¿Es la vida un sueño?

No sé si a ustedes alguna vez les haya pasado pero yo he tenido algunos momentos en mi vida que parecieron haber sido sueños. También he tenido sueños que han parecido ser más reales que muchas experiencias de mi vida “real”.

Sin querer entrar en inútiles debates filosóficos hoy quiero preguntar, ¿Cómo podemos saber que es la realidad? Creo que es una pregunta mucho más compleja de responder de lo que muchos de nosotros quisiéramos aceptar.

La respuesta es más compleja de lo que creemos porque con lo que hoy sabemos de cómo funciona el cerebro humano entendemos que lo que le llamamos realidad no es más que una alucinación controlada que ocurre en nuestras mentes. Es decir, le llamamos realidad a la interpretación que cada uno de nosotros le da a los impulsos eléctricos generados por los estímulos externos que la realidad (mundo externo) nos envía. Es esta alucinación controlada lo más cercano que tenemos a la realidad.

Entendiendo esto podemos afirmar que prácticamente nuestra vida diaria es lo mismo que estar soñando. Así que sí, la vida es un sueño.

Saber escuchar es un arte

A veces escuchar es lo más difícil que una persona puede hacer. Especialmente cuando lo que se está diciendo duele. Saber escuchar en estos momentos difíciles es un arte.

Bajar la guardia y escuchar cuando cada palabra que se está escuchando desgarra el alma no es fácil. Tratar de comprender la sabiduría escondida que viene codificada en el mensaje requiere de mucha humildad y honestidad interior.

Las palabras que más duelen también son las que más pueden ayudar, si las dejamos. Cuando una persona se sensibiliza y aprende a escuchar todo lo que está a su alrededor su vida cambia. Cambia porque en ese momento la persona se empieza a ver reflejada en todo lo que escucha a su alrededor —finalmente se empieza a conocer tal y como es.

El problema es que a la gran mayoría de seres humanos no les gusta lo que ven en el espejo cuando empiezan a escuchar. Es muy rara la persona que se acepta tal y como es. A prácticamente todos nos gusta defender esa identidad que hemos creado de un “yo” perfecto. Esa identidad que en todo momento estamos tratando de proyectar pero que sabemos que es falsa ya que solo existe en nuestro mundo interior.

Cuando lo que se escucha no encaja con la identidad que se quiere proyectar los oídos se cierran. Es más cómodo seguir soñando con un “yo” perfecto que escuchar la verdad. Saber escuchar es un arte porque requiere destruir la ilusión del “yo” y descubrir lo que realmente sé es.

No soltar el pasado y evitar el futuro son lo mismo

No sé que sea más difícil, soltar el pasado o aventurarse hacia adelante sin saber que depara el futuro. Sin importar cuál de estos dos males se escoja el resultado siempre es el mismo: permanecer igual, sin crecer, hundidos en la mediocridad.

Hay días en que yo me inclino hacia no querer soltar el pasado. La comodidad y seguridad que trae la familiaridad de lo ya conocido es muy reconfortante. Mis ganas de que nada cambie son muy grandes y lucho por tratar de mantener todo tal y cómo está.

Otros días prefiero no aventurarme hacia el incierto futuro que de una manera u otra inevitablemente llegará. Trato de postergar lo que nadie puede detener, el paso del tiempo. Dejo de buscar la maravilla de lo desconocido y una vez más regreso a buscar seguridad bajo la cobija de aquello que ya creo conocer.

Ahora que escribo estas palabras me doy cuenta que ambos males no son mas que los lados opuestos de una misma moneda: la mediocridad.

Las guerras de poder empiezan en casa

Creo que detrás de toda guerra hay una creencia fundamental que la está alimentando. Esta creencia es: el más fuerte puede tomar y hacer todo lo que quiera. Un corolario de este pensamientos es si somos los más fuertes y violentos, entonces poder tener lo que queremos.

Sé que lo que estoy a punto de decir puede ser controversial y a muchos no les va a gustar pero siento una obligación moral de decirlo. A mi manera de ver las cosas, este comportamiento tan destructivo se aprende en casa, desde que somos pequeños.

Creo que los adultos muchas veces tratamos a los niños de ciertas maneras que refuerzan esta creencia de que el más fuerte o el que tiene más recursos puede hacer lo que quiere. ¿Cuántas veces he escuchado a padres, madres o profesores decir “por qué yo te lo digo”? O “yo soy tu papá y entonces haces lo que yo te ordeno.” O “deja que los adultos decidan, tú no sabes lo que estás diciendo.” O “si no haces lo que te digo, te las vas a ver conmigo.” Discúlpenme pero definitivamente en este tipo de acciones existe un fuerte rastro de coerción y violencia.

