Un buen guía para construir una “buena vida”

Navegar por la vida es muchas cosas. Es emocionante. Es incierto. Por veces es triste. Otras veces duele. Muchas veces es bastante alegre y otras veces es muy confuso. Ahora, con lo que vivir definitivamente no rima, es con fácil. Cómo muchos papás comentan cuando nace su primer hijo(a), hay cosas que no traen manual. Vivir bien es una de ellas.

Entonces, ¿qué se puede hacer para construir una buena vida sin tener acceso a un manual? Hay mil y una cosas que se pueden hacer pero la más eficiente que se me ocurre en este momento es buscar un buen guía.

Un guía nos es más que una persona que tiene la experiencia necesaria para hacer algo bien —y la quiere compartir con nosotros. Que algo no tenga manual no quiere decir que no existan personas que ya hayan descifrado como hacerlo bien. Tener un grupo de ellas a nuestro alrededor hace toda la diferencia del mundo.

Un buen guía es la personificación de quienes queremos ser en ese sublime momento en que estamos viviendo nuestras mejores vidas. Es una persona que objetivamente ha tenido éxito haciendo aquello que nosotros todavía no podemos hacer. Es una persona que ha acumulado tanta sabiduría en su vida que está dispuesta a compartirla con los demás.

Un guía puede ser un familiar cercano, un amigo o una persona que por pura casualidad entra en nuestras vidas. Un buen guía no tiene precio y el tiempo que se comparte con ellos vale oro. 30 minutos con el guía correcto puede cambiar los siguientes 30 años de nuestra vida. No hay duda alguna.

Para cada uno de nosotros, “vivir bien” tiene un significado muy personal. No creo que haya dos personas en todo el planeta para quienes “vivir bien” sea la misma cosa. Al mismo tiempo, es muy difícil imaginar una buena vida que no este fundamentada en sabiduría, generosidad, gratitud y compasión.

Así que sí en este momento estás buscando alguien que pueda guiarte en tu camino hacia tener una mejor vida te recomiendo buscar estas cuatro características en las personas que estés considerando:

  • Sabiduría
  • Generosidad
  • Gratitud
  • Compasión

Lo que queremos y lo que quisimos no son la misma cosa

La memoria es corta cuando queremos recordar los eventos que se dieron años atrás, durante nuestra niñez. A la vez, la memoria pareciera ser infinita cuando tratamos de olvidar la programación subconsciente que al día de hoy rige nuestros comportamientos y expectativas.

Los tiempos cambian y las personas también. Todos entendemos esto pero aún así, aunque sabemos que el tiempo nos ha cambiado, podemos pasar décadas aferrados en seguir queriendo las mismas cosas que queríamos años atrás. Esta es una de las más grandes fuentes de descontento que veo en el mundo a mi alrededor.

Todos los días veo personas tratando de forzar su vida para que encaje con la vida que querían diez años atrás —aunque esa ya no es la vida que quieren tener hoy. Una pequeña pausa y un poco de reflexión pueden remediar esta dolorosa situación.

Todos los días aprendemos algo nuevo. En este mundo hiper-conectado descubrimos cosas y conocemos personas nuevas todo el tiempo. Es absurdo pensar que nuestro anhelos y deseos permanecen iguales ante tanta nueva información que se nos hace disponible en cada instante.

Lo que queremos y lo que quisimos no son la misma cosa. Hoy no somos las mismas personas que fuimos ayer. Hemos envejecido, madurado. Vale la pena tomarnos unos minutos para reflexionar sobre qué es lo que realmente queremos hoy y distinguirlo de lo que quisimos ayer.

Hacer este ejercicio e identificar como lo que queremos ha cambiado puede ser una revelación que cambie tu vida para siempre.

Entender qué es lo que quieres en este momento, en base a la persona que eres hoy y no la que eras ayer, es una de las liberaciones más grandes que un ser humano puede llegar a experimentar.

Hay un lugar lejano que está muy cerca

Los segundos de vida que a cada persona le quedan se desvanecen con cada bocanada de aire que toman. Esta cuenta regresiva es inevitable y nadie sabe cuándo finalmente el reloj va a llegar a cero. El tiempo no pasa, se acaba.

La vida no es más que una sucesión de decisiones —y sus respectivas consecuencias. Las elecciones que una persona toma la transportan a un lugar que con el paso de el tiempo cada quien asimila como “su vida”.

