Gracias Jim. Te voy a extrañar.

Escucho unos cuantos truenos retumbar en la distancia mientras veo la lluvia incesantemente caer a través de mi ventana. El cielo hoy se pinta de gris, está cubierto con nubes que parecieran tragarse cualquier esperanza de luz. Sí, el clima en este momento es una analogía perfecta para como me estoy sintiendo hoy.

La música suena en mis oídos y cada nota que escucho intensifica el dolor que siento en mi corazón. Me siento muy triste pero eso está bien porque estoy convencido de que en este momento no quiero sentir ninguna otra emoción. Me quiero tomar un momento para sentarme a solas con esta infinita tristeza y recordar con mucho cariño a un gran amigo que hoy murió.

He conocido a muchas personas en mi vida, muy pocas de ellas se han ganado mi admiración y cariño como lo hizo Jim. Ante mis ojos Jim siempre fue una interminable fuente de fortaleza y, paradójicamente, de compasión.

Me resulta muy difícil poner en palabras de dónde viene esta sensación de pérdida tan profunda por alguien con quien compartí relativamente muy poco tiempo. Me imagino que el cariño no necesita de mucho tiempo para crecer cuando se está hablando de una persona tan especial. Sí, así era Jim, no necesitaba de mucho tiempo para ganarse cualquier corazón.

Así que Jim, no me queda nada más que decirte que estoy muy agradecido que nuestros caminos se cruzaron brevemente en esta vida y que me considero extremadamente afortunado de que yo y mi familia pudimos estar brevemente cerca de ti. Gracias, nos enseñaste muchísimo a los tres.

Se como el agua mi amigo

El agua es increíble. Constituye aproximadamente el 60% del cuerpo humano y 71% de la superficie de nuestro planeta. Aunque su apariencia no lo refleja, el agua es uno de los elementos más poderosos que conocemos.

El agua puede ahogar y quitarle la vida a una persona y al mismo tiempo un ser humano no puede sobrevivir más de tres días sin ella. Muchos de los accidentes geográficos y la topografía del mundo han sido pacientemente tallados durante milenios por el agua.

Hoy por la mañana pude ver una corriente de agua abrirse paso montaña abajo justo al lado de la carretera por donde yo estaba corriendo. No sé si fue por el cansancio o si simplemente mi mente ya estaba buscando algo de distracción pero durante el siguiente kilómetro mi mente estuvo muy enfocada en seguir el trayecto del agua que fluidamente corría a mi lado.

¿Qué aprendí? Que el agua es tan poderosa porque es constante y fluida. Realmente no le importa que hayan obstáculos en su camino. Ella tratará de obstinadamente seguir su camino y si algo se pone en su camino, simplemente buscará la siguiente ruta más eficiente que esté disponible. No se queja ni se da por vencida. Se transforma y ajusta.

El agua rápidamente se adapta a su entorno. Si hace calor, se evapora y si hace frío, se congela. Como pude ver hoy, si hay arena en su camino primero la moja y luego poco a poco la desplaza. Cuando hay cemento o piedras que no le dejen pasar recurre a su maleabilidad y toma la forma que necesita para poder seguir su camino montaña abajo.

Y es esto último lo que me recordó el dicho del gran Bruce Lee con el que me despido hoy:

Vacía tu mente. Sé amorfo, sin límites, como el agua. Si pones agua en un vaso, ella se transforma en vaso; si la pones en una tetera, se transforma en la tetera; si la colocas en una taza, se transforma en taza. El agua puede fluir o también golpear. Sé como el agua, mi amigo.

Bruce Lee

Las dependencias más difíciles de romper

Cuando escucho la palabra dependencia, lo primero que me viene a la mente es la adicción a algún tipo de substancia. No sé porque sea pero rápidamente mi mente relaciona la palabra con drogas o alcohol.

Creo que esto no es casualidad, este tipo de situación es algo muy común en nuestra sociedad. No solo la cantidad de personas con problemas de abuso de substancias crece mes tras mes sino que el impacto que este problema tiene a nivel social es cada vez más severo. Sea como sea, cuando escucho la palabra “dependencia” este es el tipo de cosas en que pienso.

Sin embargo sé que hay dependencias mucho más comunes, peligrosas y difíciles de romper que estas que ya mencioné. Son estas dependencias las qué, debido a su prevalencia y toxicidad, más nos debieran preocupar pero muy pocas personas si quiera las identifican como dependencias.

Me refiero a la dependencia que todos tenemos a cosas como la aprobación y aceptación de los demás. A tener que cumplir con las expectativas de otras personas y desvivirnos para encajar en un grupo social —impresionar a los demás. A esperar a que el mundo externo se doblegue ante nuestra voluntad para entonces ser felices.

