Un lugar de encuentro

Bajo una cortina de niebla, en una montaña fría por donde el viento helado corre hay un lugar caluroso y muy acogedor. Por estos lejanos pueblos a este místico lugar se le conoce como “la pérgola”. Es un lugar que nunca se puede olvidar.

Para los forasteros de este recóndito pero mágico lugar la pérgola, a través de los años, se ha convertido en un santuario de amistad. Es una lugar en donde los amigos se reúnen a reír y llorar. A veces se cuentan chistes y otros días son las historias de dolor y los llantos los que se apoderan de la conversación.

Realmente no importa si el día fue bueno o malo, finalmente llegar a la pérgola es un alivio que todos sus visitantes pueden apreciar. No hay ninguna otra manera de poderlo describir pero cruzar las puertas de la pérgola es como entrar a un paraíso terrenal. Todas las preocupaciones desaparecen y solo prevalece la amistad. Pareciera ser magia, aunque todos sabemos que no lo es. Por fantástico que parezca ser este místico lugar en el fondo todos sabemos que solo es la pérgola en donde todos nos juntamos a disfrutar.

Termina el trabajo

Hoy recuerdo el mensaje que le dieron al grupo de niños que entrenó con Christian en Elmhurst, Illinois hace tres años. Recuerdo que aunque era una campamento de baseball mucho del trabajo que se hizo fue psicológico. Recuerdo que Chris tenía solo 9 años y sé que al día de hoy todo lo que vivió le sigue dando forma al hombre en que se está empezando a transformar.

Cada entreno tuvo un tema que se reforzaba durante todo el día. Uno de los temas que más me gustó fue el del segundo día: termina el trabajo. ¿Qué es esa idea de terminar el trabajo?

Es no dar nada por sentado hasta que lo que sea que se esté haciendo se haya completado. Es mantener la intensidad y concentración hasta lograr la victoria. Es no divagar y saber mantenerse enfocado hasta que suene la campana final. Es tener siempre presente que las cosas pueden cambiar en cualquier momento y que no se puede bajar la guardia hasta cruzar la meta. Es aprender a luchar por los sueños y nunca dejar de creer en ellos. Es comprometerse con un plan sabiendo que se hará hasta lo imposible por lograrlo.

Tres palabras sobre las cuales se puede construir una vida llena de logros. Simples. Poderosas. Directas. Termina el trabajo.

El futuro se crea, no se predice

Hoy, parados acá, con la mirada fija en el horizonte del futuro que está por llegar, tenemos la opción de creer que el futuro se predice o que el futuro se crea.

A mí me atrae más la idea de crear el futuro. La idea de predecirlo, lo que por definición implica qué ya está escrito por alguien más, simplemente no me llama la atención. Lo siento demasiado aleatorio y fuera de mi rango de acción.

Por el otro lado, pensar en que lo qué decida o no decida hacer hoy es el cimiento de mi futuro me gusta mucho. Las acciones que tome hoy son las semillas del futuro que cosecharé mañana. ¡Sí! Esto me hace mucho más sentido. Nadie más que yo es responsable de mi futuro.

Sin duda alguna creer que el futuro se puede crear es una perspectiva mucho más poderosa. Al final del día ninguno de nosotros puede saber con total certeza qué va a pasar o si el futuro está en nuestras mano o no. Lo qué sí podemos saber es que los paradigmas con que decidamos afrontar los retos que hoy tenemos nos pueden empoderar o victimizar. También sabemos que una persona empedrada puede influenciar su entorno mucho más que una persona que se siente víctima de las circunstancias.

Sí, sin duda alguna las personas que construirán ese mejor futuro con el que todos soñamos necesariamente somos las personas que creemos que el futuro se crea, no que se predice.

¿Cómo sería vivir sin aquello de lo que te quejas?

Hay tantas cosas de las que nos quejamos. Personas, situaciones, eventos, resultados. En un buen día casi que nos podríamos quejar de todas estas cosas.

En esos momentos de frustración, negatividad y francamente, de berrinche, estamos dispuestos a hacer casi cualquier cosa para eliminar aquello de lo que tanto nos estamos quejando.

Detesto a mi jefe. Ya no aguanto a mi esposa. Mi trabajo es una porquería. Me vuelven loco mis hijos. Mi carro es una basura. Ya saben cómo es.

