Aceptar el cambio

La vida cambia y nosotros cambiamos con ella. Los niños crecen y, mientras algunas personas mueren, otras nacen. Nada permanece igual, ni siquiera por un solo día. Y aún así, nos cuesta tanto aceptar el cambio. Vaya que nos gusta pelear.

Pareciera ser que hay algo en nuestro ser que está adicto a la ilusión de certeza y permanencia que nuestro cerebro perpetuamente crea una y otra vez. Estamos tan metidos en esta falsa narrativa que incluso cuando todo cambia cada uno de nosotros sigue luchando por seguir encadenado a sus antiguas maneras de ser. Es como que si el dolor más grande que pudiéramos experimentar es aceptar que todo cambia. Esta no es la manera más sana de vivir.

Todos tenemos nuestras propias estrategias para no lidiar con el cambio, siendo la menos utilizada de ellas, aceptarlo abiertamente. Todas estas estrategias son, de una manera u otra, una negación de la realidad. Seguirlas utilizando es querer pelear contra una fuerza inevitable que siempre nos ganará. No tiene sentido pelear contra aquello que nadie puede derrotar.

Si algo ya cambió, la mejor manera de manejarlo es cambiando nosotros también. Lidiar con algo que ya cambió queriendo seguir siendo iguales es como querer usar los zapatos que usábamos cuando teníamos un año. Nosotros cambiamos, los zapatos siguen iguales. Cuando una parte cambia y la otra no, se pierde la magia de la interdependencia y la resistencia destruye cualquier oportunidad de harmonía y crecimiento.

El cambio no es para nada malo. Es más, es la naturaleza del mundo en que vivimos. Nosotros mismos también cambiamos todo el tiempo. No conozco a nadie que siga siendo la misma persona que era hace 5 años. Nuestras ideas y manera de ver el mundo cambian. Nuestras destrezas se multiplican y con el tiempo ganamos mucha experiencia. Lo queramos o no, siempre estamos en constante movimiento. La pregunta es, ¿Queremos dejarnos llevar o queremos que nos arrastren?

Todo lo que tenemos que hacer para llevar nuestras vidas al siguiente nivel es dejar de pelear y aceptar el cambio.

Almacenaje digital

La civilización humana ha documentado durante milenios su historia. Se podría decir que la gran mayoría de este registro se a capturado en medios análogos, es decir en artefactos físicos como libros, papel, paredes de cuevas, etc.

Esto ha cambiado considerablemente en los últimos 30 años. El acceso a el almacenaje digital ha cambiado la manera en que guardamos y compartimos la información. Ya sea a nivel personal o global, la facilidad con que ahora podemos registrar nuestra historia es impresionante. Dos clicks y listo. También, la precisión con que podemos documentar y almacenar cualquier cosa que queramos hubiera sido ciencia ficción tan solo 5 años atrás. No podemos olvidar que todo esto se puede hacer con costos prácticamente nulos.

No puedo dejar de pensar en los esfuerzos sobrehumanos que se hicieron para construir la Biblioteca de Alejandría y todo lo que la humanidad perdió cuando fue destruida. Esperemos que esto nunca más vuelva a pasar. No lo creo.

El almacenaje digital ha llegado y con ello la capacidad de guardar hasta el mas mínimo detalle de toda la información que queramos preservar o compartir. Ya no existe límite alguno más allá de la data que como civilización queramos generar.

Tendencias

Las pequeñas acciones que tomamos todos los días nos mueven, poco a poco, en una dirección determinada. Si hay constancia en estas acciones, ya sean buenas o malas, muy pronto empezaremos a ver tendencias de hacia dónde vamos. Poder identificar estas tendencias temprano ayuda a corregir o reforzar el rumbo en el que vamos.

Podemos considerar una tendencia como buena cuando esta se va acercando a lo que queremos. Por el contrario, si la tendencia se va a alejando de nuestro objetivo decimos que la tendencia es mala.

