El santuario silencioso de una buena hoja de papel

Prácticamente no hay nada que una computadora no pueda hacer. Como herramientas de creación, organización y procesamiento de información, las computadoras no tienen rival. Sin embargo, a veces estas maravillas de la tecnología moderna son víctimas de su propio éxito.

Las computadoras son herramientas totalmente genéricas. Es decir, se pueden utilizar para casi cualquier cosa. Esta flexibilidad es parte fundamental de su éxito. Y al mismo tiempo, también es su talón de Aquiles.

La habilidad de poder hacer cualquier cosa en la computadora crea distracciones. “Cualquier cosa” incluye Twitter, Facebook, Whatsapp y cuántas distracciones más se les puedan ocurrir. Se requiere de mucha disciplina para sentarse enfrente de una caja de Pandora así de poderosa y usarla de una manera apropiada.

Ah, pero el papel. El papel es más limpio, sobrio. El papel invita al enfoque y la concentración. En el papel no hay nada más que lo que nosotros queremos que esté ahí. El papel es pasivo y nos obedece. El papel no nos puede gritar (notificaciones), el papel tan solo sabe escuchar.

En los momentos cruciales de un proyecto creativo a veces el mar silencioso de una hoja en blanco es justo lo que necesitamos. De vez en cuando es bueno apagar la computadora y refugiarnos en el santuario silencioso de una buena hoja de papel.

Crédito de imagen y de la idea a Hannah Wilson. Para leer más al respecto, ver su thread:

Participar no es fácil pero es necesario

El dialogo que se da en redes sociales es interminable. La cantidad de temas que se tratan es infinito. El perfil de las personas que argumentan para un lado o para el otro es tan diverso como los anuncios con que nos bombardean la mismas redes. Hay mucho ruido y poca señal.

Participar en este mar de confusión y ataques personales no es fácil. Aunque la cantidad de contenido que se genera es enorme, debemos reconocer que solo la minoría de personas deciden participar en el dialogo que se da en línea. Recordemos, es este dialogo el que le está dando forma a nuestra cultura y sociedad. Este silencio priva al mundo de tantos puntos de vista que urgentemente necesitamos escuchar. Los mensajes y posturas que dominan las redes son las de los mismos actores de siempre. Urgentemente necesitamos de algo nuevo, algo fresco.

Participar no es fácil pero es necesario. Sé de tantas personas que tienen pensamientos muy valiosos pero deciden callar. Sé de tantas personas que piensan diferente pero deciden no compartir lo que piensan. Sé de tantas personas que saben debatir con integridad y sin atacar a nadie, personas cuyo objetivo es buscar la verdad. Ellas tambien, en muchos de los casos, deciden ver desde fuera sin hacer el esfuerzo de guiar a los demás. Y también sé que yo muchas veces callo cosas que sé que se debieran decir. Participar no es fácil pero es necesario.

Las palabras no solo son palabras

Ya sea que las palabras sean escritas o habladas, siempre serán más que palabras. La palabra correcta puede levantar a alguien del suelo o hundirlo en una tumba para siempre. Las palabras precisas pueden inspirar la creación de un nuevo movimiento que cambie el mundo o pueden asustar a un joven para que deje el colegio para siempre.

Las palabras no solo son palabras, son herramientas que se pueden usar para bien o para mal. Son armas que pueden despertar guerras o liberar multitudes. Las palabras son la materialización de ideas y la manera en que verbalizamos nuestros sueños. Son como interactuamos con el mundo exterior.

Las palabras son gratis de usar y la gran mayoría de nosotros no tenemos mayor restricción de usarlas a discreción. Esta es una gran responsabilidad que no se limita a usar las palabras para bien. Esta responsabilidad también incluye usar las palabras necesarias incluso en los momentos que tenemos ganas de callar. Las palabras no solo son palabras, también son la prueba que demuestra que tenemos el valor de defender aquello que es importante para nosotros.

Los frutos del silencio

“La incapacidad de pensar es la causa principal de muchos de los problemas que hay en el mundo”, dicen por ahí. No estoy de acuerdo. De hecho, creo que la torrente incesante de pensamientos que no nos dan un segundo de paz es la causa de la mayoría de problemas que hay en el mundo.

