La historia detrás del color

Los colores que hoy decoran el mundo resuenan con una historia que se cuenta la persona que los escogió. Si una persona decide comprar una camisa azul y no una gris no es por casualidad. Es por qué el color azul resuena más con la narrativa de quien esa persona cree ser.

El azul le ayuda a sentirse mejor. Al visualizarse con la camisa azul se siente más cerca de la persona que considera ser. La camisa azul encaja con la imagen que le quiere proyectar al mundo. “Las personas como yo, vestimos de azul”.

Y esto está bien. Todas las personas tienen la libertad de expresar sus preferencias. El problema se da cuando la identificación con esta preferencia se vuelve tan fuerte que se siente como una necesidad —no hay camisa azul y no puedo estar bien sin una camisa camisa azul. Se experimenta un fuerte vacío interno simplemente por qué no hay una camisa del color que se “necesita”.

Este tipo de comportamiento crea una dependencia al mundo exterior que es muy pesada de cargar. Constantemente buscamos empatar la narrativa que nos contamos acerca de nuestra identidad con la imagen que proyectamos a los demás. Si no proyectamos al mundo quién creemos ser, todo se desmorona.

Hay una historia detrás de los colores que escogemos, hay una historia detrás de todo lo que hacemos. Todos tenemos una historia acerca de quienes creemos ser y constantemente la reforzamos con todo lo que hacemos.

Siempre hay una historia detrás del color.

El peso de la libertad

No se puede hablar de libertad sin hablar de responsabilidad. Mientras mayor sea la libertad, más son las opciones disponibles que se pueden seleccionar. Escoger entre estas opciones implica responsabilidad y esto muchas veces no nos gusta —¿A dónde vamos a comer? a donde ustedes quieran suele ser la respuesta más común.

Escoger qué hacer o que no hacer siempre conlleva un riesgo, una responsabilidad. Es inevitable. Por esto es que tantas veces la comodidad de que alguien más decida por nosotros resulta ser tan atractiva. Si no somos nosotros los que estamos decidiendo, sentimos que no hay nada que podamos hacer y por ende que no somos los responsables.

Esto crea una paradoja muy interesante. Queremos ser libres de decidir pero al mismo tiempo no queremos ser responsables de los efectos de nuestras decisiones. No queremos que alguien más dirija la dirección de nuestras vidas pero a la vez nosotros mismos no queremos la responsabilidad de dirigirlas.

Otra disyuntiva que veo con frecuencia es que las personas queremos libertad pero no queremos que “los demás” la tengan también. De alguna manera se nos olvida que “los otros” también tienen libre albedrío. Si yo tengo la libertad de pedir vainilla, otros también tienen la libertad de pedir chocolate. El precio de mi libertad siempre es la libertad de los demás.

Finalmente, tener la libertad de hacer algo es muy diferente a estar obligado a hacerlo. No es la misma cosa. Solo por qué pueda hacer algo no significa que lo tenga que hacer. Lo que sí es cierto es que tener la opción de poder hacer algo pone toda la responsabilidad de hacerlo o no sobre mi. Esto a veces no se siente tan bien.

Libertad para planear

Hoy para muchas empresas está terminando el segundo trimestre del año. Esto significa que el plan del tercer trimestre ya debe estar listo para empezarse a ejecutar. En las últimas semanas estuve hablando con varios amigos emprendedores y después de varias horas de plática encontré un patrón muy interesante.

Para ser honesto, no sabía que iba a resultar de las pláticas pero lo que encontré no me sorprendió para nada. Encontré que muchos de los procesos de planeación están resultando bastante más difíciles de lo normal. Incluso, pareciese ser que algunos están un poco retrasados —nosotros no somos la excepción.

Considero que esto hasta cierto punto es normal. La situación global de la pandemia ha introducido bastante incertidumbre al sistema y, ya después de más de 3 meses de restricciones, el panorama económico es desalentador.

A más incertidumbre, más difícil planear, ¿correcto? Este es el postulado que ha estado ocupando mi mente durante la mayor parte de los últimos 3 días. ¿Por qué se siente tanto riesgo planear cuando la incertidumbre es grande?