Hay un lugar lejano en donde todo está en su lugar. En donde vivir cada día es fácil. En donde aunque existen las dificultades, estas no pueden derrotar a la felicidad. En donde los segundos se siguen extinguiendo pero la plenitud de existir es cada vez más real.

Este lugar lejano tiene una peculiaridad, se siente tan distante porque las personas insisten en buscarlo afuera. Pero hay un punto en la vida de cada ser humano en el cual hay un chispazo que prende una llama que ilumina el camino interior. Cuando se sigue este camino la verdad se revela: el lugar lejano está mucho más cerca de lo que jamás nos imaginamos. Está dentro de cada uno de nosotros.

Todo vivimos dos vidas

La idea de llevar dos vidas al mismo tiempo usualmente tiene una connotación negativa. Muchas veces, cuando se habla de una persona que tiene dos vidas, se hace referencia a alguien que está escondiendo algo en su segunda vida que no quiere que sea conocido. Puede ser una infidelidad, un negocio ilegal o incluso algún tipo de actividad criminal aún más seria. Pero, ¿Y qué pasa si todos llevamos dos vidas y saberlo manejar es algo bueno?

En realidad, todos llevamos dos vidas. Una no tiene nada que ver con la otra aunque es la misma persona la que las está viviendo. Todos llevamos una vida externa y una vida interna. La vida externa se define por nuestras interacciones con el mundo externo. Esta vida esta compuesta por nuestras relaciones con otras personas, nuestros éxitos y fracasos, las cosas que nos suceden, nuestras posesiones materiales, etc. Realmente tenemos muy poco control sobre lo que ocurre en nuestra vida externa.

Por el otro lado, y aún más importante, está nuestra vida interna. Esta vida está definida por la experiencia interna que generamos respecto todo lo que está pasando “allá afuera”. Está vida está definida por el significado que le decidimos dar a todo lo que pasa en nuestra vida externa. Es como que sí nuestra vida interna es la vida de alguien más que está viviendo todo lo que ocurre en nuestra vida externa. Este “observador” puede realmente, si se desidentifica de la vida externa, tener una experiencia de vida interna magnifica todo el tiempo, independientemente de que esté ocurriendo “allá afuera”. Es esta vida interna la que está totalmente bajo nuestro control y al final del día la que determina el tipo de experiencia que tenemos en este planeta.

Nuestra participación en el ciclo de la vida

La vida es una constante sucesión de ciclos. También se puede decir que la vida en sí es un ciclo. Todo los ciclos empiezan y todos los ciclos terminan. Nada es permanente y todo tiene que nacer al igual que todo tiene que morir. Es la naturaleza de todas las cosas.

Muchas veces no empeñamos en luchar en contra de el flujo natural de las cosas y nos reusamos a colaborar con los ciclos que naturalmente se están desarrollando a nuestro alrededor. Nos hacemos los de la vista gorda y oídos sordos. Simplemente ignoramos lo que ocurre a nuestro alrededor y lo único que nos importa es que el mundo cumpla con cada uno de nuestros deseos.

Es de esta manera de ver las cosas, o mejor bien dicho, de no ver las cosas, que nacen la mayoría de obstáculos y frustraciones en nuestras vidas. Las cosas no serían tan difíciles si tan sólo prestáramos un poco más de atención y escucháramos un poco más. Si dejáramos de estar peleando y resistiéndonos a lo inevitable.

Hay tanta energía que desperdiciamos en no aceptar que las cosas son como son. Si tan sólo pudiéramos direccionar esa energía de una manera constructiva a activamente jugar nuestro rol en lo que queremos cambiar no solo lograríamos mucho más sino que también tendríamos una mucho mejor experiencia avanzando por nuestro ciclo de vida en este breve tiempo que tenemos para caminar en la faz de este bello planeta Tierra.

El tiempo se va a acabar

Algún día el tiempo se va a acabar y cuando ese día llegue vas a saber que todo “se acabó”. Estoy seguro que ni tú ni nadie quiere llegar a ese inevitable día a suplicar por tiempo prestado para poder hacer todo lo que hoy, con un poco de determinación, pudieras estar haciendo.

El tiempo es preciado y sí, el tiempo, al menos el de cada uno de nosotros, también se va a acabar. Así que hoy, acá, en este preciso instante, que vas a querer hacer, ¿Seguir ignorando que tu tiempo en algún momento se va a acabar o reconocer que tus horas están contadas y empezar a ver el infinito valor que cada hora de vida tiene?

