Todavía no he conocido a alguien que no haya cometido un error grande en su vida. Cuando me detengo a pensar en algunas de las decisiones y acciones que he tomado en mi propia vida se me hace obvio que estoy lejos de ser intachable. Y también puedo pensar en muchas personas que, a pesar de mis fallas, me dieron segundas oportunidades que cambiaron dramáticamente la dirección de mi vida. Gracias a cada uno de ustedes.
Y aún así, en algunos casos, se me dificulta considerar darle segundas oportunidades a los demás. Por alguna razón que aún no he podido identificar me cuesta mucho ver la capacidad de cambio que yo mismo he demostrado en los demás. Que arrogante de mi parte.
Tomando prestadas y parafraseando las sabias palabras de Rocky Balboa, “si yo puedo cambiar y ustedes pueden cambiar, todos pueden cambiar.” Si todos podemos cambiar, ¿quién so yo para negar una segunda oportunidad?
He estado reflexionando mucho sobre esta limitación y ya empecé a trabajar duro para cambiarla. Creo que estoy haciendo avances pero aún no estoy satisfecho. Hay mucho trabajo por hacer y el siguiente paso que tenía por hacer era compartir esta batalla interna que estoy teniendo con ustedes. Hecho.
Ahora estaré trabajando en constantemente asumir intención positiva en todas las acciones que vea en los demás. Así podré empezar a ver los errores como lo que son, equivocaciones que no tienen la intención de dañar. Espero que esto me ayude a seguir cambiando y algún día poder llegar a darle segundas oportunidades a cualquier persona que esté buscando un empujón para volver a nacer.
pd. Esta reflexión nació luego de escuchar este podcast con Catherine Hoke quien se dedica a darle segundas oportunidades a personas recién salidas de la cárcel. Si mi reflexión les llamo la atención, creo que se pueden beneficiar de escucharlo.