Analizar las fallas

Fallar está permitido. No tener los datos necesarios para analizar qué está causando la falla es un pecado cardinal. Mientras se pueda entender por qué algo está fallando, ninguna falla durará mucho tiempo. Una vez que se entiende, todo se puede arreglar.

Muchas veces los emprendedores tratan de arreglar problemas sin antes tomarse el tiempo de entenderlos. Cualquier persona que no tenga la capacidad de construir un análisis detallado de por qué algo está fallando no puede formar parte de una organización de alto rendimiento. El alto rendimiento viene de entender las fallas y errores que limitan el desempeño.

Analizar las fallas debe ser un proceso fundamental en la empresa que quiere ser de clase mundial. Sí, el comportamiento natural es tratar de ocultar las fallas pero este es un patrón de conducta destructivo que debe ser erradicado de raíz. Solo así la empresa podrá alcanzar todo su potencial.

Si eres gerente o estás en un puesto de liderazgo presta atención a la capacidad que tienen tus directos de entender por qué algo está funcionando o no. Cualquier persona que esté tratando de hacer algo relevante para la organización va a fallar. Esto es normal y algo muy bueno. Las alertas se deben disparar cuando hay fallas y nadie sabe por qué.

El vacío de no saber qué hacer

Cada vez que se hace algo nuevo, no sé sabe qué hacer. Todas las situaciones que se afrontan por primera vez dejan un vacío en el estómago, precisamente porque no sabemos qué hacer.

Es algo contra intuitivo, ¿no? ¿Por qué debiéramos saber hacer algo que nunca antes hemos hecho? No tiene sentido alguno. Pero aún así nos petrificamos y sentimos ese vacío cuando no sabemos qué hacer. La vergüenza que sentimos es casi infinita.

Sí, ese vacío se siente incómodo y es algo que a nadie le gusta sentir. Pero ese no es el verdadero problema. El problema es que ese maldito vacío no nos deja pensar. Nos congela y no nos deja aprender de la situación que tanto nos quiere enseñar. Si tan solo pudiéramos actuar a pesar de el vacío, ¿cuánto más pudiéramos aprender?

Sólo hay dos formas de salir de este predicamento. Una es aprender a dominar las sensaciones incómodas del cuerpo y seguir adelante sin importar qué tan incómoda sea la sensación de vacío. La otra es desconectar de fondo la falsa creencia de que no saber qué hacer es algo malo. Que cuando no sabemos qué hacer nos debemos avergonzar.

No cabe duda alguna de que esta segunda estrategia es la más efectiva y a la que todos debemos aspirar.

Es más divertido ganar (una advertencia sobre la glorificación del fracaso)

No es ningún secreto que en el mundo del emprendimiento se glorifica el fracaso. Intentar algo y no lograrlo es una medalla de honor. Saber superar los descalabros con una sonrisa es reconocido como una habilidad superior. Todo esto está muy bien pero no debemos olvidar que es más divertido ganar.

No importa cuanto una persona pueda trabajar en cambiar su percepción del fracaso —algo que creo que todos debemos hacer— el éxito siempre se siente mejor. Después de todo, la mejor manera de interpretar el fracaso es como la serie de pasos inevitables que debemos tomar para que luego podamos triunfar. Es decir, el objetivo principal de fracasar es posteriormente llegar a ganar, no fracasar por qué fracasar es algo bueno en sí.

Siento que a veces se llega a glorificar el fracaso. Pareciera ser que en algunas ocasiones muchos ejecutivos llegarán a plantear que el objetivo final de la empresa o proyecto fuera fracasar. Hay que tener mucho cuidado. Hay una distinción muy importante ante tener una actitud positiva ante el fracaso viéndolo como un mecanismo indispensable para el éxito y ver el fracaso como algo intrínsecamente positivo.

No van a encontrar alguien más a favor del fracaso que yo. Es indispensable para llegar a donde sea que queremos llegar. Pero eso sí, siempre y cuando lo veamos como un medio y nunca como el fin porque al fin y al cabo, es más divertido ganar.

Las cosas fallan, es mejor acostumbrarse

La entropía es real. Conforme el tiempo pasa las cosas se deterioran. Como le gusta decir a un mi buen amigo, “hasta los bits se pudren”. Dado suficiente tiempo de desuso, todo va a fallar. Es mejor acostumbrarse.