De tu respuesta depende el tipo de vida que tendrás de hoy en adelante. Si decides ignorar el hecho de que tu tiempo en este planeta es finito, miles de oportunidades se escaparan como agua entre tus manos y la maravilla del mundo nunca se manifestará ante tus ojos. Por el otro lado, si escoges reconocer el valor que hay en cada hora de vida que está por llegar algo maravilloso sucederá. Aceptarás con un corazón abierto el hecho de que algún día tu y todos lo que te rodean algún día van a morir y con eso vendrá el regalo más maravilloso que alguien puede llegar a tener jamás: vivir cada día de su vida con la ilusión de hacer sus sueños realidad.

No todos los días son iguales

De hecho, no hay dos momentos que sean iguales. Sí de algo podemos estar seguros es que habrán días “buenos” y días “malos”. Algunas veces las cosas saldrán tal y como queremos y otras veces todo por lo que hemos luchado se irá al carajo.

La buena noticia es que cualquier cosa que pasé en un día determinado no tiene porque afectarnos internamente. Sí, los eventos que ocurran sin duda alguna tendrán efectos reales en nuestras vidas pero esto no quiere decir que estos eventos nos puedan afectar en donde más cuenta, adentro.

Esta habilidad de ser intocables por dentro es algo que se puede desarrollar. No es fácil porque para llegar a ser intocables por dentro debemos cambiar quienes somos. No basta con solo cambiar nuestro comportamiento. No es suficiente entrenarnos a reaccionar de manera distinta cuando otra persona dice algo que nos molesta. Para lograrlo nos debemos transformar en el tipo de persona que simplemente no se molesta cuando le dicen esto o aquello.

Esaa es la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento es entender algo a nivel racional. Es cambiar la manera en que se hacen las cosas. Es dejar un comportamiento por otro, forzosamente. Por el otro lado la sabiduría nace desde adentro y es transformativa. La sabiduría se siente y los cambios de comportamiento se dan naturalmente, casi sin que se puedan percibir. La sabiduría es cambiar gracias a que se han visto las cosas claramente, sin prejuicios o teorías que se hayan tenido que aprender.

No todos los días son iguales y para poder disfrutarlos todos debemos buscar más sabiduría y menos conocimiento. De lo contrario solo podremos gozar de los días en los que las cosas salen como queremos. Me parece un desperdicio vivir una vida en la que se pueda disfrutar tan poco.

La vida como el emprendimiento más importante

Creo que cómo emprendedores aprendemos muchas cosas que son súper valiosas. Aprendemos a identificar oportunidades, a inspirar a otras personas para que compartan nuestra visión y aprendemos cómo construir equipos que ejecuten planes complejos y que logren metas ambiciosas.

Hoy por la mañana estaba pensando en las infinitas horas que los emprendedores dedicamos a aprender todas estas cosas y en las infinitas horas más que le dedicamos a aplicarlas en nuestras empresas. Repentinamente, en algún momento durante esta reflexión una pregunta entró en mi mente, ¿Por qué no estoy aplicando todo esto que he aprendido como emprendedor para potenciar el emprendimiento más importante que tengo a mi cargo, mi propia vida?

Antes de seguir adelante quiero decir que creo que mi vida es maravillosa y que estoy haciendo cosas muy interesantes. Pero también sé que aún hay más. También sé que invierto la mayoría de mi tiempo en desarrollar mis emprendimientos y proyectos pero que cuando tomo un paso hacía atrás y trabajo en lo que quiero para mi vida no soy tan intencional con mis planes, metas y objetivos.

Pero las herramientas y conocimientos ya están ahí, listos para servir. Solo es cuestión de empezarlos a utilizar. Creo que la pieza que hace falta es la realización de que el proceso de construir nuestras vidas es un emprendimiento como cualquier otro. Es un proyecto que requiere de tiempo, planeación, dedicación, seguimiento, metas, motivación, colaboración, visión, etc., etc.

Sí, construir y vivir nuestras vidas es el emprendimiento más importante que cada uno de nosotros tiene a su cargo. Todo lo demás que escojamos hacer es tan solo un proyecto dentro del gran emprendimiento de nuestras vidas. Al final del día nuestros proyectos, empresas, familia, hobbies, deportes, vicios, amistades y todo lo demás que hagamos solo son componentes de nuestro emprendimiento más importante.

Esto no quiere decir que todo lo que hemos aprendido fundando y desarrollando nuestras empresas no nos pueda servir para fortalecer nuestras vidas. Todo lo que se requiere es un pequeño cambio de paradigma —darnos cuenta de que nuestras vidas son un emprendimiento como cualquier otro en el que ya hayamos trabajado y que las habilidades que hemos desarrollado en el campo de batalla empresarial también nos sirven para llevar nuestras vidas al siguiente nivel.

