Pensar afuera de la caja

Esta expresión de pensar fuera de la caja está bastante trillada. Se utiliza para casi cualquier situación que requiere algún cambio. En la mayoría de casos se refiere a encontrar una manera diferente, poco intuitiva de hacer las cosas. Siempre se usa en referencia a tratar de resolver un problema externo. La expresión utilizada de manera tradicional asume que la caja está “allá afuera”.

Pero la caja más grande de todas está adentro de nuestras cabezas. El pensar afuera de esta caja interna es donde están las más grandes oportunidades. Pensar afuera de la caja de nuestra propia programación implica:

  • Cuestionar nuestras creencias más personales que consideramos intocables. Aquellas que cuando alguien cuestiona perdemos el control.
  • Imaginar cómo serían nuestras vidas si aceptáramos que el mundo funciona de una manera distinta a la que nosotros consideramos verdadera. No siempre tenemos la razón.
  • Escuchar a los demás abiertamente para construir una autoimagen más real de nosotros mismos. No somos lo que creemos que somos.
  • Llegar más allá de nuestros miedos más grandes para ver las cosas como son y no verlas de una manera que nos hace sentir seguros. El mundo no es tan amenazador como creemos.
  • Reconocer que la mayoría de nuestras acciones son producto de una programación instalada por nuestras familias y sociedad desde antes de que tuviéramos completo uso de razón. Actuamos de maneras mucho más reactivas de lo que creemos. Nuestra “libertad” de acción es más limitada de lo que creemos.

La caja está adentro de nosotros, no afuera. Si logramos pensar más allá de nuestra propia programación, la cual es invisible, entonces estaremos realmente pensando afuera de la caja.

Rumbo a casa

Siento que he empezado mi viaje de regreso a casa. En el silencio de la noche algo me murmura que estoy muy cerca de encontrar aquello que nunca terminé de perder. Poco a poco las murallas que he construido durante toda mi vida se empiezan a desmoronar para dar paso a un poco de luz.

Mis interacciones con otras personas, e incluso conmigo mismo, están cambiando. Mi indiferencia hacia ciertas cosas que siempre me parecieron banales se empieza a desvanecer. La niebla lentamente se empieza a disipar.

Este barco a alzado anclas e izado sus velas. El puerto de partida ha quedado atrás y se empieza a fundir con el sol en el ya distante horizonte. Ahora todo lo que puedo ver hacia adelante es mar abierto. Las posibilidades son infinitas y aunque el destino final nunca se podrá expresar con palabras, el corazón sabe que este es el rumbo a seguir —voy rumbo a casa.

El paso del tiempo, no lo podemos detener

El paso del tiempo deteriora el cuerpo pero enriquece el alma. El paso del tiempo nos enseña pero también nos obliga a olvidar. El paso del tiempo nos quita personas y cosas que queremos para enseñarnos lo que es la sensibilidad

Es espeluznante como algo no material, como el paso del tiempo, pueda alterar todo lo que los seres humanos consideramos real. No hay persona, ni estructura, ni creación humana que pueda poner resistencia al paso del tiempo.

Los grandes reyes y faraones sucumbieron ante el paso del tiempo al igual que las más magnificentes estructuras creadas por la humanidad también se hincarán algún día ante la incesante marcha del díos Cronos.

Nada ni nadie puede detener el paso del tiempo. Los niños crecen y los amigos envejecen. Seres queridos mueren y bebés nacen. La vida es constante cambio, el paso del tiempo no se puede detener.

Todos, en algún momento de nuestra existencia, nos detenemos a contemplar el paso del tiempo y cómo este a dado forma a nuestras vidas. Si somos inteligentes, nos daremos cuenta que el paso del tiempo no se puede detener y que todo lo que tenemos es hoy. No tiene sentido tratar de negociar con el paso del tiempo. Todo lo que podemos hacer es verlo pasar y maravillarnos antes su majestuosa invencibilidad.

La inercia de nuestra programación

Desaprender es más difícil que aprender. ¿Cuántos comportamientos tratamos de cambiar pero una y otra vez volvemos a nuestro patrón habitual? El poder de nuestro condicionamiento y programación es más fuerte de lo que quisiéramos creer.

