Amor propio, dolor y un Hot-Dog

Acabo de leer una historia que por alguna razón conmovió hasta lo más profundo de mi ser:

Una familia sale a cenar. Cuando llega la mesera cada uno de los papás pidió su orden. Un segundo después su pequeña hija de 5 años con mucha ilusión también hizo su pedido: “¡Yo quiero un hot-dog, papás fritas y una Coca-Cola por favor!” “Claro que no,” interrumpió inmediatamente su papá y volteando a ver a la mesera agregó, “Ella comerá un pastel de carne, puré de papás y leche”. Volteando a ver a la niña con una sonrisa la mesera le dijo, “Cariño, ¿Que quieres que le agregue a tu hot-dog?” Después de que la mesera se retiró, la familia permaneció sentada en silencio y en shock. Unos minutos después la niña con brillo en sus ojos dijo, “Ella piensa que yo soy real.”

— Jack Kornfield y Christina Feldman

¿Qué es lo que exactamente me pegó de la historia? Todavía no lo he logrado terminar de comprender pero de alguna manera me sentí muy relacionado con la niña y esa sensación de ser “invisible”, de no pertenecer.

Creo que todos hemos tenido una serie de experiencias que han contribuido a formar una narrativa dentro de cada uno de nosotros que nos dice algo parecido a, “No soy suficiente, algo me hace falta para poder pertenecer, para ser tomado en cuenta.” Al menos así es como pienso muchas veces yo. No es divertido.

Puede ser difícil de aceptar pero creo que después de muchos años de estar reforzando este tipo de narrativas adentro de nuestras cabezas podemos llegar a desarrollar un rechazo interno hacia nosotros mismos.

Esta es una de las más grandes tragedias que podemos experimentar como seres humanos, no querernos tal y como somos. Creer que estamos fundamentalmente incompletos y que no merecemos amor es una fuente de sufrimiento inmensa que se puede llegar a erradicar.

Después de todo, esas creencias se aprenden a través de vivir historias como la de la niña y su hot-dog. Cuando algo se aprende, también se puede desaprender.

¿Para qué esperar a ser felices?

Esperamos y esperamos hasta que todo sale tal y cómo queremos para darnos permiso de ser felices por unos cuantos minutos.

Nos abstenemos durante años hasta que terminamos exitosamente un desgastante proyecto para poder sentirnos bien acerca de nosotros mismos durante unos cuantos días.

Pero la vida es mucho más que estos breves momentos en los que llegamos a algún destino justo y como lo imanginamos. La vida realmente es un proceso que se está desenvolviendo todo el tiempo. Es como decidimos vivir este proceso lo que determina la calidad de nuestras vidas.

No tiene mucho sentido asignar solo los breves momentos en donde “todo está como queremos” para sentirnos bien. La verdad es que todo el tiempo hay algo que no está bien y siempre nos estamos enfrentando a más de algún problema. Así que, ¿por qué no aprender a disfrutar todo el camino? Después de todo, pasamos mucho más tiempo caminando que descansando en nuestros laureles.

Si en realidad queremos disfrutar nuestras vidas, ¿Para qué seguir esperando a ser felices?

Cambia tu vida al estilo Waze

Para poder calcular la ruta hacia cualquier destino Waze primero necesita saber en dónde está el usuario al momento de querer iniciar el viaje (punto A).

Luego Waze necesita saber hacia dónde quiere ir el usuario (punto B). Ya con estos dos datos la aplicación puede empezar a analizar el tráfico y las vías disponibles para optimizar la ruta, no antes.

Llevar nuestra vida en una nueva dirección no es tan diferente.

Primero necesitamos reconocer con mucha claridad en dónde estamos (punto A). Noten que dije en dónde estamos, no en dónde creemos estar. Esto requiere de mucha introspección y honestidad interior.

Al igual que lo hace Waze, el siguiente paso es definir a dónde queremos ir (punto B). Esto requiere de visión, claridad y un entendimiento de cuales son nuestras prioridades. Solo así podremos tener un destino bien definido hacia dónde caminar.

Finalmente necesitamos reconocer durante todo el viaje cuales son las situaciones, obstáculos y posibles rutas alternas y atajos que podemos tomar para llegar bien a nuestro destino. Esto requiere de perseverancia, atención y aprendizaje continuo.

Así que ahí lo tenemos, así es cómo podemos cambiar nuestras vidas al estilo Waze.