Un sí rotundo

Todos tenemos demasiado que hacer. Nos hemos comprometido a demasiadas cosas y nos sentimos abrumados buena parte del tiempo. Nuestra vida fácilmente se puede convertir en una constante carrera para cumplir con compromisos que al final del día no nos dan ni satisfacción ni ingresos financieros. Entonces, ¿qué hacer?

Bueno, en este punto este post se pudiera convertir en un largo, aburrido y muy teórico tratado acerca del manejo de prioridades, valores personales, etcétera; en algo muy complejo que tratara de buscar simplicidad. Pero no voy a hacer eso. Hoy voy a tomar la ruta más simple hacia nuestro objetivo. Les voy a compartir la regla que Derek Sivers creó para simplificar su vida y eliminar las actividades no deseadas de ella.

¿Qué más podemos pedir que una regla que pueda simplificar nuestras vidas y que a su vez sea simple? No se me ocurren muchas cosas. La idea de Sivers es precisamente eso. Una simple frase que puede cambiar nuestras vidas al ayudarnos a discernir que actividades y compromisos aceptar y cuales no.

Acá les va. “Tiene que ser un SÍ ROTUNDO o mejor no”, le gusta decir a Sivers. Es tan simple que es engañoso. Si la oferta, oportunidad, actividad o compromiso que tienes enfrente no te entusiasma al punto de querer gritarle a todo el universo “¡, lo quiero con todo mi ser!” mejor di que no.

La gran mayoría de cosas a las que les decimos que sí les decimos que sí por costumbre, o porque están enfrente de nosotros o por miedo o porque no tenemos nada más que hacer o por una sensación de compromiso hacia la persona que nos lo está ofreciendo. A muy pocas cosas les decimos que sí por convicción interna y pasión. Y es a esto a lo que Sivers precisamente nos invita. A simplemente evaluar todo lo que queremos o no hacer desde un punto de vista extremo. O realmente lo queremos con hacer con cada fibra de nuestro cuerpo o mejor no hacerlo. A cualquier cosa que no cumpla con sentirse como un SÍ ROTUNDO, mejor decirle que no.

Aceptar el cambio

La vida cambia y nosotros cambiamos con ella. Los niños crecen y, mientras algunas personas mueren, otras nacen. Nada permanece igual, ni siquiera por un solo día. Y aún así, nos cuesta tanto aceptar el cambio. Vaya que nos gusta pelear.

Pareciera ser que hay algo en nuestro ser que está adicto a la ilusión de certeza y permanencia que nuestro cerebro perpetuamente crea una y otra vez. Estamos tan metidos en esta falsa narrativa que incluso cuando todo cambia cada uno de nosotros sigue luchando por seguir encadenado a sus antiguas maneras de ser. Es como que si el dolor más grande que pudiéramos experimentar es aceptar que todo cambia. Esta no es la manera más sana de vivir.

Todos tenemos nuestras propias estrategias para no lidiar con el cambio, siendo la menos utilizada de ellas, aceptarlo abiertamente. Todas estas estrategias son, de una manera u otra, una negación de la realidad. Seguirlas utilizando es querer pelear contra una fuerza inevitable que siempre nos ganará. No tiene sentido pelear contra aquello que nadie puede derrotar.

Si algo ya cambió, la mejor manera de manejarlo es cambiando nosotros también. Lidiar con algo que ya cambió queriendo seguir siendo iguales es como querer usar los zapatos que usábamos cuando teníamos un año. Nosotros cambiamos, los zapatos siguen iguales. Cuando una parte cambia y la otra no, se pierde la magia de la interdependencia y la resistencia destruye cualquier oportunidad de harmonía y crecimiento.

El cambio no es para nada malo. Es más, es la naturaleza del mundo en que vivimos. Nosotros mismos también cambiamos todo el tiempo. No conozco a nadie que siga siendo la misma persona que era hace 5 años. Nuestras ideas y manera de ver el mundo cambian. Nuestras destrezas se multiplican y con el tiempo ganamos mucha experiencia. Lo queramos o no, siempre estamos en constante movimiento. La pregunta es, ¿Queremos dejarnos llevar o queremos que nos arrastren?

Todo lo que tenemos que hacer para llevar nuestras vidas al siguiente nivel es dejar de pelear y aceptar el cambio.