La satisfacción de perder bien

Cuando se participa en un juego finito, un juego en donde al final alguien gana y alguien pierde, obviamente se corre el riesgo de perder. Pero no todas las derrotas son creadas igual y hay algunas que son mejores que otras.

Hay veces que se pierde porque uno se da por vencido antes de que el juego termine. Hay otras veces que se pierde por que simplemente no se jugó con corazón y se dejó ir la oportunidad. También se puede perder por descuido o cometer errores no forzados. Nada de eso pasó hoy. Hoy perdimos porque el otro equipo ejecutó mejor que nosotros en un momento crucial. Y eso está bien.

Enfrentarse a una rival que en papel es más fuerte que uno es motivante. Si uno tiene la actitud correcta este tipo de enfrentamientos sacan lo mejor que uno tiene para dar. Al final del día, independientemente del resultado, uno crece, mejora e identifica los limites de su habilidad.

Hoy aprendimos mucho y podemos estar muy satisfechos con lo que hicimos. Sí, el resultado final que buscamos no se dio pero peleamos y dimos todo lo que teníamos hasta el final. Aunque la pizarra al final mostraba 1–0 en nuestra contra podemos estar satisfechos de cómo fue que perdimos hoy.

Fronteras y etiquetas

Las fronteras realmente no existen. Son una construcción artificial de la mente humana. Lo mismo ocurre con el concepto de país. Sin la presencia de la inteligencia humana, también deja de existir. No existen en el mundo natural. ¿Quién de nosotros, si despierta de la nada en un avión, podría decir sobre que país está volando con tan solo ver el paisaje?

Y aún así, estos conceptos que se utilizan como etiquetas limitan tanto lo que las personas pueden o no hacer. Si alguno recuerda los DVDs tendrá presente el dolor que fue el tema de las famosas regiones. Region 1, Estados Unidos, Región 4, Latinoamérica, etc. Si la región de el DVD no hace match con la del Player, no puedes ver la película —¡no estás en la latitud y longitud correcta para ver esta función!

Por alguna razón las personas insisten en diferenciar, incluso a su propio detrimento, el trato y privilegios que los demás pueden tener en base a tantas etiquetas arbitrariamente establecidas, limitando así, el desarrollo y progreso de nuestra sociedad.

Por ejemplo, hace unos minutos Epic no me permitió darle dinero a cambio de un juego que están vendiendo porque cuando mi hijo creo su cuenta dejó Estados Unidos (país seleccionado por omisión) como nuestro país de residencia. Mi método de pago es de Guatemala y obviamente las etiquetas de País no concuerdan y por ende el juego no se puede comprar.

Dada la gravedad de la situación (que quiero actualizar mi dirección en una cuenta de juegos digital), no puedo simplemente cambiar mi país en el sitio de Epic. Debo escribir un ticket a soporte y esperar que me autoricen el cambio. ¡Nos van a verificar! En fin, tristemente vivimos en un mundo donde etiquetamos todo y es la conformidad con estas etiquetas lo que determina, en gran parte, la fortuna que muchos tendremos. Lastimosamente esto ocurre en situaciones realmente más serias —incluso de vida o muerte— que no poder comprar un videojuego.

Nuevos comienzos, 2021

En unas horas se estará terminando el 2020. Al detenerme y evaluar los últimos 365 días lo primero que me viene a la mente es agradecimiento. Creo importante empezar agradeciendo que sigo aquí para poder escribir este post y que en este momento estoy rodeado de toda mi familia. Nadie nos hace falta hoy.

Lo siguiente en lo que puedo pensar es en aprendizaje. Particularmente importante para mí fue aprender que puedo vivir con mucho menos de lo que creía necesario a principio de año. En las palabras de Siddhartha en la novela de Herman Hesse: “puedo pensar, puedo esperar y puedo ayunar”.

Pero suficiente acerca del 2020. Mañana empieza un nuevo año y debajo de su brazo vienen 365 nuevas oportunidades que aprovechar. ¿Exactamente cuales serán las oportunidades? Ni yo ni nadie lo puede saber. Lo que sí sé es que para yo aprovechar al máximo este año que está por comenzar requeriré hacer cambios profundos en mi manera de ser. Hay ideas y proyectos en mi mente que no me he atrevido a arrancar pero cuyo tiempo ha llegado. Ya no pueden esperar más.

Las dos grandes áreas en las que quiero trabajar son mi familia y mi crecimiento profesional. Estoy en una etapa en mi vida en la cual hay ciertas condiciones que puede ser que nunca más se vuelvan a repetir. Las quiero aprovechar. El 2021 será el año en donde potenciaré todo lo que sé que hay dentro de mí.

