Un poco más de tiempo

Date un poco más de tiempo. Sí, sé que todos tenemos un tiempo finito en este planeta y que estamos viviendo contrarreloj pero esto no quiere decir que seas impaciente con los resultados. Como dice Naval Ravikant, “Sé paciente con los resultados pero impaciente con la acción.” Es decir, dale tiempo a que lleguen los resultados pero empieza a moverte YA.

Sentir que todo tiene que suceder ahorita nunca le ha ayudado a nadie. Hacer lo que se debe hacer en este momento y dejar que las cosas se den a su propio tiempo es mucho más efectivo y saludable. Dar el siguiente paso nunca se debe postergar. Tener la mente puesta todo el tiempo en que el objetivo final tiene que llegar ya se debe evitar. Cumplir con lo propuesto en el día es un imperativo. Querer comerte todo el elefante de un solo bocado solo te va a abrumar.

Eso que quieres lograr es majestuoso. No es para nada un accidente de la historia. Construirlo requiere un poco más de tiempo. No dejes de avanzar. Has algo hoy que te acerque a la meta final. No te detengas. Pero no olvides recordar que tienes un poco más de tiempo para eventualmente llegar.

Nadie se enoja si una silla no puede hervir agua

Es increíble lo mucho que todos tratamos de ser como otras personas. Para empezar, muy pocos conocemos realmente quienes somos. Esto por definición nos coloca en una posición de tratar de buscar nuestra identidad en intentar ser alguien más. Dedicamos nuestras vidas a inútilmente tratar de ser alguien quien no somos.

Pero nadie se enoja si una silla no puede hervir agua. Todos entendemos de una manera muy intuitiva que la silla no puede hervir agua pues no fue creada para ese propósito. Conocemos cuál es la naturaleza de la silla y es obvio lo ridículo que sería enfadarnos porque la silla no pueda hacer algo para la que no fue creada. Aún así, nos enojamos y frustramos tanto con nosotros mismos cuando no podemos hacer algo para lo que no fuimos destinados.

¡Qué importante es conocernos! Encontrar nuestra verdadera naturaleza y el propósito por el que estamos dispuestos a lucha deber ser una de nuestras principales prioridades. Sin tener esto claro no podremos ser más que sillas que pasan toda su vida tratando de hervir agua todo el tiempo.

Algo más grande que tu y yo

Las personas experimentamos muchas emociones. El abanico emocional a nuestra disposición es muy amplio. La intensidad con que podemos experimentar cada emoción también es muy extensa. Mi percepción es que las emociones más hermosas e intensas que podemos experimentar despiertan cuando logramos una conexión con algo más grande que nosotros mismos.

En este punto los invito a recordar y pensar en aquellos momentos en que ustedes mismos han vivido estas intensas emociones. ¿Hay algún atardecer espectacular que recuerden por ahí? ¿La sonrisa de alguna persona? ¿Un acto de generosidad? ¿Gratitud por algo? ¿La inocencia de un niño? ¿Un instante de conexión con un desconocido?

¿Qué tienen todos estos momentos en común? Que todos se sostienen sobre algo que va más allá de nuestro propio ser. Trascienden nuestra identidad. Nos invitan a sentir que somos parte de algo más grande. Nos recuerdan que aunque siempre somos nosotros los que generamos nuestras emociones, es la grandeza de la naturaleza y la maravilla de la conexión con otras personas lo que usualmente detona las sensaciones más satisfactorias de nuestras vidas.

Más tarde de lo esperado

Algunas veces algo requiere de nuestra atención. Otras veces somos nosotros los que necesitamos de alguien más. Y también hay otras ocasiones que simplemente necesitan de que algo suceda.

Todas estas circunstancias tienen algo en común. Todas requieren que algo suceda. La expectativa de que algo debe suceder puede ser muy grande. Esta expectativa fácilmente puede generar mucha ansiedad. Y cuando hay ansiedad no hay velocidad de acción alguna que nos pueda calmar. Es precisamente en estas situaciones cuando sentimos que todo ocurre más tarde de lo esperado.

