El ciclo de la escasez y la abundancia

La sensación de escasez no se siente bien. Sentir que algo nos hace falta o que “no habrá” suficiente es incómodo. A nadie le gusta sentirse así. Al mismo tiempo, es esta sensación la que en gran parte determina la percepción de valor que se tiene de las cosas. La escasez crea valor. La sensación de escasez de cierto modo, nos motiva.

Al contrario, la abundancia invita a la complacencia y puede reducir cuanto se aprecian las cosas. En ciertas condiciones las llega a devaluar. Cuando se cree que se tiene todo lo que se desea es muy fácil que la energía y la motivación se desvanezcan. El cariño para aquello que se cree que no se puede perder desaparece. “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, les gusta decir por ahí.

Cuando se experimenta abundancia se tiende a creer que se seguirá teniendo abundancia en el futuro. En cambio, cuando se experimenta escasez el espíritu humano despierta y se trabaja duro para cambiar la situación. A nadie le gusta permanecer sin aquello que quiere por mucho tiempo.

Esta relación entre la abundancia y la escasez crea un ciclo que es difícil de romper:

Experimento escasez -> Trabajo duro para obtener lo que quiero -> Obtengo lo que quiero -> Experimento abundancia -> Descuido lo que tengo -> Vuelvo a experimentar escasez y todo se repite de nuevo.

Pero no podemos olvidar el agradecimiento, esa sensación que nos ayuda a apreciar lo que tenemos y recordar en cada momento lo mucho que nos costó obtenerlo. Una persona que es agradecida podrá sostener la abundancia que crea durante períodos de tiempo más prolongados. No la descuidará tan fácilmente.

Al fin y al cabo, que se tenga abundancia no quiere decir que no se pueda apreciar lo que se tiene. Gracias por todo.

Un guatemalteco que me inspiró: sabias palabras

Recién estaba regresando de correr y una persona, de esas que muchas veces pasan desapercibidas, como fantasmas, captó mi atención. Esta vez no seguí de largo. Me detuve unos momentos a platicar con él. Los siguientes minutos cambiaron mi vida.

Su nombre es Florencio y tiene un trabajo fisicamente demandante. Su horario es extenso y muchas veces trabaja hasta el fin de semana. De lo poco que pudimos platicar percibí que Florencio es una persona muy feliz y pude ver en sus ojos cansados una dignidad que muy pocos seres humanos llegan a tener.

Lo que este hombre, de unos cincuenta y cinco años de edad, actualmente hace para sostener a su familia es cargar garrafones de agua (cada uno pesa 44 libras – 20KG) para entregarlos a domicilio. Esta pesada tarea la hace a diario, con la fuerza y elegancia de un Hércules moderno.

No tuve más de 4 ó 5 minutos para hablar con él. Me presenté y su respuesta inmediata fue cordial y muy servicial. Estaba muy interesado en saber cómo me podía ayudar. Le conté sobre este blog y que quisiera, si no retrasaba mucho su trabajo, saber un poco más de él para poder escribir este post.

Sin dudarlo me dijo que sí y empezamos a conversar. Con muy pocas palabras me transmitió el orgullo que siente en “poder traerle agua a las personas de la colonia” todos los días. “Es cansado pero mi trabajo me ayuda a hacer ejercicio y a mantener mi cuerpo sano y fuerte”, me dijo.

“Gracias al trabajo que tengo no nos hace falta nada en mi casa”, prosiguió. “Estoy muy agradecido de poder hacer algo importante y honesto que me ayude a cubrir mis gastos.”

En este momento, Florencio estaba interesado en saber qué hago yo. Le conté que tengo y dirijo una empresa de tecnología y que también me gusta mucho escribir. Me preguntó si “eso de escribir” era una trabajo para mí. Le respondí que no y le dije que solo lo hacia como pasa tiempo.

Con un tono muy casual, casi indiferente, me vio a los ojos y me dijo, “¿sabe? No hay nada más bonito que cuando uno trabaja en lo que más le gusta hacer.” Sabias palabras.

Platicamos unos minutos más y luego nos despedimos, espero no para siempre. Él siguió su camino entregando agua, y yo, seguí en el mío, cuestionando si estoy haciendo lo que más felicidad me puede dar.