Si siempre te pones el zapato derecho primero, trata ponértelo después de haberte puesto el izquierdo. Si siempre que vez ese número en la pantalla de tu celular te pones ansioso y corres a responder, ahora trata de ignorar la llamada y responder hasta después. Si siempre que hablas con esa persona te pones histérico al escucharle alardear sobre sus logros, ahora trata de genuinamente sentirte orgulloso por lo que en su vida está logrando alcanzar. Presta mucha atención y pronto verás lo fuerte que es tu programación. De hecho, al inicio la mayoría de veces ni siquiera estarás al tanto de que estás reaccionando a lo que está sucediendo a tu alrededor.

Es importante reconocer que nuestras reacciones a todos estos eventos no tienen nada que ver con qué zapato está más cerca, con quién nos está llamando o que la persona con que estamos hablando sea extremadamente arrogante. Cada una de nuestras reacciones a estás situaciones está fuertemente codificada en nuestro condicionamiento y programación. De no ser así, todas las personas se pondrían el zapato derecho primero, todos se pondrían ansiosos cuando los llama esa persona que nosotros no podemos ignorar y nadie hablaría con esa persona que no podemos soportar. Es fácil ver que esto simplemente no es así. Cada quién reacciona de manera diferente porque cada uno de nosotros tiene su propia programación.

Qué es lo que creemos que es cierto, nuestros miedos, cuales son nuestros valores y quién creemos que somos son los cuatro componentes más fuertes de nuestra programación.

Para poder cambiar nuestro comportamiento primero tenemos que llegar a aceptar que estamos programados. Luego tenemos que contemplarnos muy de cerca hasta que podamos ver y comprender nuestra programación. Finalmente, una vez que hayamos comprendido como estamos programados, podremos empezar a cambiar uno a uno los comportamientos que están enraizados en lo más profundo de nuestro ser —nuestra programación.

Una noche de Netflix, estadísticas y baseball

Recién acabamos de ver Moneyball con mi hijo Christian. Ambos compartimos una pasión muy profunda por el baseball y esta era la película ideal para hoy. A pesar de la hora a la que la empezamos a ver y el hecho de que mañana vamos a salir muy temprano, estoy muy contento que decidimos quedarnos despiertos hasta que terminó.

A parte de volver a vivir los momentos que recuerdo de esa temporada tan especial del 2,002, poder ver cómo Christian ya entiende las sutilezas tan complejas del juego me llenó de mucho orgullo y satisfacción. No está de más decir que sus capacidades analíticas y matemáticas se están desarrollando a pasos muy acelerados.

Espero con todo mi corazón poder compartir muchos momentos más así con él. En esta ocasión fue el baseball que nos unió pero nadie sabe lo que nos depara el futuro. Realmente no me importa que sea lo que estemos compartiendo dentro de algunos años mientras podamos seguir pasando momentos tan agradables como el de hoy.

Luz interior

Cada uno de nosotros tiene una luz interior que con el paso del tiempo cambia de color. Al cabo de unos cuantos años, la luz interior con que nacemos es irreconocible de la luz que le presentamos a los demás.

Esta luz natural, quien realmente somos, lentamente abre paso a una luz artificial que trata de dar forma a quien creemos que debemos ser para encajar, para pertenecer. Desde que somos muy pequeños aprendemos qué es lo que debemos hacer para conformar con las expectativas de nuestra familia, amigos y sociedad. Cambiamos de color para sentirnos cerca de los demás.

Y así embarcamos nuestro camino por la vida, tratando de iluminar el camino por donde vamos con una luz que está muy lejos de quienes somos en realidad. Una luz que aunque se siente extremadamente natural y propia no es realmente nuestra. Tan solo es la combinación de millones de expectativas ajenas que han dado forma a una falsa identidad que confundimos con nuestra luz interior.

La buena noticia es que nunca nada ni nadie puede extinguir completamente nuestra luz interior. Siempre la podemos recuperar. Todo lo que debemos hacer es ver, escuchar.

Tenemos que estar atentos a todos esos momentos en que sentimos que nos desgarramos por dentro y que nuestra vida se desarma sin piedad. Es en estos momentos que nuestro subconsciente nos está gritando y nos dice que algo no está bien. Que no estamos actuando de acuerdo a quien realmente somos, que estamos lejos de nuestra luz interior.

Si prestamos atención pronto aprenderemos a escuchar y a reconocer nuestra luz interior. Este es el único camino a la verdadera felicidad pues solo es cuando actuamos en sintonía con nuestra luz interior que podemos iluminar nuestro propio corazón.

