El momento perfecto

Este momento es perfecto. Todos lo son. Son nuestras expectativas y deseos los que no están en sintonía con la magnificencia del momento. Si aprendes a ver el mundo desde SU punto de vista, verás que todo siempre está bien.

Si algo sucede que no está de acuerdo a tus planes te molestas. Pero, ¿quien te dijo que el universo debe obedecer a tu voluntad? ¿Son tus planes la mejor manera de mover al mundo hacia el futuro? Con todo respeto te digo, sinceramente lo dudo mucho.

Los pensamientos acerca del futuro y los dolores que has experimentado te alejan del lo que ya tienes hoy. No te dejan apreciarlo e incluso hay momentos que con toda la rabia de tu ser lo empiezas a despreciar. No seas ingrato! Cada momento de tu vida es una maravilla que no debes dejar escapar.

Como todos los demás, quieres un futuro mejor. Y es importante trabajar por él. Pero no desde el punto de vista de que este momento que estás viviendo no es “perfecto”. Trabaja por tu futuro como si fuera un tipo de evolución, como la progresión natural de tu vida. Esto te ayudará a encontrar el camino, a apreciar el momento y nunca más volverás a vivir otro momento que no sea un momento perfecto.

Construyendo el producto ideal

La mayor oportunidad que tiene un producto para ser exitoso en el mercado es ser indispensable para sus usuarios (Analgésico). Lo mejor que puede hacer un equipo de producto para garantizar el futuro de un producto es anticiparse a las necesidades de sus clientes (Vitaminas).

El producto que logra volverse una parte indispensable de la operación de sus usuarios, aliviando un fuerte dolor, gana. El producto que resuelve las necesidades futuras de sus usuarios, antes de que ellos mismos las identifiquen, perdura y crece.

En concepto hacer esto parece bastante fácil. En la práctica es un poco más difícil y requiere de un profundo entendimiento de las necesidades de los usuarios y un conocimiento detallado de cómo están utilizando el producto. Adicionalmente, se debe contar con información relevante de la industria en donde operan los usuarios, tendencias de mercado e identificación de necesidades futuras que los usuarios pudieran tener.

Se procede a detallar las características principales del analgésico y la vitamina ideal.

El analgésico ideal

  • La presencia del analgésico es indispensable para la operación exitosa del usuario
  • Los costos de operación del usuario se vuelven prácticamente prohibitivos en la ausencia del analgésico
  • La operación del usuario se vuelve tan ineficiente en la ausencia del analgésico que operar sin el no es una opción
  • El dolor de operar sin el producto es tan grande que el usuario está dispuesto a pagar un precio “premium” por acceso a el producto
  • El usuario navegaría a ciegas su operación y no podría evaluar su rendimiento sin la data ofrecida por el analgésico

La vitamina ideal

  • Resuelve una pequeña inconveniencia actual que se convertirá en un gran dolor para el usuario en el futuro
  • Prepara al usuario para atender mayores volúmenes de trabajo
  • Se anticipa a cambios en la industria del usuario para ayudarle a innovar su negocio
  • Ofrece ventajas competitivas al usuario sobre su competencia, moviéndolo hacia adelante
  • Se ve como un “nice to have” en el momento, se convierte en un analgésico en el futuro cercano
  • Hace disponible data y métricas que ayudan al usuario a optimizar y planear su futuro

El producto ideal es tanto una analgésico como una vitamina al mismo tiempo. Resuelve la operación actual y habilita un camino hacia un futuro más próspero. Alivia los más grandes dolores de hoy y fortalece al usuario para un mejor mañana.

Como resulta obvio al leer los listados de analgésico y vitamina ideal, poder crear este tipo de producto requiere de un acercamiento muy estrecho con los usuarios. Necesita de una comprensión profunda de la industria en donde se está participando y de las necesidades del usuario. Hay mucha investigación que hacer.

No es algo fácil de hacer pero las recompensas que se obtienen cuando se construye un producto ideal son fenomenales.

Más detalles en este episodio del podcast Masters of Scale:

Dónde conseguir el tiempo

Todo lo que quieres que vale la pena necesita tiempo. Si tú no estás dispuesto a dedicarle el tiempo que necesita, puedes estar seguro que alguien mas si lo hará.

¿Cuántas veces has visto a alguien más lograr algo que tú querías hacer? La reacción es siempre la misma. “Yo debí haberlo hecho, yo lo iba a hacer.” Pero la realidad es que tu no lo hiciste. La otra persona sí. Ella si le dedico el tiempo, tú no.

Si quieres hacer ese proyecto que puede cambiar el mundo —o al menos cambiar tu vida— necesitas encontrar el tiempo necesario para hacerlo. Las horas no solo aparecen de la nada. Las tienes que crear tú. ¿De dónde vas a sacar el tiempo?

