El miedo de no cumplir

A veces, el último recurso es lo único que nos puede salvar. Estamos a punto de caer. El borde del precipicio está justo abajo de nuestros pies. Todo lo que se necesita es tomar un paso más y puff, todo se acaba. Y luego, repentinamente despertamos, recordamos ese miedo de no cumplir, de fracasar. Y así nos levantamos a trabajar una vez más. El miedo de no cumplir gana una vez más.

La motivación es una fuente de energía muy grande. El miedo de no cumplir también. La primera es la más honorable de las dos pero en su ausencia la segunda también puede funcionar. El miedo de no cumplir no es la mejor opción pero a veces necesitamos tener una pistola contra la cabeza para reaccionar.

Puede ser que hoy no haya sido bonito. Puede ser que hoy no haya sido lo mejor. Pero al final del día se cumplió. Se puede seguir adelante porque no todo terminó. El miedo de no cumplir nos ha comprado seguir vivos un día más.

Miedo y claridad: El secreto para lograr mejores resultados en la empresa

Muchas personas tienen miedo de comprometerse al cumplimiento de metas y objetivos. Sin duda alguna este fenómeno es una epidemia muy esparcida en el mundo empresarial. El resultado: metas muy ambiguas y una falta de seguimiento que rinden resultados sub óptimos.

La buena noticia es que este es solo un caso más de confusión. El secreto para resolver el problema es entender por qué el compromiso a cumplir un objetivo le pudiera causar miedo a una persona. Para poder desenvolver eso es necesario antes entender que las personas sentimos miedo cuando nos falta información o hay algo que no sabemos. Entonces, ¿Por qué tantas personas sienten miedo de comprometerse a cumplir un objetivo? Simple, porque no tienen claridad y les falta información respecto a cualquier de las siguientes especificaciones del objetivo o el proceso de evaluación:

  • El objetivo no está claramente definido, por ende no saben que es lo que deben lograr.
  • No tienen claro cómo se ve el éxito una vez que cumplan el objetivo. Es decir, no tienen una visión clara que alcanzar.
  • No saben cómo serán evaluados.
  • No saben qué pasará si fallan.
  • No saben que pasará si tienen éxito.
  • No saben claramente cómo serán evaluados.
  • No entienden el proceso para presentar sus resultados.
  • No entienden la importancia relativa del objetivo contra el resto de sus responsabilidades.

Esta lista podría seguir y seguir. Pero por hoy la podemos dejar ahí y hacer énfasis en que si como líderes queremos inspirar a nuestros equipos a lograr los objetivos que la organización quiere alcanzar es muy importante ayudar a que nuestros equipos no tengan miedo de comprometerse a trabajar muy duro en ellos. ¿Y cómo hacemos esto? Siendo lo más claros y específicos que podamos para comunicar qué son los objetivos que queremos que logren y como estaremos evaluando el avance y los resultados de su trabajo.

La mente engaña

Estás ahí sentado, esperando un trágico desenlace que lo más probable es que nunca llegará. Sientes la ansiedad invadir cada rincón de tu cuerpo y con cada segundo las historias en tu cabeza se alimentan de tu incertidumbre para crear desenlaces cada vez más nefastos. Esto es normal. Tu mente solo está haciendo su trabajo.

¡Por supuesto! Evolutivamente el trabajo principal de la mente es mantenernos seguros y ayudarnos a sobrevivir. La mejor manera de lograr su objetivo es ser excesivamente exagerada. La mente todo el tiempo está buscando qué podría salir mal y cuándo lo encuentra lo exagera exponencialmente. Así es como ella nos trata de mantener vivos.

Aunque esta ardua tarea que no tiene descanso es muy noble si no se controla causa una gran cantidad de sufrimiento innecesario. Como bien lo dijo el gran filosofo estoico Seneca, “sufrimos más en nuestros pensamientos que en la realidad”.

El peligro y las amenazas son reales. Es importante estar atentos y alertas. De lo contrario en cualquier momento una amenaza nos podría tomar por sorpresa y causarnos mucho daño. Pero ojo, esto no es lo mismo que imaginarnos cosas terribles que están muy lejos de lo que realmente podría pasar. Esto ya es sufrir por gusto. El miedo a lo desconocido fácilmente se puede salir de control. Es importante mantener una mente clara y enfocada en la realidad. Así sufriremos mucho menos y al mismo tiempo estaremos lo más seguros posible.

La prisión que no se puede ver

La palabra prisión convoca muchas imágenes. Puede ser que un persona al escuchar esta palabra visualice a una pantera rondando en una jaula en el zoológico. Otra persona puede imaginarse a Martin Luther King Jr. o a Gandhi escribiendo en su celda. Alguien más puede pensar en Malcolm X. Y otra persona más puede derramar una lágrima al recordar a un ser querido que está tras las rejas.

Todas estas imágenes son fáciles de visualizar. Son muy poderosas. Generan emociones muy fuertes. No conozco a nadie que no le tema a estar en prisión. La idea de perder nuestra libertad es aterradora. Visualizar un prisión no es difícil pero aún así la prisión más maquiavélica de todas, en la que todos estamos prisioneros, simplemente no es visible.

