Al momento de estar diseñando e implementando un producto o servicio creamos una relación muy íntima con el. De hecho, esta relación es tan estrecha que a veces perdemos la línea que divide el producto de nosotros mismos.
¿A que me refiero? Me refiero a ese sentimiento que tenemos de que el producto que creamos DEBE ser aceptado por todos. Creemos que el producto que hemos creado es perfecto y que debe ser ideal para todos. Dejamos de ver que puede ser que lo que creamos no es para todos. Es en este momento en que empezamos a ser complacientes con prospectos que nos piden que el producto o servicio resuelva problemas para los que no fue creado.
En gran parte, o por lo menos en mi experiencia personal, esto se causa por lo que mencioné al principio. Se pierde la distinción entre lo que somos nosotros y lo que es el producto. Nos sentimos como que si el producto no satisface las necesidades de alguien somos nosotros los que no valemos o somos útiles para esa persona. Recuerda, nuestro valor como personas nunca se puede definir por lo que otras personas interpreten de los productos que hemos creado…
Gracias Gabriel por ayudarme a verlo!