Recorrer viejos caminos

El inexorable paso del tiempo no se puede detener. Los años no pasan en vano. Cuando unas cuantas vueltas al sol han quedado atrás, algunos viejos caminos se dejan de recorrer.

Ah, pero aunque un camino quede atrás, si sus senderos son dulces, la memoria nunca lo olvidará. Puede ser que los cambios en circunstancias de vida y nuevas prioridades creen un desvío temporal pero el anhelo de regresar siempre arde en el corazón.

Recorrer de nuevo un viejo camino es volver a nacer. Una vez que se da ese primer paso que nos transporta a otros tiempos, a otros lugares, el deseo de vivir regresa en fracciones de segundo. Las sensaciones de estar de nuevo en un lugar tan familiar son a veces más intensas que las que se sintieron la primera vez que en ese camino se empezó a caminar.

Largos años pueden pasar entre recorridos pero no hay suficiente tiempo que haga que un camino tan especial se pueda olvidar. Tarde o temprano, lo que es vuelve y los sentidos vuelven a despertar. La emoción se vuelve a apoderar del ser y el propósito se hace presente.

Recorrer viejos caminos sin duda alguna, es algo muy especial.

Un guatemalteco que me inspiró: sabias palabras

Recién estaba regresando de correr y una persona, de esas que muchas veces pasan desapercibidas, como fantasmas, captó mi atención. Esta vez no seguí de largo. Me detuve unos momentos a platicar con él. Los siguientes minutos cambiaron mi vida.

Su nombre es Florencio y tiene un trabajo fisicamente demandante. Su horario es extenso y muchas veces trabaja hasta el fin de semana. De lo poco que pudimos platicar percibí que Florencio es una persona muy feliz y pude ver en sus ojos cansados una dignidad que muy pocos seres humanos llegan a tener.

Lo que este hombre, de unos cincuenta y cinco años de edad, actualmente hace para sostener a su familia es cargar garrafones de agua (cada uno pesa 44 libras – 20KG) para entregarlos a domicilio. Esta pesada tarea la hace a diario, con la fuerza y elegancia de un Hércules moderno.

No tuve más de 4 ó 5 minutos para hablar con él. Me presenté y su respuesta inmediata fue cordial y muy servicial. Estaba muy interesado en saber cómo me podía ayudar. Le conté sobre este blog y que quisiera, si no retrasaba mucho su trabajo, saber un poco más de él para poder escribir este post.

Sin dudarlo me dijo que sí y empezamos a conversar. Con muy pocas palabras me transmitió el orgullo que siente en “poder traerle agua a las personas de la colonia” todos los días. “Es cansado pero mi trabajo me ayuda a hacer ejercicio y a mantener mi cuerpo sano y fuerte”, me dijo.

“Gracias al trabajo que tengo no nos hace falta nada en mi casa”, prosiguió. “Estoy muy agradecido de poder hacer algo importante y honesto que me ayude a cubrir mis gastos.”

En este momento, Florencio estaba interesado en saber qué hago yo. Le conté que tengo y dirijo una empresa de tecnología y que también me gusta mucho escribir. Me preguntó si “eso de escribir” era una trabajo para mí. Le respondí que no y le dije que solo lo hacia como pasa tiempo.

Con un tono muy casual, casi indiferente, me vio a los ojos y me dijo, “¿sabe? No hay nada más bonito que cuando uno trabaja en lo que más le gusta hacer.” Sabias palabras.

Platicamos unos minutos más y luego nos despedimos, espero no para siempre. Él siguió su camino entregando agua, y yo, seguí en el mío, cuestionando si estoy haciendo lo que más felicidad me puede dar.

Gracias por tus sabias palabras Florencio.

Ladrillos y catedrales

Cuenta una conocida historia de un rey que en un soleado y caluroso día decidió cruzar su reinado para dirigirse a lo que todos consideraban el proyecto más importante de todo el reinado, la majestuosa catedral que estaba en plena construcción.

