Porque yo lo digo

Porque yo lo digo

No se preocupen. No me refiero a la expresión favorita que usan muchos padres de familia cuando la paciencia es corta y la comodidad es mucha. Me refiero a la expresión interna de convicción que cada uno de nosotros puede utilizar para hacer que las cosas sucedan.

Conforme nos vamos dando cuenta que nuestra voluntad es mucho más fuerte de lo que creemos vamos descubriendo que nuestra capacidad de influenciar el mundo a nuestro alrededor es mayor. Con el tiempo desarrollamos la fortaleza de nuestro carácter y muestra capacidad de actuar ante cualquier adversidad.

“Porque yo lo digo” es algo que con la práctica se puede convertir en un mantra personal que prácticamente nos garantiza que lo que nos estamos proponiendo lograr va a suceder. No hay sensación más gratificante que saber que algo que nos estamos proponiendo, gracias a nuestra constancia y dedicación, eventualmente se hará realidad.

A quien más le mentimos es a nosotros mismos. Es hora de romper con ese destructivo hábito y de que volvamos creer en nosotros mismos. Tenemos que recuperar la honorabilidad de sostener nuestra palabra interna.

Empecemos con pequeños compromisos que cumpliremos llueva, truene o relampaguee. Poco a poco recuperaremos la confianza en nosotros mismos y muy pronto sabremos que cuando nos preguntemos ¿por qué sucederá esto? la respuesta siempre será “porque yo lo digo.”

La importancia de comunicar el valor que agrega una empresa

Hay muchas empresas que logran encontrar una necesidad intensa en el mercado. También logran resolver esa necesidad de una manera escalable y rentable. Aún así fracasan. ¿Por qué?

Sin duda alguna todas estas empresas crean valor, mucho valor. Hacen lo que deben hacer para ser exitosas. Pero hay algo que les hace falta, comunicarle a sus clientes de manera explicita el gran valor que les están generando.

Cuando una empresa es muy buena día tras día puede correr el riesgo de “mal acostumbrar” a sus clientes y al mercado. Todo el valor que genera se empieza a dar por sentado, se convierte para los clientes en el “default”. Si la empresa no hace constantemente un esfuerzo consciente de reforzar la historia y el mensaje de lo valiosa que es, entonces es muy probable que el valor que genera deje de ser percibido. Y un valor que no se percibe es lo mismo que un valor que no existe.

De alguna manera u otra lo he visto pasar ya varias veces. Lo que sucede es que las empresas que caen víctimas a este problema tienen fundadores y un equipo gerencial que sobrevaloran hacer las cosas extremadamente bien (creo que esto es fenomenal). Estas personas encuentran un premio intrínseco y gran satisfacción en construir soluciones que funcionan bien y por eso dedican todo su pensamiento precisamente a eso, a crear excelentes productos. Lo último que tienen en su mente es estar buscando a sus clientes para decirles lo bien que funciona su solución. Prefieren dejar que su creación hable por ellos. Se olvidan de comunicar explícitamente el valor que están agregando.

Y es así como abren la puerta a su propia destrucción. El cliente se acostumbra al excelente servicio que recibe y a la maravillosa funcionalidad que tiene a su disposición en todo momento. La excelencia se convierte en status quo y las promesas vacías de los competidores se vuelven en realidad ya que “Cualquiera puede hacer más que esto que ya tengo. Ahora no tengo nada excepcional y hacerlo ha de ser fácil.” Finalmente, el competidor articula un mensaje, una historia tan cautivadora que el cliente, correctamente, deja la excelencia que no sabe que tiene por la promesa de algo mejor que no existe.

La diferencia entre modelo de negocio y estrategia

Corriendo el riesgo de estar sobre simplificando las cosas podemos decir que:

Estrategia es la explicación de cómo una empresa logrará ser mejor que sus competidores.

Modelo de negocio es la descripción de cómo opera un negocio.

En mi experiencia ambos conceptos se usan muchas veces de manera intercambiable. Muchísimas de las personas y empresas con qué he trabajado consideran que su modelo de negocio ES su estrategia. Esto no es del todo correcto.

Volviendo a las definiciones de arriba nos damos cuenta que el modelo de negocio es una parte de la estrategia, es decir, que la estrategia contiene al plan de negocio.

Una estrategia, adicionalmente al plan de negocio incluye una serie de objetivos que la empresa quiere alcanzar, los valores con que esos objetivos se pretenden alcanzar y un conjunto de decisiones tomadas en base a diversos análisis competitivos que se deben realizar.

