No todos los días son iguales

De hecho, no hay dos momentos que sean iguales. Sí de algo podemos estar seguros es que habrán días “buenos” y días “malos”. Algunas veces las cosas saldrán tal y como queremos y otras veces todo por lo que hemos luchado se irá al carajo.

La buena noticia es que cualquier cosa que pasé en un día determinado no tiene porque afectarnos internamente. Sí, los eventos que ocurran sin duda alguna tendrán efectos reales en nuestras vidas pero esto no quiere decir que estos eventos nos puedan afectar en donde más cuenta, adentro.

Esta habilidad de ser intocables por dentro es algo que se puede desarrollar. No es fácil porque para llegar a ser intocables por dentro debemos cambiar quienes somos. No basta con solo cambiar nuestro comportamiento. No es suficiente entrenarnos a reaccionar de manera distinta cuando otra persona dice algo que nos molesta. Para lograrlo nos debemos transformar en el tipo de persona que simplemente no se molesta cuando le dicen esto o aquello.

Esaa es la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento es entender algo a nivel racional. Es cambiar la manera en que se hacen las cosas. Es dejar un comportamiento por otro, forzosamente. Por el otro lado la sabiduría nace desde adentro y es transformativa. La sabiduría se siente y los cambios de comportamiento se dan naturalmente, casi sin que se puedan percibir. La sabiduría es cambiar gracias a que se han visto las cosas claramente, sin prejuicios o teorías que se hayan tenido que aprender.

No todos los días son iguales y para poder disfrutarlos todos debemos buscar más sabiduría y menos conocimiento. De lo contrario solo podremos gozar de los días en los que las cosas salen como queremos. Me parece un desperdicio vivir una vida en la que se pueda disfrutar tan poco.

El poder de las palabras

Las palabras son la única herramienta que tenemos para interpretar la realidad que nos rodea. Nos resulta imposible pensar en algo para lo que no tenemos palabras. Creo que es de acá de donde puede venir la expresión “No tengo palabras para lo que acaba de suceder.” A veces suceden cosas que no podemos comprender y es precisamente por esto que no encontramos las palabras para verbalizarlo.

Son las palabras también la única manera que tenemos para transmitir lo que estamos pensando a otras personas. No importa que sean palabras escritas o palabras al viento las que decidamos utilizar, sabemos que la única manera que tenemos para llevar una idea que está dentro de nuestra mente hacia la de otra persona es concatenando una secuencia coherente de palabras.

Finalmente, son las palabras uno de los detonadores más poderosos de emociones en los seres humanos. No importa si son las palabras de una canción, un poema o una carta de despido, las palabras indicadas siempre pueden alterar dramáticamente nuestro estado emocional en un abrir y cerrar de ojos.

Me he topado con bastantes personas que no creen tanto en el poder de las palabras y es a ellos a quienes especialmente dedico la siguiente historia.

Hace ya unos años atrás estaba un conferencista dando lo que yo consideré una muy buena charla sobre precisamente el poder de las palabras. Ya hacia el final de la conferencia una persona se paró para hacer un comentario. “Sabe, todo esto está muy interesante” comentó el asistente, “pero realmente no creo que las palabras tan poderosas como usted lo dice.” “No sea tan imbécil”, le respondió inmediatamente el conferencista, “y si no tiene ni puta idea de lo que está hablando, mejor deje de quitarnos el tiempo.” Un silencio abismal cayó sobre todo el auditorio.

Indignado, el participante se dio media vuelta y con lágrimas de ira en sus ojos se dirigió marchando hacia la puerta. Justo cuando estaba por salir por la puerta el conferencista de nuevo habló a través de las bocinas del salón. “Señor, le ruego me pueda disculpar. Me exalté mucho y no debía haber dicho esas cosas. Cometí un muy grave error y le ofrezco mis más sinceras disculpas.” El asistente lo vio y luego de pensar un momento le dijo, “su disculpa ha sido aceptada”. Luego de unos segundos más y un par de profundas respiraciones el asistente volvió a su lugar. Una vez que se sentó el conferencista intervino una última vez y le preguntó, “¿Todavía sigue sin creer en el poder de las palabras? Tan solo se necesitó una frase para que usted estallara de ira y otra para que se volviera a calmar. Yo a eso le llamo poder.”

