Siempre hay que romper huevos para hacer un omelette

Hoy por la tarde nuestro gato Fluffy tuvo cita en el veterinario. Como ya es de costumbre, meterlo en su pequeña jaula para poderlo transportar fue una batalla campal. Una vez que entre dos personas lo logramos asegurar empezaron los maullidos de desesperación. Es algo que al menos para mí es complicado de manejar.

Lo difícil del momento me recordó que muchas veces la medicina más amarga es la que más ayuda al paciente. En otras palabras, para poder hacer un omelette siempre hay que romper algunos huevos. Para que el gato pudiera tener sus vacunas y así prevenir alguna enfermedad fue necesario para por ese mal momento.

Lo mismo ocurre cuando entrenamos nuestro cuerpo para hacerlo más fuerte y saludable. Levantamos pesas, corremos, nadamos o nos levantamos desde antes de que salga el sol. Estas actividades a veces duelen, y duelen mucho —son precisamente los huevos que rompemos para luego poder tener un cuerpo saludable (el omelette).

Cuando dejamos que alguien que trabaja con nosotros cometa un error también estamos rompiendo algunos huevos. Lo dejamos caer porque sabemos que en unos meses la experiencia que esa persona ganará de el error aportará mucho a la productividad del equipo.

Finalmente puedo pensar en un hospital que salva miles de vidas al año. Probablemente para construir ese hospital algunos arboles fueron talados y el ecosistema natural sufrió un desequilibrio. Sin duda alguna se destruyó algo de valor para poder construir el hospital pero eso está bien porque el valor que agrega el hospital es mayor que el que se destruyó. Es decir, sé tuvieron que romper algunos huevos para poder hacer el omelette.

Repetición

El niño cae una vez más y luego se vuelve a parar. El emprendedor quiebra otra empresa y de nuevo busca inversionistas para poder darle vida a su siguiente aventura. La persona con dislexia no entiende lo que lee pero se sigue sentando por horas frente a ese libro del que tanto quiere aprender. El atleta comete un error a la hora de la final y vuelve al campo de entreno a hacer otras 10,000 repeticiones antes de su siguiente torneo.

La repetición es uno de los factores más importantes del éxito. La repetición puede parecer aburrida y no lo más “sexy” del mundo pero vaya que es efectiva. La única manera de dominar cualquier habilidad es dedicarle mucho tiempo para intentar, fracasar y luego volverlo a intentar una vez más —hacer repeticiones.

Ahora volvamos al niño que mencioné al principio del post. Si nos fijamos en el comportamiento de los niños pequeños se hace obvio que la naturaleza humana abraza la repetición. Todavía no he visto a un niño pequeño que se aburra de estar aprendiendo a caminar. Todos se pasan hora tras hora y día tras día perfeccionando sus movimientos hasta que logran su objetivo de aprender a caminar.

Para mí está claro que algo pasa entre esos maravillosos momentos de infinitas repeticiones en la infancia y las lamentables quejas de los adultos para quienes todo es aburrido y detestan la oportunidad de aprender algo nuevo. Repetir es aprender y aprender es crecer. Para ser los mejores en lo que hacemos hay que volver a ser como los niños pequeños —tenemos que volver a enamorarnos de la repetición.

Con cada experiencia

Lo que hoy somos, en gran parte, es producto de las experiencias que hemos vivido en tiempos anteriores. Son estas experiencias que vivimos, fusionadas con las reacciones e interpretaciones que les vamos dando lo que poco a poco nos moldea en las personas que somos.

Cada experiencia que tenemos nos enseña algo —si así lo deseamos. Con el tiempo y las vivencias vamos haciendo nuevas conjeturas y nuestra comprensión de cómo funciona el mundo a nuestro alrededor crece. A veces los aprendizajes son certeros y otras veces las conclusiones a las que llegamos son falsas. Sin embargo, en ambos casos lo que vivimos se va volviendo parte de quienes somos.

Es por esto que creo que es tan importante poder vivir la mayor cantidad de experiencias posible. Al final del día no importa tanto si una experiencia en particular salió a nuestro favor o no. Lo que realmente importa es poder vivir y aprender, descubrir realmente quienes somos. Todas las experiencias que vivimos nos ayudan en este proceso de descubrimiento.

Muchas veces sentimos un fuerte empuje a sentirnos cómodos y seguir haciendo lo mismo. Aunque esto se siente bien limita nuestro crecimiento porque una misma experiencia vivida 100 veces nos da un solo aprendizaje. En cambio, 100 distintas nuevas experiencias nos dan 100 nuevos descubrimientos o aprendizajes. Las personas que más crecen son aquellas personas que a más experiencias desconocidas se exponen.

Para poder experimentar todo lo que la vida tiene por ofrecer tenemos que estar abiertos a vivir nuevas experiencias todos los días de nuestras vidas.

La mente engaña

Estás ahí sentado, esperando un trágico desenlace que lo más probable es que nunca llegará. Sientes la ansiedad invadir cada rincón de tu cuerpo y con cada segundo las historias en tu cabeza se alimentan de tu incertidumbre para crear desenlaces cada vez más nefastos. Esto es normal. Tu mente solo está haciendo su trabajo.