Como podemos ver, para que podamos identificar una tendencia como buena o mala se necesita de una línea base u objetivo contra que compararla. Si no hay un punto de referencia, la tendencia existe pero para el observador esta será una tendencia totalmente irrelevante. No estará interesado en cambiarla en una u otra dirección.

Consideremos el ejemplo de una persona que se pesa todos los días. Al tener los datos diarios de su peso de unas tres semanas completas ya podrá identificar si su tendencia es hacia subir o bajar de peso. La categorización de la tendencia como buena o mala dependerá de la línea base de la persona (quiere subir o bajar de peso). Mientras antes pueda identificar la tendencia respecto a su peso y compararla contra su objetivo, antes podrá cambiar su estilo de vida para corregir rumbo de acuerdo a lo que busca.

En resumen, las tendencias no son más que patrones que permiten identificar hacia dónde va algo. Ese algo puede ir acercando o alejando de lo que queremos.

Primero es importante saber hacia donde queremos ir y luego es vital que si algo no va en la dirección que queremos que estemos dispuestos a hacer lo que haga falta para darle la vuelta lo antes posible.

Un café de más

El café es una de mis cosas favoritas en este mundo. Tanto así que hace un poco más de un año por temas de salud tuve que disminuir mi consumo y tuve que pasar por un proceso de desintoxicación de cafeína.

Desde ese entonces decidí hacer con el café lo mismo que ya he logrado hacer con muchas otras cosas en mi vida: cortar la dependencia y moderar mi consumo. Ha sido algo maravilloso, Debo detenerme un momento a agradecer en parte mis destrezas de moderación al libro Siddhartha de Herman Hesse.

Para no hacer larga la historia les cuento que hoy me tomé 3 cafés, uno más de lo que normalmente estoy tomando. Cuando el cuerpo está acostumbrado a no tener estimulantes dentro es impresionante el poder que tiene una taza de más de café. Mi corazón late fuerte y mi pulso es más rápido de lo normal. Mis hombros están tensos y mi espalda cosquillea. Mi respiración está acelerada y mi mente corre a mil por hora. De verdad que esta sensación no me gusta para nada. Incluso siento un tipo de “malestar” general en el cuerpo —casi como que si estuviera en medio de algún tipo de intoxicación.

No es tan tarde pero desde ya puedo ver venir una larga noche. No creo que hoy vaya a poder dormir muy bien. Es una buena lección a aprender: un café de más ya es demasiado para mí.

Este momento

Es extraño como el corazón puede estar inundado de luz en medio de absoluta obscuridad. Todo lo que hace falta es el sonido familiar de mi respiración para poder centrarme y disfrutar plenamente de este momento.

Ya es tarde y el silencio impenetrable me invita a regresar del futuro. Lo ojos están cansados y me suplican no volver a viajar al pasado. Lo que trato de decir es qué tanto la obscuridad como el silencio quieren que no me pierda de este preciso momento. Los voy a escuchar.

No importa qué tan larga sea nuestra vida, lo único que tenemos es este preciso momento. ¿De qué sirve vivir una larga vida si no nos detenemos a vivirla? ¿Acaso una larga vida no es solo la sucesión de un momento tras otro? Y entonces, ¿Es una vida realmente larga si todos sus momentos pasan desapercibidos? Si en este instante no estamos presentes en el momento, lo mismo daría que alguien hubiera ya enterrado nuestros huesos.

La muerte nos une

Hoy tuve la oportunidad de donar sangre. Siempre que uno está en esas vueltas es porque hay algún problema de salud serio. Los problemas serios de salud siempre deambulan en la vecindad de la muerte. Y eso me puso a pensar.

Durante el tiempo que estuve hoy en el banco de sangre vi todo tipo de personas donando algo mu preciado, su misma sangre. Sin importar condición social, género o creencias religiosas todos estábamos ahí por una misma razón: prolongar la vida de alguien más.

