Prisionero de la rutina

4:45 am. Un sonido extraño suena a lo lejos. Tiene un ritmo constante que me recuerda la primer oficina en donde trabajé. No sé si aún estoy durmiendo o ya desperté. No puedo seguir ignorando que algo fuera de lo normal está pasando. Finalmente veo mi teléfono. 4:49am.

“Igual ya solo faltan 11 minutos para las 5:00”, me dije somnoliento. “Voy a ir a ver qué es ese ruido.” No tuve que ni salir de la cama para reconocer que era el ruido que me despertó; tan solo necesitaba recuperar un poco la conciencia. Pronto también supe por qué el sonido lejano me recordaba de la primer oficina en que trabajé.

Hubo un corte de electricidad y la alarma del UPS de la computadora de la casa estaba sonando. “Perfecto, son las 4:56 am y no hay electricidad”, refunfuñe en mi interior. Camine hacia el estudio en donde está la computadora, apagué el UPS, abrí el estuche donde guardo mis lentes para leer, me los puse lentamente, prendí el Kindle y me senté en el sillón en donde durante los últimos 4 meses he empezado todos mis días leyendo.

No podía dejar de pensar en aquella primer oficina en donde empecé aquella empresa hace más de 25 años. Puedo jurar que el sonido del UPS que me había despertado 15 minutos antes es idéntico al que sonaba tantas veces cuando perdíamos la electricidad en aquella pequeña habitación llena de servidores.

El delicado sonido de la lluvia, que tiene ya más de 7 días de no parar, me regresó de aquella oficina al sillón en donde estaba terminando de despertar. Enfoqué mi vista y mi concentración en el Kindle y empecé a leer.

Pasaron los minutos y me fui metiendo cada vez más en la lectura. La concentración no duró mucho. Como un relámpago en plena tempestad, una sensación de que algo hacía falta se apoderó de mi cuerpo. Era una sensación de que algo hacía falta, algo no estaba bien. Hacia falta el café.

Subconscientemente, al saber que no había electricidad, decidí no bajar a preparar café y fui directamente al estudio a apagar el UPS. Retome mi rutina de todas las mañanas al sentarme a leer pero hacía falta la primer parte, la taza de café.

A partir de este momento no pude seguir. Se me dificultó muchísimo seguir leyendo. Mi mente se debilitó y no pude dejar de pensar en cuando iba a regresar la electricidad para poder hacer el café. Caí prisionero de mi rutina.

Las rutinas tienen muchos beneficios. Nos dan familiaridad y permiten que seamos muy eficientes para hacer actividades en las que mejoramos con la práctica.

Sin embargo, como con todo en la vida, se debe tener precaución. Si no tenemos cuidado, podemos caer prisioneros de nuestras propias rutinas. Es en ese momento que la rutina ya no nos sirve a nosotros. Nosotros empezamos a servirle a la rutina.

Yo diseñé mi rutina de la mañana para tener un tiempo para mi crecimiento, aprender y poder reflexionar. Hoy caí preso de la rutina y por eso pasé más de una hora de ansiedad esperando que regresará la electricidad para poder completar la rutina.

A la larga, que importa más, ¿completar la rutina u obtener lo que queremos lograr con ella?

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