No es lo mismo verla venir que bailar con ella

Aunque no me lo crean, estoy viendo un juego de los Chicago Cubs. En este momento estoy muy consciente de lo fuerte que es el impulso de decirle a los jugadores lo que deberían hacer o reprocharles por algo que hicieron mal. Sin duda alguna, es más fácil ver que hacer.

La tendencia a evaluar el desempeño de alguien más sin siquiera considerar las dificultades o circunstancias particulares que está experimentando es fuerte. Es tan fácil juzgar a la distancia.

Y como que si la emisión de estos juicios no fuera suficiente, muchas veces también tenemos el descaro de comentarle al mundo como nosotros lo hubiéramos hecho mucho mejor. No es lo mismo verla venir que bailar con ella.

Esperar por miedo

Hace una semana estaba reflexionando sobre la importancia de actuar hasta después de haber reflexionado y el daño que causa movernos inmediatamente sin antes pensar. Pueden leer sobre eso aquí. Sigo firme sobre lo que escribí pero hoy quiero complementar esa idea con algo que entró en mi cabeza mientras estaba meditando.

En medio de mi meditación de hoy empecé a ver imágenes de cuando era niño. Eran recuerdos. No puedo haber tenido más de unos diez u once años. Recordé estar sentado por horas en la puerta afuera del cuarto de mis papás. Esperando. Esperando tener el valor de entrar a preguntar para pedir algún permiso o comentar sobre algo que había pasado. No sé en realidad cuanto tiempo pasaba sentado esperando pero tengo muy viva en mi memoria la sensación de que eran horas las que pasaban. No me podía mover o entrar hasta que el miedo bajara un poco. Si el miedo era intenso, entonces no podía actuar.

Recordar tan intensamente estos recuerdos hoy me ayudó mucho. Me ayudó a ver que el miedo que le tenía a mis papás de alguna manera me condicionó a buscar postergar mis acciones y decisiones cuando me siento inseguro. Ahora puedo ver claramente lo mucho que retraso las cosas más importante en mi vida cuando tengo miedo. Mi respuesta por omisión ante el miedo es esperar todo lo que pueda hasta sentirme lo suficientemente fuerte para actuar. Esto a veces me detiene por meses a la vez.

Como ya lo dije al empezar hoy, me mantengo firme: actuar sin antes pensar es algo contraproducente. Pero también es contraproducente paralizarse en los momentos en que se requiere ser decisivos y actuar. Una vez que se tiene claro cuál es el siguiente paso no tiene sentido sentarse afuera del cuarto de tus papás a esperar que el miedo pase antes de actuar.

La vida no es corta

Nadie sabe cuánto tiempo tendrá en este planeta. Pueden ser solo segundos o más de 100 años lo que estemos por acá. Si hay algo que es imposible de predecir es precisamente esto: cuánto tiempo va una persona a vivir.

Es común escuchar el consejo que nos dice que debemos aprovechar nuestro tiempo porque “la vida es corta”. Esto no es cierto. La vida no es corta. Lo que pasa es que demasiadas personas desperdician una gran parte de ella.

Hay personas que pasan solo 14 ó 15 años vivos y construyen vidas trascendentales que cambian el mundo para siempre. Hacen todo lo que sueñan y más. Me resulta difícil creer que las vidas de estas personas sean cortas. Aprovechan cada segundo que tienen a su disposición antes de expirar.

Y también hay personas que viven más de 80 años y deciden ver cómo las agujas del reloj dan vueltas y vueltas sin hacer mucho más que eso con su tiempo disponible. Creo que estas vidas tampoco son cortas. Simplemente son vidas que se han desperdiciado.

Todos estamos acá por alguna razón pero ninguno sabe cuánto tiempo tendrá disponible lograr su misión. Lo único que podemos hacer es dar lo mejor que tenemos en cada momento para que cuando suene la campana, sin importar cuántos años tengamos, nadie pueda decir que nuestra vida fue corta o insignificante.

Personas que admirar

Los grandes personajes de la historia nos inspiran, algunos de nuestros conocidos también. Cada uno de nosotros tiene sus propios héroes que admirar. A algunos de estos héroes los conocemos, a otros no.

Es muy reconfortante saber que en cualquier momento podemos voltear a ver a estas personas qué admiramos, subirnos en sus hombros y subir nuestro nivel de juego gracias a su ejemplo e inspiración.

Creo que parte de ser una mejor persona es encontrar cada día más y más personas que admirar. Mi recomendación es no solo buscar personajes “famosos” o históricos con los que puede costar un poco más sentirse identificado. En mi experiencia hay muchas personas que admirar en nuestras familias, círculos de amistad y relaciones profesionales. Tan solo debemos detenernos a conocerlas un poco mejor.