Los emprendedores son sorprendentes

Recién acabo de tener la oportunidad de participar como evaluador en un concurso de emprendimiento para jóvenes. Lo único que puedo decir es que los emprendedores son sorprendentes.

Estuve evaluando los pitches de los tres finalistas y cada uno de ellos me sorprendió de manera distinta. Primero, un par de emprendedores con una energía increíble que nos contagio a todos, luego otro emprendedor que busca salvar vidas y cambiar el mundo con su conocimiento tecnológico y finalmente un joven que sin duda alguna va a ganar una carrera en la que viene de menos a más con sus habilidades de diseño.

Hoy, aunque ha sido un día largo y difícil, me puedo ir a descansar sabiendo que hay esperanza en los emprendedores del futuro. Cada uno de ellos, esté en dónde esté, es un destello de luz que iluminará a toda la humanidad hacia un futuro mejor. ¡Vamos hacia adelante!

Buenas decisiones y las reacciones emocionales

Tomar buenas decisiones requiere de claridad de pensamiento y de un espíritu centrado. Podemos decir que mientras más calmada esté la mente y más en paz esté el corazón, mejores decisiones se tomarán.

Es fácil de entender que mantener la claridad y la calma es parte fundamental de decidir bien pero una vez que la neblina ha desciende todo se va al carajo y tiramos nuestra capacidad de tomar buenas decisiones por la ventana.

¿Y qué es esta neblina? Principalmente la neblina toma forma de reacciones emocionales —aquellas respuestas emocionales que decidimos tener ante los eventos que ocurren a nuestro alrededor.

Las reacciones emocionales pueden generar cualquier tipo de emoción por lo que es importante hacer un muy breve resumen de los tipos de emociones que podemos experimentar. Las emociones se pueden clasificar en dos grandes grupos: emociones positivas(felicidad, amor, gozo, etc.) y emociones negativas (enojo, envidia, ansiedad, etc.). Usualmente las emociones negativas se consideran como dañinas y las positivas como beneficiosas. Esto no siempre es el caso.

Por ejemplo, una madre está tratando de ayudar a su pequeño hijo a quien le acaba de caer un árbol encima. Su enojo y frustración le pueden dar fuerzas sobrenaturales y así podrá mover el arbolo para salvar a su hijo. De igual manera, un inversionista puede estar lleno de genuina felicidad y por ende estar más optimista de lo normal y puede tomar una decisión de negocios que le cueste millones dólares. El resultado de las decisiones no tiene nada que ver con el estado emocional en que estemos.

Es muy importante entender esto porque crecimos creyendo que siempre tomamos las decisiones de manera racional y utilizando la cabeza. No es cierto. La mayoría de decisiones las tomamos a un nivel emocional (bajo la neblina). ¿Cuántos de ustedes han seguido con una relación que saben que no les beneficia pero simplemente no la pueden dejar? ¿Cuántos de ustedes han seguido fumando sabiendo que el cigarro los puede enfermar o incluso matar pero no aguantan la ansiedad que se apodera de sus cuerpos al dejar de fumar? Hay millones de ejemplos. La gran mayoría de las decisiones que tomamos no son racionales.

Esto no quiere decir que debemos buscar volvernos robots o el Sr. Spok y que debemos suprimir nuestras emociones. Las emociones son la manera en que experimentamos nuestra vida como humanos. Es de lo más preciado que tenemos. En lo que sí debemos trabajar es en cambiar nuestra relación con ellas.

Es importante que aprendamos a dejar de perdernos en ellas y poder experimentarlas de una manera atenta en dónde en todo momento estamos plenamente conscientes de qué estamos sintiendo. Esto nos permitirá saber que nuestro juicio por el momento está nublado por la neblina de las emociones y que tenemos dos opciones: o esperamos un tiempo para decidir o decidimos en el momento tomando en cuenta el sesgo emocional que estamos viviendo en ese instante.

Sea como sea, haya neblina o no, siempre podemos usar nuestro mejor juicio. Solo debemos mantener una mente clara, un espíritu centrado y una conciencia clara de nuestros estados emocionales.

El poder de las conversaciones

Aún puedo recordar que cuando era muy niño que una de mis cosas favoritas era ir a la casa de un amigo que vivía al lado de la casa de mis papás y pasar hablando por horas con él. No puedo haber tenido más de 7 u 8 años pero el recuerdo sigue muy vivo dentro de mí. De qué hablábamos exactamente no puedo recordar pero sí tengo muy presente la agradable sensación de pasar el tiempo solo hablando con él.