Un alto porcentaje de las donaciones que pude identificar venían de personas conocidas del “paciente”. Pero esto no necesariamente tiene que ser así. Todo lo que se necesita es que la sangre sea compatible. Todas las diferencias a las que tanta atención le prestamos todos los días desaparecen cuando la muerte está a la vuelta de la esquina esperando asechar.

Creo que esto es así porque todos sabemos que tarde o temprano el momento de morir nos llegará y no hay nada que podamos hacer al respecto. Es algo que todos compartimos y cuando por una situación como donar sangre lo recordamos nos sentimos más cerca los unos de los otros. Sin duda alguna, la muerte nos une.

El segundo primer día de clases

Cuando yo era niño el primer día de clases del año era algo especial. Nunca pude tener dos en un mismo año. Aunque la resistencia de querer ir día tras día al colegio era grande, las ganas de volver a ver a los amigos después da las vacaciones de fin de año siempre ganaban. Volver al colegio dolía, pero al menos estaríamos ahí en buena compañía, eso era lo especial.

Hoy fue el segundo primer día de clases en el año para mi hijo —espero que ya no tenga más. El brillo en sus ojos, la alegría en su voz y la ilusión en su corazón me dicen que para él regresar a clases hoy fue más dulce de lo que jamás lo fue para mí.

La mano invisible dicta que la escasez es lo que hace que algo sea valioso. Pareciera ser que los niños que no han podido asistir regularmente a clases valorarán su privilegio de ir al colegio mucho más que cualquier generación anterior a ellos. Y esto es algo maravilloso.

Muchas personas que me conocen dicen que soy un optimista perdido y que a todo le veo algo positivo. ¡Acá voy otra vez!

El impacto que el último año ha tenido en nuestro hijos no se podrá cuantificar hasta dentro de algunos años. Lo que si sé es que estos niños valorarán infinitamente a sus amigos, profesores y oportunidades académicas. Después de todo, lo que cuesta vale y para ellos la pandemia convirtió al colegio en un lingote de oro que siempre querrán cuidar.

¡Feliz regreso a clases Chris!

El mundo está listo para sorprendernos

Muchos de nosotros creemos que lo que pasará en el futuro caerá dentro de los límites de lo que previamente ha sucedido. En otras palabras, primero evaluamos lo que ha ocurrido anteriormente y luego asumimos que el futuro estará dentro de los límites ya establecidos de la historia registrada.

Por ejemplo, al momento de construir un edifico antisísmico este se construye para resistir hasta la magnitud de el terremoto más fuerte que se haya registrado. Cuando se evalúa en dónde se puede hacer un asentamiento en la orilla de un río, lo que se toma en cuenta es el nivel más alto al que el río ha llegado históricamente.

En dos platos, cuando pensamos en el futuro estamos limitados por los eventos históricos que conocemos. Nos cuesta mucho pensar más allá de lo que hemos visto pasar. Y esto es un problema. El rendimiento pasado no es un claro indicativo del rendimiento futuro.

El mundo está listo para sorprendernos y la probabilidad de que hayan eventos de magnitudes nunca antes vistas es gigante. No se necesita de mucho para cambiar el curso de la humanidad. Si evaluamos la historia del Siglo XX podemos fácilmente identificar unos pocos eventos (6) que cambiaron el rumbo de la historia humana en una escala que nunca antes se había visto:

  • La segunda guerra mundial
  • La gran depresión
  • La invención de los antibióticos
  • El Internet
  • Las vacunas
  • La caída de la Unión Soviética

De igual manera, durante el Siglo XIX y el Siglo XX nacieron aproximadamente 15 billones de personas. Sin embargo, gran parte de la dirección de el mundo durante este tiempo se puede atribuir a solo unas cuantas (8) personas:

  • Hitler
  • Stalin
  • Mao
  • Edison
  • Martin Luther King Jr
  • Bill Gates
  • Steve Jobs
  • Tim Berners Lee

¿Qué tan fácil es para el mundo sorprendernos con un evento de una magnitud que nunca antes habíamos visto? Bueno, para entenderlo solo pensamos en cómo hubiera sido el Siglo XX si los papás de Hitler se hubieran peleado en la noche que lo concibieron.