Ese es un tipo de fallo que se da, el fallo por deterioro o desuso. El otro tipo de fallo que existe es el fallo por innovación o crecimiento. Siempre que se prueba crear algo nuevo la probabilidad de fallo es muy grande. Es muy rara la cosa que se hace por primera vez y que no falla. De igual manera, cuando algo que ya que ya funcionaba se lleva al siguiente nivel un eventual fallo es inevitable. Es mejor acostumbrarse.

Así que ya sea que algo se deje estar por mucho tiempo o que se esté inventando algo nuevo o que se esté trabajando en algo para mejorarlo o llevarlo al siguiente nivel, siempre podemos tener algo por seguro: que tarde o temprano va a fallar. Es mejor acostumbrarse.

Y ahora, ¿Qué vas a hacer?

Las cosas no salieron como querías. Te quedaste corto y el objetivo final por el qué tanto trabajaste no se cumplió. Bien, pues ya hoy eres un poco más fuerte, más sabio. No alcanzar la meta después de tanto correr puede ser un gran aprendizaje —si así lo quieres de verdad.

Las cosas son como son y el pasado no se puede cambiar. Recuerda, ver hacia atrás tan solo sirve para aprender de los errores que no quieres volver a cometer.

Hoy tienes una muy importante decisión que tomar. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a bajar la cabeza y lamentarte? ¿Te vas a sentar a llorar? ¿O vas a aprovechar esta lección para volver más fuerte y regresar siendo mejor en el siguiente round?

Tu futuro será lo que tu hagas de el y fracasar siempre será parte de tu crecimiento —es parte del crecimiento de todas las personas que logran grandes cosas en sus vidas. Estoy muy orgulloso de ver como poco a poco estás convirtiendo al fracaso en uno de tus mejores amigos. Lo estás empezando a entender y con cada tropiezo aprendes más de alguna enseñanza que te convierte en una mejor persona. Y de eso se trata esto: de darlo todo, sonreír ante la adversidad y seguir aprendiendo.

A veces no obtener lo que queremos es lo mejor que nos puede pasar: 6 pasos para ayudarte a que así sea.

Sin entrar en discusiones metafísicas acerca de como el destino pudiera estar escrito, lo que usualmente termina en algo como “todo pasa por algo”, hoy me siento a reflexionar por qué no obtener lo que queremos a veces es lo mejor que nos puede pasar.

Quisiera empezar diciendo que realmente SIEMPRE que no obtenemos lo que queremos es lo mejor que nos puede pasar —pero no puedo. Cuando no vemos el aprendizaje y no nos detenemos a entender por qué fracasamos, no obtener lo que queríamos es una pérdida de tiempo, y nos duele mucho.

Y acá es dónde llega la reflexión para meditar hoy. El fracaso ya sucedió. No obtuvimos lo que queríamos. Entonces, ¿Por qué tantas veces insistimos en empeorar la situación no queriendo ver en dónde fallamos y qué es lo que tenemos que cambiar para mejorar la próxima vez?

Así que para constantemente hacer que no obtener lo que quieres sea lo mejor que te puede pasar:

  • Recuerda que no obtener lo que quieres no dice nada acerca de tu persona.
  • Evita cualquier reacción emocional que no te permita reflexionar claramente acerca de lo que pasó.
  • Bajo ninguna circunstancia culpes a alguien o algo más. Siempre encuentra tu responsabilidad en lo que sucedió.
  • Desvincula tu identidad del resultado que acabas de obtener. Recuerda, “yo no soy mis resultados”.
  • Aprende con una mente abierta y entiende qué fue lo que realmente pasó.
  • Aplica lo aprendido la próxima vez que tengas una situación similar.

La oportunidad de volver a empezar

El tiempo es especialista en llevarse una gran cantidad de cosas. Una vez que se lleva algo, por nada lo devuelve. Lo que esto quiere decir es que cuando una oportunidad no se aprovecha, se pierde para siempre.

Esto puede sonar dramático, definitivo —y usualmente lo es. Sin embargo, hay algo que ni el tiempo ni nada más se puede llevar. Me refiero a la oportunidad de volver a empezar. Una oportunidad puede irse tan rápido como llegó pero la oportunidad de volverlo a intentar siempre seguirá estando ahí. Lo que quiero decir es que ni el tiempo ni las circunstancias son lo que nos impiden volverlo a intentar. Lo que nos está deteniendo es nuestro propio miedo de volver a fracasar.

