La buena vida

Si lo que estás haciendo ahora fuera fácil, todos lo estarían haciendo. Si fuera fácil, no sentirías ese fuego en el corazón que no te deja descansar. Si fuera fácil, te sentirías vacío.

Si aquello que quieres lograr fuera fácil de alcanzar, no tendrías que luchar por obtenerlo. Tan solo irías a tomarlo y ya. ¿Qué logro hay en eso? Te sentirías vacío.

El problema es que estamos confundidos. Nos enseñaron mal desde que éramos pequeños. Nos enseñaron que la buena vida es una vida de comodidad en donde no existen los problemas. Nada podría estar más lejos de la verdad. La buena vida nos exige y nos invita a crecer por medio de retos y vicisitudes. Nos ayuda a encontrar las personas que estamos destinados a ser. Cada obstáculo que llega es en realidad un regalo para pasar al siguiente nivel.

Hasta que nos desprendamos de esta falsa realidad y dejemos de buscar una vida fácil como objetivo principal no podremos ser felices. Una vez más, la buena vida no es fácil pero es la única que vale la pena vivir.

La historia detrás del color

Los colores que hoy decoran el mundo resuenan con una historia que se cuenta la persona que los escogió. Si una persona decide comprar una camisa azul y no una gris no es por casualidad. Es por qué el color azul resuena más con la narrativa de quien esa persona cree ser.

El azul le ayuda a sentirse mejor. Al visualizarse con la camisa azul se siente más cerca de la persona que considera ser. La camisa azul encaja con la imagen que le quiere proyectar al mundo. “Las personas como yo, vestimos de azul”.

Y esto está bien. Todas las personas tienen la libertad de expresar sus preferencias. El problema se da cuando la identificación con esta preferencia se vuelve tan fuerte que se siente como una necesidad —no hay camisa azul y no puedo estar bien sin una camisa camisa azul. Se experimenta un fuerte vacío interno simplemente por qué no hay una camisa del color que se “necesita”.

Este tipo de comportamiento crea una dependencia al mundo exterior que es muy pesada de cargar. Constantemente buscamos empatar la narrativa que nos contamos acerca de nuestra identidad con la imagen que proyectamos a los demás. Si no proyectamos al mundo quién creemos ser, todo se desmorona.

Hay una historia detrás de los colores que escogemos, hay una historia detrás de todo lo que hacemos. Todos tenemos una historia acerca de quienes creemos ser y constantemente la reforzamos con todo lo que hacemos.

Siempre hay una historia detrás del color.

Nuevos horizontes

Hoy, desde donde estoy parado, puedo ver nuevos horizontes. Nuevas maneras de hacer las cosas y cientos de posibilidades que nunca antes había contemplado. Estoy empezando a entender algunos de los cambios que se han dado en el ambiente.

Conforme empiezo a levantar la cabeza para planear mis siguientes pasos veo un mundo totalmente cambiado. Cambiado por el miedo, cambiado por la pobreza. Es doloroso ver el impacto que estos últimos meses han tenido a mi alrededor.

Pero con todo cambio nacen oportunidades. Y los que estamos aún de pie tenemos las responsabilidad de aprovecharlas para construir un mundo mejor. Un mundo nuevo donde la tecnología nos lleve a todos más lejos de lo que jamas creímos posible.

Nos es momento de olvidar a nadie. Todos estamos juntos en el mismo barco. Quien no lo vea así, está negando la realidad. Es momento de construir y cuestionar. Ha llegado la hora de encaminarnos hacia los nuevos horizontes.

Y en este nuevo camino debemos tener mucho cuidado de aprender de los errores que hemos cometido en el pasado y no volver a caer en las mismas trampas otra vez. Solo debemos llevar con nosotros aquello que nos sea de utilidad en el futuro que queremos construir. Todo aquello a lo que estamos apegados pero ya no sea relevante en el mundo que tenemos que construir, lo tenemos que descartar sin piedad.

Los nuevos horizontes se pueden empezar a ver. Llegar a ellos parece ser un reto sin igual. Sin duda alguna, nos espera mundo fenomenal. ¿Quién quiere ir para allá conmigo?

La única manera de talar un bosque es un árbol a la vez

Y acá estoy una vez más, sentado frente a el monitor viendo las horas pasar. Sé que hay mucho por hacer pero no se por donde empezar. La sensación de estar abrumado se va apoderando poco a poco de mí. Es imposible arrancar.