Estoy hablando de la prisión que creamos para nosotros mismos adentro de nuestras cabezas. Las paredes de esta prisión están construidas por nuestros miedos. Estos miedos determinan, al igual que las paredes físicas de las prisiones que ya les mencioné, hasta donde podemos ir.

Si alguno de ustedes no cree en que esta poderosa y sofocante prisión existe tan solo debe pensar en alguien que le tiene miedo a las alturas. ¿Qué tan arriba puede llegar en una escalera? O en alguien que le tiene miedo a hablar en público. ¿Qué tan lejos podrá llevar sus sueños?

Sí, la prisión invisible construida con nuestros miedos es real y está adentro de nuestra cabeza. La buena noticia es que nosotros la creamos y por ende nosotros mismos la podemos destruir.

Adelante, no es tan malo como parece

Los miedos más grandes que tenemos usualmente vienen de historias que creamos en nuestras cabezas. Rara vez las cosas son en realidad tan malas como nos las imaginamos. Esto no solo es cierto cuando pensamos en situaciones altamente riesgosas. También aplica en las más triviales actividades de nuestro día a día.

Esta semana he estado prestando especial atención a por qué hay ciertas actividades que me digo que voy a hacer y simplemente no hago. ¿El común denominador qué encontré? Cuando pienso en empezar cada una de estas actividades genero una sensación de incomodidad dentro de mí.

¿Cuál fue el aprendizaje de estar observando mi comportamiento durante la semana? Que 9 de cada 10 veces mi reacción era completamente desproporcionada a lo que en realidad había que hacer. Y esto no es todo. También encontré que mientras más tiempo paso paralizado pensando en lo “terrible” que va a ser hacer lo que sea que me he propuesto, más intensa se vuelve mi sensación de incomodidad —un verdadero círculo vicioso.

¿Qué consejo les puedo dar? Adelante, no es tan malo como parece. No hay nada peor que sentarse a fantasear sobre lo que el cliente te va a decir en esa llamada difícil que necesitas tener. Ese problema que nunca antes has resuelto no se va a resolver solo e ignorarlo hasta última hora lo único que va a hacer es restarte tiempo para poder pensar en la mejor solución. Es reporte que es difícil de cuadrar no requiere de tanto tiempo como tu cerebro, ya en estado de pánico, te está diciendo.

La acción es el mejor antídoto para la parálisis. Ahora es momento de hacer y postergar lo inevitable no ayudará en nada. Esta manera de actuar tan solo alimentará ese monstruo ficticio que está rondando en tu cabeza. Es hora de hacer. El único camino es hacia adelante. No tengas miedo, no es tan malo como parece.

El miedo de saber para a donde ir

Antes de empezar a caminar es importante saber hacia a dónde se quiere ir. Caminar sin rumbo, al igual que las hojas que el viento sopla en otoño, no es para lo que los seres humanos fueron creados.

Todos, absolutamente todos, tienen la libertad de trazar el camino que quieren seguir en sus vidas. Nadie tiene por qué enfrentar un destino predeterminado —tal cosa no existe. Nada está escrito y aunque tanta libertad puede ser aterradora es precisamente ahí, en el infinito mar de opciones, en donde la esencia de la vida se puede encontrar.

Saber para a dónde ir necesariamente implica decidir. Ante todos los posibles caminos se deberá elegir uno y todos los demás serán descartados. Sí, ahí está una vez más el miedo de tomar una mala decisión. Pero, ¿Qué es preferible? ¿Terminar en un lugar al azar o vencer el miedo de decidir hacia dónde se quiere ir?

Camellos y la condición humana: Los miedos no son reales

Esta es la historia de un comerciante de camellos que estaba cruzando el Sahara con sus esclavos y 20 camellos que estaban por comercializar. Al caer la noche los esclavos empezaron a martillar unas estacas al piso con las cuales luego amarrarían los lazos para atar a los camellos.

Unos minutos después de que los esclavos terminaran de martillar las estacas uno de ellos se acercó al comerciante y le dijo:

— “Señor, tengo un problema. Tan solo tengo 19 estacas y son 20 los camellos que debo amarrar. No sé que hacer”.

— “Es fácil”, le respondió el comerciante. “Estos animales son muy simples y no les gusta pensar. Ata a los primeros 19 y luego solo acércate al que hace falta y simula que lo estás amarrando y creerá que está atado. Hazlo así y ya vamos a dormir”.

Y así fue. El esclavo hizo lo que el comerciante le ordenó y todos se fueron a dormir mientras que un camello quedó suelto sin lazo alguno que lo sujetara. A la mañana siguiente, para la sorpresa de todos exceptuando el comerciante, los 20 camellos estaban ahí, esperando seguir el viaje. Incluso el camello que no estaba amarrado.

Así que después del desayuno los miembros de la caravana empacaron todo, desamarraron los camellos y se prepararon para salir. La caminata inició y una larga fila de camellos empezó a desfilar por el desierto.