Gracias por tus sabias palabras Florencio.

Algo más grande que tu y yo

Las personas experimentamos muchas emociones. El abanico emocional a nuestra disposición es muy amplio. La intensidad con que podemos experimentar cada emoción también es muy extensa. Mi percepción es que las emociones más hermosas e intensas que podemos experimentar despiertan cuando logramos una conexión con algo más grande que nosotros mismos.

En este punto los invito a recordar y pensar en aquellos momentos en que ustedes mismos han vivido estas intensas emociones. ¿Hay algún atardecer espectacular que recuerden por ahí? ¿La sonrisa de alguna persona? ¿Un acto de generosidad? ¿Gratitud por algo? ¿La inocencia de un niño? ¿Un instante de conexión con un desconocido?

¿Qué tienen todos estos momentos en común? Que todos se sostienen sobre algo que va más allá de nuestro propio ser. Trascienden nuestra identidad. Nos invitan a sentir que somos parte de algo más grande. Nos recuerdan que aunque siempre somos nosotros los que generamos nuestras emociones, es la grandeza de la naturaleza y la maravilla de la conexión con otras personas lo que usualmente detona las sensaciones más satisfactorias de nuestras vidas.

Se cierre o no, hay tanto que agradecer

Viendo mi feed de Twitter puedo percibir la ansiedad colectiva despertar en Guatemala. Hay fuertes rumores de que se avecina otro cierre del país debido al crecimiento de casos de Covid-19. La ansiedad es justificable. Muchos negocios sufrirán grandes pérdidas si este fuera el caso.

Al mismo tiempo, hoy por la tarde nos enteramos que la señora que nos ayuda con la limpieza en la casa dio positivo de Covid-19 (no hemos tenido contacto en ella en semanas). Aproximadamente ya lleva una semana enferma y hoy que finalmente se le pudo diagnosticar ya está en un punto en el cual necesita oxígeno. En dónde fue diagnosticada (no tengo idea en donde fue) le dieron unas pastillas, la mandaron a su casa y le recomendaron que consiguiera oxigeno. Cuando hablamos por teléfono con su hija no nos supo decir que medicina le habían dado. Solo sabía que era una.

Decidimos llamar a la farmacia y pedir un kit completo de medicinas para tratar la enfermedad y hacérselo llegar de inmediato. No puedo dejar de pensar que pedir esa bolsa fue tan fácil para nosotros mientras que para ella simplemente era algo imposible de hacer. Realmente espero con todo mi corazón que los medicamentos que iban en esa bolsa aún puedan hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Ahora a las 9:00pm hay cadena nacional y todos nos enteraremos de las nuevas disposiciones. Se cierre el país o no, los invito a detenerse un momento y no olvidar que hay tanto que agradecer.

Agradecer siempre es mejor que lamentarse

Agradecer siempre es mejor que lamentarse

Las cosas siempre están en constante movimiento. Todo está cambiando todo el tiempo. Somos nosotros los que no tenemos la conciencia suficiente para darnos cuenta del constante cambio a nuestro alrededor. El respiro que estoy tomando en este momento es diferente al anterior y también será diferente al que viene. Esta es la naturaleza del mundo en que vivimos. Todo cambia, todo eventualmente tiene que terminar.

Y aún así insistimos en apegarnos a que las cosas se mantengan como son, especialmente cuando las estamos disfrutando. Pero es esta necesidad de que las cosas sigan igual lo que no nos deja disfrutar los momentos tal y como son. Es esta la razón por la cual nos lamentamos cuando algo bueno llega a su fin. Simplemente no lo queremos dejar ir. Creemos que sin “eso” no podremos estar bien. Esto simplemente no es cierto.

Pero hay otra manera mejor de experimentar el cambio. Cuando algo cambia siempre podemos agradecer por lo que se tuvo. Sin apegos, nostalgias o remordimientos. Sin lamentarnos porque terminó. Claro que podemos despedir hasta los mejores momentos con un agradecimiento genuino que solo puede nacer en un corazón que entiende que nada dura para siempre y que cada momento de la vida es un verdadero regalo. Ver el mundo a través de estos ojos no solo nos permite afrontar de mejor manera los cambios sino que también nos permite disfrutar plenamente de cada momento de nuestras vidas sin tener miedo alguno de que pronto vaya a terminar.

