El precio de poder escoger (manejo de prioridades)

Escoger una cosa implica no escoger otra. No hay manera de darle la vuelta a esta realidad. El acto de elegir, por definición, trae consigo una pérdida: todas aquellas opciones que no fueron seleccionadas.

Escoger algo es una gran responsabilidad. Es decirle que sí a uno para decirle que no a otro millón. Cerrarle la puerta a todas las demás opciones es algo que a veces no se siente bien.

Y esto nos lleva a hablar acerca de las prioridades. Para que algo sea una prioridad algo más debe dejar de serlo. Para que una prioridad se pueda cumplir, tengan por seguro que algo más va a pagar el precio y se quedará sin hacer. Esta es la naturaleza de lo que llamamos prioridades.

Muchas veces planear se puede sentir como algo que nos limita. Que nos quita libertad. Pero, ¿Qué pasa si planear y fijar prioridades es todo lo contrario? ¿Qué pasa si priorizar y tener un plan bien estructurado realmente es libertad?

En este momento no tengo una respuesta que darles pero al menos suena a que es algo interesante en que puedo seguir pensando.

La responsabilidad de crear

En este nuevo mundo interconectado en donde cada idea puede ser amplificada al infinito, el proceso de creación ha sido democratizado. Prácticamente cualquier persona con un teléfono / computadora y una conexión a Internet puede crear algo que cambie la dirección en que va el mundo.

Sé que esto puede sonar exagerado pero no lo es. Tan solo se siente así porque la gran mayoría de cosas que se están creando con la maravillosa tecnología que tentemos disponible son inconsecuentes. Muchos están creando, pocos están impactando. Compartir que es lo que almorcé hoy difícilmente va a cambiar el mundo.

No estoy diciendo que el uso casual de redes sociales y plataformas online esté mal. Tan solo creo que el poder que está a nuestra disposición es enorme y lo estamos subutilizando.

Todas las personas tienen algo importante que decir, algo único que compartir. No se necesita ser un genio, “influencer”, político o famoso para compartir algo que le pudiera cambiar la vida a alguien. Creanme, esto es algo que está al alcance de todos. Tan solo hay que tomar el riesgo de publicar contenido relacionado a las cosas importantes en que creemos.

Una canción, un post, una pintura. Tu manera de ver un tema en particular. Una idea de negocio o una reseña de de tu comercio favorito. Un podcast entrevistando a un amigo que sabe mucho sobre un tema en particular. No importa que sea. Ve, créalo y luego compártelo.

Todos tenemos la responsabilidad de crear material de calidad. El mundo nos necesita.

Compromisos visibles

Cada cita, llamada o reunión que agendamos es un compromiso. Consideramos que algunos de ellos son más importantes que otros. Es por esto que algunas reuniones simplemente se nos olvidan y otras no. Lo único que aquí es innegable es que los compromisos que son visibles son los únicos que tienen oportunidad de cumplirse.

Tener algo presente es garantía de que al menos se intentará hacer algo por cumplirlo. Ojos que no ven, corazón que no siente. Aquello que no podemos ver no puede obtener nuestra atención. Lo que no tiene nuestra atención, no sucede.

No importa el método, tecnología o proceso que se escoja utilizar pero por favor, más de algo hay que usar para darle constante visibilidad a nuestros compromisos. De lo contrario estos compromisos no serán más que cartas al viento que nadie jamás llegará a leer.

Los compromisos visibles se hacen realidad. Los compromisos visibles hacen que nos sintamos dueños de ellos y de su cumplimiento. Los compromisos visibles nos ponen presión. Los compromisos visibles nos recuerdan qué ahí están. Los compromisos visibles mueven los proyectos hacia adelante.

Los compromisos visibles son el único tipo de compromiso que en realidad existe. Todo lo demás son puros deseos sin oportunidad de jamás volverse realidad.

¿De qué somos responsables y de qué no?

El concepto de responsabilidad es fascinante: es el factor determinante en la calidad de vida que una persona llevará. Todo lo demás cae en un distante y lejano segundo lugar. Aún así, la responsabilidad es un concepto que es constantemente malinterpretado. Veamos por qué.

La primer confusión que se da alrededor del concepto de responsabilidad es la creencia de que una persona puede ser responsable por la decisiones y acciones de alguien más. Por ejemplo, muchos padres de familia creen que las decisiones que ellos toman cuando crían a sus hijos determinan la calidad de vida de sus hijos. Aunque es imposible negar que lo que los padres de alguien hagan o no por él o ella influenciará su vida, nadie más que uno mismo puede determinar la dirección de su propia vida.

