Las dependencias más difíciles de romper

Cuando escucho la palabra dependencia, lo primero que me viene a la mente es la adicción a algún tipo de substancia. No sé porque sea pero rápidamente mi mente relaciona la palabra con drogas o alcohol.

Creo que esto no es casualidad, este tipo de situación es algo muy común en nuestra sociedad. No solo la cantidad de personas con problemas de abuso de substancias crece mes tras mes sino que el impacto que este problema tiene a nivel social es cada vez más severo. Sea como sea, cuando escucho la palabra “dependencia” este es el tipo de cosas en que pienso.

Sin embargo sé que hay dependencias mucho más comunes, peligrosas y difíciles de romper que estas que ya mencioné. Son estas dependencias las qué, debido a su prevalencia y toxicidad, más nos debieran preocupar pero muy pocas personas si quiera las identifican como dependencias.

Me refiero a la dependencia que todos tenemos a cosas como la aprobación y aceptación de los demás. A tener que cumplir con las expectativas de otras personas y desvivirnos para encajar en un grupo social —impresionar a los demás. A esperar a que el mundo externo se doblegue ante nuestra voluntad para entonces ser felices.

Es esta dependencia a tener cierta cantidad de dinero, status o posición social para poder sentirse bien lo que más sufrimiento causa en el mundo. ¿Cuántas personas deciden no ser felices porque aún no tienen el trabajo, el carro, o la casa que “necesitan”? ¿Cuántas personas deciden quitarse la vida porque alguien los deja o porque pierden su trabajo? ¿Cuántas personas dejan a sus familias por buscar la admiración de sus colegas profesionales? Etc.

Sí, definitivamente pareciera ser que las dependencias más difíciles de romper son las dependencias psicológicas/emocionales.

Esencia

Cada persona, debajo de los cientos de capas de programación que ha recibido, tiene una esencia. Esta esencia es lo que le da vida a la verdadera identidad de cada ser humano, es inmutable y es el lugar al que cada uno de nosotros regresa para sentirse verdaderamente en paz.

Es en este lugar, lejos de la ansiedad de tener que cumplir con cualquier tipo de expectativa externa, a donde las personas van para comulgar con aquello que las acompaño al momento de nacer, su verdadero yo. Es en realidad algo maravilloso poder pasar un poco de tiempo ahí.

Aún así, el paso de los años es macabro y puede borrar las memorias de lo que se siente sumergirse en nuestra propia esencia sin tenernos que preocupar de lo que piensen los demás. Realmente es una tragedia que conforme dejamos la niñez atrás vamos olvidando cómo se siente la libertad de ser genuinamente uno mismo.

Pero como en toda historia, hay una luz al final del túnel. La esencia de una persona nunca se extingue, incluso, cuando la persona muere su esencia sigue viva en la memoria de sus amigos y familiares. La esencia es eterna y siempre nos está esperando para que volvamos a ella y así podamos una vez más volver a sentir la libertad de ser nosotros mismos.

Creer en algo y no vivirlo es deshonesto

“Creer en algo y no vivirlo es deshonesto.” Esta cita de una de mis personas favoritas en toda la historia, Mohandas Gandhi, hoy resuena conmigo más que nunca. Tomo un profundo respiro, veo a mí al rededor y también veo adentro de mi mismo. Se hace obvio que hay mucho trabajo que hacer en el área de honestidad en cuanto a nuestras creencias se refiere.

¿Cómo sería el mundo en que vivimos si todos viviéramos un poco más lo que creemos? Sin duda alguna estaríamos bastante mejor. Mi percepción es que la mayoría de los problemas que hoy tenemos como sociedad no vienen de las creencias que tenemos. Creo que el problema viene de que las personas no hemos desarrollado la integridad necesaria para vivir aquello en lo que creemos.

Claro, nunca antes en la historia han habido debates tan intensos entre las distintas ideologías y creencias que distintas personas empujan, especialmente en redes sociales. Pero esta diversidad de creencias usualmente no es el problema. Creo que muchos de estos problemas que se dan por diversidad de ideología se podrían eliminar con un poco más de tolerancia.

El verdadero problema está en que son muy pocas las personas que toman sus creencias y las viven a flor de piel en el mundo real. No estoy hablando de publicar fotos, posts o tweets en línea. Eso cualquiera lo puede hacer y para mí no cuenta como “mundo real”. El verdadero reto es salir y luchar contra la incomodidad de sostener nuestras creencias ante la adversidad. En defender aquello en lo que creemos incluso cuando sabemos que vamos a perder algo por hacerlo. En estar dispuestos a afrontar valientemente cualquier consecuencia que defender nuestras creencias pudiera traer. En creer en algo y vivirlo en cada momento para no ser deshonestos.

¿Es la vida un sueño?

No sé si a ustedes alguna vez les haya pasado pero yo he tenido algunos momentos en mi vida que parecieron haber sido sueños. También he tenido sueños que han parecido ser más reales que muchas experiencias de mi vida “real”.

