Todo vivimos dos vidas

La idea de llevar dos vidas al mismo tiempo usualmente tiene una connotación negativa. Muchas veces, cuando se habla de una persona que tiene dos vidas, se hace referencia a alguien que está escondiendo algo en su segunda vida que no quiere que sea conocido. Puede ser una infidelidad, un negocio ilegal o incluso algún tipo de actividad criminal aún más seria. Pero, ¿Y qué pasa si todos llevamos dos vidas y saberlo manejar es algo bueno?

En realidad, todos llevamos dos vidas. Una no tiene nada que ver con la otra aunque es la misma persona la que las está viviendo. Todos llevamos una vida externa y una vida interna. La vida externa se define por nuestras interacciones con el mundo externo. Esta vida esta compuesta por nuestras relaciones con otras personas, nuestros éxitos y fracasos, las cosas que nos suceden, nuestras posesiones materiales, etc. Realmente tenemos muy poco control sobre lo que ocurre en nuestra vida externa.

Por el otro lado, y aún más importante, está nuestra vida interna. Esta vida está definida por la experiencia interna que generamos respecto todo lo que está pasando “allá afuera”. Está vida está definida por el significado que le decidimos dar a todo lo que pasa en nuestra vida externa. Es como que sí nuestra vida interna es la vida de alguien más que está viviendo todo lo que ocurre en nuestra vida externa. Este “observador” puede realmente, si se desidentifica de la vida externa, tener una experiencia de vida interna magnifica todo el tiempo, independientemente de que esté ocurriendo “allá afuera”. Es esta vida interna la que está totalmente bajo nuestro control y al final del día la que determina el tipo de experiencia que tenemos en este planeta.

Consejos e identidad

Qué fácil es darle consejos a los demás. Sin duda alguna, si yo siguiera siquiera la mitad de los consejos que le doy a otras personas mis resultados serían muchos mejores. Pero, ¿Por qué resulta tan fácil ver las limitaciones y errores de los demás mientras que nos cuesta tanto ver los nuestros?

Es un tema de identidad e identificación. Identificar una falla en alguien más no dice nada acerca de nosotros mismos. Podemos ver la falla sin apego alguno. Esta es la principal razón por la cual nos cuesta tanto ver nuestras propias fallas, hacemos que admitirlas de alguna manera signifique que somos deficientes. Estos es muy doloroso.

Identificar algo que corregir en alguien más nunca es una amenaza para nuestra auto-imagen. Reconocer un fracaso propio muchas veces destroza nuestro ego a tal punto que preferimos ignorarlo aunque hacerlo nos cause mucho peores consecuencias en el futuro cercano. Es casi como que si creyéramos que “hacernos los locos” puede eliminar las consecuencias de nuestros comportamientos destructivos que decidimos ignorar.

Al final esto es un mecanismo de defensa que aunque nos da la falsa sensación de autoestima es totalmente nocivo para nuestras vidas. No poder distanciarnos de nuestras acciones y resultados hace que nuestra identidad y valor como personas esté atado a todo lo que hacemos y sucede en nuestras vidas. Vivir así hace que el más mínimo error o fracaso duela a tal punto que el dolor nos ciega y no nos deja mejorar.

Aunque lograrlo no es fácil, la solución es aprender a vernos en tercera persona respecto a nuestras acciones y resultados. Es importante entender que ninguno de nosotros no es ni sus acciones ni sus resultados. Cuando lo logramos finalmente nos podemos empezar a ver en una luz similar como con la que vemos a esas personas que tanto ayudamos por medio de a veces dolorosos consejos que muchas veces les llegan a cambiar las vidas.

Iterar es más rápido que ganar la lotería

Si hay algo que he podido identificar que me paraliza es la tendencia que tengo de querer que todo salga perfecto desde la primera vez. Mis expectativas son excesivamente altas para lo que realmente es factible hacer en un primer intento. Está de más decir lo mucho que esto me detiene al empezar cualquier proyecto.

Desde luego que después de semanas de estar luchando subconscientemente conmigo, finalmente me lanzo a empezar. Para ese entonces obviamente ya perdí mucho tiempo y estoy muy desgastado por la lucha interna que se da debido a las ganas que tengo de de que la primer iteración sea muy, muy buena (en realidad me refiero a que sea perfecta).

Este es un patrón que tengo muy arraigado y aunque a nivel intelectual comprendo que esto no debiera ser así, proyecto tras proyecto me encuentro siempre haciendo lo mismo. Mi subconsciente simplemente rechaza la idea de que el primer intento no sea perfecto.

Hay veces que cuando uno está sumergido en un proceso de esta naturaleza y su vida está siendo afectada en una manera importante la ayuda pareciera caer del cielo. Hoy el salvavidas llego a mi en la forma de la siguiente cita:

“Hacer algo malo y luego iterar en ello hasta que sea bueno es mucho más rápido que hacer algo bueno la primera vez”

Julian Shapiro

No tengo mucho que agregar a esta cita. Es directa, elegante, clara y muy bien pensada. Describe de una manera muy simple lo que intuitivamente siempre he sabido, que el proceso de empezar por donde se pueda y luego iterar llegará a una solución satisfactoria antes de que logremos encontrar la solución perfecta que queremos en el primer intento.