¿Habrán cosas que no se pueden aprender?

Los que me conocen saben que soy un fiel creyente en el crecimiento personal. Creo que todos podemos cambiar (para bien o para mal) y que si nos lo proponemos podremos lograr casi cualquier cosa que nos propongamos. Pero hoy no me deja de dar vueltas la siguiente pregunta en la cabeza: ¿Habrán cosas que no se pueden enseñar? Y para también ver el otro lado de la moneda, ¿habrán cosas que no se pueden aprender?

Debemos empezar por reconocer que cada persona en este planeta es única. Eso hace que todos seamos diferentes. El ser diferentes necesariamente implica que cada uno de nosotros tienes capacidades distintas. Mmmm, creo que si todos somos únicos, necesariamente habrán cosas que no todos podemos aprender. Esto implica también que hay cosas que no se pueden enseñar. No todos podemos aprender a correr los 100 metros en menos de diez segundos al igual que no todos podemos entender la física cuántica.

Esto es fantástico. Qué bueno que no todos podemos aprender todo. Eso significa que cada uno de nosotros es irrepetible e infinitamente valioso. Además, eso no quita que hay cosas muy importantes que sí todos podemos aprender y enseñar:

  • Querer a los demás
  • Querernos a nosotros mismos
  • Ser compasivos
  • Tener empatía
  • Ser buenas personas
  • Hacer del mundo un mejor lugar

Así que ya he llegado a mi conclusión. Definitivamente hay cosas que no se pueden ni enseñar ni aprender. Lo bueno es que todas esas cosas no son las más importantes para vivir una vida llena de felicidad.

En las buenas y en las malas

En la parte más importante de la ceremonia Católica del matrimonio se menciona “estar ahí para la otra persona, en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe”.

Cuánta sabiduría hay en esta pequeña frase. Sé que cada quien la interpreta como desea (esto es una característica de la gran mayoría de escrituras religiosas), quedan ampliamente abiertas a la interpretación personal. Para mí es un mensaje acerca de cómo vivir la vida. Significa hacer lo que hay que hacer, incluso cuando no es conveniente.

Todos eventualmente moriremos y eso no es algo malo. Es el curso natural de todas las cosas. Entre hoy y el final de nuestros días habrán “buenas” y “malas”. Qué importante es no bajar la guardia y hacer lo que tenemos que hacer todos los días sin importar cómo nos estamos sintiendo o si es conveniente o no. Haz lo que debes, en las buenas y en las malas.

Siempre hay que romper huevos para hacer un omelette

Hoy por la tarde nuestro gato Fluffy tuvo cita en el veterinario. Como ya es de costumbre, meterlo en su pequeña jaula para poderlo transportar fue una batalla campal. Una vez que entre dos personas lo logramos asegurar empezaron los maullidos de desesperación. Es algo que al menos para mí es complicado de manejar.

Lo difícil del momento me recordó que muchas veces la medicina más amarga es la que más ayuda al paciente. En otras palabras, para poder hacer un omelette siempre hay que romper algunos huevos. Para que el gato pudiera tener sus vacunas y así prevenir alguna enfermedad fue necesario para por ese mal momento.

Lo mismo ocurre cuando entrenamos nuestro cuerpo para hacerlo más fuerte y saludable. Levantamos pesas, corremos, nadamos o nos levantamos desde antes de que salga el sol. Estas actividades a veces duelen, y duelen mucho —son precisamente los huevos que rompemos para luego poder tener un cuerpo saludable (el omelette).

Cuando dejamos que alguien que trabaja con nosotros cometa un error también estamos rompiendo algunos huevos. Lo dejamos caer porque sabemos que en unos meses la experiencia que esa persona ganará de el error aportará mucho a la productividad del equipo.

