Tengo 44 años. Parece ser que con cada minuto que pasa el tiempo se escapa de mis manos con mayor velocidad. Aún puedo recordar las vacaciones del colegio cuando era un pequeño niño haciendo travesuras en la casa de mis papás. Eran eternas.
Al recordar otras etapas de mi vida como la adolescencia, mis 20s y mis 30s no me queda duda alguna de que cada una parece haber pasado más rápido que la anterior. La universidad pasó más rápido que secundaria que a su vez se fue más rápido que la primaria. Parece haber un patrón. Mientras la vida inevitablemente avanza, más rápido experimentamos el paso del tiempo.
Después de un poco de investigación no solo descubrí que mi percepción es correcta, también aprendí que este fenómeno no se detendrá y que cada minuto que pase, más rápido se irá. Como muchas otras cosas en la naturaleza, el fenómeno se puede explicar con un poco de matemática muy básica.
Conforme la vida de una persona avanza, las experiencias vividas se van acumulando como memorias y recuerdos en el cerebro. Mientras más tiempo está viva la persona, mayor es el contenido acumulado de recuerdos que tiene almacenados.
Imaginemos a un niño de 10 años de edad que experimenta 1 año de colegio (los 365 días completos). En ese momento, ese año representa un 10% ((1/10)100) de todo el tiempo que ha vivido. Ese año se experimenta como un tiempo muy largo. Es un 10% de la vida del niño.100) de mi vida. Con razón lo sentí tan rápido. Cuando cumpla 50 años, si sigo con vida, ese año representará solo 2% ((1/50)*100) del tiempo que llevaré vivo. Lo experimentaré aún más rápido que la experiencia que tuve hoy y que me invitó a escribir este post.
El tiempo no se detendrá y cada vez lo experimentaremos como más corto. Esto no quiere decidir que no nos podamos detener a estar más presentes con todo lo que pasa a nuestro alrededor. Esto no quiere decir que no podamos apreciar con toda la intensidad de nuestro ser cada segundo que nos queda por vivir.