La respuesta es bastante obvia. Planear en un ambiente incierto incrementa las probabilidades de que el plan no se cumpla. No cumplir nuestros planes se siente muy mal. Se interpreta muchas veces como fracaso. Pero no se debe olvidar que el hecho de que un plan no se cumpla NO es lo mismo que fracasar.

¿Qué pasa si vemos nuestros planes como una propuesta que le hacemos al mundo de que es lo que creemos que es el mejor curso de acción a tomar dadas las condiciones actuales? Nada más que eso. ¿Qué pasa si quedamos abiertos a cambiar los planes si las condiciones más importantes cambian lo suficiente? ¿Qué pasa si en lugar de sentirnos encadenados a un plan, liberamos nuestra creatividad para afrontar retos futuros? Realmente creo que incrementamos las probabilidades de lograr nuestros objetivos.

El enfoque debe centrarse en estar constantemente haciendo experimentos. Un plan fácilmente puede verse como un experimento. Si resulta, genial! Si no pues más de algo se aprendió del experimento y se debe tomar en cuenta para la siguiente iteración.

Finalmente, es importante hacer la aclaración de que estoy definiendo plan como la secuencia de pasos a seguir para cumplir un objetivo previamente definido. Muchas veces se confunden los objetivos a lograr en el trimestre con el plan de cómo se van a lograr. Mucho del tiempo de planeación se usa para definir las metas u objetivos.

Claro, en condiciones muy drásticas los objetivos van a cambiar —pensemos en ferreterías que ahora están funcionando como supermercados. Pero realmente las metas del trimestre, aún en condiciones de alta incertidumbre debieran cambiar poco. Más cuando ya se ha pasado cierto tiempo en condiciones similares.

Así que la moraleja de la historia es fijar metas lo más cercanas posible a lo que se quiere lograr. Inmediatamente después empezar a correr experimentos (planes) para encontrar el camino correcto para lograr esa metas. Iterar y corregir rumbo de acuerdo a condiciones cambiantes.

Siéntanse libres para planear.

El gran precio que estamos pagando con tantas tareas para nuestros niños

El año pasado tomamos la decisión de cambiar a nuestro hijo, entonces de 5 años, de colegio. Una de las razones principales fue la frustración que identificamos en el ante todas las tareas repetitivas como hacer planas que tenía que hacer durante las tardes. Esto llevó a muchos otros síntomas que interpretamos como perdida de interés en el aprendizaje, como una constante resistencia a querer ir al colegio TODAS las mañanas.

Para hacer corta la historia, se abrió un colegio de metodología Waldorf muy cerca de donde vivimos y sin pensarlo mucho tomamos la decisión.

Vale la pena mencionar que en transcurso de unas cuantas semanas la dinámica y felicidad de nuestro hijo cambió considerablemente. No solo esto, pero sus avances en lectura y escritura (áreas en donde manifestaba mucha resistencia con las planas, etc.) fueron significativos. Es impresionante como al bajar la presión (pienso que los niños no son muy buenos para manejar presión) los resultados mejoraron. Lo atribuyo a que la enseñanza a través del juego le devolvió el amor por el aprendizaje y el descubrimiento de el mundo a su alrededor.

Ayer asistí a una reunión de padres en donde nos dieron una charla de 3 horas sobre la importancia del juego, el desarrollo de la motricidad y la libertad en el ciclo de aprendizaje de los niños. Entendí muchas cosas de las que estaré escribiendo en los siguientes días.

Una de las cosas que más me impacto durante la sesión de ayer fue un video que alguien compartió durante la mañana que muestra de una maneramuy interesante como funciona el sistema educativo tradicional. Se los comparto con la ilusión de que me ayuden a propagarlo a todos los padres y educadores que conozcan para que todos juntos empecemos a hacer un cambio que ayude a nuestros niños a aprender una manera mas sana.