Realmente quiero avanzar pero se siente como si estuviera tratando de nadar en arena movediza. Hay una fuerza invisible que paraliza cada fibra de mi ser. Resulta imposible dar el primer paso y empezar a trabajar.

Momentos como estos son muy difíciles y estoy seguro que muchas personas más, al igual que yo, los han tenido que afrontar. Es muy difícil identificar qué es esa fuerza que no me deja arrancar. Estoy seguro que cada caso es diferente y que cada persona tiene su propia lucha interior pero les procedo a compartir lo que estoy identificando en mí.

Soy una persona a la que le gusta enfocarse y soy más eficiente trabajando en una sola cosa a la vez. Cuando comparto mi atención entre varias cosas soy mucho menos efectivo. En las situaciones que tengo bastante que hacer en poco tiempo mi impulso es querer trabajar en todo al mismo tiempo y simplemente no soy bueno para trabajar así. Debo dar un paso a la vez.

Y es acá donde empieza la parálisis. Tengo esta sensación de que si dejo algo sin atender estoy fallando. Es por esto que me empujo a trabajar en todo al mismo tiempo. Pero sé que esto no me funciona. Entonces nunca empiezo y el trabajo se empieza a acumular empeorando el problema. Es un tipo extraño de análisis parálisis.

Aunque no lo parezca, esto ha sido un gran aprendizaje para mí. Por lo menos estoy empezando a reconocer qué es lo que pasa y cómo me siento al respecto. Era imposible que tratara de resolver algo que todavía no había podido ver. Esto es un gran avance.

Ahora que finalmente lo puedo ver, lo voy a resolver. Lo voy a hacer honrando mi manera de trabajar y la fortaleza que tengo de poderme enfocar una cosa a la vez. Voy a construir la posible solución sobre mis fortalezas.

Cuando me esté sintiendo abrumado y la parálisis empiece a descender sobre mí me voy a detener, voy a cerrar los ojos y voy a respirar. Voy a accesar un estado positivo y voy a trabajar en el primer paso que tengo que dar: Crear una simple lista ordenando todo lo que tengo que hacer por orden de prioridad. ¿Cuál será el resultado de tener esta lista? Una serie de pasos en los que me puedo enfocar uno a la vez hasta completar la lista.

Cuando tenga mucho qué hacer voy a recordar que la única manera de talar un bosque es cortando un árbol a la vez.

Incentivos y resultados (Vacuna COVID-19)

Un incentivo es aquello que motiva a una persona. Un resultado es un cambio que se da en el mundo externo. Uno no necesariamente lleva al otro. Un resultado puede ser logrado gracias a cualquier cantidad de diferentes incentivos.

Viene a la mente la carrera por el desarrollo de la vacuna en contra del COVID-19. ¿El resultado? Crear una vacuna para combatir la enfermedad. ¿Algunos posibles incentivos? Generar un gran ingreso monetario para la empresa que lo logre primero, salvar millones de vidas, lograr regresar al mundo a algún tipo de “normalidad”, reconocimiento dentro de la comunidad científica, etc.

Se hace obvio que aunque el resultado se cumpla, la manera en que se cumpla será muy distinta en base al incentivo que esté motivando el esfuerzo. El equipo que esté motivado por salvar millones de vidas muy probablemente correrá pruebas más exhaustivas que el equipo que está buscando principalmente ingresos monetarios. De igual manera, los resultados financieros probablemente llevarán a que el resultados se logré más rápido. Un incentivo no es mejor que el otro, tan solo son diferentes.

Y es por este tipo de discrepancias que se necesitan, para ciertos tipos de industrias y proyectos, entes reguladores. Esto es especialmente importante en el ámbito de la medicina y la salud. Es importante que alguien esté velando que se sostenga de alguna manera “ética” el interés de la mayor cantidad de personas posibles.

Pero incluso la presencia de un ente regulador, ya sea en el ámbito médico, tecnológico, gubernamental, etc., también se está regido por la ley de los incentivos. Toda regulación también está sujeta a obedecer a algún tipo de incentivo. ¿Por qué se debe regular hacia un lado o hacia el otro? ¿Qué valores debe defender el ente regulador? Los intereses por los que se debe velar, ¿a qué grupo de personas pertenecen?