En otras palabras, la calidad de vida que cada uno de nosotros llegue a tener tan solo dependerá de lo que nosotros decidamos hacer, no de lo que nuestros padres decidieron hacer por nosotros. Es decir, ninguno de nosotros puede ser responsable por las acciones de alguien más.

Otra confusión común es la falsa creencia de que la responsabilidad está de alguna manera vinculada a las circunstancias. ¿A qué me refiero con esto? A que hay ciertas decisiones que no tomamos bajo un set de circunstancias, pero que sí tomamos bajo otras. Por ejemplo, me rehuso a mentir hasta que mi trabajo está en juego. Es casi como que si la responsabilidad de decir la verdad cambiara de alguna manera solo porque el precio de ser honesto ha cambiado; sin embargo, se mantiene intacta independientemente de las circunstancias.

Hay cientos de miles de páginas que se pueden escribir acerca de la responsabilidad. Hoy no hay tiempo para eso porque también quiero atender la responsabilidad de compartir con las personas que están por acá. Decido dejar eso para otro día.

Y tú, ¿de qué vas a responsabilizarte hoy?

Todos somos complices

¡Oh! Qué fácil es culpar y jugar el rol de víctima. Tantas cosas que no queremos en nuestras vidas. Tantas situaciones que queremos que fuesen diferentes. Tantos cambios que quisiéramos hacer. Pero, “No podemos, no hay nada que se pueda hacer. El mundo es taaaan injusto.”

Pero todos estos pensamientos no son ciertos. Tan solo son excusas que nos llevan por el camino que mejor se siente y que nos alejan de cualquier oportunidad de llegar a hacer los cambios que “decimos” que queremos. Todas estas narrativas cuentan nuestras vidas desde el punto de vista más débil que existe: el de la víctima.

El antídoto más efectivo para este veneno que está estrangulando nuestra sociedad por la garganta se encuentra en responder la siguiente pregunta que Jerry Colonna sugiere:

¿Cómo estoy siendo complice de aquello que digo que no quiero en mi vida?

Los supuestos que están detrás de esta pregunta son extremadamente poderosos y nos pueden sacar de una mentalidad de víctima casi de inmediato. No hay nada mejor para sacarnos de estos “berrinches” que responder esta pregunta. Inmediatamente rompe el patrón.

Por mucho que lo queramos pelear, el mundo no es injusto con nosotros. El mundo solamente es, nosotros no le importamos tanto como creemos. Pero esto es una buena noticia porque nos pone en control. Nos recuerda que no somos barcos a la deriva sino que somos agentes autónomos con libre albedrío que siempre pueden controlar sus decisiones y por ende sus destinos.

Nosotros, de alguna manera u otra, hemos invitado aquello que no queremos en nuestras vidas. Lo que sí queremos tambien. Somos cómplices con el mundo de que exista. En el momento que aceptamos esta verdad universal podemos dejar de ser cómplices y empezar a sacar todo lo que no queremos de nuestras vidas.

En un segundo

En un segundo todo puede cambiar. Un impulso, un descuido, un acierto, una decisión. Nada de esto toma más de un segundo pero puede darle forma al resto de la eternidad. Sí, me gusta creer que el mundo entero y toda su historia se pueden contener en tan solo un segundo.

En algún lugar, en otra vida que hoy ya no es, leí una frase que decía algo así, “¿si la decisión que estás a punto de tomar fuera a impactar a toda la humanidad por el resto de los tiempos qué harías? Ten mucho cuidado porque así es.”

En un segundo, en momentos de adversidad se construyen los castillos que llegan hasta el cielo. En un segundo, en momentos de debilidad se construyen las cárceles que llegan al séptimo circulo del infierno de Dante.

No se requiere de mucho tiempo para construir el paraíso. Tampoco se requiere de mucho tiempo para destruir todo lo que la humanidad ha construido. Todo esto se puede lograr en tan solo un segundo.

El futuro se crea, no se predice

Hoy, parados acá, con la mirada fija en el horizonte del futuro que está por llegar, tenemos la opción de creer que el futuro se predice o que el futuro se crea.

A mí me atrae más la idea de crear el futuro. La idea de predecirlo, lo que por definición implica qué ya está escrito por alguien más, simplemente no me llama la atención. Lo siento demasiado aleatorio y fuera de mi rango de acción.

Por el otro lado, pensar en que lo qué decida o no decida hacer hoy es el cimiento de mi futuro me gusta mucho. Las acciones que tome hoy son las semillas del futuro que cosecharé mañana. ¡Sí! Esto me hace mucho más sentido. Nadie más que yo es responsable de mi futuro.

