Fuera de proporción (no seas hiperbólico)

Si no se tiene cuidado, la mente humana puede ser el más grande amplificador que existe en este planeta. Puede tomar cualquier cosa y multiplicarla 100 veces hasta convertirla en una quimera indomable. En otras palabras, uno de los pasatiempos favoritos de la mente es sacar las cosas de proporción.

Desafortunadamente, no hay mente humana que pueda percibir la realidad tal y como es. Todos tenemos mecanismos de percepción personales que toman los estímulos externos y los “traducen” en experiencias internas. Son estas experiencias lo único a lo que le podemos llamar realidad. Es en base a estas experiencias que reaccionamos. En realidad, estas experiencias son lo único que podemos percibir.

Ah, la mente, fiel ángel guardián cuyo único trabajo durante millones de años ha sido mantenernos a salvo. ¿Cómo no ser hiperbólica cuando su razón de ser es protegernos? Es algo tan natural. Pero todo esto no quiere decir que sacar las cosas de proporción siempre sea la mejor opción.

La mente es maravillosa, se puede autoregular. Con un poco de práctica la mente aprende a observar sus propios pensamientos. Cuando la mente llega a este punto, la multiplicación, el ruido y la distorsión se hacen evidentes a el “observador”. Lo único que queda es claridad y paz. El mundo se percibe tal y cómo es y las situaciones se pueden atender por lo que son, no por lo que la mente hiperbólica las pinta ser.

Esto hace toda la diferencia del mundo. En este estado de lucidez hasta las situaciones de vida o muerte que se pudieran llegar a afrontar se perciben de una manera más serena, cristalina. Es irrefutable, todo lo que sucede tiene consecuencias. Algunas son buenas, otras malas. Lidiar con ellas frenéticamente nunca ayudo a alguien.

Percibir cualquier evento tal y como es no es lo mismo que restarle importancia. Manejar una situación de peligro o riesgo con calma no quiere decir que seamos indiferentes a lo que está pasando. Mantenernos centrados no quiere decir que no vayamos a resolver.

Recuerda, reaccionar con miedo, ansiedad y premura porque nos “vamos con la finta” de la historia exponencial que nos está contando nuestra mente NO quiere decir que estemos lidiando con la situación en una manera efectiva. Tan solo quiere decir que estamos reaccionando en una manera muy similar a la que lo pudiera hacer un pequeño animalito.

Aprender a bajar las revoluciones como emprendedor

Saber cuándo bajar la intensidad es tan importante como poder darlo todo en un momento crucial. La vida es una maratón, no un sprint. Si no aprendemos a “desconectar” de manera regular, tarde o temprano nos vamos a quemar.

Al igual que el motor de un carro que después de mucho tiempo de estar trabajando con las revoluciones en rojo se funde, nuestra salud mental también puede en cualquier momento colapsar.

Es cierto que el mundo moderno requiere de mucha intensidad para poder sobresalir. Sin embargo, que por momentos sé requiera de intensidad no quiere decir que todo el tiempo debemos estar revolucionando a fondo nuestro motor. El secreto está en saber cuándo apretar y cuándo dejar ir.

Mucho se ha escrito sobre las habilidades “duras” que se sugieren aprender para tener éxito en el mundo del emprendimiento. Todo ese conocimiento es muy bueno pero creo que hay algo muy importante que constantemente se deja fuera: cómo manejar nuestro estado emocional y mental mientras emprendemos.

En mi experiencia es bastante común encontrarme con personas que creen que este manejo interno emocional/mental es imposible de lograr. Muchas personas lo ven como una caja negra a la cual no se puede tener acceso. Esto no es cierto y la pruebas está en que sí mañana de verdad te propones bajar un poco las revoluciones aliviaras un poco la presión.

La diferencia entre nadar y ahogarse

Los movimientos que hace la persona que se está ahogando son muy similares a los que hace la que está nadando. Ambas tratan de “jalar” el agua con sus extremidades. Las diferencias son imperceptibles.

A simple vista es muy difícil determinar por qué los movimientos que hace la persona que se está ahogando no funcionan. Frenéticamente trata de desplazar el agua para mantenerse a flote y aún así, después de unos minutos, el esfuerzo habrá sido en vano y se ahogará.

Por el otro lado, la persona que nada, realizando movimientos que son muy similares, fluidamente se desplaza por el agua. El esfuerzo es mínimo, la ansiedad prácticamente no existe y el resultado es la vida.