También creo que más que una carencia de personas que admirar lo que nos detiene hoy en día es una carencia de ganas de admirar a los demás. Cuando veo a mi alrededor veo muchas ganas de querer pasar por encima de los demás y ser el mejor a costa de todo. Es muy difícil rendirle reconocimiento suficiente a alguien como para poderle admirar cuando se cree que uno ya es el mejor.

La humildad, admiración e inspiración van de la mano. El proceso de ser mejor empieza con la humildad y el reconocimiento de que no se es el mejor. Esto nos permite admirar a aquellas personas que han logrado cosas que nosotros aún no hemos podido hacer. Al ver con un corazón abierto que otro ser humano ha logrado hacer algo que nosotros aún no hemos podido lograr nos sentimos inspirados. Inspirados sin duda alguna podemos hacer mucho más. Ve y busca más personas a quienes admirar.

En medio de todo el ruido

Hay días que pasó horas deseando que todo fuera diferente. Esos días quisiera que las cosas fueran tal y como quiero sean, que las condiciones a mi alrededor fueran idóneas para lo que quiero hacer. Reconozco que esto es una seña de debilidad y una gran perdida de tiempo. Desear esto no me lleva a ningún lugar.

Hoy es un buen ejemplo. Quería que no hubiera habido tanto tráfico y poder haber pasado más tiempo haciendo otras cosas que no fueran estar sentado en el tráfico. La realidad fue otra y no había nada que yo pudiera hacer para cambiarla.

Así que después de mucho tráfico finalmente llegué a casa y me senté, cómo lo hago todos los días, a escribir. Ya sentado enfrente de la computadora hubiera querido tener unos 35 minutos de silencio para poder concentrarme y meterme de lleno en mi escritura. Una vez más, el mundo tenía algo muy diferente planeado para mí.

Mientras escribo esto tengo a un niño jugando Minecraft ene la computadora que está a mi lado. Está hablando con un amigo por FaceTime y creanme, no a bajo volumen. Adicionalmente la televisión está prendida y hasta hace unos 20 minutos mi mente estaba distraída enfocándose en la frustración.

Afortunadamente hace unos 20 minutos tuve la lucidez de recordar que soy yo el que está en control y en lugar de seguir culpando mis circunstancias reforcé mi voluntad y me di a la tarea de escribir el post de hoy independientemente de cuanto ruido hubiera a mi alrededor.

Creo que esta es una muy buena lección de vida en general. Siempre nos podemos concentrar un poco más y hacer lo que debemos hacer, incluso cuando estamos metidos en medio de mucho ruido.

El más fuerte no siempre gana

Muchas veces, particularmente en el mundo de los negocios, se cree que el más grande o el más fuerte siempre gana. Nos gusta olvidar que David le ganó a Goliath.

El mundo está lleno de ejemplos en donde el más grande o fuerte no gana. Por ejemplo, un estudio estadístico de cientos de peleas en la MMA y UFC encontró que el hombre más grande gana solo la mitad de las peleas. Es decir, el tamaño del peleador no tiene nada que ver con quién gana la pelea. Simplemente no es un factor determinante.

Lo mismo ocurre en el mundo de los negocios. La pequeña “startup”, muchas veces sin recursos o mayor experiencia, pone a temblar al gorila de 900 libra que es el líder de su industria.

Southwest Airlines vs Eastern y Pan American. Amazon vs Borders y Barnes and Noble. Netflix vs Blockbuster. Dell vs IBM. Los ejemplos son infinitos. El más fuerte no siempre gana.

Escuchar con todo el cuerpo

Hoy por la mañana sonó mi despertador a la hora que siempre lo hace. Simplemente no me pude levantar. Me desperté una hora y media después y no salí a correr como lo había planeado hacer. Está de más decir que pasé toda la mañana con remordimiento y cargo de conciencia. “Yo tengo que hacer más y no puedo fallar”, estuvo dando vueltas en mi cabeza sin parar.

Después de almuerzo me seguí sintiendo muy, muy cansado. Hice mi meditación diaria y al terminar, ya en un estado más consciente, pude notar un cansancio muy profundo en todo mi ser. Esta ves ya no pelee en contra de lo que estaba sintiendo y me acosté a descansar. Desperté un poco más de 4 horas después.

Todavía no tengo claro qué es lo que está causando tanto cansancio. Pueden ser varias cosas pero lo que sí sé es que si estoy cansado, debo descansar. No puedo ignorar las señales que mi cuerpo me está enviando. No tiene sentido alguno negar algo que claramente es real y me está afectando.

Durante muchos años, tal vez por qué en ese momento creía era necesario probarme ante todos, ignoré a mi cuerpo, mente y alma. Ya no es algo que voy a seguir haciendo. Hoy entiendo que mi mejor desempeño se da cuando estoy al 100%. Claro, siempre estoy dispuesto a empujar los limites y dar todo lo que tengo pero no cuando estoy consciente de que hacerlo va en contra de mi bienestar.