Es esta dependencia a tener cierta cantidad de dinero, status o posición social para poder sentirse bien lo que más sufrimiento causa en el mundo. ¿Cuántas personas deciden no ser felices porque aún no tienen el trabajo, el carro, o la casa que “necesitan”? ¿Cuántas personas deciden quitarse la vida porque alguien los deja o porque pierden su trabajo? ¿Cuántas personas dejan a sus familias por buscar la admiración de sus colegas profesionales? Etc.

Sí, definitivamente pareciera ser que las dependencias más difíciles de romper son las dependencias psicológicas/emocionales.

La oportunidad de volver a empezar

El tiempo es especialista en llevarse una gran cantidad de cosas. Una vez que se lleva algo, por nada lo devuelve. Lo que esto quiere decir es que cuando una oportunidad no se aprovecha, se pierde para siempre.

Esto puede sonar dramático, definitivo —y usualmente lo es. Sin embargo, hay algo que ni el tiempo ni nada más se puede llevar. Me refiero a la oportunidad de volver a empezar. Una oportunidad puede irse tan rápido como llegó pero la oportunidad de volverlo a intentar siempre seguirá estando ahí. Lo que quiero decir es que ni el tiempo ni las circunstancias son lo que nos impiden volverlo a intentar. Lo que nos está deteniendo es nuestro propio miedo de volver a fracasar.

Esencia

Cada persona, debajo de los cientos de capas de programación que ha recibido, tiene una esencia. Esta esencia es lo que le da vida a la verdadera identidad de cada ser humano, es inmutable y es el lugar al que cada uno de nosotros regresa para sentirse verdaderamente en paz.

Es en este lugar, lejos de la ansiedad de tener que cumplir con cualquier tipo de expectativa externa, a donde las personas van para comulgar con aquello que las acompaño al momento de nacer, su verdadero yo. Es en realidad algo maravilloso poder pasar un poco de tiempo ahí.

Aún así, el paso de los años es macabro y puede borrar las memorias de lo que se siente sumergirse en nuestra propia esencia sin tenernos que preocupar de lo que piensen los demás. Realmente es una tragedia que conforme dejamos la niñez atrás vamos olvidando cómo se siente la libertad de ser genuinamente uno mismo.

Pero como en toda historia, hay una luz al final del túnel. La esencia de una persona nunca se extingue, incluso, cuando la persona muere su esencia sigue viva en la memoria de sus amigos y familiares. La esencia es eterna y siempre nos está esperando para que volvamos a ella y así podamos una vez más volver a sentir la libertad de ser nosotros mismos.

El valor de enfrentar la verdad

Pocas cosas dan tanto miedo como enfrentar la verdad. La verdad puede ser cruel y despiadada, no tiene misericordia con nadie. La verdad es tan severa porque es lo único que destruye los mundos ficticios que creamos adentro de nuestras cabezas para sentirnos bien.

Enfrentar la verdad requiere de mucha valentía ya que ver las cosas tal y como son es muy diferente a ver las cosas como quisiéramos que fueran. Mientas más distancia haya entre cómo son las cosas realmente y cómo quisiéramos que fueran, más valor se requiere para enfrentar la verdad.

Enfrentar la verdad puede ser lo más incómodo del mundo pero también puede ser el atajo más efectivo para cambiar nuestras vidas. Intercambiar el cuento de hadas que nos contamos una y otra vez para sentirnos bien por la realidad tal y como es es cómo abrir los ojos cuando vas manejando a 100 kilómetros por hora en la carretera. No solo es una buena idea, es la única manera de asegurarte de que no tendrás un accidente fatal por no querer ver hacia dónde vas.

Los buenos hábitos también compiten por nuestro tiempo

De vez en cuando logramos incorporar un buen hábito a nuestra rutina diaria. A lo mejor empezamos a correr o a leer un buen libro todos los días. Tal vez empezamos a tomar más agua o decidimos preparar comida casera en lugar de ordenar comida chatarra. No importa que sean, todos estos buenos hábitos requieren tiempo.

Empezar a hacer algo nuevo siempre requiere que dejemos de hacer algo que ya hacíamos. En algunos casos lo que dejamos de hacer es holgazanear. La cosa es que conforme vamos avanzando en el camino del crecimiento personal incluso los bueno hábitos empiezan a competir por nuestro tiempo.

Por ejemplo, hoy en la mañana estaba leyendo. Leer es algo que recientemente me he tomado muy en serio y le estoy dedicando bastante tiempo todas las mañanas. De repente vi la hora y me di cuenta que si quería completar mi entreno de hoy (me estoy preparando para correr una media maratón en octubre) tenía que salir a correr de inmediato.

Unos veinticinco minutos después, ya adentrado en mi carrera, empecé a pensar en qué debería hacer en un par de semanas cuando mis entrenos sean más largos y requieran de más tiempo. Se me hizo obvio que tendría que salir más temprano para poderlos completar. Pero entonces no podría leer todo lo que estoy leyendo ahora. Así que resulta que si leo el tiempo que quiero no puedo correr todos los kilómetros que quiero y si corro todo lo que quiero entonces no puedo leer. Bueno, ¿Entonces qué queda? Pues si quiero completar mis entrenos o me tengo que levantar más temprano o tengo que leer menos.