Esta es una analogía perfecta para lo que la meditación puede hacer en la vida de una persona. Las actividades diarias y las presiones siguen siendo las mismas. Los “movimientos” que se hacen día a día no cambian en nada. Es muy difícil distinguir las acciones de una persona que medita de aquellas de alguien que no.

Pero su experiencia interna es radicalmente diferente. Tan diferente como la diferencia entre la persona que nada y la que se ahoga.

Buenas decisiones y las reacciones emocionales

Tomar buenas decisiones requiere de claridad de pensamiento y de un espíritu centrado. Podemos decir que mientras más calmada esté la mente y más en paz esté el corazón, mejores decisiones se tomarán.

Es fácil de entender que mantener la claridad y la calma es parte fundamental de decidir bien pero una vez que la neblina ha desciende todo se va al carajo y tiramos nuestra capacidad de tomar buenas decisiones por la ventana.

¿Y qué es esta neblina? Principalmente la neblina toma forma de reacciones emocionales —aquellas respuestas emocionales que decidimos tener ante los eventos que ocurren a nuestro alrededor.

Las reacciones emocionales pueden generar cualquier tipo de emoción por lo que es importante hacer un muy breve resumen de los tipos de emociones que podemos experimentar. Las emociones se pueden clasificar en dos grandes grupos: emociones positivas(felicidad, amor, gozo, etc.) y emociones negativas (enojo, envidia, ansiedad, etc.). Usualmente las emociones negativas se consideran como dañinas y las positivas como beneficiosas. Esto no siempre es el caso.

Por ejemplo, una madre está tratando de ayudar a su pequeño hijo a quien le acaba de caer un árbol encima. Su enojo y frustración le pueden dar fuerzas sobrenaturales y así podrá mover el arbolo para salvar a su hijo. De igual manera, un inversionista puede estar lleno de genuina felicidad y por ende estar más optimista de lo normal y puede tomar una decisión de negocios que le cueste millones dólares. El resultado de las decisiones no tiene nada que ver con el estado emocional en que estemos.

Es muy importante entender esto porque crecimos creyendo que siempre tomamos las decisiones de manera racional y utilizando la cabeza. No es cierto. La mayoría de decisiones las tomamos a un nivel emocional (bajo la neblina). ¿Cuántos de ustedes han seguido con una relación que saben que no les beneficia pero simplemente no la pueden dejar? ¿Cuántos de ustedes han seguido fumando sabiendo que el cigarro los puede enfermar o incluso matar pero no aguantan la ansiedad que se apodera de sus cuerpos al dejar de fumar? Hay millones de ejemplos. La gran mayoría de las decisiones que tomamos no son racionales.

Esto no quiere decir que debemos buscar volvernos robots o el Sr. Spok y que debemos suprimir nuestras emociones. Las emociones son la manera en que experimentamos nuestra vida como humanos. Es de lo más preciado que tenemos. En lo que sí debemos trabajar es en cambiar nuestra relación con ellas.

Es importante que aprendamos a dejar de perdernos en ellas y poder experimentarlas de una manera atenta en dónde en todo momento estamos plenamente conscientes de qué estamos sintiendo. Esto nos permitirá saber que nuestro juicio por el momento está nublado por la neblina de las emociones y que tenemos dos opciones: o esperamos un tiempo para decidir o decidimos en el momento tomando en cuenta el sesgo emocional que estamos viviendo en ese instante.

Sea como sea, haya neblina o no, siempre podemos usar nuestro mejor juicio. Solo debemos mantener una mente clara, un espíritu centrado y una conciencia clara de nuestros estados emocionales.

Ayer soñé que era libre

Ayer soñé que era libre. Me pareció extraño porque ya soy libre. Siempre lo he sido y siempre lo seré. En mi sueño nadaba mar adentro sin preocuparme por lo que vendría después. Era de noche y lo único que tenía para guiarme era mi intuición.

El viento soplaba cada vez con más fuerza y las olas crecían. Y con el crecer de las olas también crecía mi confianza. Sin importar que ocurriera a mi alrededor, sabía que yo iba a estar bien. No había miedo. Nada me podía tocar.

Los últimos destellos de la luz de la luna fueron opacados por grises nubes que amenazaban con desatar una tormenta sobre el mar. Podía ver con claridad lo que estaba por suceder. Y aún así mi alma mantenía un estado de profunda tranquilidad. Recuerdo pensar: “yo soy la calma antes de la tormenta.”

Y así seguí nadando mar adentro. Mi intención no era llegar a ningún lado. No quería encontrar nada en particular. Mi única motivación era seguir experimentando esa sensación de libertad que solo la ausencia de miedo puede generar.

