Lo que se siente mejor

Decisiones. Creemos que las tomamos con la cabeza y de manera racional. Nada pudiera estar más lejos de la realidad. Las decisiones, al final del día, las tomamos en base a lo que emocionalmente se siente mejor.

Todos hemos estado ahí. Sabemos, racionalmente, que una relación no es buena para nosotros. Pero seguir en la relación, por nociva que sea, se siente mejor que dejarla ir. Nos quedamos con la relación que tanto daño nos hace.

Sabemos que no cumplir con nuestros compromisos profesionales puede perjudicar nuestra carrera y eventualmente nuestra vida. Pero dormir un poco más se siente mejor —y llegamos tarde al trabajo. O no hacemos esa llamada difícil al cliente y buscamos algo más cómodo que hacer mientras exponencial cliente se va con la competencia.

Seguir con ese vicio que poco a poco nos resta minutos de vida se siente mejor que enfrentar solos la ansiedad y vacío que sentimos cuando las cosas se ponen difíciles. En el momento, comer para saciar los nervios y entrar en un circulo vicioso que causa el sobre peso sé siente mejor que despertarse a las 5:00am, ejercitarte y comer bien.

No te engañes, si eres honesta(o) te darás cuenta que siempre estas escogiendo lo que se siente mejor. Si quieres cambiar debes reprogramar qué es lo que para ti se siente mejor. Es ahí en donde debes trabajar.

Empieza ahí, lo demás será mucho más fácil.

El trabajo de cambiar

El trabajo de cambiar siempre es nuestro, no de los demás. Un día nos despertamos y nos damos cuenta que no soportamos a una persona con quien interactuamos todos los días. ¡Qué pena! Es en este momento cuando empieza la batalla campal de ver quién va a cambiar a quien.

Pero al igual que muchas otras, esta es una batalla sin sentido. Para empezar, es imposible que una persona logre cambiar a otra. ¡Qué fácil se nos olvida que los otros también tienen libre albedrío!

Un mejor camino es reconocer que el problema está en nosotros y no en la otra persona. ¿Acaso no es cierto que hay otros que interactúan con esta persona y no tienen el mismo problema que tenemos nosotros con ella? De hecho, hay personas a quienes les fascina compartir con las personas que nosotros aborrecemos. Algo anda mal.

Esto no es fácil de digerir. Es difícil reconocer que esas abominables reacciones que tenemos ante otras personas son responsabilidad nuestra, solo nuestra. No tienen nada que ver con la otra persona. Si la otra persona realmente fuera “defectuosa” de alguna manera todos reaccionarían igual que nosotros en su presencia. Esto simplemente no es así. Sí, somos nosotros.

Las reacciones que tenemos ante otras personas y todo lo que ocurre a nuestro alrededor son nuestras, solo nuestras. Es lo más sagrado y personal que tenemos. Es de acá de donde nace nuestra libertad. Con esta libertad también se origina una gran responsabilidad, la responsabilidad de decidir cómo queremos experimentar nuestras vidas pues nuestra experiencia de vida solo está determinada por cómo decidimos reaccionar ante las personas y eventos a nuestro alrededor.

Así que la invitación es la siguiente: deja de tratar de cambiar a las demás personas. Deja de tratar de cambiar todo lo que ocurre a tu alrededor. Eso es un proyecto imposible de lograr.

Empieza a ver hacia adentro y trata de entender. Trata de entender de dónde vienen tus reacciones y tus emociones. Aquí si hay tierra fértil pues son tus reacciones y emociones lo único que está bajo tu total control. Una vez que las logres entender muy pronto las podrás cambiar y con esto mágicamente habrás cambiado todo el mundo a tu alrededor.

Si quieres cambiar tu vida este año que está empezando, solo hay un camino. Hacer el trabajo de cambiar tú.

Guía básica para decidir que tipo de vida quieres llevar

Todos, en algún momento u otro, debemos responder la pregunta “¿Qué tipo de vida quiero llevar?” de manera consciente. Mientras no la respondamos estaremos llevando vidas sin intencionalidad ni propósito. En este estado el tipo de vida que llevamos es definido por las acciones que tomamos al azar.

Ha llegado el momento de decidir qué tipo de vida quieres llevar.