Finalmente puedo pensar en un hospital que salva miles de vidas al año. Probablemente para construir ese hospital algunos arboles fueron talados y el ecosistema natural sufrió un desequilibrio. Sin duda alguna se destruyó algo de valor para poder construir el hospital pero eso está bien porque el valor que agrega el hospital es mayor que el que se destruyó. Es decir, sé tuvieron que romper algunos huevos para poder hacer el omelette.

Regresar al principio

Hay veces que con el inevitable paso del tiempo olvidamos de dónde venimos. La memoria se puede deteriorar y los recuerdos de por qué fue que empezamos se empiezan a desvanecer.

Detenernos de vez en cuando y tomarnos un tiempo para regresar al principio es muy renovador. Se siente bien y nos reconecta con nosotros mismos. Nos recuerda por qué fue que empezamos en primer lugar. Regresar al principio hace que el presente se siente mucho mejor.

Regresar al principio puede ser volver a ver familia que no se había visto en mucho tiempo. Regresar al principio puede ser pasar una noche completa hablando con un amigo de la niñez. Regresar al principio es es usar la memoria para vivir con intensidad el sueño que alguna vez nos despertó el corazón.

Regresar al principio es traer las sensaciones y la ilusión de un momento especial de regreso al presente. Es utilizar toda nuestra mente y corazón para evitar que el tiempo degrade nuestros sueños. Regresar al principio es mantenernos firmes en el camino hasta que lleguemos al final.

En un segundo

En un segundo todo puede cambiar. Un impulso, un descuido, un acierto, una decisión. Nada de esto toma más de un segundo pero puede darle forma al resto de la eternidad. Sí, me gusta creer que el mundo entero y toda su historia se pueden contener en tan solo un segundo.

En algún lugar, en otra vida que hoy ya no es, leí una frase que decía algo así, “¿si la decisión que estás a punto de tomar fuera a impactar a toda la humanidad por el resto de los tiempos qué harías? Ten mucho cuidado porque así es.”

En un segundo, en momentos de adversidad se construyen los castillos que llegan hasta el cielo. En un segundo, en momentos de debilidad se construyen las cárceles que llegan al séptimo circulo del infierno de Dante.

No se requiere de mucho tiempo para construir el paraíso. Tampoco se requiere de mucho tiempo para destruir todo lo que la humanidad ha construido. Todo esto se puede lograr en tan solo un segundo.

Nuestra participación en el ciclo de la vida

La vida es una constante sucesión de ciclos. También se puede decir que la vida en sí es un ciclo. Todo los ciclos empiezan y todos los ciclos terminan. Nada es permanente y todo tiene que nacer al igual que todo tiene que morir. Es la naturaleza de todas las cosas.

Muchas veces no empeñamos en luchar en contra de el flujo natural de las cosas y nos reusamos a colaborar con los ciclos que naturalmente se están desarrollando a nuestro alrededor. Nos hacemos los de la vista gorda y oídos sordos. Simplemente ignoramos lo que ocurre a nuestro alrededor y lo único que nos importa es que el mundo cumpla con cada uno de nuestros deseos.

Es de esta manera de ver las cosas, o mejor bien dicho, de no ver las cosas, que nacen la mayoría de obstáculos y frustraciones en nuestras vidas. Las cosas no serían tan difíciles si tan sólo prestáramos un poco más de atención y escucháramos un poco más. Si dejáramos de estar peleando y resistiéndonos a lo inevitable.

Hay tanta energía que desperdiciamos en no aceptar que las cosas son como son. Si tan sólo pudiéramos direccionar esa energía de una manera constructiva a activamente jugar nuestro rol en lo que queremos cambiar no solo lograríamos mucho más sino que también tendríamos una mucho mejor experiencia avanzando por nuestro ciclo de vida en este breve tiempo que tenemos para caminar en la faz de este bello planeta Tierra.