La tormenta vino para quedarse. Vi la muerte directo a los ojos sin parpadear. Mis músculos se quedaron sin fuerza y la marea poco a poco le ganó la batalla a mi cuerpo. A mi nunca me pudo tocar. Mientras el momento inevitable llegaba, mi alma se mantuvo firme. La felicidad nunca me abandonó y el miedo no pudo entrar en mi jardín. Ena ese momento supe que había llegado. Que era realmente libre. Ni siquiera la muerte me pudo perturbar.

Se paciente mi amigo emprendedor

El emprendimiento por su naturaleza es dinámico, agresivo y se mueve a la velocidad de la luz. Para poder sobrevivir como emprendedor se requiere de agilidad, tenacidad y la mayoría de la veces, saber pegar de primero.

Esta realidad instala la creencia en muchos emprendedores de que actuar de inmediato será recompensando y que la velocidad es lo más importante para poder ganar.

No me voy a sentar aquí a decirles que la velocidad no es uno de los mejores aliados del emprendedor. Eso no es cierto. Pero sí les voy decir que existe algo que es aún más importante que la velocidad al alcance del emprendedor.

Este noble sirviente que tiene el emprendedor a su disposición se llama paciencia. Es posible con lo que acabo de decir pierda a más de la mitad de ustedes pero esto no importa. Aquellos de ustedes que sigan conmigo hasta el final entenderán.

Paciencia se define como: “Calma o tranquilidad para esperar.”

Por rápido que se este moviendo una empresa o un mercado, el emprendedor siempre tendrá que esperar por algo. Puede tener que esperar a tener la información que necesita para tomar una decisión o puede tener que esperar por la materia prima para producir el siguiente lote de productos. En realidad no importa.

Esta es la naturaleza del mundo en que vivimos. Nada es realmente instantáneo y todos siempre estamos esperando por algo. Y si siempre tendremos que esperar por algo les pregunto, ¿qué será mejor? ¿esperar con calma y tranquilidad o esperar con ansiedad y precipitación?

Cada uno de estos posibles caminos llevará al emprendedor a lugares y resultados muy distintos. El camino de la calma y la tranquilidad es bastante más creativo y pintoresco que el desenfrenado precipicio de la ansiedad. La calidad de las decisiones e ideas que genera la tranquilidad son superiores.

Así que en medio del torbellino del emprendimiento y la necesidad real de ser veloces en el mercado para poder competir, es importante que los emprendedores recuerden mantener la calma y no actuar de manera impulsiva.

Hay algo que siempre va a ser más importante que la velocidad pura: la capacidad de mantener la calma para juntar la información precisa, entender bien la situación y así tomar las mejores decisiones dentro del tiempo que se tiene disponible.

Todo requiere tiempo

Ya sea que nos sentemos a contemplar maravillados la formación del universo o que estemos evaluando cualquier cosa relevante que hallamos logrado en nuestras vidas, se vuelve evidente que estas cosas llevan tiempo.

Lo mismo sucede con eventos de menor magnitud: la llegada del fin de semana, ver una serie, completar un reporte, escribir este post, etc. Si tenemos la claridad de verlo así, TODO lleva tiempo. Nada en este universo ocurre sin el paso del tiempo.

Y sin embargo morimos de ansiedad queriendo que todo pase ahora. Nos desvivimos por aquel problema al que no le vemos solución o fin y lo único en que podemos pensar es en que queremos que termine AHORA! Estamos en el trabajo y queremos estar en la casa. Estamos en la casa y queremos estar en el trabajo. Y así en todo momento.

Pareciese que tenemos la infinita capacidad de olvidar nuestras experiencias que nos dicen una y otra vez que todo va a pasar (tanto lo bueno cómo lo malo). Esta manera de ver el mundo tiene 2 efectos muy grandes en nuestras vidas:

  1. No nos permitimos disfrutar y vivir el momento al máximo. Esto nos lleva a vivir vidas superficiales y llenas de ansiedad.
  2. No nos damos el tiempo necesario de meditar y reflexionar sobre lo que realmente está sucediendo, previniéndonos así de encontrar las mejores opciones que realmente puedan tener un impacto positivo en nuestra calidad de vida.

Así que hoy recordemos que tenemos tiempo. Si tan solo aprendemos a disfrutar del momento y contemplar de cerca lo que estamos viviendo ahora podremos vivir un ahora mucho más rico y tener un mañana mucho más próspero. No corras.