Gracias Javi #9, Rizzo #44 y Kris #17 por este 2,015 – 2,021 tan especial. Especialmente por el 2,016.

Chris, sé que hoy fue duro pero aprendimos una lección grande. Agradecer es siempre mejor que lamentarse. ¡Ánimo!

Los emprendedores son inspiración

Siempre he sido de la opinión que los emprendedores son las piedras angulares de nuestra civilización. ¿A dónde iríamos a comer o en dónde estudiarán nuestra hijos sin ellos? ¿Quienes desarrollarían los medicamentos que nos mantienen vivos y quienes harían los vehículos que nos llevan de acá para allá si no ellos? ¿Quienes entrenarían a los atletas del futuro si ellos no creyeran en luchar por mantener el amor por el deporte vivo?

Sin los riesgos que ellos toman todos los días, la gran mayoría de empleos que sirven de sustento para millones de familias, desaparecerían. El progreso en el mundo se detendría y nuestra calidad de vida no estaría ni cerca de lo que hoy es.

Y mi admiración hacia los emprendedores solo ha crecido en estos últimos meses de reactivación económica. Es realmente inspirador ver como muchos de ellos van encontrado la manera de salir de un abismo sin fondo que fácilmente haría temblar al mas valiente de los caballeros de la mesa redonda.

No se detengan. Sigan adelante. No importa en que industria estén —música, hospitalidad, restaurantes, deporte, o lo que sea—, sepan que el mundo los necesita y su valentía y esfuerzo serán recompensados a su debido tiempo. Están haciendo lo imposible y son una inspiración para los millones de personas que nos beneficiamos de su trabajo. Gracias por inspirarnos!

Recuerdos y agradecimientos de Navidad

Hoy, que estoy celebrando mi Navidad número 44, finalmente me estoy dando permiso de recordar. Conforme he ido avanzando en mi proceso de crecimiento me he podido conectar un poco más con mis emociones, abriendo así, caminos más directos a los recuerdos que de niño formé.

Mi niñez fue, —¿cómo lo puedo decir?— bastante intensa. Puedo recordar Navidades en las cuales hubieron horas llenas de mucha alegría tan solo para dar paso a noches de mucho dolor. Fueron tiempos llenos de mucha incertidumbre que usualmente explotaban en el 24 por la noche.

Conforme fui creciendo me acerqué mucho a un gran amigo que cambiaría mi vida para siempre. Su nombre era Christian. El ya nos dejó pero su espíritu vivirá por siempre en mí. Su situación familiar era muy similar a la mía y en cuanto ambos tuvimos la edad suficiente empezamos a pasar las Navidades juntos en bares o restaurantes. Usualmente estábamos solos los dos rodeados de unos cuantos extraños en situaciones que tan sólo me puedo imaginar, eran muy similares a las nuestras.

Pero desde hace ya 18 años he estado experimentando Navidades distintas, muy distintas. Desde que me casé la familia de mi esposa me ha recibido con los brazos abiertos como un miembros más de la familia. Estoy muy agradecido por eso.

Con particular alegría puedo recordar las últimas 11 Navidades que han pasado desde que nuestro hijo llegó a la familia. Han sido fantásticas y tan sólo puedo decir que tengo lindos recuerdos de cada una de ellas. La gran mayoría de ellas en la casa de Zona 2 en donde si algo nunca falta es la alegría y la felicidad —y tampoco mi arroz favorito.

Así que hoy, justo antes de dormir en esta Navidad, agradezco mucho a mis papás, a Christian, y a cada uno de los miembros de mi nueva familia por los inolvidables recuerdos que cada uno me ha regalado en algún 25 de Diciembre de mi vida.

Las dos maravillas de recordar

Cuando nuestros pensamientos viajan hacia el pasado, muchas veces algunos experimentamos remordimiento. Pareciera ser que nuestro pasatiempo favorito es analizar nuestras vidas con el único propósito de querer que fueran diferentes. También pasamos demasiado tiempo queriendo que nuestras vidas actuales fueran como fueron antes o queremos haber tomado decisiones diferentes para que nuestras vidas hoy fueran mejores. Si jugamos a este juego, no hay cómo ganar.