Este tipo de comportamiento tan solo refuerza la creencia de que el que tiene los recursos puede imponer su voluntad sobre el que no. Que el que es más fuerte puede tomar decisiones sin tomar en cuenta al más débil quien debe obedecer a toda costa. De alguna manera estos comportamientos niegan la noción de que las cosas se pueden arreglar buscando un consenso por medio del dialogo y refuerzan la creencia de que la solución debe estar en la violencia, en ser el más fuerte. Esta manera de ver el mundo puede dejar secuelas muy serías en la psiquis de los niños.

Y entonces, ¿Qué sucede cuando un niño crece pensando que para ganar debe ser más fuerte que los demás y así poder imponer su voluntad sobre todos los que están a su alrededor? Obviamente tarde o temprano la violencia se desbordará y si este niño ahora es un adulto que está en una posición de mucho poder lo más probable es que el mundo termine con otra guerra más en sus manos.

“What if..” y el poder de las decisiones

Ha llegado el momento de admitirlo. Ya veo series de televisión de manera regular. La verdad lo estoy disfrutando bastante y creo que al menos las series de Disney/Marvel que estoy viendo están bien escritas y dejan algo en que pensar. Tanto así que ya antes me he visto motivado a escribir sobre algo de lo que me han enseñado.

Bueno, pues ayer en la noche vimos con mi familia el primer episodio de “What if…” y los tres quedamos muy contentos con lo que vimos. Y claro, yo me quedé pensando toda la noche en toda esta idea de los multiversos que está tomando protagonismo central en esta nueva era de producciones de Marvel.

Es increíble ver como TODA la historia de este primer episodio cobra vida debido a que alguien toma una decisión diferente a la que todos sabemos que tomó en la historia (universo) original. Osea, hay una única decisión, una elección diferente, que ocasiona una nueva serie de eventos y prácticamente genera un nuevo universo en donde cualquier cosa es posible —tal cual ocurre en la vida real.

Imagina un padre de familia que decide no tomar de más en la fiesta en que está con sus amigos y en lugar de morir esa noche en su camino a casa puede regresar con vida a desearle buenas noches a su hija de tres años. 22 años después aún está a su lado para acompañarla en el día de su boda. Eventualmente llega a ser un gran abuelo.

O imagina este joven con una vida muy difícil en casa (ambos padres son drogadictos), un futuro muy obscuro por delante y un vecindario muy peligroso como el único lugar en el cual se puede refugiar. Y aún así, con mucho valor, decide decir “no” cuando sus únicos amigos y la necesidad de dinero lo presionan a vender drogas. Gracias a esta única decisión no es arrestado esa noche y poco a poco empieza a ganar confianza en sí mismo. Con esfuerzo logra terminar la secundaria y con un poco de ayuda logra llegar a la universidad. 15 años después es un exitoso emprendedor y un cariñoso padre de 3 maravillosos hijos.

La verdad que si uno se detiene a pensar un poco, esta idea del multiverso de Marvel no es tan de ciencia ficción. Es como realmente funciona el mundo. Hoy, cada uno de nosotros, en este preciso instante tiene millones de posibles futuros (o universos) a su disposición. Las decisiones que tomemos en este momento son las llaves de las distintas puertas que abrirán los universos en que viviremos más adelante. Es vital que hoy tomemos las decisiones adecuadas para mañana poder vivir en el universo en el que realmente queremos pasar el resto de nuestros días. “What if…”

El ejemplo arrastra

Una acción vale más que mil palabras. El video es más poderoso que el audio. La manera en que alguien se comporta es lo que lo define como persona. Lo que alguien dice hacer tan solo son palabras al viento, la esencia de su ser tan solo se puede conocer a través de sus acciones.

El ejemplo arrastra porque es real. Un buen ejemplo no se puede fingir y es auténtico. El ejemplo se vive y se comparte, cambia vidas. El ejemplo, al final del día es lo que se es, sin máscaras ni engaños.

Todos, todo el tiempo somos un ejemplo para alguien más. Es algo que simplemente no se puede negar. Es por esto que es tan importante mantener un estándar de comportamiento alto en todo momento. Simplemente no podemos saber quién nos podría estar viendo. El ejemplo arrastra.

Mañana, la excusa perfecta

Mañana es el cementerio a donde los sueños de tantas personas van a morir. Mañana es la excusa perfecta para no hacer lo que sé debiera hacer hoy. Mañana es la mentira favorita de todos aquellos que se engañan diciendo una y otra vez, “hoy sí voy a cambiar”.

Sí, mañana es la excusa perfecta. Es muy fácil racionalizar no actuar y “esperar” a que llegue el momento correcto. Los efectos siempre parecen no ser graves. “No pasa nada, mañana lo puedo hacer”, son las palabras más reconfortantes tras las que se escudan las personas que tarde o temprano tendrán que aceptar que el tiempo se les acabó cuando la muerte repentinamente llegue a tocar a su puerta.