El tiempo que necesitas lo debes robar. “Las horas que necesitas se las debes robar a la comodidad”, escribe Derek Sivers en el artículo que inspiró este post. Qué cierto es! Cosas como eliminar distracciones, apagar Netflix y perder menos tiempo con el teléfono pueden ser las primeras cosas que puedes considerar.

También le puedes robar tiempo al miedo. Hay muchas horas disponibles escondiéndose detrás del miedo que no te deja empezar el proyecto, que no te permite tomar la decisión. Hay mucho tiempo perdido por la parálisis que el miedo a fracasar te está causando.

Suficiente tiempo perdido, ha llegado el momento de actuar.

No sé

No sé

La mente de principiante —aquel estado de cuestionar y querer entender a fondo— es una herramienta muy poderosa. Es un estado de humildad que permite constante a aprendizaje y crecimiento. La mente de principiante nace con la frase “no sé”.

Aunque un experto tiene muchas ventajas sobre un principiante, hay algo que el principiante siempre tiene de ventaja sobre el experto: el desconocimiento de cómo “debieran” ser las cosas. El experto, gracias a años de práctica y estudio, ha solidificado en su mente estructuras mentales, experiencias previas y conceptos que le serán muy difíciles de cuestionar. El principiante, gracias a su desconocimiento, tiene poco sobre que construir y su mente estará más abierta a probar posibilidades que otros probablemente no verían. Está dispuesto a cuestionar y experimentar.

Esto no significa que convertirse en experto sea algo malo. Lo único que quiere decir es que a menos que se haga un esfuerzo consciente de mantener una mente de principiante, un experto fácilmente puede caer en un estancamiento de ideas, innovación y progreso debido a la aceptación automática de principios ya aprendidos. Puede caer preso a la falta de cuestionamiento.

El antídoto ideal para este fenómeno es la pequeña frase de dos palabras que está al final del primer párrafo “no sé”. Poder pensar y decir esta frase de corazón requiere mucha convicción, humildad y deseo de mejorar.

Decir no sé es difícil por qué es emocionalmente incómodo. Especialmente cuando se tiene una fuerte asociación con una identidad de experto. Los expertos se supone que deben saber. ¿Cómo es posible que un experto no sepa?

Pero la verdad es que la historia nos ha enseñado que las verdades que se han descubierto tienen un tiempo limitado de vida. Por ejemplo, la idea de que el sistema solar tiene 9 planetas par mi era —y si soy sincero aún es— verdad. Es lo que aprendí en el colegio durante mis años formativos y cambiar mi postura al respecto me resulta extremadamente difícil.

¿Cuantas cosas más se han creído verdaderas que ahora —por lo menos momentáneamente— se han probado falsas? La tierra es plana. Desangrar pacientes les puede curar y salvar la vida. El humano sufrirá daños irreparables si viaja a más de 15km/hr, la esclavitud es buena, etc.

Es cierto que resulta difícil creer en un mundo en el que nuestras creencias más enraizadas sean destrozadas. Es difícil abrirnos a creer que lo que consideramos más sagrado y más seguridad nos da pudiera ser falso. Pero tan solo imaginemos a una persona que vivió en 1850 y proyectemos su reacción al decirle que puede cruzar el atlántico en avión en tan solo 6 a 7 horas y que el ser humano ya puso los pies en la luna. No lo podría creer. Lo seres humanos no vuelan y mucho menos viajan a la luna.

¿Podrán los seres humanos colonizar Marte? No sé. ¿Podremos llegar a vivir 200 años? No sé. ¿Se podrá curar el cáncer? No sé. ¿Hay alguna manera mejor de hacer el trabajo para el que me considero experto? Aunque ahora no sé cual sea, estoy seguro que si.

Las dos personalidades necesarias en todo emprendimiento

Todo emprendimiento que aspire a ser exitoso debe tener acceso a una combinación de diversas personalidades. En un principio, los fundadores de la empresa aportan sus personalidades únicas al proyecto. En un escenario ideal los fundadores traerán a la mesa las dos personalidades necesarias en todo emprendimiento.

La primer personalidad requerida es la del simplificador. Un simplificador es una persona cuya manera de pensar le permite encontrar soluciones elegantes a problemas complejos. Estas personas usualmente son muy creativas y disfrutan trabajar con grupos pequeños de personas para simplificar y resolver problemas de gran magnitud. Muchas personas con este tipo de personalidad tienen “background” en ingeniería o careras similares.

