Pocas cosas dan tanto miedo como enfrentar la verdad. La verdad puede ser cruel y despiadada, no tiene misericordia con nadie. La verdad es tan severa porque es lo único que destruye los mundos ficticios que creamos adentro de nuestras cabezas para sentirnos bien.
Enfrentar la verdad requiere de mucha valentía ya que ver las cosas tal y como son es muy diferente a ver las cosas como quisiéramos que fueran. Mientas más distancia haya entre cómo son las cosas realmente y cómo quisiéramos que fueran, más valor se requiere para enfrentar la verdad.
Enfrentar la verdad puede ser lo más incómodo del mundo pero también puede ser el atajo más efectivo para cambiar nuestras vidas. Intercambiar el cuento de hadas que nos contamos una y otra vez para sentirnos bien por la realidad tal y como es es cómo abrir los ojos cuando vas manejando a 100 kilómetros por hora en la carretera. No solo es una buena idea, es la única manera de asegurarte de que no tendrás un accidente fatal por no querer ver hacia dónde vas.