La vida envidiable

Esta es una vida fácil y hasta cierto punto cómoda. Para definirla mejor, detengamonos a pensar y respondamos:

¿Qué tipo de vida es la que envidio yo?

Usualmente envidiamos las vidas de los “ricos y famosos”. Aquellas vidas que parecieran ser glamorosas, exitosas y llenas de reconocimientos. Este tipo de vida aparenta no tener problemas o dificultades y la percepción que transmite es que se tiene todo lo que se quiere todo el tiempo. Aunque tengamos nuestras reservas sobre lo significante que puede ser este tipo de vida es justo el tipo de vida que quisiéramos tener. Esto es lo que la hace envidiable.

Las vidas de las estrellas de rock, grandes emprendedores, deportistas de clase mundial o figuras públicas vienen a la mente.

Tómate unos minutos y haz un listado de las personas que envidias. ¿Cómo son sus vidas?

La vida admirable

Esta es una vida que pocas personas logran llevar, esto es lo que la hace admirable. Es escasa, valiosa y auténtica.

¿Qué tipo de vida es la que admiro yo?

Normalmente admiramos la vida de las personas que han logrado cambiar el mundo y han sobrellevado grandes adversidades. Son vidas de personas que han luchado durante mucho tiempo y con toda su fuerza por alcanzar sus sueños. Cuando analizamos la vida de alguien que es admirable, definitivamente concluimos que no es una vida que quisiéramos tener nosotros. Requiere demasiado esfuerzo, lucha, dificultad y adversidad. El precio a pagar nos parece muy caro.

Seamos honestos, ¿Quién de nosotros quisiera llevar la vida de la Madre Teresa de Calcutta? Sí, es una vida muy admirable pero, ¿querer llevar una vida así? Eso es otra historia. Acá no hay envidia.

Tómate unos minutos y haz un listado de las personas que admiras. ¿Cómo son sus vidas?

Decide

Creo que queda claro cuales son los dos tipos de vida que podemos escoger llevar. Ahora decide si quieres llevar una vida que los demás envidien o que los demás admiren. Empieza actuar acorde.

Costumbre

Costumbre es algo que hacemos con frecuencia. Es aquello que no nos damos cuenta qué hacemos y que tampoco cuestionamos. Costumbre es el piloto automático.

La costumbre nos hace sentir a gusto y nos mantiene cómodos, nos impide crecer. La costumbre evita que podamos aprender y adormece nuestros sentidos. Costumbre es quedarnos en el mismo lugar.

Muchos buscamos cambiar nuestras vidas desarrollando nuevos hábitos pero a veces el cambio que estamos buscando está en dejar de hacer algo a lo que ya estamos acostumbrados.

Aceptación no es indiferencia

El mundo siempre seguirá su camino y los eventos seguirán ocurriendo. La historia se desenvolverá sin tomar en cuenta los intereses personales de nadie. Entonces, ¿Por qué insistimos en poner resistencia?

Resistirnos a que las cosas sean como son nos genera ansiedad y muchas veces enojo. Esta sensación de que el mundo está mal y nosotros estamos bien es muy desgastante. Hay una manera mucho más efectiva de lidiar con aquello que no está alineado con lo que queremos —aceptarlo.

Aceptar las cosas como son es tan difícil porque estamos programados para creer que aceptar algo es lo mismo que ser indiferentes ante ello y que por ende no haremos nada para cambiarlo. Esto no es cierto.

Aceptar las cosas como son es reconocer que algo está pasando y que es independiente de nuestros intereses o expectativas. El evento que ocurre es siempre ajeno a nosotros y a lo que queremos que ocurra. Esta es la naturaleza del mundo en que vivimos.

Si lo que está ocurriendo no nos agrada siempre podemos decidir querer cambiarlo. Y para cambiarlo no tenemos que resistirlo ni luchar en contra de ello. Lo debemos aceptar tal y como es, entenderlo y estudiarlo. Verlo como algo perfecto que simplemente no encaja con lo que queremos. Solo entonces podremos encontrar como participamos en la situación que queremos cambiar y trabajar para dirigirla un poco más cerca hacia donde queremos que vaya.