Luego de una larga cabalgata y un par de horas de cortesías el rey finalmente pudo hacer lo que tanto deseaba, hablar con los hombres que con sus propias manos estaban edificando la gran catedral.

El rey se acercó al primer trabajador que vio y le pregunto, “y tú, ¿qué estás haciendo acá?” La respuesta llegó rápida y sin titubeo alguno, “estoy poniendo ladrillos señor.”

El rey siguió con su recorrido y volvió a hacer la misma pregunta al siguiente hombre que vio. De nuevo, una respuesta inmediata, “estoy poniendo ladrillos señor.”

Esto sucedió una y otra vez. Cada vez el resultado fue él mismo, nuestro rey solo encontraba trabajadores que ponían los ladrillos. Y así pasaron varias horas hasta que finalmente el rey identificó a un hombre que se miraba mucho más feliz que los demás. De hecho, este hombre no solo se miraba de mejor ánimo, también parecía estar poniendo los ladrillos diez veces más rápido que los demás y transmitía una energía completamente diferente.

Muy interesado por lo distinta que se miraba esta persona, el rey se acercó con infinita curiosidad y le preguntó, “y tú, ¿qué estás haciendo acá?” La respuesta una vez más llegó de inmediato pero esta vez la respuesta fue diferente y en ella se encontraba toda la felicidad que este hombre irradiaba: “¡Estoy construyendo nuestra catedral!”

La única pregunta que me queda por hacerte es, en cada uno de tus proyectos, ¿estás poniendo ladrillos o construyendo catedrales?

Nadie se enoja si una silla no puede hervir agua

Es increíble lo mucho que todos tratamos de ser como otras personas. Para empezar, muy pocos conocemos realmente quienes somos. Esto por definición nos coloca en una posición de tratar de buscar nuestra identidad en intentar ser alguien más. Dedicamos nuestras vidas a inútilmente tratar de ser alguien quien no somos.

Pero nadie se enoja si una silla no puede hervir agua. Todos entendemos de una manera muy intuitiva que la silla no puede hervir agua pues no fue creada para ese propósito. Conocemos cuál es la naturaleza de la silla y es obvio lo ridículo que sería enfadarnos porque la silla no pueda hacer algo para la que no fue creada. Aún así, nos enojamos y frustramos tanto con nosotros mismos cuando no podemos hacer algo para lo que no fuimos destinados.

¡Qué importante es conocernos! Encontrar nuestra verdadera naturaleza y el propósito por el que estamos dispuestos a lucha deber ser una de nuestras principales prioridades. Sin tener esto claro no podremos ser más que sillas que pasan toda su vida tratando de hervir agua todo el tiempo.

El propósito detrás del objetivo

Tener un objetivo es bueno. Los objetivos claros nos dan dirección y nos mantienen encaminados. Cuando no tenemos un objetivo bien definido nos sentimos perdidos, sin dirección. Cuando una persona tiene un objetivo claro que quiere alcanzar puede empezar a medir sus avances. La energía incrementa al igual que el enfoque. Mucho del esfuerzo de la persona se empieza a utilizar para alcanzar el objetivo.

Pero, ¿Qué pasa cuando las cosas cambian, el tiempo pasa y el objetivo deja de ser relevante e insistimos en perseguirlo? He estado pensando mucho en estos últimos días. Tengo la leve sospecha de que estoy persiguiendo algunos objetivos por el simple hecho de lograrlos aunque lograrlos ya no me aporta ningún valor.

Claro, ser disciplinados y hacer todo lo que podemos para alcanzar nuestros objetivos es una gran virtud. Per sí y solo sí el objetivo que perseguimos tiene un propósito atrás. No debemos olvidar que lo que queremos alcanzar (nuestros propósitos) cambia con las circunstancias y el paso del tiempo.
Es una buena idea detenernos de vez en cuando a evaluar si los objetivos que estamos persiguiendo siguen siendo relevantes para nosotros hoy. Si la respuesta es un “no” sincero pues lo mejor es buscar un nuevo objetivo que esté más alineado con nuestros propósitos actuales.