La personalidad complementaria es la del multiplicador. Estas personas tienen la capacidad de tomar la solución existente a un problema y encontrar la mejor manera de hacerla llegar a millones de personas. El perfil estereotípico de los multiplicadores es muy carismático, social y extrovertido. Conocen muchas personas y derivan gusto de pasar la mayoría de su tiempo realizando actividades comerciales como realizar ventas, navegar estructuras de compras, trabajar en burocracias y generar material de mercadeo.

Dos ejemplos icónicos de empresas que llegaron a ser muy exitosas con fundadores que encajaron en este modelo son Apple con Steve Jobs y Steve Wozniak y Microsoft con Bill Gates y Paul Allen.

Para que un emprendimiento sea exitoso, primero necesita encontrar la solución a un problema por la cual el mercado esté dispuesto a pagar y después encontrar como hacerle llegar esta solución a todas las personas que le sea posible. Es de esta realidad que nace el modelo de simplificador / multiplicador.

Las personas obviamente no se pueden encajonar dentro de una personalidad u otra. Claro que hay emprendedores que estudiaron ingeniería, son excelentes programadores, saben programar y también pueden realizar una venta. De igual manera hay otros emprendedores que son muy extrovertidos, conocen miles de personas, están convenciendo a medio mundo todo el tiempo y también pueden resolver problemas complejos.

Lo que sucede es que la cantidad de esfuerzo necesario para operar fuera de la personalidad natural de una persona es muy grande. Aunque la persona pueda ejecutar las funciones ajenas a su personalidad dominante, su efectividad no será muy alta y el precio que pagará será caro. Operar fuera de la personalidad dominante es posible por un tiempo pero no es ni sostenible ni eficiente.

La manera ideal de operar es tener dos personas —una simplificadora y otra multiplicadora— operando cada una de las funciones principales de la empresa: resolver los problemas que el mercado necesita que le resuelvan y hacerle llegar las soluciones a todas las personas que las deseen.

La dificultad de empezar

Al igual que la parte más difícil de mover un objeto es empezar, la mayor dificultad de echar a andar un proyecto es arrancarlo. Es tan fácil olvidar que un viaje de mil millas siempre empieza con un solo paso.

Parece ser que hay una cierta inercia que se debe romper para dar inicio a un proyecto. Esta inercia a menudo está acompañada de una dramática exageración sobre la dificultad del trabajo por hacer. Los dragones a vencer parecen ser mucho más feroces de lo que en realidad son.

El primer paso es el más difícil de dar. También es el más importante ya que después de dar ese primer paso el resto del camino es cuesta abajo. Una vez se vence la inercia inicial, todo fluye con mayor facilidad.

Este proceso es bastante engañoso y si no se tiene cuidado el inicio de cualquier proyecto se postergará innecesariamente por el simple hecho de que no se quiere empezar. Podrán haber mil justificaciones falsas pero la verdadera razón de por qué no se ha empezado es porque no se ha logrado romper la inercia inicial.

Al sobrepasar la dificultad de empezar el proyecto estará en movimiento y cuando hay movimiento todo camina mejor. Lo más importante es estar en constante movimiento y no detener la marcha hasta llegar al final.

Nada mas que recuerdos

La única manera que tiene una persona de poder evaluar la calidad de su vida es través de los recuerdos que tiene almacenados en su memoria. La memoria no es perfecta y los recuerdos que se almacenan son tan solo versiones distorsionadas de los eventos que realmente ocurrieron.

Esto quiere decir que la evaluación que una persona hace constantemente respecto a la vida que ha llevado está fuertemente influenciada por sus recuerdos y la forma en que recuerda su pasado.

Los seres humanos experimentan su vida en base a los pensamientos y recuerdos en los que se están enfocando en el momento. La experiencia que se está teniendo en cualquier momento está determinada por los pensamientos que están presentes. No hay nada más en nuestro mundo que aquello en lo que estamos pensando en ese momento.

Una manera muy fácil de probarlo es simplemente responder las siguientes preguntas en orden:

¿Que tanto te gusta tu carro?

¿Que tanto te gusta tu carro cuando no estás pensando en él?

Lo más probable es que tu respuesta a la primer pregunta fue algo como mucho, un poco, me gustaba más antes o algo similar. La segunda pregunta fue un poco más difícil de responder y te detuvo a pensar. La mayoría de personas, después de un tiempo de pensamiento, llegan a la conclusión de que su carro simplemente no les puede gustar o no gustar cuando no están pensando en él.

Exactamente lo mismo ocurre cuando se evalúa ¿Qué tanto me gusta mi trabajo? ¿Qué tanto me gusta mi familia? ¿Qué tanto disfruto de mi vida? Etc.

Lo único que se tiene disponible para evaluar qué tanto nos gusta algo son los recuerdos que tenemos de lo que estamos evaluando.