El proceso es gradual

Esta es una de las cosas que más me cuesta manejar en mi vida —aceptar que el proceso de mejora es gradual. Me cuesta mucho sentirme cómodo cuando yo o alguien más hace algo por primera vez y el resultado no es “el mejor”.

Por alguna razón que aun no he logrado comprender siento una necesidad muy intensa de que las cosas tengan un alto grado de perfección desde su concepción. Quiero todo de una vez. Me cuesta encontrar comodidad en aceptar que el proceso de mejora es gradual.

Nada en este mundo va de 0 a 100 en un instante. Todo necesita de aceleración y tiempo para llegar a su máxima expresión —especialmente el aprendizaje y la evolución. Tengo que dejar de pretender que yo soy el catalizador que puede romper con esta ley natural.

Sé que esto no quiere decir tolerar un paso de tortuga y el constante tropiezo contra la misma piedra una y otra vez. También sé que llevar un ritmo constante es mucho mejor que hacer un sprint corto e inmediatamente después querer abandonar la carrera. Sé que el proceso es gradual para todo, incluso para poder cambiar mi limitación de querer que todo sea perfecto desde la primer vez.

Lo difícil es bueno

La verdad es que si fuera fácil cualquiera lo podría hacer. ¿Con cuánta gente tendrías que competir si todos pudieran hacer eso que estás soñando construir? Cuando algo es difícil se vuelve escaso y por ende valioso. Que eso que quieres sea difícil es bueno.

Es bueno por qué solo las personas tan dedicadas como tú pueden aspirar a lograrlo. Son muy pocos los que lo pueden lograr. Es bueno por qué usualmente cuando algo es difícil es por qué el resultado vale la pena. La recompensa al final de un camino difícil no solo puede cambiar el mundo, también te puede cambiar a ti para siempre.

Que algo sea difícil es una buena noticia. Quiere decir que estás trabajando en algo te te está poniendo a prueba. Que vas a crecer durante el proceso independientemente del resultado que llegues a tener. Quiere decir que no estás haciendo algo a medias y que estás buscando hacerlo con excelencia. También quiere decir que lo que has decidido hacer es algo importante. Y trabajar en algo importante es lo que le da significado a tu vida. Trabajar en algo difícil te da propósito a ti y a los que trabajan contigo.

El mundo necesita, hoy más que nunca, que haya personas trabajando en los problemas más difíciles que tenemos que resolver. ¿Quién va a coordinar a los vecinos del condominio para que se pueda construir el parque en donde los niños pueden jugar afuera? ¿Quién va a fundar esa empresa que le va a dar empleo a 6 personas muy capaces que hoy están buscando ingresos? ¿Quién va a abrir ese restaurante que incentiva a sus visitantes a comer saludable? ¿Quién va a encontrar la cura definitiva al cáncer? ¿Quién va a componer esa canción que motivará a toda una generación a cambiar el curso de la historia?

Hay muchas cosas difíciles por hacer y por definición hay pocas personas para hacerlas. Mi intención hoy es hacer la difícil tarea de lograr que alguien que lea esto empiece a ver las dificultades que tiene enfrente como buenas noticias y resuelva un problema para que el mundo sea un poco mejor.

Una nueva etapa

Una nueva etapa, ya sea en el mundo profesional o personal, es usualmente detonada por un cambio en la manera de pensar. Algo hace “click” y no hay marcha atrás. Las excusas se desvanecen y con una convicción inquebrantable nos lanzamos hacia el gran vacío de lo desconocido.

La siguiente etapa de tu vida te está esperando. Bueno, está más bien esperando que cambies tu manera de pensar. Mientras sigas viendo el mundo con los mismo ojos, seguirás defendiendo que las cosas sigan como están. No podrás hacer los cambios fundamentales que son necesarios para arrancar la nueva etapa de tu vida.

En términos prácticos, arrancar una nueva etapa tan solo requiere de una decisión. La decisión tan solo se puede tomar después de haber cambiado tu manera de pensar. Muchas veces basta con decir “suficiente” o “ya no más”. Otras veces se necesita un “quiero más de mi vida” o “sé que hay algo más para mi”. Sea la situación que sea, la nueva etapa que te está esperando está justo al otro lado de ese miedo que no te está dejando cambiar.