Pero hay otra manera de experimentar nuestro pasado. Hay formas de poder utilizar nuestro paso por la vida constructivamente. Aunque no nos resulte fácil, podemos utilizar nuestro pasado para mejorar tanto nuestro presente como nuestro futuro. Podemos visitar los rincones de nuestro pasado con la intención de aprender y agradecer.

Es totalmente válido querer cambiar cualquier aspecto de nuestras vidas en cualquier momento. Para realizar cambios necesitamos más información, necesitamos aprender. Si viajamos hacia el pasado no con remordimiento pero con la intención de aprender y entender que podemos hacer mejor podremos ver nuestro pasado como un eterno maestro que está siempre disponible para enseñarnos algo.

Para poder recordar nuestro pasado primero tenemos que estar vivos y luego debemos tener tiempo disponible para voltear a ver hacia atrás. Aunque no lo parezca, hay tanto que agradecer en cada momento. En especial hay mucho que agradecer respecto a las vidas que hemos tenido. Después de todo, es este camino lo que nos ha hecho las personas que somos hoy. Y si por alguna razón no nos gusta la persona que somos hoy, siempre podemos cambiar aprendiendo de la persona que fuimos ayer (nuestro pasado).

Nuestro pasado es un regalo que siempre podemos escoger aceptar o no. Tenemos la opción de tomar este regalo, abrirlo y utilizarlo para construir el resto de nuestras vidas. No lo sigamos desperdiciando.

El riesgo de innovar

Hacer lo mismo una y otra vez nos hace sentirnos seguros. Crea una rutina y es predecible. Nos mantiene en nuestra zona cómoda y requiere de poco esfuerzo. Hay poco riesgo y la probabilidad de fracasar es muy baja.

Pero está es la razón por la cual muchas veces el mundo se detiene. Es lo que causa que cuando las circunstancias cambian nos cuesta tanto reaccionar. Esa búsqueda de comodidad y falta de voluntad para tomar riesgos y experimentar le resulta muy costosa para la humanidad.

Todo el avance de nuestra civilización ha dependido y siempre dependerá de esas cuantas personas que, cómo bien lo dijo Steve Jobs, son lo suficientemente “locas” como para cambiar el mundo.

Es cierto que no todos tenemos la misma capacidad de innovar o encontrar “la mejor manera” de hacer algo. No todos estamos dispuestos a correr los riegos que innovar conlleva. Lo que sí todos podemos hacer es aplaudir a aquellos que toman los riesgos de innovar y brindarles todo nuestro apoyo para que juntos podamos seguir avanzando hacia adelante.

Por favor no olvidemos que son ellos los que estarán creando el mañana en donde todos los demás queremos vivir.

El día del padre, gracias Christian

Hoy es el día del padre, que mejor día para tener presente lo importante que es ser cada vez un poco mas humano. Que mejor día para seguir trabajando duro en nuestro crecimiento como personas, desarrollar todas aquellas cualidades que se que están en nosotros y al mismo tiempo luchar para sobrepasar todas aquellas limitantes que tantas veces no nos dejan seguir.

Recién ayer leí una cita que me gustó bastante:

Un padre le dijo a su hijo: “ten cuidado por donde caminas”

Su hijo le respondió: “ten cuidado tú, recuerda que yo sigo tus pasos…”

Que cierto es! El privilegio de ser padre es un privilegio de ser guía, ser ejemplo, de ser super héroe! De cierta manera es algo indescriptible y profundamente poderoso. Es una ventana que nos permite ver lo poderosas que son nuestras acciones en el mundo ya que en cada pequeña acción que decidimos o no decidimos tomar podemos ver inmediatamente los efectos que tenemos en la vida de los demás.

Se que ser padre no es solo del día de hoy. Es una hermosa tarea que se está presente cada instante de nuestras vidas. Estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos. El privilegio siempre está en la esencia que elegimos hacer en cada momento.

Pero no está de más detenernos un momento el día de hoy y agradecer a nuestros hijos por acercarnos tanto a esa sutil humanidad que despiertan en nosotros cada vez que nos ven a los ojos y nos dicen “hola papi, que bueno que estás conmigo”.

Gracias Christian.