¡Por supuesto! Evolutivamente el trabajo principal de la mente es mantenernos seguros y ayudarnos a sobrevivir. La mejor manera de lograr su objetivo es ser excesivamente exagerada. La mente todo el tiempo está buscando qué podría salir mal y cuándo lo encuentra lo exagera exponencialmente. Así es como ella nos trata de mantener vivos.

Aunque esta ardua tarea que no tiene descanso es muy noble si no se controla causa una gran cantidad de sufrimiento innecesario. Como bien lo dijo el gran filosofo estoico Seneca, “sufrimos más en nuestros pensamientos que en la realidad”.

El peligro y las amenazas son reales. Es importante estar atentos y alertas. De lo contrario en cualquier momento una amenaza nos podría tomar por sorpresa y causarnos mucho daño. Pero ojo, esto no es lo mismo que imaginarnos cosas terribles que están muy lejos de lo que realmente podría pasar. Esto ya es sufrir por gusto. El miedo a lo desconocido fácilmente se puede salir de control. Es importante mantener una mente clara y enfocada en la realidad. Así sufriremos mucho menos y al mismo tiempo estaremos lo más seguros posible.

Regresar al principio

Hay veces que con el inevitable paso del tiempo olvidamos de dónde venimos. La memoria se puede deteriorar y los recuerdos de por qué fue que empezamos se empiezan a desvanecer.

Detenernos de vez en cuando y tomarnos un tiempo para regresar al principio es muy renovador. Se siente bien y nos reconecta con nosotros mismos. Nos recuerda por qué fue que empezamos en primer lugar. Regresar al principio hace que el presente se siente mucho mejor.

Regresar al principio puede ser volver a ver familia que no se había visto en mucho tiempo. Regresar al principio puede ser pasar una noche completa hablando con un amigo de la niñez. Regresar al principio es es usar la memoria para vivir con intensidad el sueño que alguna vez nos despertó el corazón.

Regresar al principio es traer las sensaciones y la ilusión de un momento especial de regreso al presente. Es utilizar toda nuestra mente y corazón para evitar que el tiempo degrade nuestros sueños. Regresar al principio es mantenernos firmes en el camino hasta que lleguemos al final.

En un segundo

En un segundo todo puede cambiar. Un impulso, un descuido, un acierto, una decisión. Nada de esto toma más de un segundo pero puede darle forma al resto de la eternidad. Sí, me gusta creer que el mundo entero y toda su historia se pueden contener en tan solo un segundo.

En algún lugar, en otra vida que hoy ya no es, leí una frase que decía algo así, “¿si la decisión que estás a punto de tomar fuera a impactar a toda la humanidad por el resto de los tiempos qué harías? Ten mucho cuidado porque así es.”

En un segundo, en momentos de adversidad se construyen los castillos que llegan hasta el cielo. En un segundo, en momentos de debilidad se construyen las cárceles que llegan al séptimo circulo del infierno de Dante.

No se requiere de mucho tiempo para construir el paraíso. Tampoco se requiere de mucho tiempo para destruir todo lo que la humanidad ha construido. Todo esto se puede lograr en tan solo un segundo.

Creer lo hace real

Digamos que estás a la orilla de un precipicio. Quieres saltar para llegar al otro lado. La caída es muy grande y la distancia entre un lado y el otro está justo en el límite de lo que puedes saltar. ¿Qué hará que el salto sea real? La voluntad de creer.

Te retiras de la orilla para agarrar aviada. Tomas un profundo respiro y cierras los ojos. Sientes tu corazón latir y tus piernas temblar. Es momento de arrancar.

En este instante, mas allá de lo que tu cuerpo pueda hacer o no, es lo que suceda en tu mente lo que determinará si llegaras con vida al otro lado. Si crees que lo lograrás esa confianza se traducirá en más fuerza y velocidad. La duda desaparecerá y el salto será exitoso. Creer lo hace real.

Ahora bien, si crees que caerás al fondo del abismo y morirás, la incertidumbre se apoderará de cada fibra de tu cuerpo. La indecisión te frenará y tus pasos serán más cortos. Titubearas a la hora del salto y te quedarás corto. En este caso una vez más comprobamos que creer lo hace real.

Es increíble Lo poderosa que es la mente humana. Es tan poderosa que puede materializar cosas en el mundo físico. No lo menciono como un acto de magia a lo “El Secreto” pero creer que algo puede suceder acompañado de una ejecución apegada a las leyes de la física lo puede hacer real.

Si alguien quiere leer a profundidad sobre este tema y sus implicaciones filosóficas le recomiendo leer el ensayo “La voluntad de creer” de William James escrito en 1897.

La batalla por hacer el bien

La batalla por hacer el bien siempre es interna. En realidad creo que, exceptuando algunos casos extremos, la gran mayoría de personas quieren hacer las cosas bien todo el tiempo. Como le digo a todos aquellos a quienes coacheo, “nadie se despierta en la mañana pensando: “hoy quiero ir a hacer todo el mal que pueda en el mundo”. Creo que todos están tratando de hacer lo mejor que pueden con las herramientas que tienen y simplemente las cosas no siempre salen como quisieran.