5 razones de por qué si los profesores fueran mas como granjeros, el mundo estaría mejor

Con un hijo de 5 años pareciera ser que veo enseñanza, motivación y crecimiento en todos lados. Estos temas están tomando mucha importancia para mi. Preguntas como ¿cual es la mejor manera de ayudar a un niño a aprender? ¿cómo se puede motivar a alguien para que realmente quiera aprender? ¿que pasa si un niño no quiere hacer algo que realmente lo va a ayudar

a crecer? han estado dando vueltas en mi cabeza todo el tiempo.

Con tanto tiempo dedicado a tratar de entender esto de una mejor manera y al estar trabajando muy de cerca con un grupo muy especial de personas que están apasionadas por las mismas preguntas creo que estoy logrando ver algunas cosas.

  1. Para que un niño realmente aprenda y pueda “florecer” es indispensable que libremente lo quiera hacer. Una vez se interesa por algo y lo quiere aprender, el aprendizaje no tiene límites. No debemos forzar el aprendizaje.
  2. Los niños pequeños se están empezando a entender como funciona el mundo y sus cerebros aún no son completamente lógicos. Necesitan de alguien que los guíe a descubrir las actividades que mas interesantes son para cada uno de ellos. Expongamos a los niños a la mas diversa cantidad de actividades posibles para que puedan encontrar su verdadero llamado.
  3. No podemos encasillar a todos los niños en un mismo esquema. Cada uno tiene intereses y habilidades únicas. Debemos ayudarles a encontrarlas y personalizar su aprendizaje para que cada uno de ellos pueda ser las mejor versión de si mismo.
  4. A todos los niños les gusta fracasar (así aprenden a caminar, a comer, etc.) No podemos ponernos en su camino y empezarles a reprochar cuando intentan algo nuevo y les sale mal. A costa de todo, dejemos intacta la ilusión de los niños de seguir aprendiendo cosas nuevas por medio de una genuina curiosidad y la falta total del miedo al fracaso.
  5. Nosotros no somos nuestros niños. Nuestro valor no depende del éxito o no que logren tener nuestros niños. No tengamos miedo de que sean ellos mismos. Nuestra función debe ser guiarlos como seres libres para que algún día puedan ser miembros felices y productivos de la sociedad. Cualquier otro interés que tengamos es puramente nuestro y no tiene nada que ver con el desarrollo del niño.

Todo esto me suena mucho a como los granjeros logran crecer sus cultivos.  Un granjero no puede obligar o darle órdenes a sus cultivos para que crezcan. Lo que si pueden hacer es entender que necesita cada uno de ellos  y encontrar la manera de dárselo justo en el momento en que mas lo necesita.

Esto es todo lo que se requiere para que nuestros niños puedan florecer en los adultos que van cambiar el mundo.

Si no cuidamos nuestra libertad política, perderemos nuestra libertad de comportamiento

En una sociedad moderna que aún por el momento podemos catalogar como “libre” básicamente existen dos tipos de libertad:

1. Libertad política, la cual determina nuestra capacidad para votar, hacer saber a los gobernantes sobre nuestros intereses e influir por medio de participación democrática en las decisiones clave  del estado.
2. Libertad de comportamiento, la cual utilizamos con mas frecuencia y se rige a un nivel personal.  Libertad de locomoción, seleccionar donde ir a comer, con quienes compartir nuestro tiempo, etc.

Estas libertades creo que dependen una de otra. Si los ciudadanos no ejercitamos nuestra libertad política (la cual significa mucho más que solo ir a votar) es muy probable que perdamos nuestra libertad de comportamiento.

La situación que es preocupante es ver como a la gran mayoría de personas le dan mayor importancia a la libertad de comportamiento: “Mientras nadie me diga nada por como comida chatarra y llevar una vida desordenada todo el día estoy bien” que a la libertad de política: “Voy a dedicarle tiempo a entender la política internacional de mi país para saber si estoy de acuerdo y si no ponerme en contacto con el cuerpo legislativo que me pueda ayudar a proponer algo diferente”.

Como mencioné anteriormente, si no cuidamos una, no tendremos la otra. Hago un llamado a la reflexión sobre este importante tema y les pido a todos que poco a poco empiecen a ejercitar un poco mas su libertad política con el fin de defender su libertad de comportamiento.