Mas allá de basar las decisiones en resultados únicamente, es elemental entender los incentivos que motivan a la personas que están detrás de los logros. Esto siempre ayuda a hacer una evaluación más objetiva de la situación. Identificar y entender los incentivos revela mucho acerca de por qué algo es como es.

Finalmente, no está de mas evaluar los incentivos que cada uno de nosotros tiene. Volviendo al ejemplo de la vacuna del COVID-19 es importante hacerse las preguntas necesarias para entender el incentivo detrás de aplicarte la vacuna o no cuando el momento sea correcto. ¿Por que te la pondrías o por qué no?

No eres lo que haces

Hola, soy el Ingeniero Álvarez. Este tipo de introducciones son un tipo de ventana a una confusión muy grande que tenemos la mayoría de personas. La confusión es que de alguna manera u otra somos lo que hacemos. Esto no es cierto. No soy el Ingeniero Álvarez, simplemente estudié ingeniería.

Este problema empieza desde que somos pequeños. ¿Qué se le dice a un niño pequeño que obtiene buenas calificaciones en el colegio? Usualmente es algo muy parecido a “Felicitaciones, ERES muy inteligente!”.

Para empezar, hay una implicación escondida en este tipo de frase. El mensaje sugiere que la inteligencia del niño está directamente correlacionada con la nota. Cómo sacó buenas notas ENTONCES ES inteligente. ¿Cómo creen que reaccionará este niño cuando tenga dificultad con una materia y sus notas no sean tan buenas? Exacto.

Para simplificar el tema, sigamos con el mismo ejemplo de la inteligencia. Si el mensaje se repite varias veces, será natural que el niño empiece a crear una identidad de persona “inteligente”. Pronto dejará de verse como una persona que TIENE una característica particular que es la inteligencia y la inteligencia pasará a formar parte de quién el cree ser.

Soy mamá, soy hermano, soy músico, soy médico, soy emprendedor. Todo esto no tiene sentido alguno. Tengo un muy buen amigo que práctica medicina y tiene grandes habilidades para la música. Si digo que es doctor, ¿entonces no es músico? Si digo que es las dos cosas, ¿Qué porcentaje de él es doctor y qué porcentaje es músico? Cuando está a media crujía, ¿sigue siendo músico en ese momento? Si hoy es doctor, ¿quién era antes de estudiar medicina? Cuando está componiendo una canción, ¿está dejando de ser doctor?

Creo que cuando sus hijos logren buenas notas en el colegio será mejor decirles algo como “Hiciste un buen trabajo! Estamos orgullosos. ¿Ves que estás desarrollando habilidad para estudiar?”.

No puedes saber

Creo que todas las personas fundamentalmente operan en base a buenas intenciones. Considero que la gran mayoría de personas están tratando de hacer lo mejor que pueden en todo momento. Claro, todos cometemos errores pero creo que rara vez los cometemos de mala fe. Esta manera de ver el mundo me ha dado mejores relaciones interpersonales y una buena dosis de paz interior.

La verdad es que no puedes saber qué está atravesando una persona en un momento dado. No puedes saber cuál es su verdadero estado mental o emocional. Es imposible saber qué es lo que en el fondo esta motivando sus acciones. Dado que no no puedes saber, ¿por qué no asumir intención positiva? Sin duda alguna, esto te hará sentir mejor.

Asumamos que alguien te tira el carro cuando vas en camino al trabajo. Tu reacción inicial es enojarte mucho porque asumes que la otra persona no te respeta y que te quiere poner en riesgo. ¿Cuál es su verdadera intención? No puedes saber. A lo mejor su intención es llevar a su hijo que está sangrando al hospital lo antes posible. ¿Cambia tu reacción? Seguro que sí. Siempre reaccionas en base a la intencionalidad que asumes que la otra persona tiene. Pero una vez más, no puedes saber.

Finalmente, recuerda ver hacia adentro. ¿Cuantas veces te levantas por la mañana pensando en ir a destruir la vida de alguien más? ¿Cuántos días a la semana tienes el objetivo de salir y lastimar alguien adrede? La mayoría de personas no actuamos así. Si tú no lo haces, ¿por qué piensas que los demás sí?

Así que la próxima vez que estes molesto con alguien recuerda que no puedes saber por qué hizo lo que hizo. Muy probablemente no fue malintencionadamente. Esto te hará sentir mejor.