Toda nuestra vida no es nada más que la suma de los recuerdos que tenemos presentes en un preciso momento.

Precio o calidad

Si se evalúan los productos y servicios que se ofrecen actualmente, no nos equivocaríamos al decir que muchos de ellos son, en el mejor de los casos, mediocres. Alguna vez hasta los podríamos describir como desechables.

Esto es consecuencia de un mercado que mayormente recompensa un costo bajo y no valora la calidad. Esto a su vez ha incentivado la creación de empresas que seden a esta presión sacrificando cualquier tipo de calidad para mantener precios bajos.

Hasta cierto punto esto ha creado un tipo de cultura en donde buscar atajos y seguir al pie de la letra la ley del mínimo esfuerzo está bien. Se está olvidando el arte de hacer un buen trabajo. Un trabajo del que todos en la empresa se puedan sentir orgullosos.

Pero esto no tiene que ser así. Estoy convencido que todavía hay lugar en el mercado para empresas que quieran maravillar a sus clientes con productos y servicios de la más alta calidad. Aún hay personas que valoran un trabajo hecho con dedicación.

La decisión de si una empresa va a competir por precio o calidad es fundamental para forjar la cultura de la empresa. Facilita la mayoría de toma de decisiones que se deban hacer. Por ejemplo, si para garantizar el proceso de control de calidad y entregar el servicio prometido a tiempo se debe pagar tiempo extra, la empresa que va a competir con calidad pagará el tiempo extra. La que va a competir por precio, correrá el riesgo de tener fallas en el servicio y ahorrarse ese costo.

La falta de cariño por lo que se produce está bajando la calidad de los productos que se producen. Es importante volver a invertir en en crear productos y servicios de clase mundial. Puede que esta no sea la ruta más fácil a seguir pero sí les puedo garantizar que será la más gratificante.

Trabaja en algo de lo que te sientas orgulloso de decir: yo hice eso.

En medio de todo

El soplar de los vientos ha cambiado y la dirección del mundo ahora va en otra dirección. Arriba ahora es abajo y toda esa luz que antes iluminaba el camino ha sido absorbida por obscuridad.

Y en medio de todo esto ahí estás. Sigues siendo el personaje principal. Con tus fortalezas y debilidades deberás seguir escribiendo la historia de tu vida. Nadie jamás podrá tomar tu lugar.

No tiene sentido tratar de escapar. A donde quiera que vayas siempre estarás ahí, en medio de todo. Estás peleando una lucha sin sentido. No es lo que te rodea el problema. Es tu manera de ver las cosas lo que te tiene así.

El universo completo se pudiera empezar a derrumbar y puede ser que nada más vuelva a ser igual. Y ahí estarás, en medio de todo. Observando con serenidad y compasión. Viéndolo todo ocurrir desde lo más profundo de tu ser. Y así es la única manera en que podrás estar bien. Cuando finalmente entiendas que lo único que puedes controlar es a aquel que está luchando por ser feliz —en medio de todo.

El peso de la libertad

No se puede hablar de libertad sin hablar de responsabilidad. Mientras mayor sea la libertad, más son las opciones disponibles que se pueden seleccionar. Escoger entre estas opciones implica responsabilidad y esto muchas veces no nos gusta —¿A dónde vamos a comer? a donde ustedes quieran suele ser la respuesta más común.

Escoger qué hacer o que no hacer siempre conlleva un riesgo, una responsabilidad. Es inevitable. Por esto es que tantas veces la comodidad de que alguien más decida por nosotros resulta ser tan atractiva. Si no somos nosotros los que estamos decidiendo, sentimos que no hay nada que podamos hacer y por ende que no somos los responsables.

Esto crea una paradoja muy interesante. Queremos ser libres de decidir pero al mismo tiempo no queremos ser responsables de los efectos de nuestras decisiones. No queremos que alguien más dirija la dirección de nuestras vidas pero a la vez nosotros mismos no queremos la responsabilidad de dirigirlas.

Otra disyuntiva que veo con frecuencia es que las personas queremos libertad pero no queremos que “los demás” la tengan también. De alguna manera se nos olvida que “los otros” también tienen libre albedrío. Si yo tengo la libertad de pedir vainilla, otros también tienen la libertad de pedir chocolate. El precio de mi libertad siempre es la libertad de los demás.

Finalmente, tener la libertad de hacer algo es muy diferente a estar obligado a hacerlo. No es la misma cosa. Solo por qué pueda hacer algo no significa que lo tenga que hacer. Lo que sí es cierto es que tener la opción de poder hacer algo pone toda la responsabilidad de hacerlo o no sobre mi. Esto a veces no se siente tan bien.