Sin querer entrar en inútiles debates filosóficos hoy quiero preguntar, ¿Cómo podemos saber que es la realidad? Creo que es una pregunta mucho más compleja de responder de lo que muchos de nosotros quisiéramos aceptar.

La respuesta es más compleja de lo que creemos porque con lo que hoy sabemos de cómo funciona el cerebro humano entendemos que lo que le llamamos realidad no es más que una alucinación controlada que ocurre en nuestras mentes. Es decir, le llamamos realidad a la interpretación que cada uno de nosotros le da a los impulsos eléctricos generados por los estímulos externos que la realidad (mundo externo) nos envía. Es esta alucinación controlada lo más cercano que tenemos a la realidad.

Entendiendo esto podemos afirmar que prácticamente nuestra vida diaria es lo mismo que estar soñando. Así que sí, la vida es un sueño.

Saber escuchar es un arte

A veces escuchar es lo más difícil que una persona puede hacer. Especialmente cuando lo que se está diciendo duele. Saber escuchar en estos momentos difíciles es un arte.

Bajar la guardia y escuchar cuando cada palabra que se está escuchando desgarra el alma no es fácil. Tratar de comprender la sabiduría escondida que viene codificada en el mensaje requiere de mucha humildad y honestidad interior.

Las palabras que más duelen también son las que más pueden ayudar, si las dejamos. Cuando una persona se sensibiliza y aprende a escuchar todo lo que está a su alrededor su vida cambia. Cambia porque en ese momento la persona se empieza a ver reflejada en todo lo que escucha a su alrededor —finalmente se empieza a conocer tal y como es.

El problema es que a la gran mayoría de seres humanos no les gusta lo que ven en el espejo cuando empiezan a escuchar. Es muy rara la persona que se acepta tal y como es. A prácticamente todos nos gusta defender esa identidad que hemos creado de un “yo” perfecto. Esa identidad que en todo momento estamos tratando de proyectar pero que sabemos que es falsa ya que solo existe en nuestro mundo interior.

Cuando lo que se escucha no encaja con la identidad que se quiere proyectar los oídos se cierran. Es más cómodo seguir soñando con un “yo” perfecto que escuchar la verdad. Saber escuchar es un arte porque requiere destruir la ilusión del “yo” y descubrir lo que realmente sé es.

No soltar el pasado y evitar el futuro son lo mismo

No sé que sea más difícil, soltar el pasado o aventurarse hacia adelante sin saber que depara el futuro. Sin importar cuál de estos dos males se escoja el resultado siempre es el mismo: permanecer igual, sin crecer, hundidos en la mediocridad.

Hay días en que yo me inclino hacia no querer soltar el pasado. La comodidad y seguridad que trae la familiaridad de lo ya conocido es muy reconfortante. Mis ganas de que nada cambie son muy grandes y lucho por tratar de mantener todo tal y cómo está.

Otros días prefiero no aventurarme hacia el incierto futuro que de una manera u otra inevitablemente llegará. Trato de postergar lo que nadie puede detener, el paso del tiempo. Dejo de buscar la maravilla de lo desconocido y una vez más regreso a buscar seguridad bajo la cobija de aquello que ya creo conocer.

Ahora que escribo estas palabras me doy cuenta que ambos males no son mas que los lados opuestos de una misma moneda: la mediocridad.

Las guerras de poder empiezan en casa

Creo que detrás de toda guerra hay una creencia fundamental que la está alimentando. Esta creencia es: el más fuerte puede tomar y hacer todo lo que quiera. Un corolario de este pensamientos es si somos los más fuertes y violentos, entonces poder tener lo que queremos.

Sé que lo que estoy a punto de decir puede ser controversial y a muchos no les va a gustar pero siento una obligación moral de decirlo. A mi manera de ver las cosas, este comportamiento tan destructivo se aprende en casa, desde que somos pequeños.

Creo que los adultos muchas veces tratamos a los niños de ciertas maneras que refuerzan esta creencia de que el más fuerte o el que tiene más recursos puede hacer lo que quiere. ¿Cuántas veces he escuchado a padres, madres o profesores decir “por qué yo te lo digo”? O “yo soy tu papá y entonces haces lo que yo te ordeno.” O “deja que los adultos decidan, tú no sabes lo que estás diciendo.” O “si no haces lo que te digo, te las vas a ver conmigo.” Discúlpenme pero definitivamente en este tipo de acciones existe un fuerte rastro de coerción y violencia.

Este tipo de comportamiento tan solo refuerza la creencia de que el que tiene los recursos puede imponer su voluntad sobre el que no. Que el que es más fuerte puede tomar decisiones sin tomar en cuenta al más débil quien debe obedecer a toda costa. De alguna manera estos comportamientos niegan la noción de que las cosas se pueden arreglar buscando un consenso por medio del dialogo y refuerzan la creencia de que la solución debe estar en la violencia, en ser el más fuerte. Esta manera de ver el mundo puede dejar secuelas muy serías en la psiquis de los niños.

