… Ver las cosas tal y como son. Muchas veces, ver el mundo tal y como es, es demasiado doloroso. Es entonces que decidimos maquillarlo para no sentir dolor.
Todos experimentamos el mundo a través de nuestros conceptos y de acuerdo a la naturaleza de cada situación, buscamos un significado que encaje con nuestra programación. Así es como maquillamos la realidad y aspiramos a sentir algo que se asemeje a una sensación de seguridad.
Y de todas las cosas que maquillamos, la más difícil de ver directamente es, nuestra auto imagen. No hay nada más doloroso en todo el universo que vivir ese momento en que pasa algo que no encaja con esa imagen que hemos creado de nosotros mismos. El dolor es tan grande que decidimos pelear hasta la muerte por defender nuestra auto imagen.
Alguien nos dice que no les gusta nuestro nuevo peinado. Nos exponemos a una nueva idea que nos hace mucho sentido pero no comulga con quienes creemos que somos. Fallamos en el trabajo y nuestro jefe se entera. Manchamos nuestra camisa antes de una reunión. Alguno de nuestros hijos hace un berrinche en público. Nos toca ponernos traje de baño y no nos vemos como creemos que nos “debiéramos” ver. Etc.
Es tortura. Todo el tiempo estamos tratando de modificar todo lo que sucede a nuestro alrededor (y lo que piensan las demás personas) para que encaje con la maquillada imagen que hemos construido de nosotros mismos. Esto no es vida. No es sano.
Lo más difícil es vernos tal y como somos. Aceptarnos primero, y luego aprender a querernos. Somos como somos, con nuestras fallas y cualidades. En ese sentido, somos perfectos.
Pero en el momento que creemos que tenemos que acomodar el resto del mundo para que nosotros podamos encajar, nos hemos metido en una batalla que nunca podremos ganar.
Eso no es vida.