Cuando los demás son dueños de nuestras emociones

He estado pensando mucho en la facilidad con que le entregamos el control de nuestro bienestar emocional y a veces de hasta nuestra cordura mental a las demás personas. Alguien nos dice que no les gusta nuestra camisa y ahí va el resto del día. Otra persona nos dice que hicimos un buen trabajo y pasamos días en las nubes. Pero al día siguiente alguien nos dice que prefiere ir al cine alguien mas que ir a cenar con nosotros y una ves más estamos por los suelos.

Tenemos mucho que aprender sobre nuestro manejo emocional. Específicamente necesitamos empezar a darnos cuenta de que siempre somos nosotros los que generamos nuestras emociones. Nunca son los demás los que nos hacen sentir esto o aquello.

Y aún así insistimos en estar peleando todo el tiempo por cambiar a las demás personas para que así nosotros nos podamos sentir bien. Si no nos traen flores hacemos berrinche para que la próxima vez sí nos las traigan y entonces nos podamos sentir mejor. Si alguien nos dice algo que no nos gusta los enfrentaremos, a veces llegando al punto de dañar la relación, para lograr que así se retracten y que así podamos estar bien. Realmente creemos que los demás son los causantes de como nos sentimos en todo momento.

Para ejemplificar que tan ridícula es nuestra postura respecto a las reacciones emocionales que tenemos les quiero contar la historia de un paciente que estaba muy enfermo. Nuestro paciente, después de muchas semanas de dolor, finalmente decide ir al doctor. Una vez en la oficina del doctor el médico procedió a realizar todas las pruebas que consideró necesarias. Adicional a las pruebas estándar el médico tomó unas muestras de sangre y las envió para su análisis a un laboratorio avanzado.

Después de un par de días el paciente finalmente recibió la llamada del médico con el diagnóstico y aún más importante, el tratamiento. “Para poder eliminar todos sus dolores”, le dijo el médico, “necesito que vaya con su vecino y le dé esta medicina durante tres días seguidos. Después de que su vecino se tome la medicina ya usted se sentirá mejor.”

¡De verdad que es ridículo! ¿Por qué le voy a dar medicina a mi vecino si soy yo el que está con el dolor? ¿Por qué debiera cambiar el si soy yo el que tiene el problema?

Bien, pues así es precisamente como manejamos nuestras reacciones emocionales. Cuando alguien hace algo que no nos gusta creemos que son ellos los que deben cambiar para que nosotros podamos estar bien. Ni siquiera consideramos que pudiéramos ser nosotros los del problema y automáticamente les exigimos que cambien y que sean ellos los que se tomen la medicina.

Cuando creemos que los demás son los dueños de nuestras emociones cedemos nuestra libertad más sagrada, la de escoger cómo reaccionar ante todo lo que ocurre en nuestras vidas. Puede ser que la medicina sea amarga pero el que se la toma encontrará la libertad eterna. El que se la toma y cambia es el que gana. Ya es hora de dejar de pedirle a los demás que sean ellos los que se la tomen.

Las dos maneras en que el dinero motiva a las personas (aumentos salariales)

Es imposible negar que el dinero motiva a las personas. En la gran mayoría de sociedades modernas el dinero es sinónimo de supervivencia. Sin dinero es prácticamente imposible sobrevivir. Llegar a cubrir nuestras necesidades básicas es un gran motivador.

Al mismo tiempo, conforme los ingresos de una persona crecen, el dinero se empieza a convertir en un indicador de cuánto éxito una persona ha alcanzado en su vida. Mostrarnos a nosotros mismos y a los demás lo mucho que hemos logrado también un gran motivador.

