Acabo de borrar un artículo que recién escribí. Lo tiré a la basura digital sin remordimiento alguno. Al momento de sentarme a escribir estaba convencido de que mi reflexión era 100% correcta. Cuando terminé el artículo y me puse a revisar las conjeturas y argumentos que estaba haciendo me di cuenta de que estaba totalmente equivocado y que mi manera de ver el problema no hacía sentido alguno.
Fue un momento de iluminación muy poderoso cuando el proceso de ordenar mi ideas y revisar lo que estaba tratando de decir me dijo “esto no es así”. En ese momento recapacité, aprendí y corregí mi manera de pensar. Pude ver la falta de lógica en mi pensamiento y ahora nunca más volveré a pensar igual.
El proceso de tomar un torrente de ideas, conceptos y pensamientos para ordenarlo en un secuencia lógica de palabras que transmiten le representación interna de lo que queremos comunicar (esto es lo que es escribir) no es fácil. Y por el mismo hecho de que no es fácil es tan poderoso. Si lo hacemos bien nos obliga a pensar, evaluar, simplificar y razonar. Desafortunadamente esto no es algo que hagamos muy seguido.
Es por esto que me gusta escribir todos los días. Ejercito mi proceso de pensamiento. Clarifico mi manera de ver el mundo y poco a poco voy desarrollando mi capacidad lógica de razonar.