Esta vez sin quemarlo

Hay algunas cosas que funcionan mejor que otras. Y también hay cosas que no funcionan para nada. La reacción natural que muchas personas tienen, sin que se les pueda para nada culpar, es de alejarse de las cosas que no funcionan y gravitar hacia aquellas que funcionan mejor.

Definitivamente que esto no es para nada una mala estrategia. Dedicarle más tiempo y energía a aquello que funciona mejor es una buena idea. ¿Pero qué pasa cuando se abusa? ¿Qué sucede cuando el impulso natural nos guía por el camino del exceso? ¿Qué pasa cuando no entendemos?

Uno de los principales errores que veo cometerse es que aquello que funciona bien se empieza a utilizar como la “bala de plata”— una solución que se aplica todo el tiempo a cualquier situación que surja. A lo mejor una reunión semanal logra alinear muy bien los objetivos de todo un equipo. Después de un par de semanas es probable que la expectativa sea que esta misma reunión que alinea objetivos muy bien también resuelva los problemas de comunicación entre miembros del equipo o incluso, con proveedores. Si esto funciona para resolver A, usémoslo también para resolver B aunque B no tenga nada que ver con A.

La otra cosa que veo pasar es que la frecuencia con qué se utiliza algo que funciona incrementa dramáticamente mientras mejor funciona. Si tener una sesión para revisar el progreso de un proyecto está funcionando muy bien en un ciclo quincenal, no pasa mucho tiempo hasta que a alguien se le ocurre moverlo a un ciclo semanal para “acelerar el ritmo del proyecto”.

Cada actividad o solución tiene su propio ritmo y si está funcionando bien es porque está obedeciendo a su ciclo natural. Las cosas, al igual que un buen vino, necesitan tiempo para respirar. Necesitan descansar. Esto no quiere decir que no hayan actividades cuya naturaleza sea diaria y que se benefician de ejecutarse todos los días. Pero tratar de forzar un ciclo de ejecución más frecuente a algo solo porque funciona bien simplemente no tiene sentido.

Cuando se encuentra algo que funciona nos podemos sentir muy dichosos. No es algo que pase todos los días y en el momento que llega a suceder debemos entender bien por qué está funcionando y particularmente es importante que entendamos su ciclo de ejecución.

Usar algo más de lo necesario disminuye su efectividad. Usémoslo otra vez pero esta vez, sin quemarlo.

El maestro que no falla

No hay mejor maestro que la cruda realidad. Sin importar cómo se le quiera llamar, consecuencias o experiencia, afrontar los efectos directos de nuestras acciones es lo único que nos cambia de verdad. Comprender claramente cómo, lo que hicimos llevó la situación a donde ahora está, es la única manera de realmente aprender.

Nos es lo mismo que le diga yo a un niño “si comes muchos dulces te vas a enfermar” que dejarle comer hasta que se sienta mal. El malestar y la identificación de la causa / efecto de lo que hizo con como se está sintiendo será una mucho mejor lección que cualquier advertencia que se le pueda dar.

Sí, aprender a veces duele y muchas veces quisiéramos evitarle el dolor a los demás. ¿Pero qué pasa si por evitarle el dolor de fallar a alguien lo que estamos haciendo realmente es quitarle la oportunidad de aprender? ¿Será posible que lo único que estamos haciendo al protegerle es privarle de crecer?

La realidad es el maestro que no falla. Si me quemo con la hornilla caliente una vez, difícilmente la volveré a tocar después. A veces nos tenemos que quemar un dedo para después no morir en una llamarada que nosotros mismos decidimos prender.

La realidad a veces duele pero siempre enseña. Evitarle el dolor del contacto con la realidad a alguien es lo mismo que quitarle la oportunidad de aprender, incluso cuando se trata de nosotros mismos.

Nunca a la primera vez

Nunca a la primera vez

Ni el bebé que intenta caminar por primera vez ni el emprendedor que está soñando con su producto inicial van lograr su objetivo en el primer intento pero, al igual que el bebé sin duda alguna algún día caminará, el emprendedor también un día tendrá la experiencia necesaria para construir una empresa exitosa.

Desafortunadamente la mayoría de personas olvidan sus primeras experiencia en la vida y cuando llegan a ser adultas aprender algo nuevo es lo último que quieren hacer. Aprender no es más que un proceso iterativo de fallar y corregir así que por definición, la primera ves que se hace algo nuevo, lo más probable es que no se podrá hacer bien. Y esto no es nada malo. Después de todo, casi nada sale bien la primera vez. Solo es cuestión de volverlo intentar.

No hay nada de que temer

La mala noticia: Has brincado de un avión sin paracaídas.

La buena noticia: No hay suelo abajo con el que vas a chocar.

Así es la experiencia de vivir. Pasa esto, pasa aquello. Surgen problemas y luego se resuelven. Se pierden cosas y también se pierden personas. Ganamos algunos juegos y perdemos otros. A veces reímos al igual que a veces lloramos. Sin duda alguna, estar vivo a veces se siente como brincar de un avión sin paracaídas.