Sin duda alguna creer que el futuro se puede crear es una perspectiva mucho más poderosa. Al final del día ninguno de nosotros puede saber con total certeza qué va a pasar o si el futuro está en nuestras mano o no. Lo qué sí podemos saber es que los paradigmas con que decidamos afrontar los retos que hoy tenemos nos pueden empoderar o victimizar. También sabemos que una persona empedrada puede influenciar su entorno mucho más que una persona que se siente víctima de las circunstancias.

Sí, sin duda alguna las personas que construirán ese mejor futuro con el que todos soñamos necesariamente somos las personas que creemos que el futuro se crea, no que se predice.

Soluciones y responsabilidad

Problemas que resolver siempre hay. Situaciones que se puedan solventar para que un equipo esté mejor nunca faltan. Oportunidades para tomar la batuta y decir “yo me encargo” abundan. Lo que escasea en el mundo empresarial de hoy son personas que digan “yo lo hago, yo agarro la responsabilidad”.

La persona que propone y busca soluciones cada vez que ve un problema se vuelve indispensable. Aquel que toma la responsabilidad tiene el control. La persona que juega el rol de sirena de alertas pero rara vez toma la iniciativa de resolver pierde relevancia. Aquel que busca limitar su responsabilidad pronto dejará de existir.

Las soluciones son el producto del trabajo de personas responsables. Resolver un problema primero requiere que alguien decida adueñarse de la situación. A las personas que se adueñan de los problemas se les conoce como “responsables”. Cuando un persona responsable y comprometida ve un problema, podemos estar seguros de que el problema se resolverá.

Muchas veces le huimos a la responsabilidad. Cargar con el peso de ser nosotros los que vamos a resolver puede ser incómodo. Decir “yo” da miedo. Pero ser una responsable es el camino más seguro que hay. Decir “yo” es la mejor manera de asegurar que las cosas salgan como queremos. Cuando nosotros agarramos la responsabilidad de resolver lo peor que puede pasar es que después de mucho trabajo finalmente logremos solucionar.

Las palabras no solo son palabras

Ya sea que las palabras sean escritas o habladas, siempre serán más que palabras. La palabra correcta puede levantar a alguien del suelo o hundirlo en una tumba para siempre. Las palabras precisas pueden inspirar la creación de un nuevo movimiento que cambie el mundo o pueden asustar a un joven para que deje el colegio para siempre.

Las palabras no solo son palabras, son herramientas que se pueden usar para bien o para mal. Son armas que pueden despertar guerras o liberar multitudes. Las palabras son la materialización de ideas y la manera en que verbalizamos nuestros sueños. Son como interactuamos con el mundo exterior.

Las palabras son gratis de usar y la gran mayoría de nosotros no tenemos mayor restricción de usarlas a discreción. Esta es una gran responsabilidad que no se limita a usar las palabras para bien. Esta responsabilidad también incluye usar las palabras necesarias incluso en los momentos que tenemos ganas de callar. Las palabras no solo son palabras, también son la prueba que demuestra que tenemos el valor de defender aquello que es importante para nosotros.

La falacia del tiempo perdido

Siento mucho decirlo pero el tiempo no se puede perder. Una persona no puede “perder su tiempo”. Lo único que puede hacer es usarlo para algo y después arrepentirse de que lo usó para eso. Es a esto lo que usualmente se le llama “perder el tiempo”.

Es muy chistoso porque se habla de perder el tiempo como que si la persona no tuviera nada que ver con lo que pasó. La realidad es otra, la persona claramente decidió utilizar el tiempo para hacer lo que quería. Por ejemplo, alguien tiene un examen al día siguiente y en lugar de estudiar se “enreda” en una maratón de Netflix. Esta persona no “perdió el tiempo”. Lo utilizó justo para lo que quería, ver su serie favorita. Al día siguiente, cuando no sabe qué hacer en el examen, etiqueta la maratón de Netflix como “tiempo perdido”.

Decir que el tiempo se puede perder es lo mismo que decir que no tenemos injerencia sobre lo que pasa en nuestras vidas. Lo que hacemos en cada momento es fruto de lo que libremente decidimos hacer, o no. Claro, siempre podemos ignorar esta realidad pero evadir esta responsabilidad de ninguna manera cambia las consecuencias que nuestras decisiones traen consigo.

Creer que el tiempo se puede perder es un tipo de falacia. Es una creencia falsa que hace mucho daño y genera una cultura de poca responsabilidad. Creo que todos vamos a estar mejor si empezamos a hablar de “tiempo mal utilizado” en lugar de hablar de “tiempo perdido”.