Dejar que el tiempo vuele siempre es una opción

Aburrimiento. Ganas de no querer hacer nada. Sentir que cada minuto es eterno y que el fin de la eternidad nos destruye en cada segundo. Todas estas son sensaciones que experimentamos porque así lo queremos.

Emoción. Querer que este instante dure para siempre. Sentir las ganas de querer quedarse justo en donde se está hasta el fin de todos los tiempos. Todas estas son emociones que también experimentamos porque así lo queremos.

Ya que el tiempo no puede cambiar su naturaleza lo único que determina como experimentamos su paso es nuestra propia percepción. Los minutos en los que deseamos que el reloj se acelere son idénticos a aquellos en los que quisiéramos que el tiempo se detuviera. No existe diferencia alguna. Nuestra experiencia únicamente depende de como escogemos utilizar el tiempo que se nos ha regalado.

Creo que es una buena apuesta decir que la mayoría de nosotros queremos sentir que el tiempo vuela. Queremos estar sumergidos en esa sensación de querer más y no querer que el presente termine. Queremos estar enfocados, metidos completamente en lo que estamos viviendo ahora. No queremos estar aburridos o deseando estar en algún otro momento en el tiempo.

En mi experiencia hay actividades que son más conductivas a generar esa sensación de plenitud y bienestar justo en el momento presente. Se las comparto para que ustedes puedan tomarlas como base y luego puedan escribir su propio listado de actividades que hacen que su tiempo vuele:

  • Meditar
  • Hacer ejercicio cardiovascular durante tiempos prolongados de tiempo
  • Hacer alguna actividad creativa que de interés (escribir, hacer una presentación, programar, resolver algo) en la computadora mientras se escucha música que nos gusta con audífonos
  • Tener una buena plática con alguien que nos importa
  • Practicar un deporte que nos apasiona a alto nivel
  • Armar un rompecabezas
  • Leer un buen libro con una taza de café al lado
  • Escribir
  • Hacer música
  • Ver el mar

Cosas que hacer creo que no nos hacen falta. Cada quien tendrá sus favoritas. Todos tenemos a nuestra disposición una infinita gama de posibles actividades que nos dejarán sentir que el tiempo vuela. Lo que a veces no tenemos son las ganas de hacerlas. Esto es ridículo. ¿Por qué pasar el tiempo estando aburridos cuando podemos vivir cada instante llenos de emoción?

Inspirado en Time Stand Still de Rush:

Todo tiene solución…

…otra cosa es que nosotros no podamos identificarla. La cantidad de opciones que hay para resolver cualquier problema son infinitas. Es la mente humana la que es limitada y muchas veces no las puede identificar. Es decir, no es que no hayan soluciones, es que simplemente nosotros no las podemos ver.

Hay que creer que algo se puede resolver antes de poderlo resolver. La incapacidad de creer que algo tiene una posible solución es la principal causa por la que tantos problemas se quedan sin resolver. Este es el primer paso para poder resolver cualquier situación, creer de todo corazón que se puede resolver.

Todo tiene solución. Tan solo se necesita de un poco de humildad para reconocer que somos nosotros los que no hemos encontrado la solución. Esto es bastante más difícil que tomar la postura de víctimas y decir “no hay nada más que yo pueda hacer aquí”. Y es esto lo que es más difícil de admitir que todo tiene solución: Si todo tiene solución y yo no puedo resolver alguna situación eso ha de querer decir que el del problema soy yo. Y sí, así es, si hay algo que no puedes resolver el del problema eres tú. Todo tiene solución.

Opciones y flexibilidad

Las opciones son la materia prima que le da vida a la flexibilidad. Mientras más rango de acción tenemos ante a una situación determinada, decimos que tenemos más flexibilidad. La cantidad de opciones disponibles determina, hasta cierto punto, el grado de confianza que sentimos para afrontar cualquier situación.

La ausencia de opciones no se siente bien. Se percibe casi como estar enjaulado. Existe una sensación de privación, el miedo se hace presente y entramos en un estado de pelea o fuga. La falta de flexibilidad nos puede llevar a entrar en estados mentales y emociónales negativos.

Pero hay buenas noticias. Las opciones y flexibilidad rara vez son tan escasas como lo creemos. En la mayoría de situaciones siempre hay más opciones de las que percibimos. No es que no hayan opciones. Nosotros simplemente no las vemos.

Es así como llegamos a la conclusión de que para tener mayor flexibilidad en nuestras vidas lo que hay que hacer es aprender a ver más opciones. Tenemos que aprender a ver más allá de lo que inicialmente creemos que es posible. Contemplar caminos que usualmente no seguiríamos. Es importante recordar que contemplar estos caminos no nos obliga a seguirlos. Al final del día, solo son opciones. Lo que sí es cierto es que el hecho de tan solo verlos nos da más flexibilidad y una sensación de posibilidad tremenda.

En los momentos cuando no podemos ver la salida lo mejor es no encerrarse, abrir la mente y buscar más opciones que nos den la flexibilidad que queremos para poder seguir adelante.

El peso de la libertad

No se puede hablar de libertad sin hablar de responsabilidad. Mientras mayor sea la libertad, más son las opciones disponibles que se pueden seleccionar. Escoger entre estas opciones implica responsabilidad y esto muchas veces no nos gusta —¿A dónde vamos a comer? a donde ustedes quieran suele ser la respuesta más común.

Escoger qué hacer o que no hacer siempre conlleva un riesgo, una responsabilidad. Es inevitable. Por esto es que tantas veces la comodidad de que alguien más decida por nosotros resulta ser tan atractiva. Si no somos nosotros los que estamos decidiendo, sentimos que no hay nada que podamos hacer y por ende que no somos los responsables.