Lo mismo se repitió durante mis años de adolescente y ese deseo de querer intercambiar ideas, sentimientos y aprendizajes por medio de largas charlas con otras personas me ayudó a encontrar grandes amigos que siguen cercanos a mí al día de hoy.

Hoy en día las cosas han cambiado muy poco respecto a mi inclinación a buscar una buena conversación. Parece ser que es mi mecanismo favorito para aprender y también para enseñar. Creo que cuando dos personas se sientan a hablar con las ganas de conocer y entender a fondo los puntos de vista de la otra persona ocurren cosas maravillosas.

Para empezar, nuestra perspectiva del mundo necesariamente cambiará ya que al tener una buena conversación tenemos la oportunidad de ver el mundo a travez de los ojos de alguien más. Y como que si esto fuera poco también podemos validar nuestras ideas más íntimas permitiendo que alguien en quien confiamos las pueda cuestionar y ponerlas a prueba.

Las conversaciones nos permiten aprender más acerca de nosotros mismos y al mismo tiempo nos enseñan mucho sobre la persona con quién estamos interactuando. Este aprendizaje, claro está, es bi-direccional y la otra persona también disfrutará del mismo beneficio.

Conversar con alguien nos permite compartirle qué es lo que queremos, cómo nos sentimos, qué nos preocupa y qué miedos tenemos. Nos abre el camino a ser vulnerables y honestos para que los demás tengan la oportunidad de podernos entender. Sin una conversación no puede existir una conexión profunda pues es imposible conectar con alguien a quien no se le conoce.

En fin, las buenas conversaciones son de mis cosas favoritas en este mundo y creo que su super poder es que nos permiten compartir nuestra humanidad con los demás.

Cuando finalmente se ve lo que no se puede ver

Todos hemos estado ahí. Alguien nos ayuda a ver algo que era invisible para nosotros y una vez que lo logramos ver no lo podemos dejar de ver jamás. Nuestras vidas no volverán a ser las mismas. Este es el poder de los cambios de paradigma.

Todos tenemos un set de creencias fundamentales de cómo consideramos que funciona el mundo. Todo lo que creemos verdadero y posible en el mundo lo construimos sobre estas hipótesis que creemos que son verdades. No podemos ver nada que esté más allá de estos paradigmas y todas nuestras acciones reflejan la congruencia de estas creencias. Es decir, no nos podemos comportar de una manera que no esté alineada con nuestras creencias fundamentales —si creo que soy malo para matemáticas no podré resolver problemas matemáticos.

Un ejemplo nunca está de más. Si yo tengo la creencia de que solo las personas extrovertidas son buenas para vender y resulta de que yo soy una persona introvertida, sin duda alguna tendré problemas para vender cualquier cosa. Es más, ni siquiera intentaré aprender a vender. Pero, ¿Qué pasa si en realidad vender tiene que ver más con la cantidad de tiempo, esfuerzo y estudio que alguien le dedica a ser un buen vendedor que con el tipo de personalidad que tiene? Entonces me habré perdido de poder llegar a ser un gran vendedor simplemente por que no podía ver que con tiempo y esfuerzo lo podía lograr. Para mí ser un gran vendedor simplemente no era posible por qué creía que mi personalidad no era la adecuada.

Y así una y otra vez estaremos chocando contra las paredes invisibles de como creemos que funciona la realidad hasta que una experiencia o una buena conversación con alguien nos ayuda a ver un poco más de cerca lo que es real y nos hace un poco más visible aquello que no se puede ver.

El ritmo de la vida (maratón)

En una maratón no es inteligente quemarlo todo desde un inicio. Uno de los factores esenciales para correr una maratón exitosa es encontrar un ritmo firme, constante y que vaya de acuerdo a la capacidad que hemos construido para cada carrera en particular.

Resulta ser que la vida es muy similar a una maratón. Podemos lograr muchísimo en el tiempo que tenemos si mantenemos un ritmo firme, constante y de acuerdo a lo que podemos hacer en cada preciso momento. De lo contrario nos podemos quemar y corremos el riesgo de nunca completar nuestra misión.