Así que ahí lo tenemos. Dependiendo de la situación económica de cada persona el dinero puede servir para cubrir las necesidades básicas y mitigar el miedo e inseguridad que vienen con la escasez de dinero o también puede servir como un indicador interno y externo de auto realización.

En otras palabras, dependiendo de en dónde se encuentra una persona en un momento dado dentro de la pirámide de necesidades de Maslow, la motivación para obtener dinero puede ser totalmente distinta.

Fig 1. La pirámide de necesidades de Maslow.

Es importante entender este fenómeno, especialmente al momento de presentar aumentos salariales en una empresa. Las personas que están buscando cubrir las necesidades de la parte de abajo de la pirámide medirán una oferta en términos absolutos del aumento a recibir. i.e. Voy a pasar de ganar 1,000 a 1,500. Es importante para las personas en esta situación saber en términos absolutos cuanto más podrán comprar con el aumento.

Por el otro lado, las personas que ya tienen cubiertas las necesidades básicas de la pirámide y para quienes el dinero se empieza a convertir en un indicador de éxito medirán el aumento en términos porcentuales. i.e. Voy a crecer mis ingresos en un 15%. Esto se traduce en que este año seré 15% más exitoso que el año pasado.

El significado que cada persona le da al dinero no es predecible y los seres humanos somos muy complejos. Nadie puede predecir con exactitud qué es lo que exactamente motivará a quién pero lo acá presentado creo que es una aproximación bastante cercana a la realidad en la mayoría de casos. Vale la pena tomarlo en cuenta a la hora de calcular planes de compensación y aumentos.

CHAD, la receta para imponerse en un Home Run Derby

Estoy terminando de ver el impresionante despliegue de supremacía que Pete Alonso acaba de dar en el Home Run Derby 2021. Es el segundo año consecutivo que gana pero lo que hizo este año es un monumento a la excelencia.

Después de haber visto lo mucho que se estuvo divirtiendo durante toda la noche y haber percibido la confianza infinita con que tomó cada swing es imposible no querer tratar de entender como una persona puede llegar a tal nivel de rendimiento y mantenerse así de sereno bajo tanta presión. Este es mi intento de tratar de describir lo que Alonso trajo hoy a la mesa.

Esos últimos 6 Home Runs consecutivos que pegó para vencer a Trey Mancini en la final solo se pueden pegar cuando alguien tiene una combinación perfecta de CHAD (Confianza, Habilidad, Actitud y Diversión).

  • Confianza: Creer en sí mismo. Saber que el trabajo previo se ha hecho bien y que todas esas horas de entreno no dejarán fallar a un verdadero campeón a la hora buena.
  • Habilidad: La capacidad de hacer algo al más alto nivel. Es algo que se desarrolla por medio de miles de horas de práctica y que requiere de mucha dedicación. Es poder hacer lo que hay que hacer mejor que los demás.
  • Actitud: Enfrentar la situación que se debe superar desde un punto de vista de superioridad. Hasta cierto punto es reconocer el nivel de habilidad que se ha desarrollado y hacerle saber a todo el mundo que se ha llegado hasta acá para ganar.
  • Diversión: Disfrutar de lo que se está haciendo y no permitir que la presión del momento interfiera con pasársela bien. Es saber que al final del día lo más importante es disfrutar del momento y que el resultado final tan sólo se puede influenciar, nunca controlar.

Muy bien hecho Sr. Alonso.

Un sí rotundo

Todos tenemos demasiado que hacer. Nos hemos comprometido a demasiadas cosas y nos sentimos abrumados buena parte del tiempo. Nuestra vida fácilmente se puede convertir en una constante carrera para cumplir con compromisos que al final del día no nos dan ni satisfacción ni ingresos financieros. Entonces, ¿qué hacer?

Bueno, en este punto este post se pudiera convertir en un largo, aburrido y muy teórico tratado acerca del manejo de prioridades, valores personales, etcétera; en algo muy complejo que tratara de buscar simplicidad. Pero no voy a hacer eso. Hoy voy a tomar la ruta más simple hacia nuestro objetivo. Les voy a compartir la regla que Derek Sivers creó para simplificar su vida y eliminar las actividades no deseadas de ella.

