Hay tantos proyectos que mueren antes de nacer porque sus creadores no pueden tolerar la idea de que alguna parte del proyecto llegue a fracasar. Queremos la perfección.
La sensación que experimentamos cuando algo no sale cómo queremos muchas veces pesa más que la ilusión que tenemos de querer construir nuestros sueños. Queremos la perfección.
A veces nos despertamos sin ganas de afrontar el día y no queremos arrancar. En nuestra mente ese pequeño error no deja de rondar y pronto olvidamos todo el bien que hemos podido cosechar. Queremos la perfección.
Sabemos que fundamentalmente somos buenas personas y aún así nos castigamos porque algo malo sucedió que estaba fuera de nuestro control. Queremos la perfección.
Damos todo lo que podemos y no dejamos de luchar. Abrimos brecha tierra adentro pero de vez en cuando hay una caída insignificante que convierte todo el viaje en un desastre abismal. Queremos la perfección.
Acercarse a la perfección requiere de mucha práctica y experiencia. No nos podemos acercar las primeras veces que intentamos hacer algo. Es una realidad que tenemos que aceptar. Si nos sigue importando tanto la perfección, jamás llegaremos a intentar hacer algo significativo con el tiempo que nos queda de vida.