Cada situación es única y generalizar demasiado nunca es bueno. Tener claro que está sucediendo con mi cuerpo, mente y alma en todo momento es el primer paso para decidir bien. Después, como escribí ayer, si todo está ok ya puedo proceder a actuar. De lo contrario, lo correcto a hacer es descansar y recuperarme para poder dar lo mejor cuando ya esté bien.

El momento de actuar

Para todo hay un momento ideal. Hay momentos de reflexión y hay momentos de acción. Saber escoger el momento correcto para actuar es casi tan importante como la mismísima acción.

Que algo suceda no implica que inmediatamente se deba actuar. Eso es simplemente reaccionar. Es sabio dejar este tipo de comportamiento a los animales. Con un poco de trabajo y entrenamiento el ser humano puede reemplazar la reactivadad por la contemplación.

Contemplar una situación no es lo mismo que dejarla ser. Tampoco significa postergar una acción requerida AHORA innecesariamente. Contemplar simplemente es detenerse unos segundos, tomar un par de respiros profundos y evaluar. No se necesita más que un par de minutos de pensamiento consciente. Eso es todo, nada más, nada menos.

Entonces, ya está claro que el momento correcto para actuar viene después de haber contemplado la situación. ¿El enemigo a vencer? La reacción emocional a lo que sea que está sucediendo. Ese impulso inicial (la reacción) es lo que se apodera de todo el cuerpo y se interpone entre una persona y su capacidad de contemplar. Ceder a este impulso y actuar antes de tener cualquier oportunidad de pensar es un desastre por suceder.

El momento para actuar siempre viene después de contemplar.

Aceptar el cambio

La vida cambia y nosotros cambiamos con ella. Los niños crecen y, mientras algunas personas mueren, otras nacen. Nada permanece igual, ni siquiera por un solo día. Y aún así, nos cuesta tanto aceptar el cambio. Vaya que nos gusta pelear.

Pareciera ser que hay algo en nuestro ser que está adicto a la ilusión de certeza y permanencia que nuestro cerebro perpetuamente crea una y otra vez. Estamos tan metidos en esta falsa narrativa que incluso cuando todo cambia cada uno de nosotros sigue luchando por seguir encadenado a sus antiguas maneras de ser. Es como que si el dolor más grande que pudiéramos experimentar es aceptar que todo cambia. Esta no es la manera más sana de vivir.

Todos tenemos nuestras propias estrategias para no lidiar con el cambio, siendo la menos utilizada de ellas, aceptarlo abiertamente. Todas estas estrategias son, de una manera u otra, una negación de la realidad. Seguirlas utilizando es querer pelear contra una fuerza inevitable que siempre nos ganará. No tiene sentido pelear contra aquello que nadie puede derrotar.

Si algo ya cambió, la mejor manera de manejarlo es cambiando nosotros también. Lidiar con algo que ya cambió queriendo seguir siendo iguales es como querer usar los zapatos que usábamos cuando teníamos un año. Nosotros cambiamos, los zapatos siguen iguales. Cuando una parte cambia y la otra no, se pierde la magia de la interdependencia y la resistencia destruye cualquier oportunidad de harmonía y crecimiento.

El cambio no es para nada malo. Es más, es la naturaleza del mundo en que vivimos. Nosotros mismos también cambiamos todo el tiempo. No conozco a nadie que siga siendo la misma persona que era hace 5 años. Nuestras ideas y manera de ver el mundo cambian. Nuestras destrezas se multiplican y con el tiempo ganamos mucha experiencia. Lo queramos o no, siempre estamos en constante movimiento. La pregunta es, ¿Queremos dejarnos llevar o queremos que nos arrastren?

Todo lo que tenemos que hacer para llevar nuestras vidas al siguiente nivel es dejar de pelear y aceptar el cambio.

Almacenaje digital

La civilización humana ha documentado durante milenios su historia. Se podría decir que la gran mayoría de este registro se a capturado en medios análogos, es decir en artefactos físicos como libros, papel, paredes de cuevas, etc.

Esto ha cambiado considerablemente en los últimos 30 años. El acceso a el almacenaje digital ha cambiado la manera en que guardamos y compartimos la información. Ya sea a nivel personal o global, la facilidad con que ahora podemos registrar nuestra historia es impresionante. Dos clicks y listo. También, la precisión con que podemos documentar y almacenar cualquier cosa que queramos hubiera sido ciencia ficción tan solo 5 años atrás. No podemos olvidar que todo esto se puede hacer con costos prácticamente nulos.

No puedo dejar de pensar en los esfuerzos sobrehumanos que se hicieron para construir la Biblioteca de Alejandría y todo lo que la humanidad perdió cuando fue destruida. Esperemos que esto nunca más vuelva a pasar. No lo creo.

El almacenaje digital ha llegado y con ello la capacidad de guardar hasta el mas mínimo detalle de toda la información que queramos preservar o compartir. Ya no existe límite alguno más allá de la data que como civilización queramos generar.