Nada mas que recuerdos

La única manera que tiene una persona de poder evaluar la calidad de su vida es través de los recuerdos que tiene almacenados en su memoria. La memoria no es perfecta y los recuerdos que se almacenan son tan solo versiones distorsionadas de los eventos que realmente ocurrieron.

Esto quiere decir que la evaluación que una persona hace constantemente respecto a la vida que ha llevado está fuertemente influenciada por sus recuerdos y la forma en que recuerda su pasado.

Los seres humanos experimentan su vida en base a los pensamientos y recuerdos en los que se están enfocando en el momento. La experiencia que se está teniendo en cualquier momento está determinada por los pensamientos que están presentes. No hay nada más en nuestro mundo que aquello en lo que estamos pensando en ese momento.

Una manera muy fácil de probarlo es simplemente responder las siguientes preguntas en orden:

¿Que tanto te gusta tu carro?

¿Que tanto te gusta tu carro cuando no estás pensando en él?

Lo más probable es que tu respuesta a la primer pregunta fue algo como mucho, un poco, me gustaba más antes o algo similar. La segunda pregunta fue un poco más difícil de responder y te detuvo a pensar. La mayoría de personas, después de un tiempo de pensamiento, llegan a la conclusión de que su carro simplemente no les puede gustar o no gustar cuando no están pensando en él.

Exactamente lo mismo ocurre cuando se evalúa ¿Qué tanto me gusta mi trabajo? ¿Qué tanto me gusta mi familia? ¿Qué tanto disfruto de mi vida? Etc.

Lo único que se tiene disponible para evaluar qué tanto nos gusta algo son los recuerdos que tenemos de lo que estamos evaluando.

Toda nuestra vida no es nada más que la suma de los recuerdos que tenemos presentes en un preciso momento.

En medio de todo

El soplar de los vientos ha cambiado y la dirección del mundo ahora va en otra dirección. Arriba ahora es abajo y toda esa luz que antes iluminaba el camino ha sido absorbida por obscuridad.

Y en medio de todo esto ahí estás. Sigues siendo el personaje principal. Con tus fortalezas y debilidades deberás seguir escribiendo la historia de tu vida. Nadie jamás podrá tomar tu lugar.

No tiene sentido tratar de escapar. A donde quiera que vayas siempre estarás ahí, en medio de todo. Estás peleando una lucha sin sentido. No es lo que te rodea el problema. Es tu manera de ver las cosas lo que te tiene así.

El universo completo se pudiera empezar a derrumbar y puede ser que nada más vuelva a ser igual. Y ahí estarás, en medio de todo. Observando con serenidad y compasión. Viéndolo todo ocurrir desde lo más profundo de tu ser. Y así es la única manera en que podrás estar bien. Cuando finalmente entiendas que lo único que puedes controlar es a aquel que está luchando por ser feliz —en medio de todo.

El peso de la libertad

No se puede hablar de libertad sin hablar de responsabilidad. Mientras mayor sea la libertad, más son las opciones disponibles que se pueden seleccionar. Escoger entre estas opciones implica responsabilidad y esto muchas veces no nos gusta —¿A dónde vamos a comer? a donde ustedes quieran suele ser la respuesta más común.

Escoger qué hacer o que no hacer siempre conlleva un riesgo, una responsabilidad. Es inevitable. Por esto es que tantas veces la comodidad de que alguien más decida por nosotros resulta ser tan atractiva. Si no somos nosotros los que estamos decidiendo, sentimos que no hay nada que podamos hacer y por ende que no somos los responsables.

Esto crea una paradoja muy interesante. Queremos ser libres de decidir pero al mismo tiempo no queremos ser responsables de los efectos de nuestras decisiones. No queremos que alguien más dirija la dirección de nuestras vidas pero a la vez nosotros mismos no queremos la responsabilidad de dirigirlas.

Otra disyuntiva que veo con frecuencia es que las personas queremos libertad pero no queremos que “los demás” la tengan también. De alguna manera se nos olvida que “los otros” también tienen libre albedrío. Si yo tengo la libertad de pedir vainilla, otros también tienen la libertad de pedir chocolate. El precio de mi libertad siempre es la libertad de los demás.

Finalmente, tener la libertad de hacer algo es muy diferente a estar obligado a hacerlo. No es la misma cosa. Solo por qué pueda hacer algo no significa que lo tenga que hacer. Lo que sí es cierto es que tener la opción de poder hacer algo pone toda la responsabilidad de hacerlo o no sobre mi. Esto a veces no se siente tan bien.