Hay cosas que son invisibles, simplemente no se pueden ver. Todos sabemos esto. Lo que muy pocos llegan a distinguir es que hay cosas que no se pueden ver porque esa es su naturaleza y hay otras cosas que no se pueden ver porque nosotros escogemos no verlas.
El aire es invisible al igual que la luz infrarroja. También hay muchas otras substancias que el ojo humano no puede percibir. Son invisibles por su naturaleza. Esto no es en lo que me quiero centrar hoy.
Es más interesante explorar cosas como los vicios que lentamente matan a millones de personas sin que ellas se den cuenta de lo que está pasando. ¿O qué tal todos esos casos de personas que están por perder su trabajo porque no se han dado cuenta que tienen que subir de nivel para poderlo retener? ¿O todas esas familias que poco a poco se desintegran sin que nadie siquiera se dé cuenta hasta que ya es muy tarde?
Lo más difícil de ver no es lo que es invisible. Lo más difícil de ver es lo que no queremos ver. Nuestros errores. Nuestras fallas. Todo aquello que vive en nosotros y que no nos deja vivir nuestra mejor vida. Nuestras propias limitaciones.
Lo invisible se puede llegar a ver. Todo lo que tenemos que hacer es quitarnos la venda que nos mantiene cegados, aquella que no nos queremos quitar porque tenemos miedo a que la luz de la realidad nos vaya a quemar para siempre los ojos.