Opciones y flexibilidad

Las opciones son la materia prima que le da vida a la flexibilidad. Mientras más rango de acción tenemos ante a una situación determinada, decimos que tenemos más flexibilidad. La cantidad de opciones disponibles determina, hasta cierto punto, el grado de confianza que sentimos para afrontar cualquier situación.

La ausencia de opciones no se siente bien. Se percibe casi como estar enjaulado. Existe una sensación de privación, el miedo se hace presente y entramos en un estado de pelea o fuga. La falta de flexibilidad nos puede llevar a entrar en estados mentales y emociónales negativos.

Pero hay buenas noticias. Las opciones y flexibilidad rara vez son tan escasas como lo creemos. En la mayoría de situaciones siempre hay más opciones de las que percibimos. No es que no hayan opciones. Nosotros simplemente no las vemos.

Es así como llegamos a la conclusión de que para tener mayor flexibilidad en nuestras vidas lo que hay que hacer es aprender a ver más opciones. Tenemos que aprender a ver más allá de lo que inicialmente creemos que es posible. Contemplar caminos que usualmente no seguiríamos. Es importante recordar que contemplar estos caminos no nos obliga a seguirlos. Al final del día, solo son opciones. Lo que sí es cierto es que el hecho de tan solo verlos nos da más flexibilidad y una sensación de posibilidad tremenda.

En los momentos cuando no podemos ver la salida lo mejor es no encerrarse, abrir la mente y buscar más opciones que nos den la flexibilidad que queremos para poder seguir adelante.

Los padres carpinteros versus los padres jardineros

Cuando se está guiando a una persona, particularmente a un hijo o hija, básicamente hay dos posturas que se pueden tomar —la del carpintero o la del jardinero.

El carpintero tiene un plano de lo que quiere construir. Ya tiene una visión en su mente de cómo será el producto final. Lo que quiere construir tiene un propósito definido en el mundo. Si lo que construye no corresponde al plan que tenía, entonces habrás fracasado. Por ejemplo, si va a construir una silla, la silla está hecha para que la gente se siente en ella. Si por cualquier razón se requiere que la silla sirva de mesa será difícil adecuarla. Es decir, el proceso del carpintero es rígido. Finalmente, el carpintero trabaja todo el tiempo en un ambiente muy controlado, su taller en donde siempre habrán pocas sorpresas. También sabe que lo que está construyendo está destinado para ser utilizado bajo condiciones muy predecibles que ya conoce desde antes de siquiera empezar a trabajar. El carpintero siente la necesidad de controlar todo el proceso para llevarlo a un final predeterminado.

Por el otro lado está el jardinero que trabaja con plantas en el jardín. Al trabajar en un ambiente impredecible el jardinero debe interactuar con sus plantas para ayudarles a sobrevivir a los cambios climáticos que se dan en el exterior. Deberán afrontar lluvias, radiante sol, hormigas y cuántas cosas más les tire la naturaleza encima. El jardinero no puede dictarle a las plantas como crecer, todo lo que puede hacer es “guiarlas” para que puedan florecer de acuerdo a su verdadera naturaleza. El jardinero no puede saber cómo se verá exactamente su jardín cuando sus plantas terminen de crecer, y la verdad es que tampoco le debe importar. Puede tener una idea de como quiere que se vea el jardín al final pero la maravilla de su obra la dará la individualidad que cada planta y flor que ha sembrado traiga independientemente de la intención de aquel quien inicialmente la sembró. El jardinero se siente cómodo limitando sus intervenciones a guiar y tiene el corazón abierto a deleitarse con su jardín sin importar como quede al final.

Como padres de familia es muy importante tener esto muy presente. ¿Qué le quieres regalar a tus hijos? La predictibilidad, seguridad y rigidez del carpintero o la flexibilidad, adaptabilidad y oportunidad de florecer del jardinero?

Sé más fuerte que el acero

El acero es capaz de resistir ante grandes fuerzas. Permanece intacto en condiciones extremas. Muchas personas viven así sus vidas. Son inflexibles e incapaces de adaptarse a lo que sucede a su alrededor. No importa cuánta fuerza les aplique su entorno, no se moverán. Les resulta imposible cambiar su forma de pensar. Les cuesta aprender.

Este comportamiento genera mucho dolor y ansiedad en momentos de cambio o transición. Ellos siguen ahí, sin cambiar, hasta que un día se dan cuenta que quienes siguen siendo se ha vuelto irrelevante para el mundo donde les toca vivir.

Lo que nos trajo hasta acá no nos llevará hacia allá. Lo que funcionó en el pasado puede no funcionar en el futuro. Resistirse ante las fuerzas del cambio puede dar una falsa sensación de seguridad, pero seguir siendo el mismo en un entorno totalmente diferente es un riesgo que no se recomienda correr.

Muchas veces la fuerza es debilidad. La verdadera fuerza está en la vulnerabilidad de poder ver hacia adentro y tener la humildad de querer cambiar. La fuerza viene de ver los miedos más profundos que un ser humano puede sentir y caminar hacia ellos con los ojos cerrados confiando en que todo va a salir bien.

El mundo en que vivimos es cambiante por naturaleza. La evolución es real y el que mejor se adapta sobrevive. No tiene mucho sentido vivir rígidos como un pedazo de acero cuando nacimos para ser maleables como el agua.