecas, parques, espacios de coworking- que no son “casa”. El día de hoy prácticamente todo el trabajo remoto se está haciendo desde casa.

El trabajo en casa que estamos haciendo la mayoría de personas hoy también incluye cuidar niños y aprender a ser profesores. No solo se está trabajando únicamente desde casa sino que también se está trabajando en hogares con dinámicas muy alejadas de lo “normal”. Esto no es trabajo remoto en el sentido tradicional.

Y así llega el momento de tratar el aspecto psicológico de la situación. No es lo mismo estar trabajando lejos de la oficina por convicción para lograr mejores resultados que estar aislado en casa sin opción a buscar apoyo presencial con mis compañeros de trabajo o supervisores. Las expectativas que voy a tener y el grado de motivación que voy a sentir en cada uno de estos casos es muy diferente.

Seguro cada uno de ustedes puede pensar en decenas de otras diferencias que hay entre “trabajo en casa” y “trabajo remoto”. Especialmente dadas las circunstancias actuales.

Y con eso cierro mi caso, definitivamente el trabajo remoto no es lo mismo que el trabajo en casa.

Lo que es malo para el panal es malo para la abeja

Sí, hoy estamos viviendo momentos muy difíciles. Pero estoy convencido que podemos encontrar refugio y guía en la sabiduría de aquellos que vinieron antes que nosotros. Es en momentos como este que volver al pasado y estudiar a los más grandes de la historia puede ayudarnos a forjar un mejor futuro.

Ahora los invito a que me acompañen a regresar mas de 2,000 años a visitar al emperador romano y filósofo estoico, Marco Aurelio. Marco Aurelio siempre fomentó una postura de unión e interdependencia entre los habitantes de su imperio.

“Cuando necesitas motivación, piensa en las cualidades de las personas que tienes a tu alrededor.”, solía decir. “Esta es energía, aquella es modestia, otra es generosidad, y así sucesivamente. Nada es más fortalecedor que cuando las virtudes son visiblemente mostradas por aquellos a nuestros alrededor.”

Esta particular manera de ver la interconexión entre no solo seres humanos sino que entre todos los seres vivientes fue una de las fortalezas que le ayudó a liderar a Roma durante la Peste Antonina. Es espeluznante imaginarnos lo difícil que este reto debió ser para Marco Aurelio. Entre 3.5 y 5 millones de Romanos murieron durante la pandemia.

Sin duda alguna, su frase más conocida respecto a la interconexión entre nuestras acciones y los que nos rodean es:

“Lo que es malo para el panal es malo para la abeja” – Marco Aurelio

Y que cierto sigue siendo hoy! Si una persona es extremadamente exitosa pero su comunidad se va a la ruina, esta persona se irá a la ruina con su comunidad. Igualmente, si una persona está en la ruina pero su comunidad es fuerte, esta persona tendrá una mayor oportunidad de recuperarse.

No funciona pensar a corto plazo cegados únicamente por nuestros propios intereses. Cada cosa que hacemos afecta al panal. Para bien o para mal.

No podemos seguir haciéndonos de la vista gorda al hecho de que todo lo qué hacemos afecta a aquellos a nuestro alrededor. Y todo lo que ellos hacen nos afecta a nosotros. ¿No me creen? Pregúntenle a la persona que tuvo contacto con un murciélago en Wuhan, China a finales del 2019.

Es de vital importancia que nos sentemos a reflexionar y pensemos un poco más allá de nuestro diminuto círculo de interés. Si queremos salir de esto es muy importante que veamos un panorama más amplio.

Es primordial que reconozcamos que sí dañamos el panal, en algún momento nos veremos afectados. No podemos olvidar hoy la milenaria lección: “lo que es malo para el panal es malo para la abeja.”