El privilegio de poder enseñar no debe ser tomado a la ligera. Poder contribuir en la transformación de otras personas —esperamos que para bien— es algo que se debe tomar muy en serio.
Ser un buen profesor, maestro, coach o como se le quiera llamar, requiere de una gran cantidad de cualidades. Se debe contar con:
- Paciencia
- Sabiduría
- Empatía
- Buena comunicación
- Claridad
- Conocimiento de materia
- y mil cosas más
Pero sobre todo, para poder enseñar se debe amar aprender. No se puede enseñar algo que aún no se ha aprendido. “La única manera de garantizar que has aprendido algo es poderlo enseñar”, decía Aristóteles. Una vez más, estaba en lo correcto.
Enseñar es la manera más noble de aprender. Es un circulo virtuoso fenomenal. Siempre y cuando el objetivo sea ayudar lo más posible al estudiante, el maestro estará destinado a crecer. Lo que sucede es que enseñar y aprender no son calles de una sola vía. El verdadero aprendizaje se da cuando hay un intercambio genuino entre dos personas.
Mi sueño es aprender enseñando.