Tan solo habían pasado unos minutos cuando el mismo esclavo que la noche anterior se había acercado al comerciante se le volvió a acercar y le dijo:

— “Señor, todo está muy bien pero tengo un pequeño problema. Todos los camellos ya se están moviendo exceptuando el que pasó la noche suelto. Ese no se quiere mover por nada.”

— “¡Ah!”, le contestó el comerciante. “Es que seguro se te olvidó desamarrarlo. Ve a su lado y haz como que lo desamarras. ¡Ya vámonos de acá!”

Así es como el esclavo fue y “desamarró” al camello y todos siguieron felizmente su camino.


Esta historia ilustra muy bien la condición humana en la que la gran mayoría de personas viven. Estas personas experimentan muchas ansiedad. La experimentan todo el tiempo y viven con miedo a situaciones que simplemente no son reales.

Al igual que los camellos de la historia estas personas limitan sus vidas amarrándose a miedos (lazos) que simplemente no están ahí. El poder de la mente es inmenso y lo que la mente quiere creer se vuelve real en nuestras vidas.

Hoy es un excelente día para sentarte a pensar un buen rato a que lazos invisibles crees que estás amarrado. Si los decides cortar encontrarás la libertad y felicidad que has estado buscando toda tu vida.

Crédito: Basado en una anécdota contada por Anthony de Mello

No soltar el pasado y evitar el futuro son lo mismo

No sé que sea más difícil, soltar el pasado o aventurarse hacia adelante sin saber que depara el futuro. Sin importar cuál de estos dos males se escoja el resultado siempre es el mismo: permanecer igual, sin crecer, hundidos en la mediocridad.

Hay días en que yo me inclino hacia no querer soltar el pasado. La comodidad y seguridad que trae la familiaridad de lo ya conocido es muy reconfortante. Mis ganas de que nada cambie son muy grandes y lucho por tratar de mantener todo tal y cómo está.

Otros días prefiero no aventurarme hacia el incierto futuro que de una manera u otra inevitablemente llegará. Trato de postergar lo que nadie puede detener, el paso del tiempo. Dejo de buscar la maravilla de lo desconocido y una vez más regreso a buscar seguridad bajo la cobija de aquello que ya creo conocer.

Ahora que escribo estas palabras me doy cuenta que ambos males no son mas que los lados opuestos de una misma moneda: la mediocridad.

En el borde del abismo

Todos llegamos a topar contra nuestros límites en algún momento. Nadie se escapa de estar parado en el borde del abismo y sentir que ya no hay fuerza alguna que lo pueda salvar.

Es justo ahí, en el borde del abismo, que debemos confiar y dar un salto de fe hacia los sueños que más queremos alcanzar. Aunque pareciera ser imposible poder dar ese siguiente paso hacia el vacío, debemos recordar que somos descendientes de grandes hombres y mujeres que hicieron cosas espectaculares para sobrevivir y progresar. Es gracias a ellos que estamos acá y su valentía está en la sangre que corre por nuestras venas.

El abismo no es más que el lugar en donde termina nuestra zona cómoda. Son los pensamientos y miedos que nos incomodan. Es lo desconocido que creemos que nos puede dañar. El abismo es una fantasía que hemos creado en nuestra cabeza para justificar el no crecer. El abismo es algo que nosotros mismos creamos y por ende nosotros mismos lo podemos destruir. Es momento de saltar.

Esperar por miedo

Hace una semana estaba reflexionando sobre la importancia de actuar hasta después de haber reflexionado y el daño que causa movernos inmediatamente sin antes pensar. Pueden leer sobre eso aquí. Sigo firme sobre lo que escribí pero hoy quiero complementar esa idea con algo que entró en mi cabeza mientras estaba meditando.

En medio de mi meditación de hoy empecé a ver imágenes de cuando era niño. Eran recuerdos. No puedo haber tenido más de unos diez u once años. Recordé estar sentado por horas en la puerta afuera del cuarto de mis papás. Esperando. Esperando tener el valor de entrar a preguntar para pedir algún permiso o comentar sobre algo que había pasado. No sé en realidad cuanto tiempo pasaba sentado esperando pero tengo muy viva en mi memoria la sensación de que eran horas las que pasaban. No me podía mover o entrar hasta que el miedo bajara un poco. Si el miedo era intenso, entonces no podía actuar.

Recordar tan intensamente estos recuerdos hoy me ayudó mucho. Me ayudó a ver que el miedo que le tenía a mis papás de alguna manera me condicionó a buscar postergar mis acciones y decisiones cuando me siento inseguro. Ahora puedo ver claramente lo mucho que retraso las cosas más importante en mi vida cuando tengo miedo. Mi respuesta por omisión ante el miedo es esperar todo lo que pueda hasta sentirme lo suficientemente fuerte para actuar. Esto a veces me detiene por meses a la vez.

Como ya lo dije al empezar hoy, me mantengo firme: actuar sin antes pensar es algo contraproducente. Pero también es contraproducente paralizarse en los momentos en que se requiere ser decisivos y actuar. Una vez que se tiene claro cuál es el siguiente paso no tiene sentido sentarse afuera del cuarto de tus papás a esperar que el miedo pase antes de actuar.