Qué y quien

Las dos cosas principales que se deben tomar en cuenta a la hora de decidir dedicar una buena parte de tu vida a un nuevo proyecto son: qué vas a hacer y con quién los vas a hacer.

Qué vas a hacer es importante porque si no crees en lo que estás a punto de empezar y no es algo que te apasiona no tendrás la persistencia necesaria para llevarlo a su compleción. Habrán, sin duda alguna, momentos muy difíciles. Si no tienes un compromiso real hacia lo que estás haciendo, lo abandonarás cuando las cosas se pongan color de hormiga. Si el qué no te importa, mejor buscar algo más que hacer.

Con quien lo vas a hacer es importante por varias razones. Primero que nada es importante porque si con quienes están trabajando no comparten tu mismo entusiasmo por el qué, ellos dejarán tirado el proyecto por las razones que ya mencioné en el párrafo anterior.

Luego, dedicar una parte de la vida a un proyecto es un compromiso grande que no se debe tomar a la ligera. Habrán largas horas y momentos tensos. El intercambio es grande y si se está trabajando con personas con las que uno no disfruta compartir el intercambio no vale la pena. Disfrutar el camino es tan importante como llegar victoriosos a la meta. Si no te gozas el tiempo que pasas con las personas con quienes trabajas puede ser que estés perdiendo el tiempo y es hora de buscar otro grupo con quien trabajar.

Así que antes de empezar tu siguiente emprendimiento dedícale una buena cantidad de tiempo a pensar en el qué y con quién.

Servicio y valor

La mejor manera de ser relevante es agregar valor y la mejor manera de ser valioso es sirviendo. Para poder servir se debe entender lo que la otra persona necesita. Sin un entendimiento real de la necesidad nada ni nadie puede ser valioso.

Todos buscamos un sentido profundo de propósito, o al menos eso me gusta creer. El problema es que muchos de nosotros no estamos conscientes de lo importante que es el sentido de relevancia en nuestras vidas. No hay nada más importante que pertenecer y contribuir para sentir que nuestras vidas están bien.

A veces olvidamos esto y nos vamos directo en busca un resultado temporal, efímero. Nuestra vocación de servir pasa a un segundo plano y todo lo que importa es hacer “algo” en el momento. Y es cierto, hay momentos en la vida que requieren que hagamos lo que se debe hacer pero no debemos olvidar por prolongados períodos de tiempo ese llamado interno a servir.

Servir es un camino difícil que muchas veces se siente tan solitario como un desierto desolado justo antes del amanecer. Pero al igual que una caminata en el desierto, el camino del servir, muchas veces termina en un oasis, en un manantial que alimenta mente, cuerpo y alma.

Creo que el valor que hay en este mundo es infinito y la manera de cultivarlo es través del servicio a los demás. Servir nos da la oportunidad de agregar valor y al agregar valor nos sentimos relevantes. Con la relevancia llega el propósito y con el propósito llega la plenitud.

Realmente, ¿cuánto lo quieres?

Mientras más queremos algo más estamos dispuestos a pagar por ello. Lo podemos ver en la historia de la proverbial botella de Coca-Cola en el desierto que se utiliza como ejemplo todo el tiempo.

Lo interesante es que este fenómeno de querer pagar bastante por algo que se quiere no sólo está sujeto a transacciones comerciales de compra y venta. Está presente en muchas otras áreas de nuestras vidas.

Por ejemplo, mientras más queremos que un proyecto tenga éxito, más corazón y esfuerzo le ponemos. Es decir que estamos dispuestos a pagar más por ver que ese proyecto tenga éxito.