Las decisiones, ideas y acciones que cambian el mundo para bien son el fruto de los momentos de silencio en los cuales una paz ancestral inunda la mente. Es en el silencio en donde las personas pueden conectar con su verdadero ser. Es el silencio la tierra fértil en la cual nacen los más grandes actos de generosidad y las ideas más revolucionarias que pueden cambiar el rumbo de la historia.

El ruido y los pensamientos inconscientes que no dejan de surgir, uno tras otro, son los verdaderos enemigos. Su incesable presencia en nuestra mente no deja que la sabiduría del silencio se pueda escuchar. Es en medio de todo este ruido que la creencia de que las cosas pueden llegar a estar mejor se extingue poco a poco hasta no dejar rastro alguno.

Cuando veamos a nuestro alrededor y nos deleitemos de lo maravilloso que hoy es el mundo tratemos de no olvidar que todo lo que tenemos no son más que los frutos del silencio que millones de personas que vivieron antes que nosotros se atrevieron a escuchar.

El silencio que habla

Todo el tiempo hay ruido adentro de nuestras cabezas. No importa qué tan recio sea, si no ponemos atención nunca nos daremos cuenta de que está ahí.

Es este ruido el que muchas veces no nos deja pensar con claridad. Es este ruido el que nos confunde y nos genera ansiedad. Es este ruido el que nos habla mañana tarde y noche acerca de todo lo que está mal. Es este ruido el que después de cada fracaso nos grita que no servimos para nada.

Pero hay un silencio muy especial que yace más allá de todo este ruido. Es un silencio maravilloso, tan silencioso que en él siempre se pueden escuchar murmuraos de palabras de sabiduría. Es un silencios que trae consigo paz y tranquilidad, que nos arrulla en sus brazos y nos recuerda que somos algo muy especial.

Hay un silencio que habla, que tiene todas las respuestas y siempre sabe qué decir. No es un silencio vacío, al contrario, es un silencio que está lleno con todo lo que existe en el universo. Es un silencio que si, estamos dispuestos a escuchar que dice, siempre nos servirá de guía en nuestras vidas.

Shhh, calla el ruido. Cierra los ojos. Busca dentro de ti y escucha el silencio que te quiere hablar.

Saber callar

Las personas que me conocen saben que me gusta mucho hablar. Usualmente tengo una opinión que compartir acerca de todo y cuando se da la oportunidad de hacerlo, la tomo.

Poco a poco he ido aprendiendo a ser un poco más consciente de qué y cómo digo las cosas. Los años me han enseñado a saber cuándo callar. Hoy se puso a prueba mi capacidad de guardar silencio.

No quiero entrar en los detalles de lo que sucedió pero es importante para mí compartir mi experiencia. Hoy en la tarde estaba parado haciendo cola para comprar un café. Una señora con sus 5 hijos estaba haciendo cola enfrente de mí. Uno de ellos, el más pequeño, se acercó a platicar conmigo. Me contó que era el cumpleaños de uno de sus hermanos. Luego, uno de sus hermanos también se acercó e intercambiamos un par de palabras. Unos segundos después la madre se acercó a nosotros con una gran sonrisa y me dirigió un par de palabras que me impactaron bastante.

Pude sentir un enojo muy intenso crecer dentro de mí. En el momento sentí un sentido de superioridad, casi como que si yo tuviera algún tipo de autoridad divina sobre ella. Mi corazón empezó a latir más rápido y pude sentir la adrenalina correr por mis venas. Las palabras que quería decir estaban listas para herirla en la punta de mi lengua. Afortunadamente el veneno que quería esconder tras la excusa de querer “ayudarle” con un buen consejo nunca llegó a salir de mi ser.

Tal vez lo que quería decir podía haber ayudado. Pero no con el enojo e indignación con que lo iba a decir. Más allá de lo que se dice, cómo se dice determina como se recibe el mensaje. Haber hablado en ese estado no hubiera servido de nada más que darme una descarga emocional a mí.

Durante el resto de la tarde y ya bien entrada la noche me estuve cuestionando por qué no hablé. “Podía ayudarla y tan solo un par de palabras hubieran hecho toda la diferencia en su vida.”, me estuve escuchando decir durante horas. ¡Qué mentira! Por más pena que me dé reconocerlo, en ese momento no quería ayudar a nadie. Tan solo quería sentirme superior y descargar mi enojo con alguien que ni siquiera conozco.