¿Qué más podemos pedir que una regla que pueda simplificar nuestras vidas y que a su vez sea simple? No se me ocurren muchas cosas. La idea de Sivers es precisamente eso. Una simple frase que puede cambiar nuestras vidas al ayudarnos a discernir que actividades y compromisos aceptar y cuales no.

Acá les va. “Tiene que ser un SÍ ROTUNDO o mejor no”, le gusta decir a Sivers. Es tan simple que es engañoso. Si la oferta, oportunidad, actividad o compromiso que tienes enfrente no te entusiasma al punto de querer gritarle a todo el universo “¡, lo quiero con todo mi ser!” mejor di que no.

La gran mayoría de cosas a las que les decimos que sí les decimos que sí por costumbre, o porque están enfrente de nosotros o por miedo o porque no tenemos nada más que hacer o por una sensación de compromiso hacia la persona que nos lo está ofreciendo. A muy pocas cosas les decimos que sí por convicción interna y pasión. Y es a esto a lo que Sivers precisamente nos invita. A simplemente evaluar todo lo que queremos o no hacer desde un punto de vista extremo. O realmente lo queremos con hacer con cada fibra de nuestro cuerpo o mejor no hacerlo. A cualquier cosa que no cumpla con sentirse como un SÍ ROTUNDO, mejor decirle que no.

Correr como entrenamiento para la voluntad

Aunque en ningún momento me detuve por completo, desde que empezó la pandemia he reducido considerablemente la cantidad de kilómetros que corro a la semana. Y con esa reducción de kilómetros mi resistencia y fuerza también se han visto deteriorados.

Por ejemplo, hoy salí a correr 4 kilómetros. Hace año y medio esta distancia era solo un calentamiento. Hoy fue una lucha constante poder completar esa corta distancia. Y así es, lo que no se usa se pierde. Al mismo tiempo, construir resistencia física requiere de mucha constancia y voluntad. ¿Qué les puedo decir? La resistencia física se pierde en un abrir y cerrar de ojos.

Y así es como hoy llego a hechar de menos algo que ya daba por sentado, una excelente condición física. No me mal entiendan. Para nada estoy mal. Si tuviera que correr 10 ó 15 kilómetros creo que lo podría hacer. Lo único que estoy diciendo es que el precio que mi cuerpo está pagando por cada kilómetro que corre hoy está bastante caro.

Esto no está del todo mal. Creo que es una buena oportunidad para volver de nuevo al principio y no solo ejercitar mi cuerpo sino que también ejercitar mi voluntad. De volver a luchar contra esos pequeños dolores musculares e incomodidades que el cuerpo presenta cuando se le exige un poco más de lo normal. De sentir cómo a veces el aire hace falta y las piernas y la espalda por momentos se niegan a colaborar.

Sí, en estas siguientes semanas correr no sólo será un entrenamiento físico, será un entrenamiento de voluntad. Cuando logramos vencer al cuerpo, también podemos vencer cualquier otro obstáculo que se presente en nuestro camino.

Es momento de volver a trabajar la mente, el espíritu y el cuerpo como uno.

Un ambiente colaborativo, la importancia de la confianza

Un ambiente colaborativo no solo es más agradable, también es más productivo. Cuando la mayoría de las personas que están trabajando por un objetivo en común aportan algo al proceso, las cosas salen mejor. El peso que cada uno de los participantes tiene que cargar es menor y todos tienen la oportunidad de dar todo en su particular área de experticia.

En mi experiencia, crear un ambiente colaborativo empieza con la confianza. Un equipo en el que no hay confianza no puede colaborar. La ausencia de confianza crea inseguridad, egoísmo y temor. El objetivo principal deja de ser la colaboración grupal y se convierte en la supervivencia del más fuerte. Todo mundo empieza a velar por sus propios huesos.