Pues hoy los quiero invitar a reflexionar brevemente en lo siguiente.

Si nos detenemos por un momento a contemplar cómo serían nuestras vidas sin tener aquello de lo que nos quejamos podemos empezar a apreciarlas y a cambiar todas esas quejas por un profundo sentido de gratitud. Algunos ejemplos:

¿Cómo sería su vida si no tuvieras ese trabajo de porquería? Tal vez no podrías pagar tus cuentas y estarías endeudado. A lo mejor no hubieras construido tu curriculum y no tendrías la experiencia necesaria para saltar a tu siguiente trabajo.

¿Cómo sería tu vida si nunca hubieras conocido a tu esposa? Esos niños que tanto quieres nunca hubieran nacido. Todos esos maravillosos recuerdos que tal vez no quieres revivir por despecho desaparecerían para siempre.

¿Cómo sería tu vida sin esa basura de carro? Seguro te mojarías de vez en cuando cuando llueve y tienes que caminar desde el bus hasta a tu casa. También tendrías que salir una hora antes para llegar al trabajo y regresarías una hora después todos los días.

Sí, vivir sin aquello de todo aquello de lo que te quejas sería peor. Mucho peor. Una de las decisiones fundamentales que todos tenemos que tomar es cómo vemos cada situación. Podemos escoger ver lo que le hace falta a lo que ya tenemos o podemos escoger ver cómo lo que tenemos es mucho más que nada.

Cómo una vez dijo un caballero templario en Indiana Jones: “Escoge sabiamente o morirás una muerte terrible”.

La felicidad depende sólo de ti

Desde muy pequeños, tanto la sociedad como el sistema escolar, no dejan muy claro con quién nos debemos comparar para ser felices —los demás. Para el pequeño niño o niña en primaria lo más importante no es si se la pasó bien en el colegio y aprendió algo nuevo. Lo más importante es si le va a poder dar a sus papás una foto del cuadro de honor para subir a redes sociales.

Siempre que nuestra felicidad dependa de algo externo (como qué es lo que piensan los demás) estaremos en problemas pues las reacciones de los demás son algo que no podemos controlar. Pero así es como hemos sido programados. Constantemente estamos buscando cumplir con las expectativas e ideales de otras personas para entonces nosotros podernos sentir bien, adentro. Con razón sentimos que tenemos el peso del mundo entero encima todo el tiempo.

La felicidad debe ser algo intrínseco, debe venir de adentro. Es algo que necesariamente debe nacer adentro de cada persona, con plena libertad. La felicidad nunca debe depender de tener que cumplir con las expectativas de alguien más. Tampoco puede depender de los resultados o situaciones que se desarrollen a nuestro alrededor.

Todo lo que realmente necesitamos para ser felices es pasar nuestro tiempo haciendo lo que nos hace felices, a nosotros. No a los demás. No necesitamos de nada más. Por ejemplo, si alguien sabe que al pasar su día leyendo, escribiendo y pasando tiempo con su familia puede ser feliz y así pasa la mayoría de sus días, entonces esta persona ha encontrado el cielo en la tierra. Puede ser que esto no sea lo que “los demás” consideren necesario para ser felices o esperen que esta persona haga por ellos pero para él o ella esto es suficiente.Y eso es lo único que realmente importa.

Existe un lugar, yo lo he visto

Hay un lugar en donde el sufrimiento no existe. Hay un lugar en donde todo está bien y en donde el sufrimiento no puede entrar. En este lugar el cielo siempre es azul, las tormentas no existen y la paz se respira desde que se nace hasta el último suspiro que llega antes de morir.

He visto este lugar. Es un lugar real y no es un sueño utópico que creemos que tan solo puede existir en las palabras de esa novela perfecta escrita por un escritor con una gran imaginación. Créanme, este lugar existe y está mucho más cerca de lo que nos han enseñado a creer.

El sufrimiento es una creación humana y fuera de la mente que lo crea el sufrimiento no puede subsistir. Si nos detenemos a contemplar la naturaleza que nos rodea muy pronto nos daremos que en ella el sufrimiento no existe. Su existencia está reservada para los seres humanos que deciden sufrir.