A veces pensamos que la solución para tener una mejor vida es agregar todos los buenos hábitos que podamos encontrar. Y sí, agregar buenos hábitos a nuestras vidas es algo muy bueno. Hoy tan solo estoy acá para decirles que los buenos hábitos también compiten por nuestro tiempo y llegará el momento en que también competirán entre ellos. Definitivamente vivimos en un mundo en el cual hay que aprender a priorizar, incluso los buenos hábitos que le dan forma a nuestras vidas.

Creer en algo y no vivirlo es deshonesto

“Creer en algo y no vivirlo es deshonesto.” Esta cita de una de mis personas favoritas en toda la historia, Mohandas Gandhi, hoy resuena conmigo más que nunca. Tomo un profundo respiro, veo a mí al rededor y también veo adentro de mi mismo. Se hace obvio que hay mucho trabajo que hacer en el área de honestidad en cuanto a nuestras creencias se refiere.

¿Cómo sería el mundo en que vivimos si todos viviéramos un poco más lo que creemos? Sin duda alguna estaríamos bastante mejor. Mi percepción es que la mayoría de los problemas que hoy tenemos como sociedad no vienen de las creencias que tenemos. Creo que el problema viene de que las personas no hemos desarrollado la integridad necesaria para vivir aquello en lo que creemos.

Claro, nunca antes en la historia han habido debates tan intensos entre las distintas ideologías y creencias que distintas personas empujan, especialmente en redes sociales. Pero esta diversidad de creencias usualmente no es el problema. Creo que muchos de estos problemas que se dan por diversidad de ideología se podrían eliminar con un poco más de tolerancia.

El verdadero problema está en que son muy pocas las personas que toman sus creencias y las viven a flor de piel en el mundo real. No estoy hablando de publicar fotos, posts o tweets en línea. Eso cualquiera lo puede hacer y para mí no cuenta como “mundo real”. El verdadero reto es salir y luchar contra la incomodidad de sostener nuestras creencias ante la adversidad. En defender aquello en lo que creemos incluso cuando sabemos que vamos a perder algo por hacerlo. En estar dispuestos a afrontar valientemente cualquier consecuencia que defender nuestras creencias pudiera traer. En creer en algo y vivirlo en cada momento para no ser deshonestos.

¿Es la vida un sueño?

No sé si a ustedes alguna vez les haya pasado pero yo he tenido algunos momentos en mi vida que parecieron haber sido sueños. También he tenido sueños que han parecido ser más reales que muchas experiencias de mi vida “real”.

Sin querer entrar en inútiles debates filosóficos hoy quiero preguntar, ¿Cómo podemos saber que es la realidad? Creo que es una pregunta mucho más compleja de responder de lo que muchos de nosotros quisiéramos aceptar.

La respuesta es más compleja de lo que creemos porque con lo que hoy sabemos de cómo funciona el cerebro humano entendemos que lo que le llamamos realidad no es más que una alucinación controlada que ocurre en nuestras mentes. Es decir, le llamamos realidad a la interpretación que cada uno de nosotros le da a los impulsos eléctricos generados por los estímulos externos que la realidad (mundo externo) nos envía. Es esta alucinación controlada lo más cercano que tenemos a la realidad.

Entendiendo esto podemos afirmar que prácticamente nuestra vida diaria es lo mismo que estar soñando. Así que sí, la vida es un sueño.

Saber escuchar es un arte

A veces escuchar es lo más difícil que una persona puede hacer. Especialmente cuando lo que se está diciendo duele. Saber escuchar en estos momentos difíciles es un arte.

Bajar la guardia y escuchar cuando cada palabra que se está escuchando desgarra el alma no es fácil. Tratar de comprender la sabiduría escondida que viene codificada en el mensaje requiere de mucha humildad y honestidad interior.

Las palabras que más duelen también son las que más pueden ayudar, si las dejamos. Cuando una persona se sensibiliza y aprende a escuchar todo lo que está a su alrededor su vida cambia. Cambia porque en ese momento la persona se empieza a ver reflejada en todo lo que escucha a su alrededor —finalmente se empieza a conocer tal y como es.

El problema es que a la gran mayoría de seres humanos no les gusta lo que ven en el espejo cuando empiezan a escuchar. Es muy rara la persona que se acepta tal y como es. A prácticamente todos nos gusta defender esa identidad que hemos creado de un “yo” perfecto. Esa identidad que en todo momento estamos tratando de proyectar pero que sabemos que es falsa ya que solo existe en nuestro mundo interior.

Cuando lo que se escucha no encaja con la identidad que se quiere proyectar los oídos se cierran. Es más cómodo seguir soñando con un “yo” perfecto que escuchar la verdad. Saber escuchar es un arte porque requiere destruir la ilusión del “yo” y descubrir lo que realmente sé es.