Ah, pero que diferencia hace la confianza. Cuando hay confianza cada miembro del equipo sabe que todos están empujando por el mismo objetivo: el éxito de la misión grupal. Los deseos, necesidades y ambiciones personales pasan a un segundo plano que está muy por atrás de lo que el grupo necesita para alcanzar el éxito. También, nadie cuestiona las decisiones y acciones de los demás. Todos asumen que cada movimiento se ejecuta buscando los principales intereses del grupo.

La confianza asume intención positiva y requiere de mucha comunicación. La transparencia es casi que un sinónimo de confianza y se debe mantener siempre, incluso en los más difíciles momentos que sin duda se tendrán que afrontar. Cuando hay confianza los ambientes colaborativos pueden nacer y cuando existe un ambiente colaborativo cada miembro del equipo puede empezar a brillar!

El silencio que habla

Todo el tiempo hay ruido adentro de nuestras cabezas. No importa qué tan recio sea, si no ponemos atención nunca nos daremos cuenta de que está ahí.

Es este ruido el que muchas veces no nos deja pensar con claridad. Es este ruido el que nos confunde y nos genera ansiedad. Es este ruido el que nos habla mañana tarde y noche acerca de todo lo que está mal. Es este ruido el que después de cada fracaso nos grita que no servimos para nada.

Pero hay un silencio muy especial que yace más allá de todo este ruido. Es un silencio maravilloso, tan silencioso que en él siempre se pueden escuchar murmuraos de palabras de sabiduría. Es un silencios que trae consigo paz y tranquilidad, que nos arrulla en sus brazos y nos recuerda que somos algo muy especial.

Hay un silencio que habla, que tiene todas las respuestas y siempre sabe qué decir. No es un silencio vacío, al contrario, es un silencio que está lleno con todo lo que existe en el universo. Es un silencio que si, estamos dispuestos a escuchar que dice, siempre nos servirá de guía en nuestras vidas.

Shhh, calla el ruido. Cierra los ojos. Busca dentro de ti y escucha el silencio que te quiere hablar.

Las decisiones que matan la probabilidad de éxito

Hoy estoy acá para decirles que alguien los ha estado engañando toda su vida. La persona que los está engañando son ustedes mismos. ¿Y cómo se están engañando? Contándose una y otra vez la historia de que las decisiones que toman las toman para maximizar las probabilidades de éxito de lo que quieren hacer.

No me gusta ser el portador de malas noticias pero siento que tengo el deber de decirles que cuando toman la gran mayoría de decisiones las toman para sentirse bien en el momento y no para maximizar sus probabilidades de éxito. ¿A qué me refiero?

Todos hemos estado ahí. Sabemos que hacer algo va a ir en contra de nuestros mejores intereses y aún así decidimos hacerlo. ¿No me creen? Bien, ¿Recuerdan esa vez que tenían un compromiso importante pero estaban en una fiesta o muy a gusto con unos amigos y decidieron quedarse más tiempo y llegar tarde al compromiso dañando así su profesionalismo y reputación? ¿O recuerdan esa vez que tenían una duda que necesitaban resolver para completar ese importante proyecto que nunca se terminó pero prefirieron callar para no sentirse ignorantes? ¿O recuerdan la vez que tenían esa oportunidad de oro enfrente y decidieron dejarla pasar por qué el miedo de fracasar al hacer algo nuevo era demasiado grande? ¿O recuerdan la vez qué se comieron ese pedazo de pastel de chocolate al salir de la clínica del doctor que recién les había dicho que tenían riesgo de diabetes?

Así es, tristemente ninguno de nosotros es tan racional para tomar decisiones como nos gusta creer. Usualmente tomamos la decisión que nos hace sentir bien en el momento, no la que más nos conviene. Es por esto que nos metemos en tantos problemas. ¿Mi recomendación? Cuando tengas una decisión importante que tomar, toma la decisión que maximiza tus oportunidades de éxito y no la que te hace sentir bien en ese momento.