Todos queremos ser felices y llevar una buena vida pero nuestros miedos e inseguridades muchas veces nos meten zancadilla. La gran mayoría del tiempo sabemos qué es lo correcto de hacer pero nuestros arraigados patrones de conducta interfieren y al momento de actuar nos desviamos —y hacemos cosas que nos dañan a nosotros y a los demás. No por qué esas fueran nuestras intenciones iniciales sino por qué nuestra falta de conocimiento interior nos hace susceptibles a repetir el mismo error una y otra vez.

La batalla por hacer el bien siempre es interna. No tiene nada que ver con saber distinguir entre el bien y el mal. Eso es relativamente fácil. Lo que realmente importa es que desarrollemos la fortaleza interna para poder escoger hacer el bien incluso cuándo estamos muertos del miedo, cuando no es conveniente hacerlo.

Hacer el bien cuando hay adversidad es más difícil que hacer el bien cuando todo marcha a favor. Pero la batalla por hacer el bien siempre es igual —es una batalla interna que solo cada uno de nosotros puede librar.

El elemento sorpresa y la humildad

Hay cosas que suceden con más probabilidad que otras. Hay cosas que tienen muy poca probabilidad de suceder. Dada una buena cantidad de tiempo, la realidad es que cualquier cosa es posible. Todo puede pasar, incluso lo que nuestra limitada manera de pensar considera imposible.

Cuando sucede algo que una persona no está esperando, se dice que la persona fue sorprendida. Fuera de las fiestas sorpresa, ser sorprendido usualmente no es algo bueno. Cuando la vida nos sorprende, muchas veces no sabemos qué hacer y somos arrollados.

Así podemos llegar a la siguiente conclusión: si no son fiestas sorpresa, mejor minimizar la probabilidad de ser sorprendidos. Suena bastante intuitivo, ¿No? Yo también lo creo. Pero si es tan intuitivo, ¿Por qué somos tan propensos a caer ante el elemento sorpresa?

Porque somos arrogantes y a nuestro ego no le gusta ser expuesto a alternativas que no encajan con el modelo mental del mundo que ha construido. Tratar de pensar en situaciones que no encajan con ese modelo mental nos hace sentir inseguros. Nos pone nerviosos. La sensación de incomodidad es tan grande que cualquier posible situación que no encaje con nuestra manera de ver del mundo es descartada.

Las consecuencias de este patrón de comportamiento son devastadoras. La realidad una y otra vez toca a la puerta de nuestra percepción para alertarnos sobre peligros y oportunidades que no estamos esperando que lleguen, que no encajan con nuestros paradigmas. ¿Y qué hacemos nosotros? La ignoramos, nos encerramos en nuestra fortaleza mental y confiamos en que la amanezca u oportunidad se desvanezca sin derrumbar nuestro frágil castillo de cristal.

El elemento sorpresa es real. Qué tanto nos puede afectar depende principalmente de que tan cerrada sea nuestra manera de pensar. Si somos intransigentes y rígidos seremos constantemente sorprendidos —y atropellados por la realidad. Si somos humildes y aceptamos que el mundo no revuelve a nuestro alrededor y que tiene su propia agenda podremos estar mejor preparados para lo que sea que el siguiente momento tenga preparado para nosotros.

Cuando pensamos de esta manera siempre podemos utilizar el elemento sorpresa a nuestro favor.

Algunas habilidades que se pierden si se dejan de usar

Por distintas razones, principalmente comodidad, durante el último mes he reducido bastante la cantidad de ejercicio que estoy haciendo. Hoy empecé a retomar “el camino del bien” y esto es lo que aprendí.

Principalmente aprendí que lo que no se usa se pierde. En este caso en particular hablo de la resistencia y fuerza muscular. Tan solo hace 2 meses estaba corriendo hasta 17 kilómetros. Hoy me costó mucho completar tan solo 3. Mi capacidad física se ha visto considerablemente reducida.

Todas las habilidades y destrezas se deben desarrollar. Esto no es un secreto. Lo que a muchos se les olvida es que estas habilidades y destrezas también se deben mantener. Una vez mas, lo que no se usa se pierde. Esto es bastante fácil de ver, como lo hice hoy, con nuestras facultades físicas.

Pero no solo son las destrezas y habilidades físicas las que están atadas a esta realidad. También nuestras capacidades mentales están sujetas al deterioro debido al abandono y desuso. Estas también se deben cuidar y mantener en óptimas condiciones. De lo contrario, al igual que me pasó hoy, lo que podíamos hacer ayer, ya no lo podremos hacer hoy.

Acá les dejo un listado que me viene a la mente sobre que habilidades adicionales a las físicas vale la pena constantemente practicar para podernos mantener en óptimas condiciones:

  • Manejar presión
  • Pensamiento crítico
  • Leer
  • Conectar a nivel profundo con otras personas
  • Relajarse
  • Escribir
  • Vender algo
  • Hacer algo incómodo
  • Ayudar a alguien