Si tenemos una relación con una persona que queremos que sea de gran calidad sin duda alguna invertiremos una cantidad desproporcionada de tiempo a conocer mejor a la otra persona con la esperanza de llevar la relación al nivel que anhelamos que tenga. El precio que estamos dispuestos a pagar por esa relación es alto.

Cuando nos enfrentamos a una situación difícil en nuestras vidas pero queremos superarla, crecer y salir más fuertes del otro lado nos encontramos dispuestos a hacer lo que haga falta para darle vuelta a lo que sea que estamos enfrentando. No hay nada que no haríamos por salir adelante.

Creo que lo que estoy tratando de decir es que sí de verdad lo queremos con suficientes ganas y estamos dispuestos a pagar el precio “de mercado”, podemos lograr prácticamente cualquier cosa que queramos en la vida.

El trabajo como expresión personal

En la sociedad moderna la mayoría de personas adultas pasan alrededor de un 70% a 75% de su tiempo trabajando. Sin duda alguna, el trabajo es en donde más tiempo estamos pasando.

Esta es una realidad del mundo moderno en que vivimos y no es malo. Solo es como estamos estructurados en la sociedad en que vivimos. El problema surge cuando esta gran cantidad de tiempo que se pasa trabajando no es un canal para la expresión personal.

Creo que una empresa puede ser un canal de expresión para cada uno de sus colaboradores. Ser este canal es la única manera en que cada una de las personas que trabajan en la empresa pueden dar su máximo aporte. También es la única manera en que la empresa puede esperar que sus colaboradores pasen un tiempo prolongado trabajando en ella.

Trabajar para una empresa es la manera dominante en que las personas sustentan sus vidas y en muchos casos, las de sus familias. Mi percepción es que acá es dónde casi todos dejan de exigirle a las empresas en donde trabajan. “Intercambio mi tiempo por dinero y así estoy bien”. Esta pareciera ser la postura general. Creo que no es suficiente.

El trabajo puede ser un vehículo maravilloso para usar el tiempo de una persona para construir algo que le es importante. La capacidad de poder colaborar con otras personas que están comprometidas con lograr los mismos objetivos que uno es el mejor camino para lograr grandes proyectos que son importantes para el individuo.

Cuando una persona puede dejar su huella en un proyecto que está alineado con su propósito, la recompensa que recibe va mucho mas allá de un salario devengado o utilidades recibidas. En este caso el trabajo no solo es un medio de sustento. Es un vehículo para la expresión personal.

La chispa en los ojos

Hay ciertos momentos en la vida de cada persona cuando sus ojos brillan un poco más brillante de lo normal. Estos momentos son diferentes para cada quién y están vinculados a la pasión que se encuentra dentro de cada uno.

Hay algunas personas que dicen que es posible experimentar este tipo de conexión universal (esos momentos cuando los ojos brillan un poco más fuerte) en cualquier momento rutinario de la vida. No soy nadie para decir que eso no sea cierto pero sí sé que hay ciertas cosas que despiertan el corazón de cada quien en una manera muy especial.

Y es a hacer este tipo de cosas a lo que se debe dedicar la vida. Es ahí en donde se debe invertir el tiempo y la energía de una persona que quiere vivir apasionadamente su propósito de existir. Lo irónico de la situación es que aunque vivir así es tan especial es muy raro encontrar a una persona que encuentra y sigue su pasión.

Algunas personas nunca encuentran su pasión por seguir el camino de la comodidad y ni siquiera empezar a buscar. Otras, luego de encontrarla no la siguen por miedo a perder la vida que ya tenían antes de encontrar su verdadera pasión. Sea cual sea el caso, el resultado siempre es igual: una vida vacía que resulta difícil diferenciar de una vida que ya se extinguió.

No desperdicies la vida. Encuentra y atrapa la chispa en tus ojos. Deja que tus ojos brillen un poco más fuerte y que tu corazón palpite un poco más rápido. Tu alma te lo agradecerá.