Las decisiones que matan la probabilidad de éxito

Hoy estoy acá para decirles que alguien los ha estado engañando toda su vida. La persona que los está engañando son ustedes mismos. ¿Y cómo se están engañando? Contándose una y otra vez la historia de que las decisiones que toman las toman para maximizar las probabilidades de éxito de lo que quieren hacer.

No me gusta ser el portador de malas noticias pero siento que tengo el deber de decirles que cuando toman la gran mayoría de decisiones las toman para sentirse bien en el momento y no para maximizar sus probabilidades de éxito. ¿A qué me refiero?

Todos hemos estado ahí. Sabemos que hacer algo va a ir en contra de nuestros mejores intereses y aún así decidimos hacerlo. ¿No me creen? Bien, ¿Recuerdan esa vez que tenían un compromiso importante pero estaban en una fiesta o muy a gusto con unos amigos y decidieron quedarse más tiempo y llegar tarde al compromiso dañando así su profesionalismo y reputación? ¿O recuerdan esa vez que tenían una duda que necesitaban resolver para completar ese importante proyecto que nunca se terminó pero prefirieron callar para no sentirse ignorantes? ¿O recuerdan la vez que tenían esa oportunidad de oro enfrente y decidieron dejarla pasar por qué el miedo de fracasar al hacer algo nuevo era demasiado grande? ¿O recuerdan la vez qué se comieron ese pedazo de pastel de chocolate al salir de la clínica del doctor que recién les había dicho que tenían riesgo de diabetes?

Así es, tristemente ninguno de nosotros es tan racional para tomar decisiones como nos gusta creer. Usualmente tomamos la decisión que nos hace sentir bien en el momento, no la que más nos conviene. Es por esto que nos metemos en tantos problemas. ¿Mi recomendación? Cuando tengas una decisión importante que tomar, toma la decisión que maximiza tus oportunidades de éxito y no la que te hace sentir bien en ese momento.

Una visión más grande

Las visiones que cada uno de nosotros puede construir en su mente dependen grandemente del entorno al que estamos expuestos. Hasta cierto punto, las visiones que tenemos del futuro y de lo que es posible están limitadas por la cultura en que crecemos.

Esto no quiere decir que tener una visión de un futuro mejor y mucho más grande de lo que las personas que nos rodean tienen sea imposible. Soñar es gratis y con tan solo exponernos por breves instantes a como otras culturas y personas hacen las cosas nos puede abrir las puertas a mundos muchos más grandes de los que jamás antes habíamos podido imaginar.

Me parece muy interesante como tantas personas se “venden barato” no por su falta de habilidades sino que por su falta de visión. Los proyectos, empresas y vidas que construyen no se acercan a alcanzar su verdadero potencial simplemente por no poder pensar en grande.

Nuestras habilidades son mucho más grandes de lo que creemos. Tenemos más capacidad de la que creemos. Podemos tener un impacto mucho mayor en el mundo de lo que creemos. Podemos tener vidas mucho más plenas de lo que creemos. Podemos construir empresas mucho más exitosas de lo que creemos. Podemos ser mucho más generosos de lo que creemos. Y todo esto empieza con una cosa, con una visión más grande.

Lo importante de primero

La capacidad de enfoque y concentración de las personas se degrada conforme pasa el día. En un día normal, desde que se empieza a trabajar, se deben tomar decisiones, pensar en soluciones, resolver problemas, coordinar equipos y ejecutar tareas. Todo esto consume energía. Por lo tanto las mejores horas del día, las más productivas, son las primeras horas de la sesión de trabajo. Es cuando la mente está fresca y enfocada y la energía abunda.

Es por esto que recomiendo que lo importante se haga de siempre de primero. Si algo es importante, vale la pena dedicarle las mejores horas del día. Lo importante merece tener una mente fresca y enfocada trabajando en ello. El impacto que puede tener hacer algo importante con excelencia es exponencial. Cuando se trabaja en algo importante cada pequeño detalle se magnifica, la atención al detalle es elemental.

Quiero aclarar que con esta propuesta no estoy sugiriendo que todos deben trabajar temprano por la mañana. Sé que hay personas que son nocturnas y las mañanas les cuestan. Tan solo estoy proponiendo que sin importar a qué hora se empiece a trabajar, ya sea por la mañana o por la noche, que lo primero que se haga durante la sesión de trabajo sea lo más importante. Todo lo demás puede esperar.