El reto en este nuevo comienzo, como todo gran reto que enfrentamos en nuestras vidas, es emocional. Cuando las habilidades se tienen, la falta de resultados tan solo se puede deber a limitantes emocionales. Pero en este caso sé que en mi interior que estoy preparado. Aunque sé que no será un año fácil (ni para mi ni para nadie más) sé que sin importar cuales sean las dificultades todo saldrá bien. El cambio siempre es para bien y no hay nuevo comienzo sin cambios que realizar.

Los vientos del cambio soplan a mi espalda y estoy por izar las velas. Un barco que tan solo prueba las mismas aguas traiciona su verdadera razón de ser. Los mejores tesoros se encuentran mar adentro en donde solo los más intrépidos marineros osan navegar. ¡Elevan anclas!

Aprender jugando es mejor

Hace unos días atrás escribí acerca de la gran cantidad de tiempo que he pasado jugando Civilization VI con mi hijo y mi cuñado. Las cosas no han cambiado y hoy volvimos a pasar la mayor parte del día jugando.

Sin entrar en los detalles de cómo funciona el juego quiero relatar cómo Civilization VI ha despertado el interés por la historia, política, ciencia y economía en mi hijo de 11 años.

Realmente no hay nada como aprender jugando. Creo que se aprende más cuando no se “sabe” que se está aprendiendo. Cosas maravillosas ocurren cuando el aprendizaje viene sutilmente disfrazado como algo más. En este caso, como un juego.

Conforme nos hemos ido adentrando en el juego el domino de los conceptos que se presentan como sistemas de gobierno, políticas económicas, estructuras sociales y técnicas de negociación se vuelve necesario para seguir avanzando. Y seguir avanzando es tan divertido que los tres hemos pasado horas de horas leyendo, comprendiendo y aplicando estos importantes conceptos.

También quiero mencionar cómo los círculos de retroalimentación cortos que ofrecen los juegos son importantes en el aprendizaje. Por ejemplo, si dentro del juego elijo un sistema de gobierno que no es apto para mi situación, en un par de turnos me puedo dar cuenta que me equivoqué ya que mi situación no irá para bien. De igual manera, cuando el sistema encaja, el progreso es evidente. Este tipo de retroalimentación rápida cimienta el aprendizaje y los conocimientos de una manera experiencial.

Aprender no tiene que ser aburrido y jugar no tiene que ser “una perdida de tiempo”. Se puede jugar para aprender y aprender jugando es mejor.

Viejos amigos en fin de año

El tiempo pasa y marcha sin piedad. Los años se hacen agua entre nuestras manos, dejando una sensación de vacío que marchita el corazón. Es cierto que lo único que tenemos es el tiempo presente, pero observar como el reloj se lleva nuestro tiempo aquí, lo queramos o no, causa cierta nostalgia que solo un viejo amigo puede sanar.

Durante los últimos días he tenido la suerte de poder ver a unos cuantos de estos viejos amigos y también de escribirle a algunos otros. ¿Que más puedo decir? Es un verdadero privilegio poder tomar unas cuantas horas fuera de la rutina y utilizarlas para estar con quienes compartimos crecer.

El año esta por terminar y esto sin duda alguna es una metáfora para lo que la vida es. Un ciclo que inevitablemente llegará a su fin. Tal vez esto es lo maravilloso de la vida. Qué es escasa, preciada. Es como poder pasar tiempo con viejos amigos, un regalo que no se puede despreciar.

Civilization 25 años después

Alrededor del año 1,992 recuerdo que pasaba horas seguidas jugando Civilization de Sid Meier. Civilization es un juego para computadora / consola cuyo objetivo es construir y guiar una civilización desde la era antigua hasta la modernidad.

El realismo y complejidad del juego es grande. La atención al detalle que se debe tener en la toma de decisiones tiene que ser muy precisa si se quiere llegar lejos. Las consecuencias y vueltas inesperadas que puede dar el juego en tan solo un par de turnos son dramáticas. Los avances y progreso se mueven poco a poco pero son suficientes para hacer que el tiempo desaparezca por horas a la vez.

Y hoy, 25 años después de que empecé a jugar Civilization 1 en una IBM PC 486 con mi hermano, estoy jugando Civilization 6 para el Nintendo Switch con mi hijo. ¡Cómo ha avanzado la tecnología! Llevamos ya un par de días dedicándole bastante más tiempo al juego del que quisiera admitir. Pero no importa. Nos la estamos pasando muy bien y los dos estamos aprendiendo bastante acerca de civilizaciones antiguas e historia.

El cambio de ritmo y narrativa que Civilization 6 ha traído al uso de los videojuegos en la casa ha sido grande. Particularmente cuando lo comparo con Fortnite. La experiencia de juego ha cambiado de una de aceleración y violencia a una de calma, paciencia y aprendizaje.

Si alguien me hubiera dicho hace 25 años que hoy estaría disfrutando tanto jugar el mismo juego con mi hijo jamás lo hubiera creído. Que alegre seguir jugando Civilization 25 años después.