Del miedo y la pérdida de la libertad

Hace un per de días me topé con el podcast Common Sense de Dan Carlin, un periodista norteamericano muy bueno. El episodio que casualmente escuché trata de como los ciudadanos en Estados Unidos (y en el resto del mundo) están intercambiando su libertad por dejar  de experimentar el miedo que sienten.

Sus argumentos son bastante contundentes y jala de bastantes hechos históricos para llegar al punto de que mientras como ciudadanos no dejemos de tener miedo, los gobiernos poco a poco irán erosionando nuestra libertad.

El tren de pensamiento va algo así:

La constitución de eEstados Unidos, la cuarta enmienda para ser específicos, no permite que un ciudadano sea investigado sin una orden de un juez a menos que haya indicios razonables para hacerlo.

Carlin argumenta que la cuarta enmienda tiene la palabra razonable en su texto y esto abre la siguiente situación. Que pasa si creemos que un terrorista va a ejecutar un acto desastroso. Es razonable detenerlo e investigarlo sin orden de captura, ¿no? La mayoría de personas estarían de acuerdo con hacer esta investigación.

El problema con esto es que como ciudadanos al permitir esto, la situación no solo aplica a los terroristas. Aplica para todos. Entonces, cualquiera puede ser investigado si hay una sospecha razonable de que esa persona vaya a hacer algo “suficientemente” malo.

Y de acá es que sale el intercambio de la libertad por miedo. Las personas prefieren ceder un poco de sus libertades por sentirse protegidos. Las libertades no solo se le pueden privar “a los malos”. Se le privan a todos. Y es un intercambio que creo que no debiéramos de hacer.

Carlin lo relata y detalla mucho mejor que yo. Les recomiendo escuchar todo el podcast acá (47 min)

Ser libre, encontrar quien eres

Hoy temprano por la mañana llevé a mi hijo al colegio. Acaba de cumplir 4 años. Está empezando a “cantar” las canciones que más le gustan. Como cualquier otro niño a esta edad, las canciones que más le llaman la atención son las de las películas y caricaturas que ve.

En estas semana Frozen, Una Aventura Congelada ha estado muy de moda con el. Y para serles totalmente honesto, conmigo también. Me gustó mucho la película. Pero ahora que escucho el tema principal de la película una y otra vez cantado por mi hijo el mensaje ha resonado mucho más.

Lo escucho cantarla y entiendo que como seres humanos queremos ser libres. Queremos ser nosotros. Me emociona mucho el concepto de que una persona quiera encontrar su esencia para poderla aportar al mundo. Esta idea de poder librarnos de las expectativas del mundo exterior para encontarnos a nosotros mismos me parece de lo más profundo que podemos experimentar. Creo que Frozen lo transmitió muy bien.

Les copio la letra para que la puedan leer y puedan así entender a que me refiero:

La nieve pinta la montaña hoy

No hay huellas que seguir

La soledad un reino y la reina vive en mí

El viento ruge y hay tormenta en mi interior

Una tempestad que de mí salió

Lo que hay en ti, no dejes ver

Buena chica tú siempre debes ser

No has de abrir tu corazón

Pues ya se abrió

Libre soy, libre soy

No puedo ocultarlo más

Libre soy, libre soy

Libertad sin vuelta atrás

Y firme así me quedo aquí

Libre soy, libre soy

El frío es parte también de mí

Mirando a la distancia, pequeño todo es

Y los miedos que me ataban muy lejos los dejé

Lejanía me haces bien, ya puedo respirar

Lo sé a todo renuncié, pero al fin me siento en paz

Libre soy, libre soy

No puedo ocultarlo más

Libre soy, libre soy

Libertad sin vuelta atrás

Y firme así me quedo aquí

Libre soy, libre soy

El frío es parte también de mí

Fuerte, fría, escogí esta vida

No me sigas, atrás está el pasado

Nieve lo cubrió

Libre soy, libre soy

No puedo ocultarlo más

Martina Stoessel, obtendido de musica.com