Esto crea una paradoja muy interesante. Queremos ser libres de decidir pero al mismo tiempo no queremos ser responsables de los efectos de nuestras decisiones. No queremos que alguien más dirija la dirección de nuestras vidas pero a la vez nosotros mismos no queremos la responsabilidad de dirigirlas.

Otra disyuntiva que veo con frecuencia es que las personas queremos libertad pero no queremos que “los demás” la tengan también. De alguna manera se nos olvida que “los otros” también tienen libre albedrío. Si yo tengo la libertad de pedir vainilla, otros también tienen la libertad de pedir chocolate. El precio de mi libertad siempre es la libertad de los demás.

Finalmente, tener la libertad de hacer algo es muy diferente a estar obligado a hacerlo. No es la misma cosa. Solo por qué pueda hacer algo no significa que lo tenga que hacer. Lo que sí es cierto es que tener la opción de poder hacer algo pone toda la responsabilidad de hacerlo o no sobre mi. Esto a veces no se siente tan bien.

Mente y opciones

La mente tranquila y centrada siempre puede encontrar el camino. No el camino que se cree que es el correcto sino que el camino que deber ser.

La mente tranquila puede ver más opciones que la mente agitada. La mente agitada es defensiva y gasta muchas de sus energías en defenderse. La mente tranquila se mantiene en paz y puede reservar todas sus energías para encontrar soluciones creativas.

Ante cualquier situación determinada hay infinitas opciones posibles. Cuantas se puedan identificar está determinado por el estado de la mente. ¿Es positiva? ¿Tiene miedo? ¿Hay optimismo? ¿Está centrada? Para identificar la mayor cantidad de posibilidades la primer orden del día es calmar la mente.

Las mejores opciones se encuentran en el ahora. No están ni en el futuro ni en el pasado. Están acá. La mente inquieta o está fantaseando en el futuro o se está lamentando por el pasado. Esto es inútil, ahí no hay nada. El único lugar en donde se puede encontrar la calma necesaria par resolver cualquier situación es en el momento presente. No hay respuestas en ningún otro lugar.

Mantenerse centrado libera a la mente de tener que estar resolviendo problemas internos. Cuando la mente ya no tiene que estarse preocupando por los conflictos internos, entonces se puede enfocar en resolver los problemas externos. Ha quedado libre para actuar.

Puede parecer contradictorio pero así es que funciona. La mente agitada ve pocas opciones. Esto a su vez genera más preocupación en la mente y crea intranquilidad. Luego se regresa al principio del ciclo y se reduce aún mas la cantidad de opciones que la persona identifica. ¿La solución? No escuchar a la mente en este momento, silenciar la voz interna que está causando toda la conmoción y escuchar el silencio interior.

La mente siempre tiene la solución. Tan solo debemos aprender a escuchar.

1 millón de dólares si bajas 45 libras en 12 horas

Un hombre que pareciera inspirar confianza infinita ve pasar a una persona tras otra. Miguel está esperando identificar al afortunado a quien le dará la oportunidad de su vida. La oferta: 1 millón de dólares si logra bajar 45 libras en las siguientes 12 horas.

Después de varias horas de intenso escrutinio, Miguel identifica a el candidato ideal. Un hombre alto, fuerte y con mucha determinación en los ojos. Aparenta ser un hombre exitoso que no se detendrá ante nada al momento de perseguir sus objetivos. Especialmente si el premio fuese un millón dólares.

Miguel se acerca cautelosamente a su candidato y le pregunta “Amigo, ¿cual es tu nombre?”

-“Javier”, responde cordialmente el afortunado candidato.

“¿Te gustaría ganar un millón de dólares en las siguientes 12 horas?” le pregunta Miguel a Javier. “Te aseguro que esto no es un truco o una estafa.”

La confianza que irradia Miguel hace que Javier lo tome muy en serio. Javier se detiene a pensar y mira profundamente los ojos de este desconocido que está ofreciendo cambiarle la vida. Después de lo que pareciera ser una eternidad, Javier finalmente responde “Si, ¿qué tengo que hacer?

“No es nada complicado”, le responde Miguel. “Tan solo tienes que perder 45 libras en las siguientes 12 horas”. La cordialidad y compostura del “afortunado candidato” desaparecieron de inmediato en ese instante.

“Eso es imposible! Esto es una locura. ¿Acaso no dijiste que esto no era un truco o una estafa?”, gritó Javier. Con un gesto de molestia e incredulidad se dio la vuelta y siguió su camino sin voltear a ver hacia atrás.

“Está loco de remate.”, se repetía así mismo Javier. “Pide lo imposible, nadie puede perder 45 libras en 12 horas. Maldito estafador.”

Y así esta historia se repitió una y otra vez con más de 35 personas de todo tipo durante todo el día. Hombres, mujeres, atletas, jóvenes, viejos, flacos y gordos. Nadie tomó la oferta y todos los elegidos consideraron imposible poder ganar el millón de dólares —mejor bien dicho todos creyeron que es imposible perder 45 libras en 12 horas—.

Así que después de un muy largo día, Miguel caminó de regreso a casa sabiendo que al día siguiente no estaría transfiriendo un millón de dólares —los que genuinamente iba a dar si alguien lograba el objetivo— a nadie.

Miguel simplemente no podía entender como nadie siquiera pensó en alguna opción —aunque nunca la fuese a querer tomar— de cómo hacer posible perder 45 libras en 12 horas. Por ejemplo, amputarse una pierna.