Recuerdos y agradecimientos de Navidad

Hoy, que estoy celebrando mi Navidad número 44, finalmente me estoy dando permiso de recordar. Conforme he ido avanzando en mi proceso de crecimiento me he podido conectar un poco más con mis emociones, abriendo así, caminos más directos a los recuerdos que de niño formé.

Mi niñez fue, —¿cómo lo puedo decir?— bastante intensa. Puedo recordar Navidades en las cuales hubieron horas llenas de mucha alegría tan solo para dar paso a noches de mucho dolor. Fueron tiempos llenos de mucha incertidumbre que usualmente explotaban en el 24 por la noche.

Conforme fui creciendo me acerqué mucho a un gran amigo que cambiaría mi vida para siempre. Su nombre era Christian. El ya nos dejó pero su espíritu vivirá por siempre en mí. Su situación familiar era muy similar a la mía y en cuanto ambos tuvimos la edad suficiente empezamos a pasar las Navidades juntos en bares o restaurantes. Usualmente estábamos solos los dos rodeados de unos cuantos extraños en situaciones que tan sólo me puedo imaginar, eran muy similares a las nuestras.

Pero desde hace ya 18 años he estado experimentando Navidades distintas, muy distintas. Desde que me casé la familia de mi esposa me ha recibido con los brazos abiertos como un miembros más de la familia. Estoy muy agradecido por eso.

Con particular alegría puedo recordar las últimas 11 Navidades que han pasado desde que nuestro hijo llegó a la familia. Han sido fantásticas y tan sólo puedo decir que tengo lindos recuerdos de cada una de ellas. La gran mayoría de ellas en la casa de Zona 2 en donde si algo nunca falta es la alegría y la felicidad —y tampoco mi arroz favorito.

Así que hoy, justo antes de dormir en esta Navidad, agradezco mucho a mis papás, a Christian, y a cada uno de los miembros de mi nueva familia por los inolvidables recuerdos que cada uno me ha regalado en algún 25 de Diciembre de mi vida.

Riesgo y consecuencia

Puede haber algo que sea de muy poco riesgo pero que tenga graves consecuencias. Por ejemplo, viajar en avión.

También hay cosas de mucho riesgo que tienen consecuencias leves. Como jugar un partido de futbol.

Qué tan arriesgado es algo no tiene nada que ver con la gravedad de las consecuencias que se darán si el riesgo se cumple. Para tener el panorama completo se deben considerar tanto las probabilidades como la severidad de las consecuencias y recordar que no están relacionadas.

De mutuo acuerdo

Cuando dos o más personas deciden colaborar para lograr algo más grande que lo que podrían hacer solas —”construir de mutuo acuerdo”—, se logran grandes cosas.

Es por esto que me desmoraliza tanto encontrar el famoso “de mutuo acuerdo” en contrato tras contrato con el único afán de tratar de limitar el abuso de una de las partes sobre la otra. Muy rara vez se utiliza para potenciar la colaboración que podría nacer de una estrecha relación en donde las partes involucradas acuerdan mutuamente apoyarse.

No sé si sea muy optimista, o incluso utópico, pero me gustaría vivir en un mundo así. En donde los que queremos trabajar juntos acordamos dar lo mejor que tenemos y tratar de cumplir las expectativas que mutuamente se definen desde el principio. En donde si algo surge en el camino o alguna expectativa no se cumple, el malentendido (es es todo lo que sería) se resolvería con el mejor resultado para el proyecto en mente.

De mutuo acuerdo no debiera significar “no me puedes hacer eso a menos que yo te deje”. De mutuo acuerdo debiera significar “acordamos colaborar para lograr lo que los involucrados queremos y si por cualquier razón no resulta, lo resolveremos de la manera más productiva posible”.

Hay más enfermedades

Este último año ha sido dominado por la narrativa del COVID. La cobertura mediática, las restricciones de movilidad y la muerte de tantas personas ha hecho que este virus sea el líder de “top of mind” de las enfermedades.

No importa que anomalía pueda uno experimentar en el cuerpo, el primer pensamiento que salta casi que de reflejo es “tengo COVID”. Por ahí escuché a un amigo decir “ya todos tuvimos COVID, al menos en la mente”. Es muy cierto.

Pero hay otras enfermedades que el cuerpo y nuestros sistemas inmunes deben combatir. La comida nos cae mal y nos podemos intoxicar, nos puede dar una gripe común o podemos experimentar un dolor de cabeza. Estadísticamente no se cual sea la probabilidad de que la siguiente enfermedad que una persona contraiga sea COVID pero me imagino que es relativamente baja.

No quiero decir con esto que las medidas de precaución y el nivel de alerta con que nos debemos comportar deben disminuir. Para nada. El COVID es real y nos tenemos que cuidar. Lo único que estoy diciendo es que hay otras enfermedades y eso que estás sintiendo en tu cuerpo puede ser algo que no sea COVID. Hay más enfermedades.