La vida no es complicada. El trabajo no es complicado. Las relaciones no son complicadas. Somos nosotros los que complicamos las cosas. Si tenemos la elección, creo que vivir sin complicaciones es mejor.
La vida no tiene intencionalidad y fluye siguiendo su camino natural. Cuando escogemos poner resistencia a este flujo perfecto, las cosas se complican. En cada momento tenemos la elección de resistir o aceptar. Las complicaciones vienen cada vez que elegimos resistir.
El capitán a cargo de un barco que insiste en navegar contra el viento no llega a ningún lugar. Luchar contra el viento es complicado. El capitán que acepta que la dirección del viento no está a su favor y ajusta la vela para poder llegar a puerto, simplifica la situación.
Hay momentos cuando todo se complica y nuestra reacción es decir “las cosas están complicadas”. Nos sentimos abrumados y no vemos más que complejidad a nuestro alrededor. Estos momentos son ideales para preguntarnos, ¿A qué me estoy resistiendo? ¿Qué no estoy viendo que está causando este enredo?
Hacernos estas preguntas no implica que decidamos dejar la situación como está. Hacernos estas preguntas nos empodera a soltar nuestros apegos y obtener la claridad necesaria para poder llegar a puerto seguro —de una manera simple y eficaz.