El regreso a casa

Regresar a casa siempre es algo especial. La familiaridad que despierta volver a entrar en el lugar desde donde construimos nuestras vidas nos regresa a soñar con nuestra niñez.

Los olores, el reencuentro con las mascotas, nuestra cama y simplemente esa sensación de “estar en casa” nos invitan a sumergirnos en una profunda paz que en ninguna otra parte del mundo podemos sentir.

Estar lejos es bueno pero regresar a casa es aún mejor. Cuando estamos lejos abrimos nuestras mentes y nos exponemos a otras culturas. Cuando regresamos a casa incorporamos lo vivido a nuestros hogares. Cuando viajamos conocemos el mundo y aprendemos de nuevas experiencias. Cuando regresamos a casa podemos bajar las defensas y ser quienes somos. El regreso a casa siempre es la culminación de algo genial.

Un día de más, largas colas en el aeropuerto

Y contra todo pronóstico sigo en Atlanta. Hoy por la mañana perdimos nuestro vuelo de regreso a casa. Afortunadamente mañana es feriado en Guatemala y no tenemos compromisos grandes que cumplir. También, nuestras pruebas de COVID siguen vigentes para nuestra salida de mañana. La situación pudo haber sido peor.

La cantidad de personas que esperaban viajar en el aeropuerto de Atlanta era muy grande. Adicionalmente todos teníamos que pasar a mostrar nuestras pruebas de COVID a un agente antes de poder hacer el check-in. En repetidas ocasiones pregunté si podía procesar mis maletas registradas y seguir adelante ya que yo había hecho el proceso de chek-in en línea. Nada. “Todos tienen que ver a un agente”, fue la respuesta que recibí.

Dos horas después, cuando finalmente llegamos al “counter”, el agente me dijo que ya no había nada que hacer, el vuelo se había cerrado y el proceso de check-in estaba finalizado.

Y así es que acá seguimos, esperando a salir mañana. Estamos viendo a los Cubs perder 6–1 contra los Dodgers en un buen hotel de 4 estrellas que fue pagado 100% por Delta. La aerolínea reconoció la responsabilidad del retraso pagando nuestro hotel y el cambio de fecha de nuestros pasajes.

Así que con nuestros lugares confirmados para mañana ya estamos listos para salir a las 5:40am para estar 4 horas antes de la salida del vuelo en el aeropuerto. Espero que esto sea tiempo suficiente y ya mañana pueda escribir desde mi casa en Guatemala.

P.D. Dando continuidad a mi post de ayer, mi experiencia emocional de todo esto fue bastante buena.

A veces hay que ver para creer

Hay muchas cosa fantásticas en los libros que leemos y en los consejos que recibimos. Estas palabras nos hacen sentido. Las entendemos y las aceptamos como verdaderas. Sin embargo, a menudo toda esta teoría se reduce a un volcán de ceniza cuando la tratamos aplicar.

Tan solo pensemos por un momento. ¿Cómo serían nuestras vidas si pusiéramos en práctica un 50% de lo que hemos “aprendido” en teoría? No sé cual sea su respuesta pero yo creo que yo tendría la vida de mis sueños.

Es extraño, aún cuando entendemos a nivel racional que algo nos puede dar todo lo que siempre hemos querido, en la práctica no lo podemos hacer. Es como que si en algún lugar recóndito de nuestro ser dudáramos. A pesar de entender la teoría dudamos. Muchas veces tenemos que ver para creer.

Estaba pensando en esto porque llevo años estudiando esta idea de que nosotros podemos escoger nuestras respuestas emocionales. Que la felicidad es una decisión y que nuestro estado emocional está 100% dentro de nuestro control. He dedicado muchas horas a contemplar esta idea y a hacer un sin fin de prácticas para tratar ponerlo en práctica. Hace un momento algo maravilloso pasó, repentinamente la teoría se convirtió en algo real.

Mi experiencia fue como ver una película en cámara lenta. Hace unos minutos estaba devolviendo el carro que había alquilado. En el momento que lo entregué el personal que lo recibió encontró unos daños a la parte de abajo del “bumper”. Yo no recuerdo haber dañado el carro. Tampoco revisé el carro al recibirlo. Para hacer corta la historia, tuve que pagar un deducible de seguro por un monto de $250.00 por el daño que no sé con certeza que yo ocasioné. Esto fue suficiente para que mi mente se pusiera en modo “empecemos a sufrir a toda máquina.”