Perfección

Hay tantos proyectos que mueren antes de nacer porque sus creadores no pueden tolerar la idea de que alguna parte del proyecto llegue a fracasar. Queremos la perfección.

La sensación que experimentamos cuando algo no sale cómo queremos muchas veces pesa más que la ilusión que tenemos de querer construir nuestros sueños. Queremos la perfección.

A veces nos despertamos sin ganas de afrontar el día y no queremos arrancar. En nuestra mente ese pequeño error no deja de rondar y pronto olvidamos todo el bien que hemos podido cosechar. Queremos la perfección.

Sabemos que fundamentalmente somos buenas personas y aún así nos castigamos porque algo malo sucedió que estaba fuera de nuestro control. Queremos la perfección.

Damos todo lo que podemos y no dejamos de luchar. Abrimos brecha tierra adentro pero de vez en cuando hay una caída insignificante que convierte todo el viaje en un desastre abismal. Queremos la perfección.

Acercarse a la perfección requiere de mucha práctica y experiencia. No nos podemos acercar las primeras veces que intentamos hacer algo. Es una realidad que tenemos que aceptar. Si nos sigue importando tanto la perfección, jamás llegaremos a intentar hacer algo significativo con el tiempo que nos queda de vida.

Una carta en pro del futuro de nuestra nación (no cerremos los colegios)

Sé que cuando un gobierno toma decisiones que no son populares se generan muchas publicaciones en su contra por medio de las redes sociales. La gran mayoría de estas publicaciones son acusadoras, divisivas y muchas veces cruzan la línea para convertirse en insultos denigrantes.

No creo que este comportamiento sea correcto. Tampoco lo apoyo de ninguna manera. Aunque parezca difícil de creer, hay otras maneras de encontrar soluciones. Espero que este post sea un testamento a que aún cuando hay desacuerdo pero HAY EDUCACIÓN, se puede trabajar en conjunto para encontrar una mejor solución.

Afortunadamente he tenido la oportunidad y privilegio de recibir una educación constante durante toda mi vida. En este momento quiero recurrir a todo el aprendizaje que he tenido para solicitar de una manera cordial y asertiva a nuestro gobierno que en este decisivo momento priorice la educación. No cerremos los colegios si no es necesario.

Como emprendedor sé lo difícil que es dirigir una organización y tomar decisiones que afectan a otras personas. Sé lo difícil que es tomar la responsabilidad cuando hay mucho en juego. También sé que si el presente no se balancea con el futuro, tarde o temprano habrán problemas. Pero también sé que siempre hay una solución, incluso a aquellos problemas que parecen insuperables. Requiere de trabajo, apertura, humildad y mucha colaboración. Mientras estemos vivos siempre se puede resolver.

Estamos en un momento en el que la ciencia, afortunadamente, nos ha dado una vacuna. Lamentable ésta aún no ha sido distribuida masivamente en nuestro país. Al mismo tiempo, gracias al incansable trabajo de miles de científicos y educadores ya tenemos guías muy confiables de cómo mitigar la propagación del COVID en los colegios. Ya sabemos bastante acerca de cómo se comporta el virus.

Lo que aún no conocemos con certeza es el efecto que el confinamiento, aislamiento y falta de interacción social está teniendo en las personas que nos ha tocado vivir esta pandemia. Especialmente no sabemos cómo está afectando a los niños y adolescentes. En este momento tan solo podemos especular pero el panorama no es para nada alentador.

Compartiendo mi experiencia personal, les puedo decir que a pesar de todos los privilegios que mi hijo tiene (no me puedo imaginar lo que están atravesando otras familias con menos recursos que nosotros), su bienestar psicológico se ha visto seriamente comprometido durante este último año. ¿Cómo lo sé? Él ha tenido la oportunidad de asistir en un modelo híbrido al colegio durante los últimos dos meses y su comportamiento, patrones de sueño y bienestar en general han mejorado dramáticamente. No se necesita ser un experto para ver cuándo un niño entra y sale de una “niñez” normal. Con el regreso a clases lo vi, en cuestión de días, transformarse en otra persona. Una persona más completa, plena y llena de vida. Incluso, una persona más humana.

Señores del gobierno de Guatemala, el desarrollo integral y bienestar de las personas debe ser prioritario. Especialmente el de los niños, son nuestro futuro. Los exhorto a actuar de acuerdo. Les comparto mis pensamientos.

