Consejos e identidad

Qué fácil es darle consejos a los demás. Sin duda alguna, si yo siguiera siquiera la mitad de los consejos que le doy a otras personas mis resultados serían muchos mejores. Pero, ¿Por qué resulta tan fácil ver las limitaciones y errores de los demás mientras que nos cuesta tanto ver los nuestros?

Es un tema de identidad e identificación. Identificar una falla en alguien más no dice nada acerca de nosotros mismos. Podemos ver la falla sin apego alguno. Esta es la principal razón por la cual nos cuesta tanto ver nuestras propias fallas, hacemos que admitirlas de alguna manera signifique que somos deficientes. Estos es muy doloroso.

Identificar algo que corregir en alguien más nunca es una amenaza para nuestra auto-imagen. Reconocer un fracaso propio muchas veces destroza nuestro ego a tal punto que preferimos ignorarlo aunque hacerlo nos cause mucho peores consecuencias en el futuro cercano. Es casi como que si creyéramos que “hacernos los locos” puede eliminar las consecuencias de nuestros comportamientos destructivos que decidimos ignorar.

Al final esto es un mecanismo de defensa que aunque nos da la falsa sensación de autoestima es totalmente nocivo para nuestras vidas. No poder distanciarnos de nuestras acciones y resultados hace que nuestra identidad y valor como personas esté atado a todo lo que hacemos y sucede en nuestras vidas. Vivir así hace que el más mínimo error o fracaso duela a tal punto que el dolor nos ciega y no nos deja mejorar.

Aunque lograrlo no es fácil, la solución es aprender a vernos en tercera persona respecto a nuestras acciones y resultados. Es importante entender que ninguno de nosotros no es ni sus acciones ni sus resultados. Cuando lo logramos finalmente nos podemos empezar a ver en una luz similar como con la que vemos a esas personas que tanto ayudamos por medio de a veces dolorosos consejos que muchas veces les llegan a cambiar las vidas.

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