Una vida plena requiere que sepamos cuando parar a respirar y cuándo apretar el acelerador. Tenemos que encontrar nuestro propio ritmo y no sucumbir al ritmo de los demás. No tiene sentido correr la carrera más importante de nuestras vidas buscando romper el récord de alguien más.

Un buen ritmo sin duda alguna nos permitirá lograr todo lo que podemos hacer. Pero, ¿y si queremos más que eso? Pues siempre podemos desarrollar, poco a poco, la habilidad de cada vez correr un poco más rápido. Lo importante es asegurarnos de que siempre estemos corriendo nuestra propia carrera. Una vez que empezamos a correr tras sueños que no son nuestros se vuelve imposible encontrar el ritmo de nuestro propio corazón.

Vivir, al igual que correr un maratón es un arte. Y no es un arte por lo largo o difícil que es llegar bien hasta el final. Es una arte por que en ambos casos requerimos descubrir por qué estamos corriendo, en cuanto tiempo podemos llegar a la meta y que tipo de personas queremos ser al final.

Entrenemos para mejorar nuestro ritmo. Inspirémonos para disfrutar de cada día y encontrar gozo en cada kilómetro recorrido. No nos quedemos sin aire y aprendamos a respirar. Busquemos tener la vida que queremos bajo nuestros propios términos y al ritmo que nacimos para correr. Solo así podremos sentirnos bien el día que nos toque cruzar la meta final.

Hacia dónde ir mañana

Nos guste o no cada decisión que tomamos afecta nuestras vidas. Cada acción que ejecutamos, e incluso las que no ejecutamos, determinan el rumbo hacia dónde vamos. Para bien o para mal somos los protagonistas centrales de nuestras vidas y para este rol simplemente no existen suplentes.

Y es cuando recordamos que nadie más que nosotros es el que está al volante cuando logramos las más grandes cosas en nuestras vidas. Es en esos momentos cuando recordamos que somos nosotros los que escribimos nuestra propia historia que la tragedia se convierte en una historia heroes.

No importa que tan mal o bien estén las cosas en este momento, pronto cambiaran y puedes estar seguro que el sentido en el que van a cambiar depende únicamente de lo que decidas hacer. Así que escoge bien hoy hacia dónde quieres ir mañana.

Quienes deben construir la tecnología de nuestras empresas

Con cada día que pasa más y más empresas se convierten en empresas de tecnología sin importar cuál sea su línea de negocios principal. La capacidad de crear tecnología que pueda generar una mejor experiencia para los clientes de cualquier empresa ya no es opcional.

Lo queramos o no la calidad de la interacción que los clientes esperan tener con nuestras empresas está sesgada para siempre por las fenomenales experiencias que ofrecen empresas como Google, Apple, Uber y muchas otras de este calibre. Las expectativas son altísimas y los consumidores son menos tolerantes que nunca antes en la historia.

¿A qué nos lleva esto? A que toda empresa requiere personas expertas en la creación de tecnología de punta dentro de sus filas. Y ya no estamos hablando de expertos en tecnología “interna” como sistemas contables, inventarios o ERPs. Estamos hablando de expertos en tecnología “externa” qué es la que los clientes quieren utilizar para mejorar su experiencia con nuestras marcas.

Crear este tipo de tecnología, bueno realmente cualquier tipo de tecnología, no es fácil. Especialmente cuando las cosas cambian tan rápido como lo están haciendo ahora. Los procesos, herramientas y conocimientos necesarios para poder entregar esta soluciones son totalmente nuevos. Se necesita sangre fresca para poder ejecutar.

La sangre fresca está en las universidades o en las personas recién graduadas de las universidades. Ellos son los que mejor entienden la nueva tecnología y como interactuar con ella —son las personas idóneas para tomar las decisiones del qué y cómo construir los futuros tecnológicos de nuestras empresas.

Por el contrario, los gerentes actuales que manejan nuestras empresas, aunque tienen mucha experiencia y sabiduría, su enfoque durante los últimos años ha sido desarrollar sus habilidades gerenciales, no crear tecnología. Sino no fueran buenos gerentes. La brecha entre ellos y la tecnología de punta es cada vez más grande.

Es momento de reconocer esto y entender que la mejor manera de construir la tecnología que nuestras empresas necesitan hoy es confiar y darle rienda suelta a la nueva generación de desarrolladores que están más cerca de la acción. Es de la mano de ellos que llegaremos al siguiente nivel.