El modelo de negocio describe en detalle cómo debe operar una empresa para ser lo más eficiente posible. Es necesario que el modelo de negocio esté alineado con los objetivos, valores y decisiones incluidas en la estreñía de la empresa. De lo contrario habrá mucha fricción debido a la desalineación entre el modelo de negocio y la estrategia.

De acuerdo a la metodología Business Model Canvas de Alexander Osterwalder el modelo de negocio define los siguientes elementos clave de la operación de una empresa:

  • Segmentos de clientes
  • Propuesta de valor
  • Canales
  • Relaciones con clientes
  • Fuentes de ingreso
  • Recursos clave
  • Actividades clave
  • Alianzas estratégicas
  • Estructura de costos

Recuerda, el modelo de negocio es una parte muy importante de tu estrategia pero no lo es todo. Tu estrategia es tu modelo de negocio tus objetivos tus valores las decisiones que tomes respecto a como vas a competir.

Mi vida está en otro lugar

A veces siento que mi vida está en otro lugar, lejos de aquí, muy retirada de lo que todos creen que soy.

Miro a mi alrededor y puedo ver que todo está en su lugar. Nada está de más y no puedo pensar en algo que haga falta a mi alrededor. Aún así, siento que mi vida está en otro lugar.

Despierto, y al abrir los ojos solo puedo ver un desierto inmenso que nunca pareciera terminar. Estoy dispuesto a cruzarlo por qué sé que mi vida está en otro lugar.

Es el momento de iniciar el viaje final, un viaje del que nadie regresa sin cambiar. Este no es un viaje tradicional, es un viaje espiritual. Es un viaje destinado a encontrar una vida que está en otro lugar.

Si nada es suficiente…

“Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco.”

— Epicuro

¿Cómo puede alguien escribir una frase tan breve que contenga tanta sabiduría? Hay tanto ahí que no sé por donde empezar. Tal vez lo mejor es iniciar con el análisis de lo que significa “suficiente.”

El diccionario dice que suficiente es “lo adecuado para cubrir lo necesario.” Es decir, suficiente es lo mínimo que se requiere para poder estar bien. Y es acá en donde se pone interesante la cosa. Cada persona decide constantemente qué es lo que requiere para sentir que está bien (que tiene lo suficiente). Puede ser que una persona requiera tener 2 casas y 5 millones dólares en el banco para sentir que está bien mientras que otra sólo requiera estar rodeado de seres queridos. Mas allá de las necesidades básicas de supervivencia, estar bien es algo totalmente subjetivo.

Entonces, ¿Qué sucede cuando una persona cree que lo suficiente es muy poco? Naturalmente buscará más de lo “adecuado para cubrir lo necesario”. Esto es lo que hacemos los seres humanos y es la base de todo el progreso que experimentamos como especie. El hecho de no conformarnos es lo que nos mueve hacia adelante. Esto es bueno.

¿Y qué sucede cuando una persona alcanza más de lo adecuado para cubrir lo necesario pero cree que eso no es suficiente? Se siente insatisfecha y el ciclo empieza de nuevo. Y esto se vuelve a repetir una y otra vez hasta el infinito. ¿Es esto bueno? ¿Es esto malo? No les puedo decir pero creo que es una situación que todos experimentaremos en nuestras vidas todo el tiempo.

Lo que sí le puedo decir es que si está condición de “siempre querer más” se llega a apoderar de nuestras vidas nunca podremos llegar a sentirnos bien con lo que tenemos. Creo que esto es una tragedia y lo debemos tratar de evitar.

Entonces, ¿Qué hacer? Una posible solución puede ser cambiar nuestras “necesidades” por “preferencias”. Por ejemplo, es muy diferente decir “prefiero cambiar mi carro cada dos años” que decir “necesito cambiar mi carro cada dos años”. Este pequeño cambio semántico nos lleva a una situación en la cual siempre estaremos buscando obtener más mientras al mismo tiempo podemos disfrutar lo que ya tenemos y así experimentar lo suficiente cómo suficiente y no como escasez.

Cuando detenerse es mejor que actuar de inmediato

Hacer, hacer y hacer. Es lo que este desbocado mundo nos enseña todo el tiempo y es lo que aprendimos que se espera de nosotros desde que éramos pequeños. ¿Pero qué hay de aquellas veces cuando detenerse y poder esperar es mejor?

El mismo ritmo desenfrenado con el que vivimos nos ha instalado este hábito incontrolable de reaccionar a todo lo que nos dicen los demás. No solo esto, siempre estamos reaccionando a los impulsos, pensamientos y emociones que muchas veces ni siquiera sabemos qué estamos experimentando.