Lo bueno es que todos esos miedos y ansiedades que vienen de estar en caída libre no están fundamentados. ¿Por qué? Porque no hay un piso abajo con el cual chocar. Las cosas nunca terminan tan mal como creemos. En realidad, no hay nada de que temer.

El desacuerdo en la empresa

“Si los dos siempre estamos de acuerdo, uno de los dos está de más”, solía decir Henry Ford a los ejecutivos de su empresa. Él no era una persona que evitaba el desacuerdo. De hecho, constantemente lo buscaba como fuente de innovación.

Soy el primero en decirles que tener una conversación en la que se está de acuerdo con la otra persona es una de las cosas que mas le gusta a las personas experimentar. Y hay un lugar para esas conversaciones. La empresa de alto rendimiento definitivamente no es uno de ellos.

Para que una empresa alcance su máximo potencial y pueda innovar a un ritmo mejor que su competencia necesita tener desacuerdo saludable dentro de sus filas. Si todo mundo dentro de la empresa piensa igual, o peor aún, piensan diferente pero no se sienten seguros expresando lo que piensan, la empresa está destinada a morir.

El mundo es complejo y los negocios más aún. Es imposible que una sola persona tenga todas las respuestas. Nadie puede tener todos los puntos de vista cubiertos o haber vivido todas las experiencias requeridas para resolver un problema determinado. Se requieren muchas mentes y puntos de vista diferentes para descifrar el rompecabezas.

Vale la pena recalcar que no todos los desacuerdos son iguales. Hay muchos desacuerdos que son nocivos, incluso tóxicos para la empresa. Estos son los desacuerdos que nacen por ego y las ganas que alguien tiene de mostrar que tiene la razón y probar que sabe más que los demás. En estos desacuerdos se busca poder, aprobación o algo similar. El objetivo de este desacuerdo es que alguien gane y alguien pierda. Esto no sirve.

Pero hay otro tipo de desacuerdo que es extremadamente valioso. Es el desacuerdo que busca entender el punto de vista de la otra persona para compararlo con el propio y así poder, de una manera lógica y racional, encontrar la opción que más le conviene a la organización. Es un desacuerdo desinteresado que quiere aprender y compartir. Es extremadamente generoso y requiere de mucha vulnerabilidad porque muchas veces las propuestas individuales iniciales terminan enterradas en el olvido para que nuevas ideas colectivas puedan vivir.

El camino del emprendedor

Son muchos los senderos por los que un emprendedor debe caminar. Cada uno de ellos es peligroso y está repleto de un sinfín de obstáculos y trampas que no se pueden pronosticar. No queda más que hacer que aprender a corregir el rumbo sombre la marcha.

Cada vuelta y cada trampa es una prueba de carácter para el emprendedor. Están ahí por una razón, principalmente para separar a los emprendedores que realmente quieren llegar de aquellos que no. Los que realmente quieren llegar no bajaran la cabeza, no perderán el ánimo y encontrarán cómo resolver. Los que no, acá es en dónde salen del juego.

No hay camino sin aprendizajes. En cada dificultad hay un regalo que el emprendedor debe aprender a desempaquetar. Cuando el emprendedor logra descifrar cómo resolver la dificultad, el regalo aparece frente a él. Ha aprendido a resolver esta situación en particular.

Para llegar al fin del camino es necesario encontrar cada uno de los regalos que están escondidos por el tortuoso camino. Y para abrir cada regalo es necesario poder resolver el problema que esconde el regalo en su interior. Y para poder resolver el problema es necesario primero, creer que el problema se puede resolver y segundo, que uno es la persona indicada par resolverlo.

El camino del emprendedor es un juego nefasto que pone a prueba a cualquiera. También, la recompensa al final del camino es el más dulce néctar que un ser humano jamás ha probado. En los momentos difíciles el emprendedor debe recordar porque empezó a caminar en primer lugar y enfocarse en resolver el problema que tiene enfrente. Si repite este ciclo una y otra vez, el néctar eventualmente será suyo.

Aprender a soltar el pasado

Cuenta una historia ancestral de dos monjes Budistas que caminaban por el campo en un largo viaje. Ambos monjes compartían una firme creencia, aprendida directo de el seno de su milenaria cultura, que no les permitía, bajo ninguna circunstancia, tocar a una mujer.

Y así, el viaje se desarrollaba sin novedad alguna hasta que nuestros monjes llegaron a la orilla de un río en donde una desesperada mujer buscaba como hacer para cruzar hasta el otro lado sin mojarse.

Después de un largo momento de reflexión, un monje decidió tomar a la mujer en sus brazos y colocarla sobre su hombro. En cuestión de lo que no pudo haber sido más de cinco minutos los tres habían cruzado el río, ella sin mojarse. El monje bajó a la mujer, quien le agradeció efusivamente, y luego los dos monjes siguieron con su camino.

Al final de la tarde, unos veinte kilómetros más allá del río, finalmente uno de los monjes rompió el silencio de horas y le dijo a su compañero,

— “Aun no puedo creer que hayas cargado a esa mujer.”

— “Y yo no puedo creer que tú la sigas cargando tantos kilómetros después”, respondió el otro.