Este lugar, maravilloso y perfecto, en donde el sufrimiento no puede llegar a tomar prisioneros es pequeño, muy pequeño. Es tan pequeño que hasta se podría decir que es imperceptible. Este lugar, aunque existe y es totalmente real, nadie lo puede ver pero todos los pueden habitar. Este lugar del que hoy les estoy hablando está dentro de cada uno de nosotros y todo lo que tenemos que hacer para poder vivir en el es descartar la idea de que necesitamos que el mundo exterior se de esta o aquella manera para que nosotros podamos estar completamente bien en donde realmente importa: adentro.

Los días más felices

Los días más felices son aquellos en los que podemos compartir con aquellos que son importantes para nosotros.

Los días más felices son productivos y terminan con un buen sueño que solo el cansancio nos puede regalar.

En los días más felices hay deporte y hay aprendizaje.

En los días más felices nos ponemos a prueba y superamos un reto que antes no habíamos podido superar.

Los días más felices son aquellos en los que podemos ayudar a alguien y en los que encontramos una solución que antes no habíamos podido ver.

Los días más felices también pueden tener desilusión y estar llenos de dolor. Realmente no importa porque los días más felices son todos aquellos días en los que decidimos ser felices sin restricción.

Los días más felices nunca están contados y de hecho no tienen nada que ver con quienes compartimos o qué pasa a nuestro alrededor. Es más, los días más felices son todos los días de nuestras vidas, si así lo queremos de verdad.

Que valga la pena

Todo lo que una empresa decida hacer tiene un costo de oportunidad. Si se decide hacer A sobre B, B no se hará. En este caso hacer A debe valer la pena pues B dio su vida para que A pudiera vivir.

Creo que esto es un tipo de ley natural que no solo aplica a las empresas. Ninguno de nosotros puede ni estar en dos lugares al mismo tiempo ni tampoco hacer dos cosas distintas exactamente en el mismo instante. Mmm, ahora que lo pienso bien, creo que lo que todos debiéramos hacer es hacer que cada instante de nuestras vidas realmente valga la pena.

El tiempo se va a acabar

Algún día el tiempo se va a acabar y cuando ese día llegue vas a saber que todo “se acabó”. Estoy seguro que ni tú ni nadie quiere llegar a ese inevitable día a suplicar por tiempo prestado para poder hacer todo lo que hoy, con un poco de determinación, pudieras estar haciendo.

El tiempo es preciado y sí, el tiempo, al menos el de cada uno de nosotros, también se va a acabar. Así que hoy, acá, en este preciso instante, que vas a querer hacer, ¿Seguir ignorando que tu tiempo en algún momento se va a acabar o reconocer que tus horas están contadas y empezar a ver el infinito valor que cada hora de vida tiene?

De tu respuesta depende el tipo de vida que tendrás de hoy en adelante. Si decides ignorar el hecho de que tu tiempo en este planeta es finito, miles de oportunidades se escaparan como agua entre tus manos y la maravilla del mundo nunca se manifestará ante tus ojos. Por el otro lado, si escoges reconocer el valor que hay en cada hora de vida que está por llegar algo maravilloso sucederá. Aceptarás con un corazón abierto el hecho de que algún día tu y todos lo que te rodean algún día van a morir y con eso vendrá el regalo más maravilloso que alguien puede llegar a tener jamás: vivir cada día de su vida con la ilusión de hacer sus sueños realidad.

Las palabras no solo son palabras

Ya sea que las palabras sean escritas o habladas, siempre serán más que palabras. La palabra correcta puede levantar a alguien del suelo o hundirlo en una tumba para siempre. Las palabras precisas pueden inspirar la creación de un nuevo movimiento que cambie el mundo o pueden asustar a un joven para que deje el colegio para siempre.

Las palabras no solo son palabras, son herramientas que se pueden usar para bien o para mal. Son armas que pueden despertar guerras o liberar multitudes. Las palabras son la materialización de ideas y la manera en que verbalizamos nuestros sueños. Son como interactuamos con el mundo exterior.

Las palabras son gratis de usar y la gran mayoría de nosotros no tenemos mayor restricción de usarlas a discreción. Esta es una gran responsabilidad que no se limita a usar las palabras para bien. Esta responsabilidad también incluye usar las palabras necesarias incluso en los momentos que tenemos ganas de callar. Las palabras no solo son palabras, también son la prueba que demuestra que tenemos el valor de defender aquello que es importante para nosotros.