No se diga más. A empezar rápido sin buscar la perfección para poder empezar a iterar lo antes posible.

Más tarde de lo esperado

Algunas veces algo requiere de nuestra atención. Otras veces somos nosotros los que necesitamos de alguien más. Y también hay otras ocasiones que simplemente necesitan de que algo suceda.

Todas estas circunstancias tienen algo en común. Todas requieren que algo suceda. La expectativa de que algo debe suceder puede ser muy grande. Esta expectativa fácilmente puede generar mucha ansiedad. Y cuando hay ansiedad no hay velocidad de acción alguna que nos pueda calmar. Es precisamente en estas situaciones cuando sentimos que todo ocurre más tarde de lo esperado.

Algunas cosas que puedes aprender vendiendo

Vender es mucho más que obtener dinero a cambio de un bien o servicio. Vender es ayudar a alguien a adquirir algo que le ayudará a mejorar su vida. Vender es acompañar a alguien para que esa persona pueda ganar su día. Pero lo más importante de todo es qué vender es aprender.

Vender (el acto de este parado frente a alguien para ofrecerle algo) es una acción muy vulnerable. Prácticamente estamos ahí parados diciendo: “ten, tengo esto que hice y que creo que te puede servir. ¿Estás dispuesto a pagar por ello?” Claro que la cantidad de distintas respuestas que recibimos a esta pregunta son infinitas y muchas de ellas son negativas. Pero eso no importa porque sin importar si la venta se cierra o no, siempre aprendemos algo nuevo.

Cuando cerramos una venta aprendemos que es lo que valora el mercado. Cuando no cerramos una venta aprendemos que o nuestro producto no genera suficiente valor. Estos dos aprendizajes tan solo son dos de las cosas más genéricas que aprendemos al vender.

Acá listo algunas de las cosas qué, si prestamos atención, podemos aprender cada vez que vendemos algo sin importar si la venta ser cerró no:

  • La relación entre el precio que estamos cobrando y el valor que percibe el cliente en nuestro producto
  • La calidad con que estamos comunicando la resolución a algún problema que nuestro producto ofrece
  • La claridad de nuestro mensaje de ventas
  • Que tanto resuena nuestro mensaje con el perfil general de la persona a la que le estamos vendiendo
  • La intensidad con que las personas necesitan nuestro producto
  • La apertura de las personas a pagar en la manera que nosotros queremos cobrar
  • Como reaccionamos al rechazo cuando se trata de algo que es importante para nosotros
  • Cuanto tiempo se tarda un potencial cliente en decidirse a adquirir lo que estamos ofreciendo
  • El % de personas que compran nuestro producto
  • etc.
  • etc.
  • etc.

La hora del día para el mejor trabajo

Todos los días tienen 24 horas. Cada una de ellas es diferente y cada uno de nosotros rinde de distinta manera en diferentes momentos del día.

Este fin de semana viví esta realidad de una manera muy directa. Después de estar escribiendo de noche por más de 400 días este fin de semana escribí por la mañana. La diferencia fue sustancial.

Desde hace ya muchos años sé que soy una persona “mañanera”. Mis momentos de mayor energía y creatividad se me dan antes de las 9:00am. El período entre 5:00am y 9:00am es mi momento más productivo de todo el día. La realidad es que todos tenemos unas cuantas horas que son mejores que todas las demás.

Para ser honesto, el fin de semana no le puse mucha atención al cambio de hora en qué escribí. Simplemente escribí temprano por la mañana porque sabia que en la noche no iba a poder. El domingo, segundo día que lo hice, noté un mayor fluidez en el proceso pero no le puse mucha atención.

Hoy que estoy escribiendo de noche si estoy sintiendo una cambio grande. Realmente noto más dificultad para generar las ideas. Me cuesta mucho visualizar las frases. Incluso, el proceso de decidir sobre que escribir se sintió más pesado.

Obviamente las horas al final del día, después de estar trabajando todo el día, se van a ver afectadas. El cansancio es real y tiene un efecto en el rendimiento de cualquier persona. Las últimas horas de actividad por naturaleza serán menos productivas. Si a eso le sumamos que cada uno de nosotros tiene distintos momentos de energía y creatividad en el día nos damos cuanta de lo importante que es escoger las horas del día ideales para hacer nuestro mejor trabajo.

Mantén el rumbo

Sucederán cosas inesperadas, el mundo seguirá su camino y en ese proceso te empujará en mil y una diferentes direcciones. No importa, asegúrate de mantener tu rumbo.

Una vez que sepas hacia donde quieres ir no dejes que nada te aleje de ello. Las circunstancias sin duda alguna cambiaran y tu voluntad se pondrá a prueba. Aférrate a tus sueños y mantén tu rumbo.