Una buen parte de tener una vida exitosa consiste en poder detenernos, pausar, procesar la información y responder de acuerdo a lo que se requiere. Rara vez la reacción automática e impulsiva es un recurso efectivo para lidiar con algo que está sucediendo.

Estamos en medio de una conversación muy importante, suena nuestro teléfono, sin pensar lo volteamos a ver y sin darnos cuenta ya estamos escribiendo una respuesta. Nuestra pareja dice algo cierto pero que no nos gusta y sin siquiera terminar de evaluar lo que ha dicho ya estamos pensando en qué decirle para poder herirle de regreso. Nuestro hijo se comporta de una manera que no va de acuerdo a lo que esperamos de él y antes de que pase un segundo ya alzamos nuestra vos para reprimirle. Algo sale mal en el trabajo y antes de pensar en corregir el problema estamos buscando quién es “el responsable” para poder descargar nuestras frustración con él o ella.

Poder detenernos y actuar de una manera consciente ante la mayoría de situaciones es algo invaluable. Sentimos el impulso de querer ir a comer algo y nos podemos detener a evaluar si realmente esto es algo que queremos hacer. El mundo se está desmoronando a nuestro alrededor y podemos detenernos a tomar un respiro y responder con sentido de urgencia y decisión pero sin precipitarnos. Alguien nos ofende con sus palabras y podemos detenernos a pensar cómo queremos contestar sabiendo que nuestras palabras afectarán la relación para siempre.

Creo que detenernos, aunque sea por un breve instante, siempre es mejor que actuar de inmediato y sin pensar. Aprendamos a pausar.

Los padres carpinteros versus los padres jardineros

Cuando se está guiando a una persona, particularmente a un hijo o hija, básicamente hay dos posturas que se pueden tomar —la del carpintero o la del jardinero.

El carpintero tiene un plano de lo que quiere construir. Ya tiene una visión en su mente de cómo será el producto final. Lo que quiere construir tiene un propósito definido en el mundo. Si lo que construye no corresponde al plan que tenía, entonces habrás fracasado. Por ejemplo, si va a construir una silla, la silla está hecha para que la gente se siente en ella. Si por cualquier razón se requiere que la silla sirva de mesa será difícil adecuarla. Es decir, el proceso del carpintero es rígido. Finalmente, el carpintero trabaja todo el tiempo en un ambiente muy controlado, su taller en donde siempre habrán pocas sorpresas. También sabe que lo que está construyendo está destinado para ser utilizado bajo condiciones muy predecibles que ya conoce desde antes de siquiera empezar a trabajar. El carpintero siente la necesidad de controlar todo el proceso para llevarlo a un final predeterminado.

Por el otro lado está el jardinero que trabaja con plantas en el jardín. Al trabajar en un ambiente impredecible el jardinero debe interactuar con sus plantas para ayudarles a sobrevivir a los cambios climáticos que se dan en el exterior. Deberán afrontar lluvias, radiante sol, hormigas y cuántas cosas más les tire la naturaleza encima. El jardinero no puede dictarle a las plantas como crecer, todo lo que puede hacer es “guiarlas” para que puedan florecer de acuerdo a su verdadera naturaleza. El jardinero no puede saber cómo se verá exactamente su jardín cuando sus plantas terminen de crecer, y la verdad es que tampoco le debe importar. Puede tener una idea de como quiere que se vea el jardín al final pero la maravilla de su obra la dará la individualidad que cada planta y flor que ha sembrado traiga independientemente de la intención de aquel quien inicialmente la sembró. El jardinero se siente cómodo limitando sus intervenciones a guiar y tiene el corazón abierto a deleitarse con su jardín sin importar como quede al final.

Como padres de familia es muy importante tener esto muy presente. ¿Qué le quieres regalar a tus hijos? La predictibilidad, seguridad y rigidez del carpintero o la flexibilidad, adaptabilidad y oportunidad de florecer del jardinero?

Deja fluir tu energía emocional

El cuerpo humano es una máquina orgánica. Necesitamos energía en forma de comida para subsistir. Si no comemos no tenemos ni fuerzas ni energía. Pero somos más complejos que un simple “robot” orgánico. Somos seres emocionales.

Ya sea que le queramos llamar alma, espíritu o estado de ánimo, hay un componente adicional al cuerpo que determina la cantidad de energía que tenemos en cualquier momento. Voy a tomar prestado un ejemplo de Michael A. Singer, autor de “The Untethered Soul”, para ilustrar el punto.