Las sorpresas vendrán. Y vendrán en un escala que no nos podemos imaginar. ¿Le suena eso del COVID a alguien? El futuro es incierto y debemos estar ok con eso. También debemos aceptar que será muy diferente a lo que ahora conocemos.

Al momento de planear, mejor prepararnos para la grandes sorpresas que sin duda alguna vendrán.

Atribución: La idea original aparece en el libro The Psychology of Money de Morgan Housel.

Segundas oportunidades

Todavía no he conocido a alguien que no haya cometido un error grande en su vida. Cuando me detengo a pensar en algunas de las decisiones y acciones que he tomado en mi propia vida se me hace obvio que estoy lejos de ser intachable. Y también puedo pensar en muchas personas que, a pesar de mis fallas, me dieron segundas oportunidades que cambiaron dramáticamente la dirección de mi vida. Gracias a cada uno de ustedes.

Y aún así, en algunos casos, se me dificulta considerar darle segundas oportunidades a los demás. Por alguna razón que aún no he podido identificar me cuesta mucho ver la capacidad de cambio que yo mismo he demostrado en los demás. Que arrogante de mi parte.

Tomando prestadas y parafraseando las sabias palabras de Rocky Balboa, “si yo puedo cambiar y ustedes pueden cambiar, todos pueden cambiar.” Si todos podemos cambiar, ¿quién so yo para negar una segunda oportunidad?

He estado reflexionando mucho sobre esta limitación y ya empecé a trabajar duro para cambiarla. Creo que estoy haciendo avances pero aún no estoy satisfecho. Hay mucho trabajo por hacer y el siguiente paso que tenía por hacer era compartir esta batalla interna que estoy teniendo con ustedes. Hecho.

Ahora estaré trabajando en constantemente asumir intención positiva en todas las acciones que vea en los demás. Así podré empezar a ver los errores como lo que son, equivocaciones que no tienen la intención de dañar. Espero que esto me ayude a seguir cambiando y algún día poder llegar a darle segundas oportunidades a cualquier persona que esté buscando un empujón para volver a nacer.

pd. Esta reflexión nació luego de escuchar este podcast con Catherine Hoke quien se dedica a darle segundas oportunidades a personas recién salidas de la cárcel. Si mi reflexión les llamo la atención, creo que se pueden beneficiar de escucharlo.

Catherine Hoke: The Master of Second Chances

La suerte se crea

Los eventos se desenvuelven a nuestro alrededor con tal complejidad que es imposible predecir qué es lo que va a suceder en el futuro. Aunque tenemos algunos patrones identificados, nada tiene un 100% de probabilidad de ocurrir. Incluso, la salida del sol está destinada a fallar algún día.

Entonces, ¿Qué es la suerte? La suerte es la ocurrencia de un evento futuro que no no se predijo antes de suceder y que beneficia a alguien. Eso es todo. La ocurrencia de estos eventos no es personal y tan solo depende de un juego de probabilidades.

Si analizamos la suerte bajo la luz de este microscopio podemos afirmar que la suerte es algo que se puede crear. ¿Cómo? Maximizando nuestra preparación y así tener una mayor probabilidad de que cualquier evento no predecible que ocurra nos pueda beneficiar. Por ahí he escuchado un dicho que dice que la suerte es el punto en donde la oportunidad se junta con la preparación.

Creo que él dicho casi acierta. Solo hay que cambiar la palabra oportunidad por la palabra probabilidad. La oportunidad se crean por medio de la misma preparación. Lo que la suerte necesita realmente para existir es que estemos preparados para aprovechar cualquier evento que no esperamos que suceda.

Sí, nosotros controlamos que tanta suerte tenemos y lo hacemos por medio de la preparación. Mientras más habilidades desarrollamos y más experiencia tenemos, mas suerte podemos crear. Ya no nos dejemos engañar, la suerte no es algo que está totalmente fuera de nuestro control.