Y ahí fue donde la magia sucedió. Una serie de pensamientos entraron automáticamente en mi cabeza. Los escuché tan claramente que resonaron en lo más profundo de mi ser, “¿De verdad vas a dejar que esto arruine tu día? ¿Por qué estás condicionando tu felicidad a que todo salga como quieres? ¿Por qué no quisieras estar feliz a pesar de que esto pasó?

Y de alguna manera inmediatamente todo volvió a estar bien. El enojo y la frustración se derritieron en un mar de tranquilidad. La felicidad se apoderó de cada fibra de mi cuerpo.

Sin nada más que hacer la teoría se puso en práctica y tal y como los sabios me lo habían prometido pude ser verdaderamente feliz ante una situación objetivamente negativa.

Saber callar

Las personas que me conocen saben que me gusta mucho hablar. Usualmente tengo una opinión que compartir acerca de todo y cuando se da la oportunidad de hacerlo, la tomo.

Poco a poco he ido aprendiendo a ser un poco más consciente de qué y cómo digo las cosas. Los años me han enseñado a saber cuándo callar. Hoy se puso a prueba mi capacidad de guardar silencio.

No quiero entrar en los detalles de lo que sucedió pero es importante para mí compartir mi experiencia. Hoy en la tarde estaba parado haciendo cola para comprar un café. Una señora con sus 5 hijos estaba haciendo cola enfrente de mí. Uno de ellos, el más pequeño, se acercó a platicar conmigo. Me contó que era el cumpleaños de uno de sus hermanos. Luego, uno de sus hermanos también se acercó e intercambiamos un par de palabras. Unos segundos después la madre se acercó a nosotros con una gran sonrisa y me dirigió un par de palabras que me impactaron bastante.

Pude sentir un enojo muy intenso crecer dentro de mí. En el momento sentí un sentido de superioridad, casi como que si yo tuviera algún tipo de autoridad divina sobre ella. Mi corazón empezó a latir más rápido y pude sentir la adrenalina correr por mis venas. Las palabras que quería decir estaban listas para herirla en la punta de mi lengua. Afortunadamente el veneno que quería esconder tras la excusa de querer “ayudarle” con un buen consejo nunca llegó a salir de mi ser.

Tal vez lo que quería decir podía haber ayudado. Pero no con el enojo e indignación con que lo iba a decir. Más allá de lo que se dice, cómo se dice determina como se recibe el mensaje. Haber hablado en ese estado no hubiera servido de nada más que darme una descarga emocional a mí.

Durante el resto de la tarde y ya bien entrada la noche me estuve cuestionando por qué no hablé. “Podía ayudarla y tan solo un par de palabras hubieran hecho toda la diferencia en su vida.”, me estuve escuchando decir durante horas. ¡Qué mentira! Por más pena que me dé reconocerlo, en ese momento no quería ayudar a nadie. Tan solo quería sentirme superior y descargar mi enojo con alguien que ni siquiera conozco.

Pero ahora que ya es hora de dormir agradezco que en el momento supe callar y que las palabras que buscaban salir a destruir se quedaron dentro de mí. Saber callar a veces nos ayuda a dormir mejor.

Las dos maneras de enfrentar los retos

Si de algo podemos estar seguros es que tendremos retos que afrontar. No hay duda alguna de esto. La manera en que escojamos afrontar estos retos que inevitablemente tendremos que afrontar influye grandemente la calidad de vida que tendremos.

Básicamente hay dos marcos de referencia a travez de los cuales podemos experimentar un reto. Los podemos ver como algo que AMENAZA nuestras capacidades naturales o como una oportunidad de DESARROLLAR las capacidades que actualmente tenemos.

Las personas que ven los retos como amenazas a sus capacidades naturales huyen de ellos. No les gusta ponerse a prueba y se limitan a tener “éxito” dentro de su zona confort. Les cuesta mucho empujarse hacia el siguiente nivel. Cuando experimentan fracasos culpan a los demás y en lo último que piensan es en cómo crecer sus habilidades para sobrellevar el reto que los esté deteniendo en ese momento. Su crecimiento está limitado por las habilidades que tengan (que pueden ser muy grandes) pero en el momento que estás habilidades se ponen a prueba, fin del juego.