Tener una buena excusa no es razón para no hacer lo correcto. Que sea posible racionalizar intercambiar un sueño por un poco de comodidad temporal no hace que el intercambio deje de ser un muy mal negocio. Que sea posible hacer algo mañana en lugar de hacerlo hoy y sentirse bien al respecto no quiere decir que se esté actuando noblemente. Es un acto de cobardía.

Mañana puede ser la excusa perfecta pero el momento perfecto para actuar siempre es hoy. El momento prefecto siempre es ahora.

Los frutos del silencio

“La incapacidad de pensar es la causa principal de muchos de los problemas que hay en el mundo”, dicen por ahí. No estoy de acuerdo. De hecho, creo que la torrente incesante de pensamientos que no nos dan un segundo de paz es la causa de la mayoría de problemas que hay en el mundo.

Las decisiones, ideas y acciones que cambian el mundo para bien son el fruto de los momentos de silencio en los cuales una paz ancestral inunda la mente. Es en el silencio en donde las personas pueden conectar con su verdadero ser. Es el silencio la tierra fértil en la cual nacen los más grandes actos de generosidad y las ideas más revolucionarias que pueden cambiar el rumbo de la historia.

El ruido y los pensamientos inconscientes que no dejan de surgir, uno tras otro, son los verdaderos enemigos. Su incesable presencia en nuestra mente no deja que la sabiduría del silencio se pueda escuchar. Es en medio de todo este ruido que la creencia de que las cosas pueden llegar a estar mejor se extingue poco a poco hasta no dejar rastro alguno.

Cuando veamos a nuestro alrededor y nos deleitemos de lo maravilloso que hoy es el mundo tratemos de no olvidar que todo lo que tenemos no son más que los frutos del silencio que millones de personas que vivieron antes que nosotros se atrevieron a escuchar.

No todos los días son iguales

De hecho, no hay dos momentos que sean iguales. Sí de algo podemos estar seguros es que habrán días “buenos” y días “malos”. Algunas veces las cosas saldrán tal y como queremos y otras veces todo por lo que hemos luchado se irá al carajo.

La buena noticia es que cualquier cosa que pasé en un día determinado no tiene porque afectarnos internamente. Sí, los eventos que ocurran sin duda alguna tendrán efectos reales en nuestras vidas pero esto no quiere decir que estos eventos nos puedan afectar en donde más cuenta, adentro.

Esta habilidad de ser intocables por dentro es algo que se puede desarrollar. No es fácil porque para llegar a ser intocables por dentro debemos cambiar quienes somos. No basta con solo cambiar nuestro comportamiento. No es suficiente entrenarnos a reaccionar de manera distinta cuando otra persona dice algo que nos molesta. Para lograrlo nos debemos transformar en el tipo de persona que simplemente no se molesta cuando le dicen esto o aquello.

Esaa es la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento es entender algo a nivel racional. Es cambiar la manera en que se hacen las cosas. Es dejar un comportamiento por otro, forzosamente. Por el otro lado la sabiduría nace desde adentro y es transformativa. La sabiduría se siente y los cambios de comportamiento se dan naturalmente, casi sin que se puedan percibir. La sabiduría es cambiar gracias a que se han visto las cosas claramente, sin prejuicios o teorías que se hayan tenido que aprender.

No todos los días son iguales y para poder disfrutarlos todos debemos buscar más sabiduría y menos conocimiento. De lo contrario solo podremos gozar de los días en los que las cosas salen como queremos. Me parece un desperdicio vivir una vida en la que se pueda disfrutar tan poco.

Falta de costumbre

Hace tan solo dos años salir en un viaje de trabajo era lo más normal del mundo. Hoy que estoy por salir a dar una consultoría a El Salvador todo el asunto parece extraño y distante. Sé que el viaje es de tan solo un día y pronto estaré de regreso. La cosa es que simplemente no se siente así.

Y creo que toda esta sensación extraña es por la falta de costumbre. Los seres humanos somos bastante más apegados a las rutinas de lo que nos gustaría admitir. La primera vez que hacemos algo nos parece novedoso, extraño y en algunos casos hasta un poco peligroso. Algo similar ocurre cuando dejamos de hacer algo que ya hacíamos rutinariamente. Volverlo a hacer es de nuevo como estar empezando de cero nuevamente.

Es por esto que creo que los cambios para regresar de dónde estamos ahora en la pandemia van a ser mucho más lentos de lo que muchos creen. Regresar va a requerir una cantidad de esfuerzo muy similar a la que requirió llegar hasta acá ya que hoy estamos acostumbrados a la situación que día a día vivimos. La dificultad no está en ir o venir. La dificultad stá en cambiar.