Lo importante es jugar

Tanto en los deportes como en la vida, a veces se gana y a veces se pierde. Lo importante es jugar. Sin embargo, la gran mayoría de personas, al menos en mi experiencia, se la pasan bien cuando ganan y mal cuando pierden. Lo interesante es que cuando uno se detiene a pensarlo, es difícil encontrar una razón válida por la que se necesite ganar para pasarla bien.

Para aquellos de ustedes que me conocen, saben que soy altamente competitivo, especialmente con los deportes. Durante mucho tiempo pasé mucho malos momentos porque yo o los equipos a los que le iba perdían. También me la pasaba bastante mal al tener cualquier tipo de fracaso personal o profesional. ¡Qué perdida de tiempo! Pero gracias a los años y bastante introspección he aprendido que lo importante es jugar y que perder solo es una mensaje muy sutil de la realidad que simplemente nos está diciendo “por acá no es”.

Eso es todo. Perder, o como le quieran llamar, solo es retroalimentación. No quiere decir nada acerca de la persona que perdió. Tan solo es una indicación de que lo que se hizo no es lo que se requería para ganar. Pero esto en ningún momento significa que uno se deba sentir mal. ¿Por qué escoger sentirse mal?

Al pasársela bien, independientemente del resultado, se multiplica la cantidad de tiempo que uno puede disfrutar. Después de todo, se gane o se pierda, se debe agradecer que se tuvo la oportunidad de jugar y eso es lo importante.

Sobre las buenas intenciones

¿Saben qué es lo único que puede convertir un problema pequeño en un desmadre descomunal? Asumir que alguien causó el problema a propósito. Querer culpar. Creer en que alguien esa mañana se despertó y lo primero que pensó fue, “Hoy mi objetivo principal es ir a causar un gran problema en la empresa. Como no tengo nada mejor que hacer, voy a planear cómo joderle la vida a mis compañeros de trabajo.”

Hasta donde llega mi experiencia todavía no he conocido a alguien que piense así. Puedo imaginar que a lo mejor hay alguna que otra persona con algún tipo de desorden mental cuyo propósito en la vida sea causar problemas adrede pero en general me gusta creer que los errores que todos cometemos los cometemos por desconocimiento, no por maldad.

En un acelerado mundo empresarial en donde todos tenemos que estar aprendiendo nuevas cosas todos los días y en donde la incertidumbre está a la orden del día, los errores van a suceder, y van a suceder a menudo. Es por esto que es tan importante que encontremos una manera eficiente de resolver los problemas que nos pagan para resolver.

La mejor manera que se me ocurre de hacer esto es en todo momento asumir intención positiva en todas las personas que trabajan con nosotros. ¿Por qué no bajar la guardia por un momento y ver a los demás como seres humanos iguales que nosotros que no quieren hacer daño pero aún así se equivocan y causan problemas?

Esto no quiere decir que no se debe responsabilizar, corregir y ayudar a la persona que causó el problema a mejorar. Tan solo quiere decir que puede ser una buena idea dejar de reaccionar con tanto enojo cada vez que alguien comete un error. Lo más seguro es que no lo hizo con querer.

Perfección

Hay tantos proyectos que mueren antes de nacer porque sus creadores no pueden tolerar la idea de que alguna parte del proyecto llegue a fracasar. Queremos la perfección.

La sensación que experimentamos cuando algo no sale cómo queremos muchas veces pesa más que la ilusión que tenemos de querer construir nuestros sueños. Queremos la perfección.

A veces nos despertamos sin ganas de afrontar el día y no queremos arrancar. En nuestra mente ese pequeño error no deja de rondar y pronto olvidamos todo el bien que hemos podido cosechar. Queremos la perfección.

Sabemos que fundamentalmente somos buenas personas y aún así nos castigamos porque algo malo sucedió que estaba fuera de nuestro control. Queremos la perfección.

Damos todo lo que podemos y no dejamos de luchar. Abrimos brecha tierra adentro pero de vez en cuando hay una caída insignificante que convierte todo el viaje en un desastre abismal. Queremos la perfección.

Acercarse a la perfección requiere de mucha práctica y experiencia. No nos podemos acercar las primeras veces que intentamos hacer algo. Es una realidad que tenemos que aceptar. Si nos sigue importando tanto la perfección, jamás llegaremos a intentar hacer algo significativo con el tiempo que nos queda de vida.