Por el otro lado, las personas que ven los retos como oportunidades de crecimiento para sus capacidades las buscan con un hambre insaciable. Estas personas quieren ser más y saben que cada reto y fracaso que tengan enfrente es una herramienta que pueden utilizar para crecer sus capacidades. Cuando estas personas experimentan un fracaso su reacción inicial es tratar de entender qué les hizo falta a ellos que fue lo que causó el error. Luego de entender su falla se dan a la tarea de trabajar incansablemente en desarrollar sus capacidades hasta poder sobrellevar el obstáculo.

Así que, los retos pueden ser una amenaza o una oportunidad. El mismo reto nos puede poner a temblar de miedo o de emoción. Todo depende del marco de referencia o lente con el que decidamos ver la situación. Personalmente creo que ver oportunidades en lugar de amenazas es un mejor camino a seguir.

Entender nuevos procesos, pruebas de COVID en Estados Unidos

Es fácil ejecutar un proceso cuando se está familiarizado con él. En el momento que el proceso cambia el esfuerzo cognitivo y emocional que se requiere para adaptarse es grande, muy grande.

Esta es precisamente la situación en que estoy ahora. ¿Cuál es el proceso que ha cambiado? La generación de documentos de viaje internacionales. Hasta la última vez que viajé, el proceso de requerimientos de viaje había cambiado muy poco. Sí, los pases de abordar se movieron de ser impresos a estar en el teléfono pero fuera de eso muy poco había cambiado. Hasta ahora.

En estos últimos días he estado dedicando una buena parte de mi tiempo a encontrar un lugar para generar el nuevo documento que está de moda para poder viajar, la prueba del COVID. Para poder salir de Guatemala hacia Estados Unidos el proceso fue fácil. Ahora que estoy por regresar parece ser que está un poco más complicada la cosa.

En realidad no hay mucha complejidad pero en Estado Unidos hay varias cosas que cambian. Para empezar casi todos los formularios para solicitar las pruebas requieren información de seguro y el costo sin seguro de la pruebas no queda claro (aunque aparenta ser bastante caro). Luego, el tipo de pruebas que muchos lugares ofrecen no son las que se aceptan para entrar a Guatemala. En fin, espero ya mañana terminar de entender este nuevo proceso y poder tener todo listo para regresar a Guatemala.

Entender nuevos procesos es cansado.

La percepción de nuestras capacidades

Las creencias que tenemos sobre cómo funciona el mundo determinan lo que creemos que es posible o no. En gran parte, este conjunto de postulados que formamos adentro de nuestras cabezas, son las guías que determinan nuestras acciones.

Para bien o para mal, lo que creemos verdadero define el mundo en el que vivimos y cómo operamos en él. También, hasta cierto punto, lo que creemos define nuestra identidad y el tipo de persona en que nos convertimos a través de nuestras acciones.

No todas nuestras creencias tienen el mismo peso sobre cómo operamos en el mundo. Unas pesan mucho más que otras. Ayer empecé a leer un libro que se llama Mindset. El argumento central del libro es que las creencias que tenemos respecto a nuestras capacidades son de las más importantes de entender y evolucionar.

Básicamente existen dos tipos de creencias que los seres humanos tenemos respecto a nuestras capacidades. La primer creencia (Mindset Fijo) cree que las habilidades son innatas y muy difíciles de modificar. Un pensamiento clásico que tienen las personas que operan con este tipo de creencia es, “Si nací con cierto nivel de inteligencia, eso es todo lo que tengo y no hay mucho que pueda hacer para cambiarlo. Si no puedo hacer algo mejor lo dejo así y busco otra cosa que sí pueda hacer.”

La segunda creencia respecto a nuestras habilidades (Mindset de Crecimiento) cree que las habilidades no vienen desde nuestra concepción, son fácilmente modificables y se pueden crecer por medio del trabajo y el esfuerzo. En este caso un pensamiento típico puede ser algo como, “No puedo hacer esto pero si le dedico el tiempo necesario puedo llegar a hacerlo y salir con más destrezas del proceso.”

Ambas maneras de ver el mundo influyen grandemente cómo afrontamos las distintas situaciones que a cada uno de nosotros nos tocará vivir. Sin duda alguna, ambas tienen sus pros y sus contras pero por lo que llevo leído del libro pareciera ser que el Mindset de Crecimiento puede ser bastante más saludable y nos puede llevar a tener vidas más ricas en todos los aspectos que tradicionalmente consideramos importantes.

Seguro que en los siguientes días, mientras profundice más en el libro, estaré escribiendo más a detalles sobre este interesante tema que nos puede hacer mejores a todos.