Sé que al igual que yo tendrás momentos de debilidad. Habrán caídas y dudas nacerán en el centro de tu corazón. Pero también sé que eres más fuerte que eso y que estas cosas no te desviaran de lo que realmente quieres lograr. No pares de luchar y, sobre todas las cosas, mantén tu rumbo.

No hay velero que llegue a puerto sin que de vez en cuando los vientos de la vida lo soplen lejos de su ruta trazada inicialmente. No hay velero que no se pierda en la neblina de la incertidumbre y la confusión. Pero también es cierto que no hay gran capitán que no pueda encontrar el camino correcto aunque sea en el más obscuro de los caminos. Chris, recuerda mantener el rumbo.

¿Qué es lo importante para ti?

Empecemos por reconocer que lo que es importante para una persona puede no serlo para otra. Es decir, la importancia es totalmente subjetiva. Lo que es una prioridad para mí probablemente no lo sea para ti.

Con esa aclaración inicial hecha, podemos pasar a decir que cuando una persona decide que algo es importante para ella hará todo lo posible para trabajar en ello. Le dedicará todo el tiempo y recursos que tenga disponibles. En casos extremos esa prioridad so volverá el mundo completo de la persona. Lo importante siempre pasa a primer lugar.

En este punto es importante hacer la distinción entre audio y video. Lo que realmente es importante para una persona no es lo que dice que es importante sino qué aquello que hace de primero, a lo que le aloca más recursos. Aquella empresa que dice que el desarrollo de su personal es lo más importante pero no reinvierte sus ingresos en capacitaciones no puede seguir diciendo que el desarrollo de su personal es lo más importante. Aquella persona que dice que su familia es lo más importante en su vida pero pasa los fines de semana de fiesta con sus amigos tampoco puede seguir diciendo que su familia es lo más importante que tiene.

Lo importante se hace de primero. Lo importante merece nuestra atención. Lo importante recibe nuestros recursos. Lo importante nos quita el sueño y nos energiza al mismo tiempo. Nada que se diga, piense o insinué vale. Lo único que cuenta cuando se habla de la importancia de algo es que eso se esté haciendo de primero.

¿Habrán cosas que no se pueden aprender?

Los que me conocen saben que soy un fiel creyente en el crecimiento personal. Creo que todos podemos cambiar (para bien o para mal) y que si nos lo proponemos podremos lograr casi cualquier cosa que nos propongamos. Pero hoy no me deja de dar vueltas la siguiente pregunta en la cabeza: ¿Habrán cosas que no se pueden enseñar? Y para también ver el otro lado de la moneda, ¿habrán cosas que no se pueden aprender?

Debemos empezar por reconocer que cada persona en este planeta es única. Eso hace que todos seamos diferentes. El ser diferentes necesariamente implica que cada uno de nosotros tienes capacidades distintas. Mmmm, creo que si todos somos únicos, necesariamente habrán cosas que no todos podemos aprender. Esto implica también que hay cosas que no se pueden enseñar. No todos podemos aprender a correr los 100 metros en menos de diez segundos al igual que no todos podemos entender la física cuántica.

Esto es fantástico. Qué bueno que no todos podemos aprender todo. Eso significa que cada uno de nosotros es irrepetible e infinitamente valioso. Además, eso no quita que hay cosas muy importantes que sí todos podemos aprender y enseñar:

  • Querer a los demás
  • Querernos a nosotros mismos
  • Ser compasivos
  • Tener empatía
  • Ser buenas personas
  • Hacer del mundo un mejor lugar

Así que ya he llegado a mi conclusión. Definitivamente hay cosas que no se pueden ni enseñar ni aprender. Lo bueno es que todas esas cosas no son las más importantes para vivir una vida llena de felicidad.

Una nueva manera de trabajar

Conforme una empresa avanza, evoluciona. Los procesos que antes funcionaban dejan de funcionar y los requerimientos de cada nuevo nivel al que se llega son cada vez más complejos. En estos puntos de inflexión, toda empresa necesita encontrar una nueva manera de trabajar para seguir creciendo.

El instinto de muchos emprendedores es buscar los cambios mínimos necesarios para seguir adelante. Buscan una salida relativamente segura al problema y la juegan conservadores. Pero a veces ser muy conservador es la gota que derrama el vaso del fracaso. Esto es cada día más cierto. El mundo actual premia a los valientes. Hoy se requiere de grandes cambios para tan solo poder mantenerse relevante.

La invitación de hoy es a buscar nuevas maneras de trabajar. A realmente pensar fuera de la caja y encontrar soluciones novedosas que pueden parecer arriesgadas pero que en realidad son mucho más seguras que seguir haciendo lo mismo una y otra vez.

Una nueva manera de trabajar es una aventura que todo emprendedor debe de buscar. El mundo está cambiando muy rápido y los emprendimientos que están creciendo aceleradamente van aún a una mayor velocidad. Seguir haciendo lo mismo no es más que una receta para el desastre. La falta de innovación interna eventualmente pasa su factura. La única manera de salir de acá vivos es encontrando una nueva manera de trabajar.