Pero ahora que ya es hora de dormir agradezco que en el momento supe callar y que las palabras que buscaban salir a destruir se quedaron dentro de mí. Saber callar a veces nos ayuda a dormir mejor.

Luz interior

Cada uno de nosotros tiene una luz interior que con el paso del tiempo cambia de color. Al cabo de unos cuantos años, la luz interior con que nacemos es irreconocible de la luz que le presentamos a los demás.

Esta luz natural, quien realmente somos, lentamente abre paso a una luz artificial que trata de dar forma a quien creemos que debemos ser para encajar, para pertenecer. Desde que somos muy pequeños aprendemos qué es lo que debemos hacer para conformar con las expectativas de nuestra familia, amigos y sociedad. Cambiamos de color para sentirnos cerca de los demás.

Y así embarcamos nuestro camino por la vida, tratando de iluminar el camino por donde vamos con una luz que está muy lejos de quienes somos en realidad. Una luz que aunque se siente extremadamente natural y propia no es realmente nuestra. Tan solo es la combinación de millones de expectativas ajenas que han dado forma a una falsa identidad que confundimos con nuestra luz interior.

La buena noticia es que nunca nada ni nadie puede extinguir completamente nuestra luz interior. Siempre la podemos recuperar. Todo lo que debemos hacer es ver, escuchar.

Tenemos que estar atentos a todos esos momentos en que sentimos que nos desgarramos por dentro y que nuestra vida se desarma sin piedad. Es en estos momentos que nuestro subconsciente nos está gritando y nos dice que algo no está bien. Que no estamos actuando de acuerdo a quien realmente somos, que estamos lejos de nuestra luz interior.

Si prestamos atención pronto aprenderemos a escuchar y a reconocer nuestra luz interior. Este es el único camino a la verdadera felicidad pues solo es cuando actuamos en sintonía con nuestra luz interior que podemos iluminar nuestro propio corazón.

Los sonidos de la noche

Una vez que el sol se ha ocultado y le ha abierto paso a la obscuridad, todo empieza a cambiar. Llega la noche y con ella el aire se inunda de sonidos que despiertan el corazón.

Basta prestar un poco de atención para poderlos apreciar. Guarda un poco de silencio, deja el celular y ponte a escuchar. Te lo prometo, un mundo maravilloso está esperando por ti.

En realidad no importa en dónde estés. Puedes estar en el campo o en tu casa en plena ciudad. Los sonidos de la noche siempre están ahí para arrullarte como un bebé. Todo lo que tienes que hacer es dejarlos llegar.

Puede ser el soplar del viento por la ladera o el cantar de un grillo en el jardín. También la sirena de una ambulancia o el silencio que solo la noche te puede regalar. No importa en verdad. Hoy por la noche, solo siéntate a escuchar.

Cuando menos es más

Hay ocasiones en las que pocas palabras dicen más que cientos de oraciones. Hay veces cuando incluso el silencio retumba más recio que la guerra. La cantidad no lo es todo.

Cuando queremos decir algo importante es mejor ir directo al grano. Evitemos el impulso de querer adornar lo que queremos decir. Todo el mundo nos lo va a agradecer.

Respuestas en el silencio

Los impulsos por querer hablar son fuertes en el ser humano. Esto es cierto tanto en el mundo externo como en el mundo interno. Es decir, buscamos hablar con otros afuera y constantemente hablamos con nosotros mismos adentro.

Este impulso dificulta mucho pasar tiempo a solas. Estar en silencio y reflexionar. “Todas las desgracias del ser humano se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”, escribió Blaise Pascal. Una manera muy elocuente de describir el predicamento.

El control sobre el impulso de siempre querer hablar abre las puertas a una manera fenomenal de cómo vivir la vida. Escuchando.

Escuchar de manera activa, tanto afuera como adentro, permite descubrir todas las maravillas que pasan desapercibidas cuando estamos tratando de hablar todo el tiempo. Y aún hay más. Con bastante práctica se puede llegar a escuchar el silencio. Y es en este silencio que se pueden encontrar las respuestas más importantes en nuestras vidas.