Y entonces, ¿Qué sucede cuando un niño crece pensando que para ganar debe ser más fuerte que los demás y así poder imponer su voluntad sobre todos los que están a su alrededor? Obviamente tarde o temprano la violencia se desbordará y si este niño ahora es un adulto que está en una posición de mucho poder lo más probable es que el mundo termine con otra guerra más en sus manos.

“What if..” y el poder de las decisiones

Ha llegado el momento de admitirlo. Ya veo series de televisión de manera regular. La verdad lo estoy disfrutando bastante y creo que al menos las series de Disney/Marvel que estoy viendo están bien escritas y dejan algo en que pensar. Tanto así que ya antes me he visto motivado a escribir sobre algo de lo que me han enseñado.

Bueno, pues ayer en la noche vimos con mi familia el primer episodio de “What if…” y los tres quedamos muy contentos con lo que vimos. Y claro, yo me quedé pensando toda la noche en toda esta idea de los multiversos que está tomando protagonismo central en esta nueva era de producciones de Marvel.

Es increíble ver como TODA la historia de este primer episodio cobra vida debido a que alguien toma una decisión diferente a la que todos sabemos que tomó en la historia (universo) original. Osea, hay una única decisión, una elección diferente, que ocasiona una nueva serie de eventos y prácticamente genera un nuevo universo en donde cualquier cosa es posible —tal cual ocurre en la vida real.

Imagina un padre de familia que decide no tomar de más en la fiesta en que está con sus amigos y en lugar de morir esa noche en su camino a casa puede regresar con vida a desearle buenas noches a su hija de tres años. 22 años después aún está a su lado para acompañarla en el día de su boda. Eventualmente llega a ser un gran abuelo.

O imagina este joven con una vida muy difícil en casa (ambos padres son drogadictos), un futuro muy obscuro por delante y un vecindario muy peligroso como el único lugar en el cual se puede refugiar. Y aún así, con mucho valor, decide decir “no” cuando sus únicos amigos y la necesidad de dinero lo presionan a vender drogas. Gracias a esta única decisión no es arrestado esa noche y poco a poco empieza a ganar confianza en sí mismo. Con esfuerzo logra terminar la secundaria y con un poco de ayuda logra llegar a la universidad. 15 años después es un exitoso emprendedor y un cariñoso padre de 3 maravillosos hijos.

La verdad que si uno se detiene a pensar un poco, esta idea del multiverso de Marvel no es tan de ciencia ficción. Es como realmente funciona el mundo. Hoy, cada uno de nosotros, en este preciso instante tiene millones de posibles futuros (o universos) a su disposición. Las decisiones que tomemos en este momento son las llaves de las distintas puertas que abrirán los universos en que viviremos más adelante. Es vital que hoy tomemos las decisiones adecuadas para mañana poder vivir en el universo en el que realmente queremos pasar el resto de nuestros días. “What if…”

Conversaciones que cambian vidas

Hoy por la mañana tuve una larga conversación con una gran amiga. Esta amiga es una de esas personas que inspiran a cualquiera con tan solo dirigirle un par de palabras. Es una guerrera que en todo momento mantiene su humildad y genuino interés por el bienestar de los demás. No tengo más palabras para describirles todo lo que ella es. Es casi sobrenatural.

¿Saben? De vez en cuando uno se topa a la persona correcta, en el momento adecuado y se tiene conversación que cambia todo en un instante. En estos casos no se necesita tener una agenda, una lista de cosas por hacer o un problema en particular que resolver. Todo lo que hace falta es tener las ganas de conectar con la otra persona y compartir. Realmente no se necesita de nada más.

Par mi las conversaciones son más que un intercambio de palabras. Son entendimiento, comprensión y una oportunidad de mostrar empatía. Una conversación profunda puede cambiar para siempre la vida de todos los participantes. Las conversaciones cambian el estado de ánimo y las perspectivas sobre las cuales construimos nuestras vidas.

A veces resulta muy difícil describir aquellas cosas que ocurren en nuestro interior pero en este caso lo voy a intentar.

En este momento siento un sentido de posibilidad casi infinito. Siento que puedo hacer cualquier cosa que me proponga. También creo que hay un valor infinito en muchas cosas que he venido haciendo con mi vida que hasta hace unas cuantas horas creía que eran una pérdida de tiempo. Siento que mi tiempo en esta tierra está valiendo la pena y que todo lo que hago, bueno y malo, es mío y me está ayudando construir la historia de mi vida.

Amigos, ese es el poder de las conversaciones.

El arte de la recta final

Hay personas que prefieren tomarse su tiempo. A mí me gusta la adrenalina de la recta final. Aunque si me preguntaran les diría que la recta final me causa ansiedad y que la detesto, la verdad es que es la recta final es lo que saca lo mejor en mí.

La historia siempre es igual. Esta vez sí lo voy a hacerlo con tiempo. Esta vez no lo voy a dejar para última hora. ¡Mentiras! Una vez más estoy por irme a dormir temprano tan solo para levantarme mañana súper temprano, con el filo de la navaja balanceándose sobre mi, para cerrar con broche de oro lo que debo terminar. Realmente vivo en el arte de la recta final.