Pobre araña

No lo puedo creer pero me estoy sintiendo mal por una araña. Nunca he sido una persona que sienta afecto por las arañas. No me disgustan per tampoco les “tengo cariño”. Los demás animales, eso es otra historia.

Hace una media hora vi la araña por la que me estoy sintiendo mal en mi baño. Mi esposa y mi hijo detestan las arañas. “No quiero drama por esto”, pensé. “Mejor la voy a sacar para que nadie se moleste y la araña pueda seguir su vida afuera.”

Resulta ser que en mi intento de sacarla de la casa la asusté y se escondió en la ranura de la puerta. Sentí mucha frustración al no poderla sacar fácilmente. También me frustró no poderle comunicar que no lo quería hacer daño, que solo la quería sacar.

Pasaron los minutos y nada. Cada vez se escondía más y más. Al ver que esto no iba a ser fácil me desesperé y bajé a traer un bote de insecticida. En ese momento pesó más mi deseo de terminar el día e ir a descansar que la vida de la araña.

Fue tan fácil. Un poco de presión al bote de insecticida y la araña inmediatamente cayó de la ranura donde se escondía al piso. Sus patas se empezaron a contraer y todo su cuerpo tembló. Estaba luchando tan fuerte por su vida. Sentí lástima por el animal y decidí apretar de nuevo el bote para “terminar con su miseria”.

Diez segundos, quince máximo y la vida había abandonado el cuerpo de la araña. Yo ya estaba libre para ir a descansar y la araña iba a descansar para siempre. Lo siento mucho, pobre araña.

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