Es fácil perderse

Lo único que hace falta es tomar una una mala decisión y todo puede acabar. Nuestras vidas, tanto literales como metafóricas, son extremadamente frágiles. He visto una y otra vez como personas, tras una “mala racha” de decisiones, se colocan en posiciones muy difíciles. Es tan fácil perderse…

Cada uno de los caminos que decidimos seguir tiene destinos totalmente distintos. Puede ser que no lo veamos en el momento pero cada decisión que tomamos, sin importar lo insignificante que parezca en el momento, está determinando de alguna manera el resto de nuestras vidas. Debemos ser cautelosos, muy cautelosos.

Darnos cuenta y aceptar que existe un “efecto mariposa” en cada decisión que tomamos nos ayuda a construir una mejor vida. Primero, a travez de un beneficio interno. Internalizar esta fragilidad nos ayuda a reflexionar un poco más sobre las decisiones y acciones que tomamos en nuestras vidas. Empezaremos a buscar y luchar por seguir caminos que llevan a mejores lugares.

Segundo, por medio de un beneficio externo. Entender lo fácil que es perderse y reconocer que nosotros mismos podemos caer en cualquier momento nos regala una mayor empatía para con los demás. La compasión que podemos experimentar por una persona que ha cometido errores se multiplica. En general, nuestras relaciones con otras personas mejoran. Un mundo de ayuda y unidad se abre ante nosotros. Es algo verdaderamente maravilloso.

La fragilidad y poder que cada decisión que tomamos tiene pudiera parecer algo peligroso que debiéramos querer evitar. Y sí, como ya lo mencionamos, debemos ser cautelosos. Pero todas las monedas tienen dos lados. Al igual que cada decisión puede acabar con todo, una buena decisión también puede dar a luz a una nueva vida en cualquier momento. Una vida mejor que cualquier otra vida que nos pudiéramos haber imaginado. La decisión correcta le puede dar vuelta a la vida más complicada en un instante. Usualmente esta decisión es comprometerse a cambiar.

Si, es fácil perderse, pero es igual de fácil encontrar la luz. Solo debemos saber escoger.

¿Qué hace falta?

Veo tantas personas luchar con comportamientos que no necesariamente les son beneficiosos. ¿Podrá ser que estos comportamientos se originen por qué algo más les esté haciendo falta? Yo pienso que sí.

Imaginemos un niño que pasa una cantidad de tiempo desproporcionada jugando videojuegos. Lo mas probable es que algo le haga falta y lo esté compensando con el videojuego. Por ejemplo, puede ser que el niño esté extrañando jugar con sus amigos en el colegio o que le haga falta una rutina familiar que perdió por qué alguien se mudó lejos de su casa. Al momento de restablecer cualquiera de estas rutinas, el problema del videojuego desaparecerá inmediatamente.

Lo mismo ocurre con los adultos. He tenido mucha experiencia, tanto personal como a través de otras personas, con la bebida. Creanme, tomar demasiado siempre es un efecto de una carencia interna. Una vez la carencia interna es resuelta, el problema de la bebida desaparece. Lo mismo ocurre con el cigarro, las drogas y otros comportamientos nocivos. Siempre hay algo más que hace falta.

¿Y que son estas cosas que hacen falta? Usualmente son cosas como amor propio, autoestima, motivación, paz, reconocimiento, plenitud, felicidad, etc. Me resulta muy difícil visualizar a una persona que se tenga mucho amor propio auto-destruirse con drogas. No creo que una persona con profunda paz interior recurra a los cigarros para sentirse tranquila. No creo que alguien con un alto grado de motivación tenga problema para hacer ejercicio.

Por ejemplo, puede ser que una persona con sobrepeso y que no puede empezar una rutina de ejercicio esté buscando sentirse parte de un grupo de personas que buscan llevar vidas saludables. A lo mejor es posible que lo que le haga falta es un sentido de pertenencia a aquello que anhela alcanzar.

Esta manera de pensar nos ayuda de tres maneras. Primero, nos ayuda a no juzgar a las personas que tienen problemas cambiando comportamientos destructivos. Segundo, nos da una base sobre la cual empezar a ayudar a alguien que quiere cambiar algún aspecto de su vida. Y tercero, si hay algo que queremos cambiar en nuestra propia vida, nos invita a preguntarnos, ¿Qué es aquello que nos está haciendo falta?