Decisiones. Creemos que las tomamos con la cabeza y de manera racional. Nada pudiera estar más lejos de la realidad. Las decisiones, al final del día, las tomamos en base a lo que emocionalmente se siente mejor.
Todos hemos estado ahí. Sabemos, racionalmente, que una relación no es buena para nosotros. Pero seguir en la relación, por nociva que sea, se siente mejor que dejarla ir. Nos quedamos con la relación que tanto daño nos hace.
Sabemos que no cumplir con nuestros compromisos profesionales puede perjudicar nuestra carrera y eventualmente nuestra vida. Pero dormir un poco más se siente mejor —y llegamos tarde al trabajo. O no hacemos esa llamada difícil al cliente y buscamos algo más cómodo que hacer mientras exponencial cliente se va con la competencia.
Seguir con ese vicio que poco a poco nos resta minutos de vida se siente mejor que enfrentar solos la ansiedad y vacío que sentimos cuando las cosas se ponen difíciles. En el momento, comer para saciar los nervios y entrar en un circulo vicioso que causa el sobre peso sé siente mejor que despertarse a las 5:00am, ejercitarte y comer bien.
No te engañes, si eres honesta(o) te darás cuenta que siempre estas escogiendo lo que se siente mejor. Si quieres cambiar debes reprogramar qué es lo que para ti se siente mejor. Es ahí en donde debes trabajar.
Empieza ahí, lo demás será mucho más fácil.