Imagina que tienes 23 años y que tu novia te acaba de dejar. Te ha dicho que la relación ha terminado y que ha encontrado a alguien más. Empiezan a pasar los días y encuentras muy difícil salir de tu casa. De hecho, con el paso de los días no tienes energía ni para salir de la cama. Las cortinas siempre están abajo y la luz escasamente entra a tu habitación. Por momentos, al ver cajas de pizza vacías a tu alrededor, recuerdas que tienes hambre pero no tienes fuerzas para comer. Así pasan un par de semanas. Tus amigos se empiezan a preocupar por ti y te invitan a salir. Tampoco tienes la energía necesaria para acompañarlos. No tienes fuerzas para hacer nada.

Pero de repente recibes una llamada de tu exnovia que te dice “Me he dado cuenta que he cometido un grave error. Nunca debí haber terminado contigo. ¡Soy una tonta! Espero que me puedas perdonar. Me gustaría verte en una hora”.

¿Cuánto tiempo te lleva saltar de la cama, darte una ducha y ordenar tu apartamento? Sientes el corazón latir a mil por hora y tienes toda la energía del mundo concentrada en tu ser. Llega tu novia y todo se arregla. Deciden salir de fiesta hasta el amanecer. Son las 7:00 de la mañana del día siguiente y sientes que podrías seguir sin dormir otros 3 días seguidos.

¿Qué fue lo que pasó? Simplemente decidiste dejar de obstruir el flujo de la energía emocional que todos tenemos adentro. La energía emocional es constante e infinita y no necesitamos crearla. Siempre está a nuestra disposición. Todo lo que debemos hacer es no bloquearle y dejarla fluir.

El arte de pasarla bien a la Mark Rober

Todavía no he conocido a alguien que no la quiera pasar bien en lo que sea que está haciendo. Ya sea en el trabajo, con la familia, con los amigos, estudiando o de descanso, todos la queremos pasar bien.

Un claro ejemplo de esto es el YouTuber Mark Rober. Ex ingeniero y científico de la NASA, Mark ahora se dedica a pasársela muy, muy bien enseñándole ciencia e ingeniería a millones de personas haciendo vídeos en los cuales muchas veces involucra a sus pequeños sobrinos.

Los dos vídeos de Mark que acabo de ver con mi hijo definen el estándar de lo que es el arte de pasarla bien. Definitivamente Mark hizo bien en dejar la NASA y dedicarse a producir estos vídeos. Es obvio que su personalidad y carisma van más con los vídeos que con estar sentado en un cubículo en la NASA. Simplemente no me lo puedo imaginar trabajando allá.

Una imagen habla más fuerte que mil palabras, dicen por ahí. Mejor les comparto los dos vídeos abajo para que se inspiren a practicar el arte de pasarla bien en lo que sea que están haciendo. ¡A disfrutar haciendo lo que hacemos se ha dicho!

El problema dificil

Ayer fui a almorzar con unos de mis socios. Estamos iterando sobre varias ideas que tenemos para la siguiente propuesta de valor que queremos llevar al mercado. Una de las preguntas que estuvimos contemplando durante la comida fue ¿Para qué somos realmente buenos? Después de algunos momentos de estar pensando ambos llegamos a la misma conclusión, somos muy buenos para resolver los problemas más complicados que tienen nuestros clientes.

Después de llegar a esta conclusión seguimos conversando de varios temas más pero esta idea de que encontramos y resolvemos los problemas más complicados se quedó dando vueltas en mi cabeza. Mientras más lo pienso más convencido estoy de qué es cierto. Mucho de el éxito que ha tenido el software de comunicación que hemos construido se debe a que siempre hemos logrado identificar y resolver los problemas más complejos de nuestros clientes.

Creo que una empresa que realmente quiere tener éxito debe siempre buscar resolver los problemas más difíciles que encuentre. Los problemas fáciles ya fueron resueltos y no requieren de mayor innovación y/o talento. Dedicarse a resolver problemas fáciles implica que una empresa tendrá mucha más competencia y menos barreras de entrada y salida en su modelo de negocio. Después de todo, hay más empresas que pueden resolver problemas fáciles que empresas que pueden resolver los problemas más difíciles.

También creo, como escribí ayer, que todos estamos dispuestos a pagar más por algo que realmente queremos y valoramos. Resolver un problema complejo cumple con esta afirmación. Las empresas que busquemos y resolvamos de eficientemente los problemas más complicados del mercado seremos las más rentables y exitosas.

El problema difícil es la estrella guía que apunta hacia dónde debe dirigir una empresa sus esfuerzos. Nunca debe ser algo que se busque evitar o peor aún, algo que ignorar. Un problema difícil es una oportunidad escondida que está esperando que una empresa audaz la tome por los cuernos y la utilice para diferenciarse en el mercado.