Está empezando la época de frío. Con ella llegan algunos recuerdos de mi niñez. Principalmente el inicio de las vacaciones del colegio —momentos que en ese momento parecían ser eternos.
Recuerdo que era tiempo de salir de casa con el sol y regresar bajo el obscuro manto de el anochecer. ¿Qué tanto hacíamos con los amigos de la vecindad? No les puedo decir con certeza pero las horas se hacían agua entre nuestras manos.
Sé que había mucho deporte en nuestra rutina. Juegos interminables de futbol y carreras de bicicletas. ¿Quién podría olvidar lo intensa que era la famosa carrera de “La Vuelta a Vista Hermosa”? También nos perdíamos por horas en los barrancos cercanos en donde explorábamos, entre ríos de agua negra, las maravillas de la naturaleza.
Ya más cerca del final del año el frío se intensificaba y los días se hacían más cortos señalando la cercanía de la quema del diablo. Recuerdo que unas semanas antes de cada 7 de diciembre salíamos todos los días con nuestras bicicletas a buscar y recolectar basura para la tradicional fogata.
Conforme las montañas de basura crecían con los días, el olor a pólvora se empezaba a apoderar de las calles. La quema de cohetes, “volcancitos” y “canchinflines” había arrancado.
¡Qué momentos aquellos! Hoy, con este frío que desciende sobre mí, los recuerdos están más vivos que nunca. Hoy recuerdo viejos amigos, olor a pólvora, frío y vacaciones.