Y así es. Muchas veces el no poder dejar ir el pasado es mucho peor que lo que en realidad ocurrió. Aprender a dejar ir es una de las habilidades más importantes que se pueden aprender.

Si quieren aprender más sobre este tema los invito a escuchar este episodio de mi podcast Conceptos en dónde profundizamos sobre cómo dejar ir cosas materiales, relaciones y emociones con mi gran amigo Manuel “Flow” Cordón.

La manera más simple de hacer que algo mejore

Las iniciativas nunca escasean en las organizaciones. Siempre hay un empuje para mejorar esto o aquello. En todo momento hay algo que alguien quiere que se haga de mejor manera. Con esta abundancia de procesos, estrategias, modelos y tácticas por mejorar tan solo se puede decir que hacer que un equipo logre esas mejoras es una victoria extremadamente importante de ganar.

¿Y qué hacer para lograr que algo mejore? Dos cosas principalmente: medir obsesivamente lo que se quiere mejorar y hacer las preguntas correctas.

“Lo que no se mide no se puede mejorar”, solía decir Peter Drucker, gurú de la gerencia empresarial. Resulta ser que para poder mejorar algo primero hay que saber cuál es su estado actual. ¿Y cómo se encuentra el estado actual de algo? Correcto, midiéndolo. También, para saber si algo está mejorando hay que poder saber si cambió en dirección a la meta deseada respecto a la medición original. Una vez más, ¿Cómo hacer esto? Midiendo una y otra vez.

Ahora pasamos a hablar sobre las preguntas correctas. Las personas responden a lo que perciben que es importante en su ambiente. Si alguien sabe que para su jefe es importante que él reduzca costos, reducirá costos. Si para el jefe de alguien más lo importante es subir ventas, los miembros de su equipo trataran, a lo mejor de sus habilidades, subir las ventas. El secreto está en aprender cómo hacerle saber a los demás que es lo que realmente es importante.

Es más fácil de lo que se imaginan. Se le hace saber a los demás qué es lo importante por las preguntas que se les hacen. Si un líder constantemente pregunta ¿cuánto vendimos hoy? está enviando un claro mensaje de que las ventas son lo más importante. Si el mismo líder constantemente pregunta ¿cuánto nos gastamos en publicidad? Obviamente para él, en este caso, los gastos de publicidad son lo más importante.

Así que, para qué algo mejore:

  1. Medir constantemente
  2. Preguntar acerca de cómo va directamente lo que se está mejorando

Los emprendedores son inspiración

Siempre he sido de la opinión que los emprendedores son las piedras angulares de nuestra civilización. ¿A dónde iríamos a comer o en dónde estudiarán nuestra hijos sin ellos? ¿Quienes desarrollarían los medicamentos que nos mantienen vivos y quienes harían los vehículos que nos llevan de acá para allá si no ellos? ¿Quienes entrenarían a los atletas del futuro si ellos no creyeran en luchar por mantener el amor por el deporte vivo?

Sin los riesgos que ellos toman todos los días, la gran mayoría de empleos que sirven de sustento para millones de familias, desaparecerían. El progreso en el mundo se detendría y nuestra calidad de vida no estaría ni cerca de lo que hoy es.

Y mi admiración hacia los emprendedores solo ha crecido en estos últimos meses de reactivación económica. Es realmente inspirador ver como muchos de ellos van encontrado la manera de salir de un abismo sin fondo que fácilmente haría temblar al mas valiente de los caballeros de la mesa redonda.

No se detengan. Sigan adelante. No importa en que industria estén —música, hospitalidad, restaurantes, deporte, o lo que sea—, sepan que el mundo los necesita y su valentía y esfuerzo serán recompensados a su debido tiempo. Están haciendo lo imposible y son una inspiración para los millones de personas que nos beneficiamos de su trabajo. Gracias por inspirarnos!

Tensión

Es muy probable que al leer la palabra “tensión” muchos de ustedes experimentaron algo de incomodidad. La tensión se relaciona con situaciones que muchas personas calificarían como indeseables.

Por ejemplo, las personas experimentan “tensión” cuando tienen conversaciones difíciles, cuando le exigen a sus cuerpos y cuándo ponen su cerebro a trabajar. A la vez, es la tensión la que hace que las relaciones se fortalezcan, que los músculos crezcan y que las mentes se desarrollen. Sí, la tensión no se siente bien pero es necesaria para el crecimiento.

Estar atento a en donde hay y en donde no hay tensión ayuda a una persona a identificar las áreas de su vida en donde puede estarse estancando. Regularmente, si no hay tensión en algún área de la vida, esa área no está progresando. La falta de tensión es una bandera roja.

Al mismo tiempo, el exceso de tensión tampoco es sano. Experimentar tensión intensa o prolongada es a su vez otro tipo de bandera roja. Usualmente este tipo de situación indica que la persona está realizando actividades que no están alineadas con sus valores.

La tensión es algo bueno cuando se sabe manejar y se entiende que es un componente indispensable para el desarrollo de una persona. Es una buena idea estar atento a el nivel de tensión que se está experimentando en todo momento. Si no hay tensión no se está creciendo. Si hay demasiada tensión, probablemente se está caminando por el camino que no es.