No tengo duda alguna de que estamos a las puertas de un posible rebrote. La semana que viene es Semana Santa. Debemos pensar, cuál va a ser nuestra prioridad, ¿Paseo y vacaciones o el bienestar y desarrollo a largo plazo de los niños guatemaltecos? Pareciese ser, al menos desde donde yo estoy viendo, que la decisión tomada hoy prioriza el paseo y las vacaciones. De lo contrario se hubiera procedido a tomar medidas de contención “turística” y no el cierre de los colegios en donde, hasta donde yo sé, ha habido pocos problemas y mucha recuperación psicológica.

El otro tema que quisiera resaltar es el ritmo de la distribución de la vacuna. Sin conocer la interioridades ni la logística, estoy convencido de que se pueden lograr mucho mejores resultados y que se debiera redoblar el esfuerzo para que nuestros maestros en todo el país puedan ser vacunados cuanto antes. Ante mis ojos, ellos son los guías de la Guatemala del futuro y eso los convierte también en trabajadores de “primera línea”. Hagámosles llegar la vacuna lo antes posible.

Señores del gobierno, hoy estamos ante una situación compleja. Creo que la única manera de salir adelante es tomar el camino difícil y defender el futuro de nuestra nación, luchar por el bienestar de nuestros niños. Como lo he dejado claro, no estoy de acuerdo con las medidas que se tomaron hoy y pretendo manifestar mi desacuerdo de una manera pacífica y EDUCADA. Creo que están respondiendo a prioridades equivocadas. También creo que hay muchas opciones de resguardar la salud de los guatemaltecos y permitir al mismo tiempo un modelo híbrido de clases presenciales. Les pido, al igual que otros miles de padres y madres guatemaltecos, que dediquen un poco más de tiempo a evaluar las posibles soluciones que tienen a la mano y actúen de una manera coherente con el bienestar de nuestros niños. La Guatemala de hoy y la del mañana se lo agradecerán por siempre.

Perderlo por no querer pagar el precio

Hay muchas veces que me siento en soledad a quejarme de algo que pasa a mi alrededor. La gran mayoría de veces me quejo de cosas que yo mismo podría cambiar —si tan solo quisiera pagar el precio.

Mi lógica de pensamiento va a algo así. Hay algo que sucede que no me gusta. Lo evalúo y decido que esto no debiera ser así y que el mundo de alguna manera está siendo injusto conmigo. Una voz dentro de mi insistentemente repite que “este problema no me debiera pasar a mí.” Me siento indefenso y empiezo a buscar una salida, un escape. Si esto va a ser así de difícil, pues mejor lo dejo. No quiero nada que ver con esto.

Ahora que lo escribo me doy cuenta de lo ridículo que suena. No tiene ningún sentido y si le hubiera hecho caso a este dialogo interno no hubiera logrado ni un cuarto de las cosas que he logrado en mi vida. Lo que sí es cierto es que ese dialogo es real y me genera muchísima incomodidad y ansiedad. Me resta motivación y hace que las cosas sean mucho más difíciles de lo que en realidad son.

Creo que el antídoto perfecto para contrarrestar esta manera tan precaria de pensar empieza con recordar que nadie me debe nada. Que si quiero que un problema que está enfrente de mi desaparezca soy yo el que debe hacer el trabajo de desvanecerlo. Nadie lo tiene que hacer por mí. Si quiero la recompensa y poderla disfrutar plenamente tengo que estar dispuesto a pagar el precio que vale. Me tengo que adueñar de mi vida.

¡Claro! Ahora lo veo con tanta claridad. Cada vez que me empiezo a quejar y me dan ganas de dejar de luchar por algo es porque no estoy dispuesto a pagar el precio de lo que cuesta. No es que el mundo esté siendo injusto conmigo. Nadie me deba nada.

Viéndolo así tengo dos opciones, pagar el precio necesario y obtener lo que quiero o ser sincero conmigo mismo y reconocer que me perderé de lo que quiero por no querer pagar el precio.

Resultados no esperados

Cuando algo sale mal no es porque queríamos que saliera mal. Simplemente es un resultado no esperado. Siempre que hacemos algo nuestra expectativa es que salga bien. Nadie empieza a algo con ganas de que salga mal.

Que algo salga mal no dice nada acerca de nosotros. Simplemente lo que ocurre es que debido a nuestro desconocimiento nuestras buenas intenciones no se materializan y obtenemos resultados no deseados. Nadie fracasa a propósito.